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El Chuico O Damajuana: ¿Un Símbolo Nacional Al Borde De La Extinción?

Chuicos con artística cobertura de mimbre
y doble asa rodeando las boquillas de vidrio.
Se puede advertir que su aspecto no ha
variado mayormente desde las mismas
botijas con cesto que se utilizaban en
tiempos coloniales. Imagen publicada por una
edición de la revista "En Viaje" de 1961
(Santiago de Chile).
Chuicas y chuicos, enormes botellas de vino otrora forradas en mimbre, son un símbolo de la rica actividad vitivinícola nacional y de las costumbres más arraigadas en nuestros rotos y huasos. Alguna vez fueron de sagrada presencia en las fiestas de fin de año, precisamente en el tránsito de festejos en que nos encontramos por estos días.
Han estado en Chile desde los tiempos coloniales y, si no, desde la conquista. A falta de vidrio, se las hacía inicialmente de cerámica, pero forradas en una canasta de mimbre que les da su aspecto característico. La llegada de las tecnologías de fundido y soplado de botellas permitió hacerlas de vidrio como las originales europeas, aunque su función siempre permaneció en nuestro país ligada al almacenamiento de vinos y chichas, además de piscos y aguardientes.
El nombre genérico que da el folklore chileno a los grandes envases es chuico. Proviene del mapudungún chuyko, nombre que daban los indígenas mapuches a las tinajas pequeñas o botijas para bebida.
Los españoles, sin embargo, las denominaban damajuana, nombre tomado del que los franceses usaban para esta clase de botellas, en alusión a la Reina Juana, la Dame Jeanne. La historia mezclada con leyenda señala que, tras buscar refugio en una aldea de Grasse mientras iba de camino a Draguignan, en el siglo XIV, la reina fue a mirar a un artesano del poblado que hacía botellas sopladas. Ante su presencia, éste decidió inflar una de enormes proporciones, quizás para lucirse ante la soberana, y la bautizó en su honor como reine-Jeanne, forrándola en mimbre tejido para aumentar su resistencia. Sin embargo, la propia reina le pidió que fuera llamada mejor dame-Jeanne... Es decir, damajuana.
Ilustración de Guamán Poma de Ayala en su
"Nueva Crónica y Buen Gobierno", mostrando
hacia 1615, en plena Colonia, la existencia
de chuicas con tejido de mimbre entre los
indígenas encomenderos y mayordomos del Perú
al servicio de los conquistadores españoles.
Esta explicación sobre el origen del nombre de la damajuana desmiente un mito popular chileno, que vinculaba la denominación de estas botellas a una relación con la Primera Dama doña Juana Aguirre Luco, esposa del Presidente Pedro Aguirre Cerda, que asumiera en 1939. Por su nexo con la industria de la producción de vinos, Aguirre Cerda era llamado "Don Tinto", por lo que doña Juana pasó a ser la "Dama Juana", según esta historia. Sin duda que esta asociación de la Primera Dama con la damajuana fácilmente habrá existido durante el Gobierno del Frente Popular, pero, como hemos visto, esta picardía es de tiempos más recientes y no puede ser el origen del nombre de las botellas referidas.
Internacionalmente, se reconocen a las damajuanas como todas las botellas que superan el tamaño tradicional de las que se comercian en el mercado regular del menudeo. Preferentemente, son producidas en un característico vidrio verdoso, pues era el color en que se hacían antes las botellas para evitar que la luz ambiental afectara al contenido de la misma.
Sin embargo, la costumbre ha establecido algunas diferencias específicas entre estos tipos de botellas y las denominaciones que reciben, aunque con alguna tendencia a la confusión:
  • El botellón es la botella de más de 1 litro pero menos de los 5 litros de la garrafa. Comparado con chuicas y damajuanas, su irrupción en el comercio es más bien novedosa, todavía. Algunos le llaman impropiamente chuico en nuestros días. Esto es un error, pues la característica del chuico es el canasto de mimbre que la envuelve, y que en este caso no existe. Otros les llaman "garrafines".
  • La chuica (así, en género femenino) es la denominación que en Chile se le da de preferencia a la garrafa tradicional, forrada en una canasta de mimbre (o plástico, más modernamente), con uno o dos mangos que rodean el cuello del envase y cuyo contenido suele ser de 5 litros, no obstante que existen algunas garrafas de 3 litros y otras de más de 5. Algunos también llaman chuicos a estos envases, aunque es más común reconocerlas como chuicas.
  • Comúnmente, se llama chuico o damajuana a la botella o envase que supera los cinco litros. Como en los casos anteriores, se da por entendido que su contenido es vino, pipeño o chicha. Los 10 litros son el promedio de estos contenedores, aunque existen algunas antiguas de 7 y 8 litros, y otras de 12 o más. También se les llama garrafones.
  • Las botellas de 10 litros o más, curiosamente suelen ser llamadas en Chile como damajuanas a secas y muy rara vez chuicos. Sólo en algunas partes del campo se rompe esta regla. Por su peso, no llevaban el mango de mimbre que sí tienen chuicas y chuicos, pues requieren necesariamente de ambos brazos y mucha energía para ser manipuladas. Es muy raro encontrar ejemplares de este tipo, ya que su tamaño es una limitante para el transporte y la seguridad del producto, además de ser menos convenientes que las barricas de madera para el almacenamiento.
Una cantina de principios del siglo XX, en fotografía
de Harry Grant Olds perteneciente al archivo fotográfico
del Museo Histórico. Nótese la chuica o garrafa forrada
en mimbre colocada sobre la mesa de los dos rotos.
Los chuicos y las damajuanas fueron parte del paisaje comercial de la ciudad de Santiago y de otros rincones de Chile, por varios siglos. Además de los barriles y las tinajas de vino y chicha, las fondas y las chinganas capitalinas solían arrinconar cientos de litros de alcohol para los comensales en innumerables envases de este tipo, hasta bien avanzado el siglo XX aún.
Los cantineros tenían sus propios procedimientos y estilos para levantar con elegancia tan enormes botijas y apuntarle con precisión de joyero a las jarras o a los vasos de caña, como sucede todavía en algunos lugares de nuestro país. Al final de cada jornada, los rotos cuequeros se las echaban al hombro para beber directamente de la boquilla.
Violeta Parra popularizó una canción en ritmo de refalosa titulada "El Chuico y la Damajuana", que escribiera como poema su prodigioso hermano Nicanor. Decía su letra lo siguiente:
El chuico y la damajuana
después de mucho quejarse
para acabar con los chismes
deciden matrimoniarse.
 
Subieron a una carreta
tirada por bueyes verdes,
uno se llamaba chicha
y el compañero aguardiente.
 
Como esto pasó en invierno
y había llovido tanto
tuvieron que atravesar
un río de vino blanco.
 
En la puerta de la iglesia
se toparon con el cura
que rezaba los misterios
con un rosario de uvas.
 
Como no invitaron más
que gente de la familia
el padrino fue un barril
y la madrina una pipa.
 
Cuando volvieron del pueblo
salieron a recibirlo
un fudre de vino blanco
y un odre de vino tinto.
 
Como estaba preparado
y para empezar la fiesta
un vaso salió a bailar
valses con una botella.
 
La fiesta fue tan movida
y dura duración
que según cuenta un embudo
duró hasta que se acabó.
 
Enormes chuicos o damajuanas siendo llenados
con vino por un trabajador de una planta. Fotografía
publicada en la revista "En Viaje" de abril de 1945
(Santiago de Chile).
Sin embargo, el avance de los procesos de industrialización de la actividad vitivinícola chilena que nos enorgullece, fue volviendo innecesarios a estos envases, haciendo que su producción se redujera progresivamente. La apariencia de abundancia de estas garrafas en chicherías y casas provinciales no es tan real: su industria de fabricación se ha ido reduciendo, y en algunas zonas del país las que existen son las mismas que han estado allí por 30 años o más, sin mucha renovación de ejemplares.
De acuerdo a las quejas de productores vitivinícolas que hemos conocido en Cauquenes y El Maipo, la irrupción de los vinos en caja y los botellones se llevaron casi todo el romanticismo de estas piezas de rústica belleza. Sólo las garrafas o chuicas siguen siendo producidas más masivamente, por necesidades comerciales a las que no se ha podido renunciar aún, como por ejemplo la venta mayorista del vino pipeño para los bares y restaurantes de la ciudad. Las otras van en reducción, según parece.
Garrafas antiguas aún utilizadas como contenedores de vino.
Forradas en rústico tejido de mimbre y con mangos laterales,
a diferencia de las más comunes en Chile con mangos rodeando
el cuello de la botella.
Imagen tomada del website picadas.bligoo.com.
Con los chuicos y las damajuanas que antes fueron comunes en Chile, cada vez más cerca de quedar convertidas en sólo un recuerdo, las piezas que han de quedar al alcance de la admiración no son más que las sobrevivientes de la extinción masiva que ha afectado a este especie, entonces. Algunos comerciantes las solicitan a pedido a ciertas vidrierías, de hecho, pues la producción es baja. Por eso, además, están siendo cotizadas hoy en día, por anticuarios y por decoradores que las consideran objetos de ornamentación.
Esperamos que esta interesante industria de vidrios y mimbres, tan relacionada con la cultura vinícola nacional, no desaparezca, por supuesto, y que su caída productiva se estabilice en algún momento, antes de aproximarse a la temida posibilidad de la extinción.

Aviso de oferta de damajuanas publicada en el diario "El Mercurio" del 27 de diciembre de 1902, en la proximidad del Año Nuevo, cuando no podían faltar en las fiestas.
Bebiendo en la propia bodega, entre barricas y damajuanas, al fondo. Imagen de principios de los años setentas, publicada en "Comidas y Bebidas chilenas", de Alfonso Alcalde.
Colección de chuicos y garrafines, en el bar-restaurante "El D'Jango" de calle Alonso Ovalle, cerca de Serrano.
Garrafas en la distribuidora "El Pipeño", de calle Tocornal con Biobío.
Damajuana gigante: 50 litros de pura chicha, también en "El Pipeño".

Barricas


Afincados en la fría y húmeda Europa central, allá por el año 500 a.C., los celtas no tendrían mar; pero si bosques, y madera de la buena con la que construir recipientes destinados a la producción, almacenamiento y transporte de cerveza. Por su parte, a orillas del Mediterráneo, jarras y anáforas de barro eran quienes posibilitaban el comercio del vino, una actividad desarrollada ya unos dos mil años a.C. Sin embargo, no tardarían en ser reemplazadas por obra de la inventiva celta, pues sus recipientes se fueron perfeccionando hasta calzar como anillo al dedo a las necesidades vineras. De los primitivos ejemplares, constituidos por troncos ahuecados con tapa, hasta aquellos elaborados a base de duelas (tablillas curvas) y aros de mimbre, la evolución hizo el negocio. O, más bien dicho, lo perfeccionó en cuestiones insospechadas.
Ya expandido el uso de las barricas, allá por el siglo XVIII, los bodegueros franceses detectaron que la conservación y transporte del vino en ellas no solo era óptima; sino que éstos mejoraban sus cualidades. Ningún misterio para éstos tiempos si recordamos que la madera no solo permite la entrada de oxígeno, haciendo madurar el  vino, sino que la transferencia de taninos lo estabiliza al tiempo que lo suaviza; sin olvidar los aromas  y sabores que de ella se desprenden… Pero el caso es que para entonces resultaba revelador. Especialmente, el hecho de que la forma de las barricas contribuía al depósito de partículas y residuos propios del vino en el fondo de las mimas, otorgando mayor limpidez a la bebida en cuestión. De todas maneras, el quid pasaba por el tipo de madera a utilizar. Y tras pruebas, aciertos y desaciertos, se llegó a una valerosa conclusión: al roble no había con qué darle.
Sobre robles no hay nada escrito, ¿Francés o americano?. Mientras el primero aporta notas más sutiles y delicadas, lo que se traduce en una mayor elegancia, el segundo ofrece aromas más potentes, ya que los poros de su madera son de mayor tamaño, por lo que también más rápida la transmisión de propiedades. Eso sí, la velocidad no hace a la calidad. Y en esto el roble americano corre de atrás, en tanto aporta menos taninos que el francés. Éste último, ciertamente más blando, de allí que el desperdicio de madera en la fabricación de barricas sea mayor, así como su costo. ¿Lógica proporcional al valor de los vinos? Más por equilibrio y distinción que por valores en sí, el roble francés se utiliza en vinos de mayor gama. Aunque, claro está, la última palabra siempre corre por gusto de bodegueros y enólogos. Y sí, también de bebedores.
Como buena hija de inmigrantes –al menos, en buena parte de su filiación–, la Argentina fue tras las huellas de italianos y españoles que, siguiendo la pista francesa, se afincaron en nuestro territorio. De todas maneras, las barricas apenas aterrizaron en suelo nacional en los años ’90, para recién desatar su masividad allá por los años 2000. Desde entonces, las barricas y sus mentadas virtudes son parte del ABC del la producción vitivinícola local. Pues si hay vino que venga en barrica, y si hay barrica que sea de roble.

  • Un antes y después marcaron las barricas y toneles no solo en transporte de vinos… Vea usted que los depósitos de barcos y aviones comenzaron a llamarse “bodegas” y la capacidad de transporte “tonelaje”, en base a la cantidad de toneles de vino capaz de cargar. Desde luego, la costumbre continúa.


BIBLIOGRAFIA
  • Argentina, un gran viñedo. Arévalo, Gustavo – Córdoba, Cristina. Editorial Albatros. Buenos Aires, 2008.

Botellas de gres, soplar y hacer cimientos


Vedettes de la industria cervecera, las botellas de gres hallaron en su ocaso su mejor reinvención: un destino 100% constructivo.

No le vamos a decir que la cosa era tan sencilla como soplar y hacer botella, pero de algo así se trató la historia. Pues la pasta cerámica de gres es uno de los materiales comodín en lo que la arqueología de Buenos Aires respecta. Con la cerveza y ginebra a la cabeza, las botellas de gres abundantemente halladas en excavaciones no solo dan cuenta de las preferencias etílicas del siglo XIX; sino de su bondad para con el rubro de la construcción. Nunca tan bien dicho, todo un hallazgo…

La base está

Corría el mes de septiembre de 2015 cuando en una casona del barrio de San Telmo -más precisamente,  en Defensa 1344- se hallaron botellas de gres en plan constructivo. En las profundidades, éstas componían un contra piso que, aunque en estado fragmentario, fue datado entre siglo XIX y principios del XX. Y vayan si tenían con qué oficiar de cimiento, pues, producto de su cocción a altas temperaturas, podían jactarse de su resistencia. Y lo cierto es que el material ya tenía sus pergaminos: aunque entrado al país a inicios del siglo XIX, ya se usaba en el norte europeo desde hacía tres siglos. Pero lo cierto es que la Primera Guerra Mundial haría mella en su furor. El último ingreso de botellas de gres se produjo en 1918, habiendo sido fábricas inglesas y escocesas las principales proveedoras durante los años de importación. Hasta entonces, la durabilidad y capacidad para mantener la temperatura interna que poseían los envases eran su valor agregado. Al punto tal que, del otro lado del charco y en pleno conflicto bélico, llegaron incluso a usarse para calentar camas. ¿Qué tal?

De etiqueta

El caso es que el fin de las importaciones fue un cimbronazo para las envasadoras locales, en tanto se vieron obligadas a incrementar la producción de envases de vidrio de buenas a primeras, cuando el circuito de importación de botellas de gres ya estaba más que aceitado. Incluso, hasta se había considerado cómo agilizar los tiempos de demora propios de la travesía botellera por alta mar: reutilizando los envases, pues la vida útil del gres así lo permitía. De esta manera, fueron frecuentes los envases sin etiquetas de origen, aunque identificados con el contenido desde su estética: el uso de color miel (también llamado “baño de chocolate”) no solo impedía que los rayos solares afectaran el contenido; sino que era asociado al color de la malta contenida por la propia cerveza. Aún así, no faltaron las empresas cerveceras que solicitaran al fabricante botellas con la inscripción de su marca. Primeramente fueron las inscripciones en bajo relieve, sobre los “hombros” del envase. Luego, una suerte de escudo central en color celeste. Hasta que finalmente se dio paso a las clásicas etiquetas de papel, popularmente en color negro o azul.

Chau, chau, adiós

Para el año 1895, existían en el país 61 fábricas de cerveza, las cuales producían más de 15 millones de litros anuales. Y lo cierto es que la monopolización del negocio hizo que la cantidad de litros producido aumentara en inversa proporción: en 1914, 32 millones de litros anuales eran producidos por 29 fábricas. Dicho año, comenzó la sustitución de importaciones de botellas de gres por envases de vidrio. Proceso que, hemos dicho, finalizó con la última importación, cuatro años más tarde. Las más de 500 mil botellas de gres que promediaban su arribo a principios de siglo no fueron más que un recuerdo. ¿O sí? A juzgar por la arqueología y sus desvelos, así parece: cimientos de columnas, contrapisos y hasta aislantes contra la humedad. Reinventadas en su funcionalidad, las botellas de gres siguieron causando sensación.

Porque cuando el mundo capitalista y las vueltas de su historia parecían condenar a las botellas de gres, el ingenio humano dijo que no todo estaba perdido, desechado. Lupa arqueológica mediante, bienvenido sea este módico rescate.

Largo aguante: como las botellas de gres eran buenas para conservar la temperatura, tanto exploradores como llaneros de las pampas no dudaron en hacer uso de ellas como cantimplora. Y si de frío iba la cosa, a modo de termo también salía como piña. Gauchos, agradecidos.



BIBLIOGRAFIA
  • Schávelzon, D. 1991. Arqueología histórica de Buenos Aires. La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX. Volumen I. Editorial Corregidor. Buenos Aires.
https://pulperiaquilapan.com/botellas-de-gres-soplar-y-hacer-cimientos/https://pulperiaquilapan.com/aljibe-y-otros-hallazgos-en-una-vieja-casona-de-san-telmo-por-el-sol-de-san-telmo/

Perinola Cervezal

Introducción, caracterización y espíritu filosóficos del juego

La Perinola Cervezal es un simple pasatiempo que toma de base el antiguo y tradicional jugo de la Perinola o del Dreidel ya que sugerimos dos posibilidades, la de 6 y la de 4 caras. Simplemente basta con hacer girar una peonza facetada con no mas de esas dos cantidades posibles de caras y dejar que la suerte indique cual sera nuestra fortuna. Este juego no requiere de un premio final pero damos oportunidad a que se implemente uno.
Se basara en la unidad de bebida denominada Liso en clara alusión a la medida y forma de servicio (tiraje) de cerveza de barril que implementara Otto Schneider en la provincia de Santa Fè, Argentina y que es un clásico cervecero del país río platense pese la irrupción de la Pinta Gringa (imperial británica o americana).
Esta variante cervecera de la perinola no pretende ser un gran invento ni viene a dar muestras de un gran ingenio por parte de quien diseña sus reglas  ni de quienes deseen implementarlo y dar lugar a su juego, simplemente es un pasatiempo y nada mas. Las bases aquí expuestas son escritas el día Jueves 28 de Mayo de 2020 y fijaremos como hora oficial de su gestación las 12 del mediodía según UTC+3 correspondiente al horario de Argentina (Buenos Ares). Curiosamente, siendo que es una modalidad de entretenimiento lúdico para 2 o mas participantes, nace en medio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (vulgarmente, cuarentena) establecido en Argentina por la Pandemia de Covid19 que imposibilita las reuniones que no sean estrictamente familiares y entre quienes conforman el grupo que cohabita el mismo hogar. Será entonces, y sin pretenderlo, un convite a un futuro distinto en el cual, sea por los avances científicos que puedan permitir controlar el virus o por la igualmente necesaria re-formulación de nuestros modos de vida y relaciones sociales, podamos encontrar la forma de volver a reunirnos alrededor de una mesa, beber y conversar con el paisanaje aquellos temas absurdos de siempre con el habitual tono solemne que toda actividad pasatista y de amistad requiere; porque de algún modo u otro volveremos a dar lugar a aquellas charlas donde con diferentes argumentos e interpretaciones del mundo y el sentido de nuestras fugaces existencias no solucionaremos nada tal y como corresponde salvo que estemos planeando una revolución de carácter socialista-feminista que es el unico fin valido y que merece atención, lo demás va y viene.
Quizás no abunden fotos del juego en Instagram, no habrá tik-tok que registre el giro de la peonza de la fortuna cervezal o, por el contrario, exista algo mas que eso, puede que terminemos implementando la modalidad por salas de videollamada donde cada participante lanzara su suerte mientras sus contrincantes a distancias observaran por webcam el cumplimiento de los diferentes lances del juego.
¡Salú la barra!

Reglamento de juego

Jugadores mínimos: 2
Peonza facetada de 6 caras (para 4 caras, solo las primeras posibilidades)
  1. Toma 1 liso
  2. Ofrece 1 liso
  3. Toma 2 lisos
  4. No Toma Nada (la perinola pasa al próximo jugador)
  5. Retrocede 1 (lo toma nada y la perinola vuelve al jugador anterior)
  6. Saltea 1 (no toma nada y la perinola saltea al próximo jugador pasando al jugador subsiguiente)
Liso: Vaso de vidrio fino, liso (sin textura) y alargado de 250 a 255 cm.
La peonza: Lo ideal seria el uso de una peonza facetada de material solido como madera o plástico con las inscripciones necesarias en cada una de las caras, sin mas lujo que lo estrictamente necesario para el desarrollo del juego. Considerando que no existe materialización formal de este entretenimiento y por tanto no se fabrican peonzas de manera oficial, se aconseja la creación artesanal de las dichas perinolas para lo cual ofreceremos un ejemplo que grafiquen una manera de improvisarlas en casa.
Quienes posean impresora 3D pueden imprimir perinolas.
Cantidad de cerveza necesaria: Dependerá de la cantidad de personas y partidas deseadas, pero no menos de 3 litros de cerveza para 1 partida de 4 a 6 participantes.
Dinámica: el juego no requiere de beber los lisos haciendo "fondo blanco", puede hacerse en medio de la charla pero sin excederse mas de 5 minutos por cada consumo ya que esto imposibilita el normal desempeño de esta destreza.
Premio: el juego base no posee premio mas si se desea una modalidad que lo incluya se sugiere que en caso de empate entre dos participantes, ambos deban pagar por partes iguales 1 porrón (750 ml) de cerveza cada dos participantes restantes. De no existir empate, el ganador obtendrá 1 porrón de cerveza pagado en partes iguales por cada dos contrincantes restantes.
Las medida de los premios, en caso  de que se decida su implementación, será el porrón y que a fines de posibilitar el cumplimiento de pago podrá calcularse como su equivalente en litros (1000 ml) o en damajuanas (5 litros). Si a la hora de la cancelación del premio resulta un excedente en la cantidad de cerveza disponible, esa dicha sobra será ofrecida al participantes que menos haya bebido durante la partida a modo de ofrenda de caridad por su mala fortuna.
De existir algún vicio en alguno de los lances, quien haya sufrido o favorecido el yerro perderá su turno y si acumula mas de dos "metidas de pata" quedara excluido de los premios pero no de la obligación de aportar para el pago de los mismos.
Del mismo modo que con las metidas de pata, cualquier abandono, sea por las causas que sean, no eximirá el aporte para el pago de los premios.
Acción opcional: Quienes participan en estas partidas podrían optar de común acuerdo, beber un liso de agua cada dos vueltas de ronda, a fin de menguar los efectos alcohólicos.
Violaciones graves a la ética del espíritu perinolero cervezal: En este juego, a diferencia de otros, la participación de la mujer no podrá verse ligada a servir la cerveza ni a decorar la escena con ropa ceñida o diminuta a fin de deleitar la vista de, principalmente, los contertulios hombres y posibles asistentes en calidad de espectadores. Quienes participen y/o promuevan una situación contraria a esta normativa especifica deberán recibir el repudio general de los y las demás participantes pudiendo ser depositarios de esputos, si la situación lo requiere, perdiendo además y de forma inexorable todo tipo de reconocimiento por su desempeño histórico anterior cambiando sus títulos por la denominación de "lumpen". Su participación en futuras contiendas queda prohibida absolutamente de manera indefectible.
Quienes sufran padecimientos en la alteración de su conducta por efectos nocivos del alcohol, en lugar de jugar, deberán asistir a Alcohólicos Anónimos para el bien propio y de toda la comunidad. Siendo conocida la situación de alguien en estas circunstancias se le prohibirá terminantemente participar.
Esta disciplina no es para emborracharse, aunque pueda suceder, ni es para beber de manera descontrolada ya que estas no son virtudes de los y las deportistas de la perinola cervezal.
Cervezas que se prefieren y las que se prohíben terminantemente: Se permiten todas las cervezas artesanales y de micro-cervecerías como también las industriales de calidad no siendo un inconveniente aquellas en las que se utilizan trigo, arroz, el maíz o cualquier otro tipo de adjunto. Prefieran cervezas ligeras y fáciles de beber.
Se prefieren cervezas rubias del tipo Lager como las pilsen, cervezas doradas, golden y similares del tipo Ale.
Mientras no causen malestares etílicos, cualquier cerveza de marca blanca de cadenas comerciales de supermercados pueden ser utilizadas.
No se prohíben otros tipos de cervezas negras, rojas e incluso, blend's.
Esta terminantemente prohibido beber cerveza "Quilmes" en cualquiera de sus variantes que posean esa marca denominativa, no siendo un problema otras cervezas de la misma empresa y sus marcas satélites mientras guarden una calidad respetable superior a su marca insignia. Esto es así por el daño que esta marca ha causado a generaciones de jóvenes a lo largo de varias décadas. Es una cerveza "lima bocho" que potencia comportamientos agresivos. Quien prefiera consumir esta marca será denominado "Carroña" siendo poco confiable en el circulo deportivo de perinola y bebedores de cerveza.


Beber cerveza sin emborracharse


Jim Koch, famoso en todo el mundo por ser el fundador y co-presidente de Boston Beer Company, ha revelado el secreto para tomar cerveza sin emborracharse: levadura activa seca (sí, como la que venden en el supermercado), de preferencia marca Fleischmann, la cual revuelve con un poco de yogurt para hacerla más agradable al paladar.
“Una cucharadita por cerveza, justo antes de empezar a beber”, afirmó el maestro Koch, quien lo aprendió de su amigo, el doctor Joseph Owades, un doctor en bioquímica del Brooklyn Polytechnic Institute, experto en procesos de fermentación.
La Enzima ADH: Owades sabía que la levadura seca tiene una enzima llamada alcohol deshidrogenasas (ADH), capaz de romper las moléculas de alcohol en partes constituyentes de carbono, hidrógeno y oxígeno, esto es lo mismo que sucede en el cuerpo cuando el hígado metaboliza el alcohol.
Al consumir levadura, el AHD descompone el alcohol ingerido antes de que se integre al torrente sanguíneo, y por lo tanto, llegue al cerebro, mitigando así sus efectos.
Incluso Owades patentó un producto al que llamó Prequel, una píldora de origen natural para tomar antes de ingerir alcohol. En su momento ninguna empresa se interesó por el proyecto y él murió en el 2005, a la edad de los 86 años.

Vaso robador: la historia de un engaño




Son los vasos robadores, las medidas de bebida adoptadas por esos Pulperos audaces que cobrando por recipiente, encontraron la forma de ahorrar en el contenido. Y si bien el nombre “robador” parece tener su origen en esa perspectiva engañosa de un “vaso lleno”, la realidad es que obtuvieron su nombre en otro contexto.

Anatomía de un vaso robador

Generalmente de vidrio grueso y bordes redondeados, son pesados, resistentes y muy poco estéticos. Son esos típicos vasos que, resistiendo a la gravedad, siempre caerán parados y difícilmente se quebrarán aunque rueden por el piso. Los vasos robadores tienen una concentración de vidrio en su base que hace que se produzca la sensación de abundancia de líquido cuando en realidad, es más bien poco lo que pueden contener. Sucede que por la reflexión de la luz, el vidrio funciona como una especie de espejo y el color de la bebida inunda el vaso en su totalidad, generando esa sensación de abundancia.

Su uso en medio de la mar

Los ahora llamados vasos robadores fueron piezas típicas de los navíos por ser resistentes a los movimientos de la mar. Unas piezas adaptadas sin duda a los bruscos movimientos y con esa cualidad importante de soportar los golpes sin sufrir resquebrajamientos ni rupturas. Así, como unos de los pocos bienes que existirían a bordo, fueron estos vasos, los objetos elegidos por los marineros como bien de cambio. Llegados a tierra firme, eran cambiados estos resistentes recipientes por bebidas, generalmente en las pulperías o boliches y se cree que, es en este momento, en el que los vasos reciben la denominación de “robadores”. Con este negociado de los marineros, los vasos comenzaron a ver modificado su ámbito de vida y pasaron a formar parte de los bienes de las pulperías por lo que, con posterioridad, también fueron llamados “vasos de pulpería”.

Su difusión y alcance

Los vasos de pulpería o vasos robadores siguen firmes en la argentina del siglo XXI como anécdota y como tradición. Parecen propios para discusiones de bares y males ahogados en alcohol puesto que son resistentes en su golpe contra la mesa cuando de malos momentos de trate.

Si te encontrás con un vaso robador, parroquiano, te recomiendo disfrutar su pasado histórico, pero cuidado, no dejes de reclamar la medida de bebida que te falta.

Abridor Artesanal (Chile)

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Confeccionado en Metal, Suela, Bronce y Plastico
Sus Medidas son: 9,5 x 2 Cm


Cerveza Budweiser 1947 - Hospitalidad durante 8000 años

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Se inauguró la exhibición de los pisos de la Cervecería Sexauer de Mercedes

El hallazgo en el año 2003

28 DICIEMBRE 2019 

Las miles de botellas excavadas bajo los pisos de la lo que fuera la cervecería Sexauer en la localidad de Mercedes, y que fueron rescatados en el año 2003, son nuevamente exhibidas en el Museo Histórico Municipal de Mercedes “Dr. Víctor Miguez”. Gracias un gran esfuerzo de el Museo y la comunidad se pudo reacondicionar el sótano del edificio y colocar allí las botellas. Incluyendo la posibilidad de ver la forma que tenían los antiguos pisos de madera y la forma en que estas botellas eran colocadas. Un trabajo notable por el patrimonio que invitamos a visitar y disfrutar.

Sótano acondicionado del Museo en que se exhiben las botellas actualmente.

Sótano acondicionado del Museo en que se exhiben las botellas actualmente.

La cerveza en el piso: arqueología de rescate en una cervecería en Mercedes (Buenos Aires, Argentina)

Piso de la habitación una vez limpio, se ve el sector de botellas, la parte saqueada adelante, el sótano y los pilares que sostenían el piso de madera.
Ponencia pubicada en el XVI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Arqueología Argentina en el Bicentenario de la Revolución de Mayo,  volúmen III, pps. 1077 a 1080, en la ciudad de Mendoza (Argentina), año 2010.

Resumen

Sector principal de botellas después
de retirarle los pilares de ladrillos
La sustitución de importaciones a inicios del siglo XX obligó a los fabricantes y envasadores de cerveza a descarar masivamente recipientes (botellas) de gres cerámico de alta dureza. Algunos les dieron funciones no habituales, como servir para evitar la humedad debajo de los pisos de viviendas. Se analiza un caso en  la localidad de Mercedes (Argentina), en que pudo rescatarse un piso hecho de esta manera. Si bien debieron ser comunes son muy raros de hallar ya que son  depredados por el alto valor comercial de ese tipo de botellas. Esto abre preguntas sobre los productos de consumo masivo que se descartan y su destino final, ya desde inicios del siglo XX.

¿Qué sucede en las sociedades de consumo masivo con el descarte de los objetos que no se rompen y quedan obsoletos? ¿A dónde fueron a parar los millones de envases para cerveza llegados a la Argentina desde Inglaterra y Escocia en el siglo XIX, cuando quedaron fuera de uso comercial? Pensemos que su ingreso era enorme, en el año 1912 entraron al país sólo por la aduana de Buenos Aires más de un millón de botellas cerámicas; y cuando comenzaron a ser remplazada por el vidrio a partir de 1900, aun en 1906 ingresaron 630.000 (Schávelzon 1991:62). Entonces, si primero el vidrio las fue dejando de lado y la luego la Primer Guerra Mundial las acabó, cabe preguntarnos dónde terminaron esos envases, ya que no todos se rompieron y se arrojaron a la basura, ya que en ese caso la arqueología los encontraría en cantidades. Si bien en las excavaciones en todo el país ha habido fragmentos de ellas o algunas enteras, jamás lo ha sido en cantidades exorbitantes.

Durante octubre 2004 fuimos informados por el Museo Míguez de la localidad de Mercedes, respecto a la existencia de un edificio propiedad de la Municipalidad, que al hacerse obras de remodelación aparecían cientos de botellas de cerveza de gres cerámico[1] bajo los entablonados de madera del piso, las que eran saqueadas. Este no era un tipo de información nueva, ya que hubo otro caso en la periferia de Buenos Aires, el Asilo Erézcano (Malbrán 1999 y 2002), en donde se hizo un rescate similar de miles de fragmentos de botellas de gres. Pero era la primera vez que se hacía factible estudiarlo desde la arqueología, aunque si bien como un rescate al menos  era resultado de un trabajo controlado; aun buena parte de las botellas estaban en su lugar. Lamentablemente sólo se nos autorizó trabajar en una habitación del primer patio y durante las horas laborables de un único día. Además de que había sido parcialmente destruida, las otras habitaciones aun continuaban en funcionamiento y sin fecha de obra. Podemos decir ahora que de todas formas nos metimos bajo los pisos de los otros espacios, de contrabando, haciendo agujeros en los entresuelos de una y otra pared y pasando por ellos: obviamente ya habían sido saqueados.

Otras excavaciones hechas en la misma ciudad mostraron un desarrollo estratigráfico normal para la zona, y nada hacía suponer un a construcción del tipo de la hallada (Schávelzon y Frazzi 2008).

El sitio era una de las oficinas usadas como Archivo y Laboratorio Municipal en la calle 29 entre 34 y 36, y que en origen había sido la casa y fábrica de Carlos Sexauer, quien tenía detrás su embotelladora de cerveza y agua gasificada. Por lo que sabemos, la empresa funcionó entre 1868 y 1923, los documentos adjuntos muestran que en 1898 esta funcionando a pleno, y seguramente para 1900-05 había dejado de usar botellas de gres cerámico, como tantas fábricas y envasadoras similares, por los problemas que luego veremos. Estaba ubicada en las calles 25 y 40 con acceso también en 29 y 36. No tenemos la fecha de construcción del edificio, pero por sus rasgos arquitectónicos lo ubicamos para 1910.

Detalle de la excelente colocación
de los envases en hileras paralelas
Recordemos que además la región pampeana no posee piedra en casi ninguna parte, por lo que es un recurso raro, extraño, y salvo unas pocas regiones es y era un material constructivo de altísimo costo. Tampoco existían tradiciones de vivienda fuera de la centro-europea de casas sobre el nivel de la tierra que, durante el siglo XIX, colocaban pilares de unos 20 o 30 cm de alto, para apoyar el piso de madera despegado del suelo original manteniendo una cámara aislante de la humedad, lo que era realmente un problema especialmente por el frío. Cualquier solución a esto era siempre bienvenida. Este es un caso en el que se adaptó un recurso excedente a una necesidad insatisfecha.

La habitación trabajada medía 4.50 metros de lado; aun tenía un piso hecho de tablas de pino, original, sostenido por pilares de ladrillo, para que hubiera una cámara de aire aislante de la tierra. La levantarse ese nivel se encontró que el nivel inferior estaba compuesto por dos mitades paralelas entre sí: una totalmente cubierto por botellas de gres cerámico clavadas de punta, la otra mitad se dividía entre un sector de tierra y un sótano. Lo saqueado dejó evidencias claras y fragmentos dispersos. El resto estaba intacto y permitió trabajar con todo cuidado. La totalidad de los materiales recuperados fueron guardados en el Museo Míguez.

El nivel sobre las botellas

Al levantarse el piso de madera se encontró un primer grupo de objetos. Un análisis de ese material, tras su limpieza y restauración parcial, permitió identificar un conjunto sumamente sugestivo de materiales culturales del siglo XX que entraron al espacio bajo las maderas, a través de sus agujeros o faltantes. Todo lo hallado tiene las dimensiones necesarias para penetrar por espacios reducidos y por consideramos que representa bien la vida cotidiana de una oficina administrativa municipal, no en sus aspectos burocráticos sino en su uso por el personal que pasa allí sus horas con diferentes funciones. Los objetos son de juegos infantiles (o adultos), de indumentaria y de uso personal (desde peines a cigarrillos), medicamentos de uso libre, cinturones, monedas y objetos de uso escolar. Todo puede ser interpretado como parte del uso del lugar. Un dato oral, fue que en ese sitio se dictaron clases de primaria en alguna oportunidad hacia 1950-60, lo que no dejaría de coincidir con lo hallado.

Los objetos de uso personal formaron un porcentaje del 59.78 % de un total de 276 objetos diversos; la indumentaria el 23.55 %, los materiales constructivos el 10.14 %, la alimentación el 7.24 %, la medicina el 6.72 % y del trabajo el 0.72 %. Por supuesto todo esto podría cambiar según cómo atribuyamos ciertos objetos: un frasco de pegamento puede ser de uso infantil o para trabajar en una oficina administrativa, lo mismo un lápiz, pero eso no cambia en forma sustancial las cifras: valen las 22 bolitas (canicas, una de acero y otra de loza, las demás de vidrio), 16 monedas fechadas entre 1942 y 1979, 52 botones (20 de plástico, 19 de nácar, cinco de vidrio, dos de metal y uno de hueso).

El nivel de las botellas

El perfecto nivel de las botellas formando
el piso aunque son de diferentes tamaños
El nivel inferior al del piso de madera y su cámara inferior de aire, era el ya citado determinado por las botellas de gres. Estaba dividido en dos mitades, una estaba hecho con los citados envases y la otra parte simplemente era tierra. En ese sector había  un sótano de dos metros de lado, que parece que pasó desapercibido por mucho tiempo ya que estaba vacío, los empleados locales no sabían de su existencia. Este sólo medía un metro de profundidad, al que aunque le sumemos la cámara de aire, el espacio de las vigas que sostenían el piso, todo eso da una altura  máxima de 1.75 cm, lo que es insuficiente para usar el lugar, salvo para guardar cajones de cerveza u otros productos de poco movimiento. Sus paredes estaban hechas con ladrillos de 29 cm de largo, por lo que creemos que es original.

Lo que resulta poco explicable es que la sección sin botellas haya sido nivelada con una primera capa de tierra apisonada y luego con polvo de ladrillo muy compactado, pero cuya altura está por encima del nivel estéril bajo las botellas; es decir que se excavó primero y con exactitud la parte donde se pondrían las botellas y luego se hizo el resto, con absoluta precisión. Ahora, cabe preguntarse el porqué de esta diferencia: ¿acaso no era necesario aislar ese sector de la habitación?, ¿habían dos actividades diferentes en el mismo sitio?

Se hicieron una cala bajo el piso de ladrillos del sótano, otra bajo las botellas y dos en la parte sin ellas, pero sin hallar más que tierra estéril. Es decir, esa casa fue la primera en el sitio. Suponemos que esta parte de la casa debió usarse como escritorio u oficina en una mitad –la aislada-, y de depósito la otra. Otra opción que hemos visto en arquitectura de época es que hubiera un mostrador que separaba a los empleados de la atención al público.

Los pequeños pilares de ladrillo que sostenían el piso elevado estaban apoyados tanto en la tierra como en las botellas, y por encima de ellos había vigas de madera de 15 cm de alto, las paredes tenían un zócalo original y revoque con varias capas de pintura. En al menos un sector quedó la pintura original color celeste a la vista. La altura de la cámara de aire era la correspondiente a cuatro hiladas de ladrillo

Tal como dijimos bajo el piso de madera sostenido por pilares, estaban colocadas boca abajo unas 1.900 botellas a un promedio de 150 por metro cuadrado. Fueron recuperadas enteras  o con pequeñas roturas en pico o base, mil cien de ellas más una cantidad en fragmentos que no fue posible cuantificar por la velocidad con que se hizo el rescate, el que debió completarse en pocas horas. Por suerte, todas las botellas enteras pudieron trasladarse al museo local.

Al limpiar el conjunto y quedar el piso a la vista resultó realmente de asombro, ya que jamás hubiésemos supuesto que fuera factible hacer un nivel de perfecto nivelado y tanta rigidez sin tecnología sofisticada. Las botellas no tenían entre sí mucho más de uno o dos milímetros de diferencia en su nivel superior, pese a que luego vimos que las había de tres diferentes tamaños, lo que hizo aun más complejo el trabajo del artesano; si bien en su mayoría eran del tipo sinusoidal también las había cilíndricas (para una tipología véase Schávelzon 1987, 1991 y 2001).

AñadElementos encontrados sobre el nivel
de envases, todo del siglo XX tardíoir leyenda
El sistema implementado para colocarlas para el piso fue el siguiente: tras nivelar perfectamente el nivela usar se procedió a colocar una capa de barro –tierra limpia y agua- de unos 5 cms; posiblemente sin dejarla secar se le agregó por encima cuatro centímetros de polvo de ladrillo muy fino. En forma inmediata se procedió a comenzar a clavar, pico hacia abajo, las botellas, de tal forma que se hundieran en el barro lo necesario para que la parte superior, la base, quedara nivelada una con otra. Es obvio que no había posibilidad de modificar mucho el envase una vez colocado por lo que el artesano debía tener buen entrenamiento en lo que hacía. Esto dejaba unos 20 cm libres del cuerpo de la botella, con lo que creaba una nueva cámara de aire, casi alvéolos entre un y otro envase; en algunos casos había un poco de tierra negra cernida como relleno, al igual que encontramos bastante polvo de ladrillo sobre la base de las botellas, aunque creemos que es suciedad de obra y no una decisión constructiva.

Todo esto haría el sitio realmente impermeable a la temperatura y humedad. Obviamente para controlar el nivel final se deben haber usadas vigas de madera –las llamadas reglas-, del largo total de la habitación, ya que si no hubiese sido imposible lograr esto sin instrumental de precisión. Luego de colocado todo, que debió hacerse a gran velocidad para que no se secara el barro inferior, se lo debe haber dejado quieto para que tomara consistencia como conjunto y se endureciera, ya que parte del líquido penetró en las botellas ayudando a sostenerlas. Una vez lograda la estabilidad estructural se le colocaron los pilares de ladrillos, luego las vigas de madera y finalmente el piso encima, sin lograr mover las botellas un milímetro durante casi un siglo de uso y con el peso del mobiliario, y sin mantenimiento alguno. Sólo una botella ubicada casi al centro se la encontró perforada, pero por lo observado lo debió estar de origen ya que no habían fragmentos en el interior (¿tuvo algún significado especial?). Esta botella nos da una posibilidad diferente para hacer la  nivelación, ya que si se clavó allí un elemento vertical era posible hacer rotar una madera y lograr darle a todo el mismo nivel. Si esto fue así, es aun más excelente el albañil que hizo esta obra. Resulta notable que aun hoy haya sido posible caminar y trabajar sobre esas botellas sin producir siquiera una fisura en ellas, tal es la dureza estructural que tienen al estar colocadas de esa manera, lo que aumenta la dureza que ya tiene el gres en sí mismo.

El origen y fechamiento de las botellas

El triste desarmado del piso para rescatar las botellas
para el museo antes de que se modifique el edificio
Todas las botellas tienen, como sucede habitualmente, una marca en la parte inferior externa que indica al fabricante de origen. En este caso los sellos pertenecían en su enorme mayoría a la fábrica Grovesnor que estaba en Bridgeton, Glasgow, Escocia, desde 1869 y se cerró en 1926. Pero desde 1896 pasó a llamarse Eagle Pottery, mientras que los sellos en que figura el hijo son posteriores al año 1906. Esto nos ayuda con el fechamiento del piso. También las había en mucho menor cantidad de la fábrica de H. Kennedy ubicada en Barrowfield, Glasgow; de MacIntyre & Co. de Burslem y de John Murray & Co.  de Liverpool.

En algunos pocos casos las botellas tenían etiquetas impresas de los envasadores locales, que reusaban una y otra vez las botellas sin marca impresa pegando etiquetas de papel. Así se encontraron botellas de Barbe (tres unidades), Buhler (2 unidades) y Bieckert (una); el primero funcionó en esa misma ciudad de Mercedes –esquina de 31 y 25- entre 1887 y 1894, Buhler trabajó entre 1845 y 1890 siendo estos envases de los tardíos, y Bieckert entre 1860 y 1890, los dos últimos en Buenos Aires.

Este tipo de botellas hechas de cerámica cochurada a alta temperatura eran un producto que, no por hacerse masivamente dejaban de ser artesanales y necesitaban gran cantidad de mano de obra, por lo que el gobierno inglés les daba a los fabricantes grandes franquicias económicas, en contra del vidrio que era el típico producto de la Revolución Industrial, para no crear un problema de desempleo. Pero la Guerra Mundial necesitó de esa mano de obra y la producción de gres decayó de manera casi absoluta, para transformarse en algo poco habitual desde ese entonces en Europa. En Argentina las importaciones caen abruptamente en 1914 y en tres o cuatro años pasan a ser casi nulas y las reemplazan las de vidrio ya de producción local.

Otros casos de pisos o paredes de botellas

Patente del año 1896 de los productos
de la fábrica de cerveza de Sexhauer
Desde la arqueología se ha hallado y estudiado sólo un piso hecho con botellas de gres en el país. Se trata del ya citado Geriátrico Erézcano, excavado bajo la dirección de América Malbrán en la localidad cercana a Buenos Aires de Almirante Brown (1999 y 2002). Si bien en ese caso el hallazgo se produjo al hacer una zanja para una cañería, lo que se observó es que se trataba de un estrato de botellas puestas horizontalmente. Esto muestra que había variedad de usos de estas botellas en la hechura de pisos. Para muros al menos hemos visto fotos de una pared, en gran medida hecha de esa forma. Sabemos por referencias orales que, por falta de piedra, llegaron a molerse en máquinas para mezclarse con asfalto para hacer carreteras.

Con las botellas de vidrio, aunque realmente no sirven para reemplazar ladrillos ya que no tienen capacidad para unirse con la cal o el cemento, conocemos al menos en la provincia de Santa Cruz dos casas cuyas paredes estaban hechas con botellas puestas horizontalmente aprovechando todo su ancho (Mónica Carminati, com. personal). Otra posible pared la encontramos, pero no pudo ser estudiada, en la localidad de la zona desértica frente a Puerto Deseado en 2007 y la fechamos para 1920. Por último se encontró en Puerto Santa Cruz una casa abandonada, fechada hacia el año 1900 o 1905, en la cual el pozo para la letrina (excusado) estaba recubierto de botellas de vino Chianti importado de Italia. También la bibliografía internacional muestra casos aislados en que se usaron botellas de vidrio para pozos de agua, del cual el más conocido está en la playa de New Smyrna en Estados Unidos (Ste. Claire, Moore y McKinney 1998; allí pueden verse algunos otros casos). Resulta interesante que el fechamiento sea muy coincidente, ya que son todas de 1880 a 1910, época de gran inmigración en Argentina y por ende de establecimiento de nuevos poblados en zonas casi no ocupadas anteriormente, en las que no había piedra u otros materiales disponibles.

Las botellas de gres cerámico

Diferentes tipos de envases de gres cerámico
hallados, cilíndricos y sinusoidales, con y sin escudo.
Estas botellas o recipientes, ya que hay de ambos tipos, estaban hechos de uno de los materiales cerámicas más comunes en la arqueología del siglo XIX, producto de la cocción cerámica a muy altas temperaturas, lo que les daba resistencia. Comenzaron a llegar al país a inicios del siglo XIX, posiblemente hacia 1820. El material era usado desde el siglo XVI en el norte europeo y se acabó como dijimos con la Primera Guerra Mundial. Esto produjo trastornos a los envasadores de cerveza locales en un primer momento, ya que por tantos años los recipientes eran retornables para su rellenado, obligando a la industria nacional a incrementar la producción de envases de vidrio; allí se definió el uso del color miel que no permitía que los rayos solares afectaran el contenido a la vez que asociaba la botella al color de la malta misma de la cerveza. La última importación a Buenos Aires se hizo en 1918. Estos envases provenían de fábricas inglesas y escocesas. Se caracterizaban por su gran durabilidad y su capacidad de mantener la temperatura interna, tanto es así que tenemos referencias históricas para su uso como cantimploras por el mismo ejército o para calentar agua y colocarlas dentro de las camas, entre tantos otros usos.

El caso de lo excavado en Sexauer es llamativo por la variedad de botellas que se usaron en el piso y que no todas fueran de su fábrica de sus fábricas, producto posible de la tradición de la recarga o rellenado de botellas al por mayor, sin fijarse demasiado en que fueran sólo de su propia marca o incluso de su competidor vecino. De las encontradas, los colores habituales son el blanco y el café claro, o ambos combinados. La cerveza se envasó primero en recipientes de color blanco, luego con un chorreado en la parte superior hecha con óxido de hierro de color café conocido como «baño de chocolate», que desapareció hacia 1850 para quedar cubiertos con un esmalte blanco opaco. Más tarde se hicieron comunes las botellas de forma cilíndrica, con diversos picos. Las hubo con sello impreso o con un escudo en relieve con la marca. En general los picos muestran aun la marca del alambre con el cual se ataba un corcho, aunque en ocasiones traía de fábrica una tapa hecha del mismo material con el corcho incluido.

Conclusiones

La suspensión del ingreso de botellas desde el exterior debió ser un golpe muy fuerte para estas empresas, más si se mantenía lo que nos dice el 2º Censo Industrial sobre este establecimiento, el que producía más de 71.000 litros anuales de cerveza, que eran colocados dentro de envases provenientes del exterior. El lento reemplazo por botellas de vidrio nacionales dejó fuera de uso millones, muchos millones de botellas de gres. Resulta así lógico haberlas usado, con inteligencia, para crear cámaras de aire debajo de los pisos de casas y darles mayor estabilidad térmica a la vez que para controlar la humedad, entre otros muchos usos que aun desconocemos.

La Villa de Mercedes fue considerada como ciudad a partir de 1865. No se trataba solamente de un cambio formal de estatus, si no que esta nueva denominación conllevaba todo un desafío para un pueblo que, en las décadas siguientes, sería conocido como La Perla del Oeste. Era un pueblo con una larga trayectoria como frontera y comandancia militar contra el indígena, que comenzó a vivir un proceso de desarrollo que pronto se vería reflejado en todos los aspectos de la vida cotidiana. La nueva sociedad local, heredera de los fortineros, se iba constituyendo a partir de la radicación de inmigrantes europeos en su mayoría italianos y españoles, lo cual imprimió a la zona un nuevo perfil social y económico. El Banco de la Provincia estaba establecido desde 1864. En la década de 1880 Mercedes era una ciudad mediana y no es raro que empezar a funcionar una cervecería y venta de aguas gasificadas que llegaría a ampliarse de forma rápida y eficiente. La presencia de inmigrantes significaba para 1869 el 24 %, llegando a un máximo del 29 % en 1881. Según el Censo Industrial de la Nación, hecho en 1895, la fábrica tenía siete trabajadores de los cuales seis eran varones extranjeros y la única mujer era Salomé Sexauer, propietaria. El capital en ese año llegaba a los $ 49.060, producían 71.300 litros de “cerveza sencilla y doble”, tenían cinco máquinas de soda y dos “hervidores”, la totalidad de los envases de gres (“varro”) y vidrio eran del exterior y aun importaban lúpulo y gelatina para la producción. El agua era de aljibe y de pozo semisurgente (sobre salubridad en Mercedes en esos años ver: Schávelzon y Frazzi 2008).

Una fábrica de esta naturaleza debió enfrentarse casi de golpe a la sustitución de importaciones. No sólo la empresa debía comprar envases de vidrio, aprender a manipularlos dada su fragilidad, si no también disponer de los cientos de miles de envases que quedaban fuera de uso. Actualmente eso ha sucedido varias veces con los envases “retornables” de vidrio, pero el caso es diferente ya que pueden fundirse y aprovechar el material. Una solución la encontró Sexauer para su propia casa., al igual que muchos otros lo debieron usar, en todo el país, con propósitos similares.

Referencias

[1] Lo que se denomina gres (del francés) es el material cerámico cocido a alta temperatura que en inglés se conoce como Stoneware; en tiempos coloniales fue llamado “loza de piedra”. En este caso son importados de Inglaterra. Fueron también comunes localmente para otros usos como la ginebra de Holanda.

Bibliografía
  • Malbrán, A. 1999. Salvamento arqueológico en el Geriátrico Erézcano, informe de trabajos 1998-1999 (Almirante Brown, prov. de Bs. As.), informes al Centro de Arqueología Urbana (inéditos), Buenos Aires.
  • Malbrán, A. 2002. Botellas de cerveza ¿un sistema constructivo?, Arqueología histórica argentina, pp. 589-592, Ediciones Corregidor, Buenos Aires
  • Ste. Claire, D.; D. Moore y R. McKinney. 1998. Ninety-nine bottles of beer in the wall: a turn of the century bottle well in New Smyrna beach. The Florida Anthropologist, vol. 51, no. 3, pp. 147-154
  • Schávelzon, D. 1987. Tipología de recipientes de gres cerámico para la arqueología histórica de Buenos Aires. Programa de Arqueología Urbana. Buenos Aires
  • Schávelzon, D. 1991. Arqueología histórica de Buenos Aires. La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX. Volumen I. Editorial Corregidor. Buenos Aires.
  • Schávelzon, D. 2001. Catálogo de cerámicas históricas de Buenos Aires (siglos XVI-XX) con notas sobre la región del Río de la Plata. CD. Fundación para la Investigación del Arte Argentina,  Telefónica, FADU. Buenos Aires.
  • Schávelzon, D. y P. Frazzi. 2008. Mercedes: excavaciones en el Hotel Nogués. Revista de Historia Bonaerense. no. 33. Pp. 36-44; Morón.