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Arqueólogos descubren evidencia de mujeres cerveceras en el antiguo Perú


Por David Biello el 15 de noviembre de 2005.

Los restos de una cervecería en el asentamiento más al sur de un antiguo imperio peruano parecen proporcionar pruebas de que las mujeres de alto rango elaboraron chicha, una bebida parecida a la cerveza hecha de maíz y bayas picantes que fue atesorada por la gente de Wari tanto como su día de hoy. descendientes. Pasadores decorativos, usados exclusivamente por mujeres de la alta casta, cubrían el suelo de la cervecería, que era capaz de producir más de 475 galones de cerveza potente a la semana. "Los cerveceros no solo eran mujeres, sino mujeres de élite", dice Donna Nash, del Field Museum en Chicago, miembro del equipo de arqueología que estudia el sitio de Cerro Baúl donde se encontraron las ruinas. "No eran esclavos y no eran personas de bajo estatus. Por lo tanto, el hecho de que hayan hecho la cerveza probablemente la hizo aún más especial".

Más de una década de investigación en Cerro Baúl condujo a este hallazgo, que respalda las cuentas en español de mujeres incas, una cultura sucesora de los Wari, como maestros cerveceros y tejedores. El análisis del equipo está siendo publicado en línea esta semana por las Actas de la Academia Nacional de Ciencias.

La cervecería de Cerro Baúl produjo chicha durante casi 400 años antes de que el imponente sitio, situado en una cumbre de la mesa a más de 10,000 pies sobre el nivel del mar, fuera misteriosamente abandonado. La economía de vivir en este lugar no era favorable: todos los recursos, incluido el agua, tenían que ser transportados hasta el sitio elevado desde el valle a través de senderos empinados y traicioneros.

Quizás por eso, luego de que Wari lo abandonó, el cerro Baúl permaneció deshabitado. En su apogeo, sin embargo, contaba con una población de alrededor de 1.000 personas, un palacio, un templo y una intrincada serie de canales que permitían el riego de las pendientes, por lo demás áridas, de las mesas circundantes para los cultivos. Los Wari pueden haber elegido el sitio imponente (y sagrado) como un frente diplomático con el imperio vecino de Tiwanaku en la actual Bolivia, que tenía su propio asentamiento en el valle.

"Estos eran puestos fronterizos, enfrentados pero con muy poco contacto", dice el autor principal Michael Moseley de la Universidad de Florida. "Wari y Tiwanaku no se prestan nada entre sí, a pesar de que encontramos artefactos traídos de otras culturas a miles de millas de distancia". De hecho, el puesto de avanzada de Wari usaba obsidiana minada cientos de millas al norte por sus flechas y cuchillos en lugar de locales, fuentes Tiwanaku.

Alrededor del año 1000 A.D., los Wari abandonaron de manera ritual la fortaleza de la parte superior de la mesa en la cuenca del río Moquega. Elaboraron un último lote de chicha y la drenaron antes de romper los queros (tazas ceremoniales para beber) y prender fuego a la cervecería, el último edificio que se incendiaría, según los investigadores.

En esa fiesta final, las cerveceras mujeres pueden haber arrojado su tupus (alfileres decorativos) a las llamas o pueden simplemente haberlas perdido durante el trabajo en caliente en la cervecería durante todos los siglos que lo precedieron. En cualquier caso, si las prácticas modernas (e históricamente atestiguadas) son una indicación, es probable que las mujeres consuman tanta chicha como los hombres. "Hay mucha igualdad en cuanto a cómo beben los hombres y las mujeres en las tierras altas de los Andes", dice la miembro del equipo Susan deFrance, también en la Universidad de Florida. "Las mujeres podían ser tan bulliciosas y borrachas, si no más, que los hombres".





Último brindis en Cerro Baúl

Los arqueólogos del Museo Field de Chicago descubrieron la semana pasada una cervecería de hace mil años en la excavación andina de Cerro Baúl, a casi 3.000 metros de altitud, una antigua ciudad de la civilización huari que dominó las montañas y gran parte de la costa de Perú cuatro siglos antes del imperio inca. La instalación se dedicaba a la producción y dispensación de chicha, una cerveza de maíz todavía muy popular en el Cono Sur. Y no era precisamente un pequeño negocio familiar. Era la mayor cervecería a gran escala del continente americano. En la sala de fermentación se pueden ver aún los restos de media docena de grandes lagares cerámicos donde, según calculan los investigadores, se podían hacer dos o tres mil litros de chicha al día, suficientes para saciar la sed precolombina de cientos de clientes huari.

Patrick Ryan Williams, del Museo Field, explicó el domingo a Reuters que la élite huari organizaba una Oktoberfest en Cerro Baúl con la mínima excusa, como por ejemplo para agasajar a los funcionarios distribuidos por todo el imperio peruano, tan extenso que muchos de ellos hablaban diferentes lenguas, pero no tan dispar como para no poder diluir las tensiones territoriales en unas buenas pintas de chicha andina bien fresca.

La civilización huari es probablemente la misma que construyó Tiahuanaco, o Tiwanaku, junto al lago Titicaca boliviano. Una de las grandes sorpresas de la arqueología precolombina de finales del siglo XX ha sido el descubrimiento de que Tiahuanaco no era un complejo ceremonial o funerario, como siempre se había creído, sino una verdadera metrópolis en estado de ebullición, y la capital de una de las más asombrosas civilizaciones de la antigüedad, desarrollada al amparo de una brillante tecnología agrícola. Los huari construían superficies de cultivo elevadas sobre una matriz de canales. Los canales acumulaban calor de día y evitaban que los cultivos se congelaran de noche. Las algas que crecían en los canales eran aprovechadas como fertilizante para el cultivo. Cuando los arqueólogos descubrieron estos ingenios, algunos campesinos bolivianos empezaron a usarlos en sus campos y el resultado fue un aumento de la producción. Tipos listos los huari.

Los indios americanos tienen fama de no saber beber, como ha quedado reflejado en docenas de películas del Oeste. Los nativos norteamericanos son de las pocas sociedades humanas que no han descubierto por sí mismas la fermentación alcohólica. Pero las tonterías se van acabando según se desplaza uno hacia el sur del continente. Ya en Sonora y Arizona, los indios papago siempre han elaborado un contundente vino de cactus, y los tarahumara mexicanos idearon la cerveza de magüey. Ahora sabemos que los huari, como buena civilización avanzada, ya habían inventado el pub irlandés hace un milenio.

La excavación de Cerro Baúl ha revelado un secreto más. Los investigadores han encontrado los restos de una última Oktoberfestparticularmente concurrida y eufórica. Los huari se bebieron toda la chicha que quedaba y, acto seguido, prendieron fuego a la cervecería y tiraron sus copas sobre los rescoldos. Fue el último brindis en Cerro Baúl. La civilización huari se esfumó poco después. Nadie sabe exactamente por qué. Nadie, salvo un borracho.

(El País, 5 de Agosto de 2004)




Descubren fábrica de chicha de 1,000 años

Antropólogos comprueban que en zona de Cerro Baúl se producía chicha a gran escala. Calculan que los antiguos peruanos elaboraban entre mil y dos mil litros de la bebida. Tras varios meses de investigaciones, un grupo de arqueólogos peruanos y estadounidenses descubrió la estructura de una fábrica de chicha que tendría más de 1,000 años de antigüedad. Los restos fueron encontrados en la zona arqueológica alta de Cerro Baúl, una localidad ubicada a más de 2,500 metros de altura que fue habitada por las familias de elite del imperio Wari, entre los años 600 y 1,000, unos 400 años antes que los incas. Patrick Ryan Williams, antropólogo del Museo Field de Chicago y director del Proyecto Cerro Baúl del Museo Contisuyo de Moquegua, precisó a Perú.21 que en esta fábrica se producía la chicha de maiz que los antiguos peruanos usaban para sus banquetes y rituales. “Se habían hallado antes vestigios de vasijas y cerámicas que evidenciaban el consumo y también la producción de chicha artesanal, pero es la primera vez que se tienen indicios de una producción a gran escala. Creemos que se trata de la fábrica de chicha más grande que hubo en los Andes,” puntualizó. Williams detalló que en diversas zonas de Cerro Baúl se han encontrado los recintos donde los antiguos pobladores hervían el agua, así como las salas donde se realizaba la mezcla de ingredientes y donde se sometía el líquido al proceso de fermentación. “Aún no tenemos un dato exacto sobre la capacidad de producción de estas estructuras, pero calculamos que aquí se preparaban entre mil o dos mil litros de chicha en una sola vez”, indicó.

CHICHA PICANTE. El antropólogo indicó que en el lugar también se han encontrado restos de granos de pimienta rosada del tipo Schinus molle, el cual se cree que habría sido empleado para producir un tipo de chicha picante. “Hoy los peruanos hacen chicha principalmente del grano, sin embargo, pruebas arqueológicas demuestran que los wari prefirieron la chicha picante hecha de molle”, resaltó. Wiilliams agregó que los botánicos del proyecto intentan recrear la cerveza antigua elaborada por los Wari de las bayas de árbol de pimienta que se usa en la cerámica tradicional. “Queremos seguir con las excavaciones para aprender más sobre la fabricación de la chicha y qué papel tuvo en la vida de los habitantes de Cerro Baúl,” subrayó.

(Perú 21, 1 de agosto de 2004)




Cerveza: Los seis mitos más extendidos

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, era la edad de la insensatez…
Tenemos acceso a una vasta cantidad de información para hacer cerveza en casa, lo cual es algo maravilloso. Pero al mismo tiempo, eso supone cierta sobrecarga de información. Es posible que tener demasiado de una cosa buena, no resulte en la mejor de las ideas.
Algunos de los problemas que tenemos con toda esa información es que mucha no es aplicable a lo que hacemos, o cuando menos, es cuestionable. O en el peor de los casos, directamente es errónea.
El origen más común de los mitos parece ser los libros acerca de la elaboración de cerveza en casa, unido al boca a boca. Alguien escribe, en algún momento, sobre algo que ha leído en algún libro más o menos antiguo. Esto hace que dicha información se convierta en “un hecho”, y se transmite palabra por palabra. La repetición le da aún más credibilidad: “¡Todo el mundo sabe que es verdad! ¡Está escrito en un libro!”
Pudiera ser que la información errónea parezca verdad porque alguien malinterpretó un procedimiento subyacente y se le atribuyera un efecto particular por una causa errónea. O pudiera ser porque nadie ha comprobado el concepto para determinar su validez o aplicación a la elaboración casera.
Algunos de los mitos empiezan en las fábricas comerciales cuyas preocupaciones son bastante distintas a las de la mayoría de los cerveceros caseros. Otros, simplemente se reducen a una diferencia de opiniones. Y luego están los mitos que están en contradicción directa con las prácticas más comunes de elaboración. Pero por alguna razón desconocida, los elaboradores caseros no se apartan de los errores.

La temperatura del lavado

Se ha tomado como un hecho probado que si se usa agua a más de 77 °C para hacer el lavado de la malta en el macerado, se van a extraer taninos que van a aportar astringencia a la cerveza. Todavía hoy se lee esto en diversos foros y libros, y se comenta con alegría en las reuniones cerveceras. Pero todo el mundo obvia un pequeño detalle: la decocción.
Los macerados por decocción han existido durante siglos y en la actualidad todavía se usa por algunos elaboradores caseros, muchos de los cuales ganan premios con sus cervezas elaboradas a partir de esta técnica. El macerado por decocción consiste en extraer una parte del macerado y hervirlo, para luego devolverlo al macerador. La temperatura de hervido era mayor que 77 °C… así que… ¿por qué esta técnica produce grandes cervezas muchas veces galardonadas en concursos cerveceros en lugar de brebajes astringentes? La respuesta no es la temperatura del lavado, al menos de forma directa. La clave está en el pH.
Si el pH del macerado es suficientemente bajo, no vas a extraer ningún tanino que te aporte astringencia o malos sabores a tu cerveza. Parece que el número mágico para el pH en este punto es 6. Si lo mantienes por debajo de dicha cifra, no importará la temperatura a la que hagas el lavado. Usando agua de lavado entre 85 y 88 °C, no hay problemas de astringencia por extracción de taninos del grano, si el pH siempre permanece por debajo de 6, incluso sin haber tratado el agua del lavado con algún tipo de ácido para reducir el pH.


Sea cual sea el método de lavado que hagas, el evitar la astringencia en la cerveza dependerá del agua que uses. En un lavado continuo tradicional, estarías continuamente diluyendo la capacidad de tampón del pH, por lo que es probable que tengas que necesitar algún tipo de tratamiento de agua para mantener el pH adecuado. Incluso en un lavado por lotes, aunque el aumento del pH es más limitado, si tu agua tiene un pH inadecuado, es posible que tengas que hacer algunos ajustes. Pero una vez que lo hagas, tendrás mucha más libertad con la temperatura del agua del lavado.

Otro de los errores más comunes es pensar que el lavado con agua más caliente diluye más el azúcar, por lo que el mosto fluirá de manera más eficiente y esto hará que aumente el rendimiento. Por desgracia, no parece que la física funcione de esa manera. Hay una cosa que se llama “límite de solubilidad”, que determina la cantidad de azúcar que se puede disolver en un líquido a una cierta temperatura. La solubilidad de los azúcares no supone ningún problema ni en el macerado ni en el lavado. No hay azúcares sólidos que tengan que ser disueltos durante el lavado, ya que todos los azúcares ya están disueltos cuando se crean. La solubilidad de la maltosa en el agua a las temperaturas típicas del macerado es de aproximadamente el 66,7% en peso (la maltosa se disuelve en el agua en un ratio de 2:1 por peso —1 libra de maltosa en 2 libras de agua, 2 kg de maltosa en 4 kg de agua, etc.), lo cual es equivalente a una densidad específica de, como mucho, 1,300. Así que a no ser que la densidad de tu mosto sea 1,300 o más, no habrá ninguna ventaja a la hora de usar agua más caliente para disolver los azúcares.
Kai Troster, de Braukaiser ha hecho experimentos demostrando que incluso usando agua fría (a 16 °C) para lavar el grano en el macerado, no va a afectar negativamente ni al rendimiento ni a la calidad final de la cerveza, como también ha podido comprobar Ray Found del blog Brülosophy. Denny Conn también lo ha podido comprobar varias veces, con los mismos resultados.
Algunos elaboradores caseros han notado un incremento en el rendimiento al usar agua caliente en el lavado, y lo atribuyen a que los azúcares se han vuelto más solubles. Con toda probabilidad, lo que ha ocurrido es que los pocos almidones que quedaban por convertir, lo han hecho a causa del incremento de temperaturaPor esto, si usamos agua caliente para el lavado, podemos aumentar el rendimiento del macerado, pero no por hacer los azúcares más solubles, sino debido a una mayor eficacia en la conversión de almidones.
Pero vamos a ser realistas. Aparte de la curiosidad de demostrar que la temperatura del agua para el lavado no importa, o que puede usarse como técnica de emergencia cuando por alguna razón no hayas podido calentar el agua, no hay ninguna ventaja real para usar agua fría en este paso del macerado. De todas maneras, vas a tener que calentar el mosto para hervirlo inmediatamente después, y añadiendo agua caliente, llegarás a la temperatura de ebullición más rápido.

La oxidación en caliente (Hot Side Aeration, HSA)

Este tema ha sido (y es) muy controvertido. Parece que este es un buen ejemplo de un mito que se ha originado en la parte de fabricación de cerveza a nivel comercial y que ha pasado a los elaborador casero. Hace veinte años, el conocimiento más extendido decía que había que poner cuidado para evitar airear el mosto cuando estaba por encima de los 29 °C. La creencia era que esto aceleraría la maduración de la cerveza, y que provocaría malos sabores a la cerveza (concretamente, a cartón mojado, notas metálicas y, extrañamente, toques acaramelados). Supuestamente, el único momento en el que el oxígeno no es dañino para la cerveza es cuando el mosto ya está frío y listo para poner la levadura. Por todo esto, los elaborador casero participaron con alegría de la paranoia y pusieron el mayor de los cuidados de no “oxidar” su cerveza en caliente.
Pero sin embargo, no deja de ser gracioso que nadie note los efectos descritos de la oxidación del mosto caliente en sus cervezas caseras. Los cerveceros comerciales que producen grandes cantidades de mosto han tenido mucho cuidado para evitar este punto, y lo siguen haciendo, aunque haya unas pocas excepciones notables. A nivel del elaborador casero, sin embargo, esto no parece ser un problema. Celebridades como el Dr. Charlie Bamforth (A Critical Control Point Analysys for Flavor Stability of Beer, 2004) han dicho que la oxidación en caliente no era ningún problema. Aunque al final, con el tiempo, tanto él como Randy Mosher, entre otros, han llegado a la conclusión de que podría suponer algún problema, pero que a nivel elaborador casero era poco probable que sucediera y que había cosas mucho más importantes de las que preocuparse. Uno de los famosos ‘exbirramentos’ de Brülosophy tampoco encontró diferencias entre cervezas que habían sido expuestas mínimamente a la oxidación en caliente contra otras que habían sido bastante oxidadas en caliente a propósito.
Nota del traductor: sobre este interesantísimo tema, he llegado a leer que el principal culpable de que este mito se extendiera fue George Fix, que en un artículo en la revista Zymurgy (“The Detriments of Hot Side Aeration”, Winter 1992) escribió que la fábrica Coors hizo una inversión importante para cambiar su equipamiento cervecero y mover las líneas de alimentación de líquido al fondo de sus hervidores, atribuyendo este cambio técnico para prevenir la temida HSA. También hay que decir que la solubilidad del oxígeno en agua caliente es limitada (siendo 0 a 100 °C, 3,6 mg/l a 75 °C o de 5,7 mg/l a 50 °C). Y muchos más detalles, así como un interesantísimo experimento (con fotos de cervatillos en la nieve) en este link [http://www.homebrewersassociation.org/attachments/presentations/pdf/2014/Effects%20of%20Hot%20Side%20Aeration%20of%20Wort,%20Mash%20and%20Sparge%20Water.pdf].

Así que… ¿qué podemos sacar de todo esto? Desde el punto de vista de Denny, evitar la aireación del mosto en caliente a nuestro nivel -casero- es bastante fácil, así que puedes intentar no hacerla. Es tan simple como usar un tubo a la hora de sacar el mosto de la olla, o evitar verterlo violentamente y con salpicaduras. Ya sabemos todos que el oxígeno es un enemigo de la cerveza, por lo que tendríamos que poner medios para evitarlo si podemos. Pero, al mismo tiempo, no habría que perder la cabeza ni obsesionarse con este punto.

El aceite de oliva como elemento favorable para las levaduras

Hace algunos años, un tipo llamado Grady Hull, que trabajaba en la fábrica de cerveza estadounidense “New Belgium” escribió un artículo que hablaba sobre la posibilidad de usar aceite de oliva en lugar de una aireación convencional, para estimular el crecimiento de la levadura. Resumiendo, la teoría es que las células de levadura usan el oxígeno para sintetizar los ergosteroles, los cuales mantienen flexibles las paredes celulares y facilitan el proceso de reproducción y crecimiento de las levaduras. El razonamiento del estudio es que “eliminando al intermediario” y añadiendo directamente aceite de oliva, conseguiríamos el mismo efecto.
Con dicho artículo se consiguió que los cerveceros caseros pensaran en esta técnica como una alternativa sencilla y barata que sustituiría a la aireación del mosto. Por desgracia, no tuvieron en cuenta lo que realmente estaba haciendo Graddy: usaba el aceite de oliva durante el período de almacenamiento de la levadura, y no cuando era necesaria su propagación en el fermentador. Además, tampoco se percataban de la cantidad tan pequeñísima de aceite que hacía falta. La mayoría de los elaboradores caseros que probaron esta técnica reportaron en sus resultados comentarios en plan “bueno, no perjudicaba”. Cabe decir que tampoco perjudica que hagas la “danza del pollo” alrededor de tu macerador cada vez que elabores.
En Experimental Brewing, quisieron comprobar la efectividad del uso del aceite de oliva sustituyendo a la aireación. Cuatro elaboradores caseros diferentes dividieron uno de sus lotes en dos distintos, y en uno usaron “aireación por aceite de oliva” mientras que en el otro no usaron ningún método de aireación. La idea era ver si había alguna diferencia espectacular entre un lote y otro. Se suponía que si la técnica de “aireación por aceite de oliva” funcionaba, tendría que haber alguna diferencia reseñable entre esa parte de lote y la que no había sido aireada en ningún momento. Los cuatro elaboradores caseros hicieron catas ciegas triangulares de los resultados a un total de 47 catadores. ¿Los resultados? La mayoría de los catadores no encontraron ninguna diferencia en el sabor de las cervezas. Los elaboradores caseros reportaron que no había diferencias en el comportamiento de la fermentación de sendos lotes. La conclusión fue que el uso del aceite de oliva como sustituto de la aireación era equivalente a no hacer ningún tipo de aireación en absoluto.

Rendimiento entre lavado continuo y lavado por lotes

Antes de empezar con el texto de Denny Conn sobre si obtenemos más rendimiento con el lavado continuo o por lotes, creo que es conveniente invertir un poco de tiempo aclarando la definición de ambos métodos, para aquellos que no lo tengan claro.
Llamamos “lavado” a la etapa final del macerado, cuando, usando algún tipo de artimaña, intentamos aprovechar al máximo los recursos de la malta (azúcares), lo que nos aumentaría el rendimiento o eficiencia del macerado. Hay elaboradores caseros que estiman esta etapa como innecesaria, pero la mayoría sí que realizan un lavado de forma sistemática.
Hay dos métodos principales de lavado (luego hay otros, que suelen ser combinaciones de estos dos), y que se conocen usando la jerga inglesa: “fly sparging” y “batch sparging”.
En el “fly sparging”, que traduciríamos como “lavado continuo”, estaríamos rociando a un ritmo constante y lento con agua caliente la parte superior de la cama de granos, mientras que por debajo del macerador estamos escurriendo el mosto, ya filtrado. Requiere un equipo específico capaz de hacer esto y un tiempo a tener en cuenta (suele ser lento). Es crítico saber manejar el flujo de agua y el grosor de la cama de granos, para evitar atascos y/o turbidez excesiva, siendo lo ideal ir añadiendo agua en la misma cantidad que se va desalojando el mosto.
El “batch sparging” es descendiente directo del “parti-gyle” y es algo más simple que el método anterior. Lo podemos traducir como “lavado por lotes”, y es tan sencillo como drenar completamente el mosto que hay en el macerador, volverlo a llenar de agua caliente, se recircula para configurar de nuevo la cama de granos que hará las veces de filtro y se vuelve a drenar el mosto, y repitiendo todo el proceso las veces que sean adecuadas. Mientras que en el “parti-gyle” se usarían los diferentes drenajes para elaborar distintas cervezas en función de sus densidades, en un “batch sparging” juntamos todos los mostos, compensando las densidades más bajas con las primeras, más altas, y consiguiendo un único mosto con la densidad objetivo.
Frecuentemente, los elaboradores caseros dicen que usando la técnica del lavado continuo o “fly sparging” se obtiene un rendimiento mejor que con el lavado por lotes o “batch sparging”. Y eso sería cierto… ¡en un mundo perfecto! Desgraciadamente, no vivimos en un mundo perfecto.
Lo que se intenta decir es que si tienes un sistema de lavado continuo perfectamente diseñado y eres capaz de ejecutar todo el proceso a la perfección, la teoría dice que vas a lograr una mayor extracción mediante dicho proceso de lavado continuo. Pero que la frase esté en condicional es la clave del problema. En realidad, el rendimiento del lavado por lotes va a ser igual de alto (sino más) que el lavado continuo. Cuando haces un lavado por lotes, las variables de diseño del macerador y la de la técnica del lavado, desaparecen. En el mundo real, un rendimiento de entre el 80 y el 85% es posible mediante un lavado por lotes —más o menos el mismo que con el lavado continuo. La decisión de qué método utilizar tendría que estar basada en tus preferencias y opciones de conseguir el equipo necesario, pero no condicionarla a la cuestión del rendimiento.

La temperatura de fermentación

Cuando compras un sobrecito/vial de levadura o miras la página web con las particularidades de dicha levadura, siempre hay un rango de temperatura recomendado para cada cepa. Lo que muchos elaboradores caseros no se dan cuenta es que esto simplemente es una guía un tanto vaga del comportamiento de la levadura, y no debe tratarse como una regla de oro. A menudo están recomendando temperaturas más altas de las que la mayoría de los elaboradores caseros son partidarios. La temperatura de fermentación de la levadura va a tener un gran impacto en el sabor de la cerveza, y generalmente, cuanto más caliente fermente la levadura, más va a influir en el sabor de la cerveza. Pero dicho impacto no siempre es deseable. Como ya sabemos, los ésteres desarrollados por la levadura van a aumentar a temperaturas más cálidas. Y si la fermentación es demasiado caliente, los temidos alcoholes de fusel aparecerán y pueden convertirse en un problema.
Como regla general, la mayoría de los elaboradores caseros prefieren empezar a fermentar a temperaturas más bajas de las recomendadas. La mayoría de los ésteres y alcoholes de fusel se forman durante las primeras 72 o 96 horas de fermentaciónDespués de eso, ya puedes aumentar la temperatura para provocar una mayor actividad de la levadura y completar con seguridad la fermentación.
Otro de los mitos derivados de esto viene a decir que los estilos belgas se fermentan a temperaturas más altas que otros estilos. Aunque es verdad que algunas cervecerías belgas lo hacen, es bastante más normal ver que siguen una planificación de fermentación más parecida a lo que hemos descrito más arriba, empezando con temperaturas frescas y acabando con temperaturas más cálidas.
La recomendación para cualquier elaboración sería la de empezar a fermentar en la temperatura más baja (o incluso un poco menos) de la recomendada. Piensa en que la reacción exotérmica de la fermentación va a subir un poco la temperatura. Pasados tres o cuatro díaspuedes aumentar la temperatura de forma segura. Si notas que la cerveza no ha conseguido el suficiente carácter a levadura del que pretendías en un principio, la próxima vez que elabores la misma receta prueba a empezar a fermentar un poquito más caliente.
En la línea de estos comentarios, el conocimiento general es que elaborar cervezas tipo lager requiere mucho tiempo, y esto quiere decir que vamos a necesitar fermentar la cerveza a temperatura baja durante algunos mesesPero hay un método de fermentación lager muy antiguo, que también es usado por cerveceros comerciales, que ha empezado a extenderse en el mundillo de elaboradores caseros. Usando dicho método de fermentación, puedes tener una cerveza lager en tu vaso lista para beber en tan solo dos semanas después de su elaboración. Mike “Tasty” McDole ha sido uno de los primeros elaboradores caseros en re-descubrir este método y empezar a hablar sobre él.
Puedes encontrar más detalles sobre dicho procedimiento en el libro “Homebrew All-Stars”, pero la idea básica es que empieces tu fermentación a 13 °C. Cuando la densidad haya bajado el 50% de lo que estimes bajar, subes la temperatura a 14 °C. Cuando hayas completado un 75% de la fermentación, la subes a 17 °C. Y más tarde, cuando hayas completado el 90%, la subes a 19 °C, y la mantienes así hasta que la cerveza haya completado la fermentación. Con este plan tendrás tu deliciosa cerveza lager en dos semanas en lugar de en dos meses.

Levadura líquida vs. levadura seca

Este es otro de los temas que han cambiado mucho a lo largo de los últimos 20 años, pero que por alguna razón, el viejo dicho de que la levadura líquida siempre es mejor que la levadura seca persiste en el imaginario del elaborador casero. El problema es la palabra “siempre”, que tendría que matizarse bastante. Hace algunos años, las técnicas de producción de las levaduras secas eran menos avanzadas que las de hoy, y los sobrecitos con las levaduras podían llegar a su destino con todas las células muertas o contaminarse de algún modo. Pero en la actualidad, es bien cierto que podemos congratularnos de que las cosas son bastante mejores, y existen levaduras secas realmente buenas que no tienen nada que envidiar a las líquidas. Puedes basar tu elección sobre la levadura en el sabor, comportamiento y tus procedimientos favoritos, en lugar de simplemente discriminar entre “seca o líquida”. Un par de levaduras de las favoritas de Denny Conn son secas (las Fermentis Saflager W-34/70 y la S-189).
La recomendación es dar una oportunidad a algunas cepas secas y probarlas por ti mismo, sacando tus propias conclusiones. Te llevarás alguna que otra grata sorpresa.

Adaptado de la traducción de Manuel Jiménez sobre el original del Denny Conn Publicado originalmente en inglés.




10 - Embotellado y Carbonatacion

Tenemos a nuestra cerveza fermentando en un damajuana de 25 litros. Transcurridos unos 15 días la densidad de la cerveza se habrá estabilizado y la levadura, que se quedo sin azucares que echarse a la boca, se ha adormecido por falta de trabajo. Durante su febril actividad ha generado alcohol etílico y CO2. Ha llegado el momento de embotellar el fruto de nuestro esfuerzo y el de la levadura.
El envasado se puede realizar en dos tipos de envases, la botella marrón típica de cerveza o un barril. La opción mas común es el embotellado.
El tamaño ideal es la botella de 500 ml, pero podemos usar botellas de litro, de 3/4. Botellas de vidrio que no sean de cerveza NO, y botellas de plástico MENOS.
Lo importante es que deben ser botellas de buen vidrio, color caramelo y no deben presentar ninguna rotura o muesca, sobre todo en la boca donde se colocará la tapa.
Una vez mas recordemos que vamos a manipular seres vivos susceptibles de ser infectados por organismos no deseados, por lo que debemos, una vez mas, realizar el envasado lo mas asépticamente posible.
En principio el embotellado no presenta demasiadas dificultades técnicas. Básicamente el proceso consiste en trasvasar nuestra cerveza a otra damajuana en donde lo mezclaremos con un poco de azúcar disuelta en agua y repartir esta cerveza mediante un sifón entre todas las botellas que hayamos preparado y colocar los tapones.
Empezaremos por una limpieza escrupulosa de todas las botellas que vayamos a utilizar en el envasado.
El lavavajillas levanta temperatura, se podría utilizar como un ultimo paso, sin jabón, como para esterilizarlas un poco sometiéndolas a la alta temperatura del agua.
Siempre es conveniente preparar algún envase mas de lo necesario, pues puede que algun envase se nos rompa en el proceso o simplemente no hayamos calculado bien la cantidad de cerveza a embotellar y nos encontremos sin envases y con cerveza en la damajuana.
Vamos a agarrar unas lindas botellas de vidrio de cerveza y las vamos a lavar y desinfectar. Lo ideal sería que compráramos un cepillo para limpiar botellas.
Para facilitar el despegado de etiquetas y limpieza de botellas es conveniente someter a las botellas a un baño de agua caliente; si no se despegan, con virulana se las frota hasta quitarlas por completo. Al final debemos disponer de botellas inmaculadas, sin roturas en el vidrio y sin restos de suciedad.
Es conveniente someterlas a un baño de agua con un poquito de cloro para desinfectarlas, con media hora en este baño es suficiente. Para eliminar posibles sabores a cloro en las botellas después de este baño las enjuagaremos con agua caliente de la canilla poniendo la temperatura del calentador al maximo.
Las escurrimos bien y metemos en cada una de las botellas un chorrito de esa solución de alcohol al 70%. Las escurrimos bien y le tapamos la boca haciendo un capuchon con un poco de papel de aluminio de uso doméstico y las dejamos esperando mientras seguimos con el siguiente proceso.
La cerveza que tenemos en el fermentador no tiene gas. Si envasamos la cerveza tal y como está ahora, obtendriamos una cerveza sin gas por lo tanto tenemos que hacer que se produzca una pequeña cantidad de gas CO2 en el interior de la botella.
Las levaduras estuvieron trabajando durante una semana. Y en ese lapso se consumieron todo el alimento, se "durmieron".
Cuando trasvasemos a las botellas, la gran mayoría de las levaduras se va a quedar en el bidón (ni más ni menos que ese barro que queda en el fondo) pero una gran cantidad está en suspensión en el líquido. Para darle gas a tu cerveza vas a darles un poquito de comida (azucar/almíbar), así ellas terminan con sus funciones.
Por lo tanto tenemos de añadir un poquito de azúcar al envasar para que la levadura vuelva a trabajar y producir muy poco mas de alcohol y sobre todo gas que es lo que queremos. Evidentemente la cantidad de azúcar que añadamos a la cerveza debe estar calculada pues si añadimos poco no vamos a conseguir nada y si añadimos mucho es peligroso pues la cantidad de gas producido podría hacer explotar las botellas. Para no tener problemas podemos usar la siguiente regla que es bastante conservadora.

Para cervezas con azucar:
  • poco gas...............................................5 grms/litro
  • gas normal............................................6 grms/litro
  • fuerte de gas ........................................7 grms/litro
  • Peligro!! Puede explotar!!....................8 grms/litro
Como norma se puede trasvasar le cerveza a una damajuana vacia, previamente desinfectada y de ser posible graduada litro a litro, para asegurar la cantidad de litros que tenemos de cerveza. Mediante un sifón transferimos la cerveza a esta nueva damajuana intentando no airearla demasiado en este proceso. La manguera del sifón llega hasta el fondo del damajuana a fin de que no se haga demasiada espuma.
Tenemos que tomar una muestra para medir la densidad. Esta densidad que vas a medir es la que se llama densidad final, es decir, densidad al finalizar la fermentación. De la diferencia entre la inicial medida justo antes de tirar las levaduras y ésta vas a tener información (la graduación alcohólica, por ejemplo)
Para añadir el azúcar a nuestra cerveza agarramos un jarrito y ponemos medio litro de agua a calentar (de la misma agua que usamos para la infusión y la cocción, es decir sin cloro y sin exceso de cal, agua declorada resérvala desde la noche anterior. Cuando el agua esta caliente, añadimos la cantidad de azúcar necesaria y removemos con una cuchara limpia hasta que el azúcar este completamente disuelto. En nuestro caso tenemos 20 litros de cerveza, mas medio litro de agua, si queremos que esté fuerte de gas la cantidad de azúcar a añadir será: (20,5 x 7)= 143,5 gramos de azúcar blanquilla.
Una vez que haya hervido un rato, dejá que el almíbar se enfríe. Recordá que las temperaturas muy altas matan a las levaduras.
Para mezclar el azúcar y la cerveza a esta damajuana en la que tenemos nuestra cerveza añadimos nuestra solución de azúcar.
Para que se mezcle bien la cerveza con el azúcar tenemos que batir la mezcla tapando el pico de la damajuana. Al final de este proceso dispondremos de la cerveza ya mezclada con el azúcar impulsora en una nueva damajuana, habiendo dejado la mayor cantidad de barros posibles en el damajuana original.
Ahora estamos listos. Metemos el bidón/botellón/damajuana en un lugar que esté más alto que las botellas.
El proceso que queda es muy sencillo y consiste en realizar un sifón con un tubo y rellenar cada una de las botellas. Metemos el cañito de cobre ya esterilizado en el bidón y en el otro extremo succionamos hasta que empiece a caer la cerveza. Recordemos no sacudir la damajuana para que no se levante el sedimento.
Para facilitar este relleno es interesante disponer de algún tipo de cierre en el tubo de forma que una vez iniciado el sifón podamos controlar la cerveza que transferimos cerrando la llave cuando este la botella casi llena.
Es conveniente tener en cuenta que el tubo que introducimos en la botella ocupa volumen y que cuando lo saquemos bajará el nivel de cerveza que hayamos transferido a la botella, también hay que tener en cuenta que las botellas no hay que llenarlas a tope. Con un poco de práctica conseguiremos embotellar nuestra cerveza sin problemas.
A medida que se van llenando las botellas vas a estar más cerca del fondo del bidón fermentador. Mirá bien de no levantar el sedimento. Cuando veas que el barrito se mete en el caño, suspendé el trasvaso.
Una vez que tenemos todas las botellas llenas pasamos al proceso de colocar las tapas para ello nos debemos ayudar de los diversos tipos de herramientas existentes.
En el caso de las botellas retornables de vidrio sí o sí necesitás un tapador de tapas corona.

Tu primer batch está terminado y en proceso de maduración para ser degustado. Ahora te vas a tener que bancar una semana más. Dejá las botellas en un lugar fresco, oscuro de ser posible y algunos recomiendan que tapes todo con algún mantel viejo, sábana o trapo grande para que en caso de que se rompa alguna botella los vidrios no se te manden para todos lados. 
Lo recomendable es que como mínimo dejes la cerveza una semana en maduración. Lo ideal son 15 días.
Antes de servirla ya fría miremosla a través de la luz. Vamos a notar que es algo turbia y sobre todo que en el fondo tiene un poco de "barrito" como tenía el fermentador. Esas son proteínas y levaduras que precipitan hacia el fondo. 





9.1 - Carbonatación en botella con Azúcar

La carbonatación de nuestras cervezas, en ocasiones puede producir serios dolores de cabeza.
Empiezo con la modalidad más usual y por la que todos empezamos, añadiendo azúcar a la cerveza verde antes de embotellar, seguirán otros con carbonatación artificial, cornis, etc.
La carbonatación se expresa en volúmenes. Un volumen de CO2 equivale a un litro de CO2 (a presión atmosférica) disuelto en un litro de cerveza. Los volúmenes habituales en los distintos tipos de cerveza son los siguientes:

Estilo de Cerveza
Volúmenes CO2
Ales británicas
1.5 - 2.0
Porter, stout
1.7 - 2.3
Ales belgas
1.9 - 2.4
Lager europeas
2.2 - 2.7
Ales y lager americanas
2.2 - 2.7
Lambic
2.4 - 2.8
Lambic de frutas
3.0 - 4.5
Cerveza de trigo alemana
3.3 - 4.5


El procedimiento, seguramente ya lo sabes, consiste en añadir azúcar a la cerveza, de modo que la levadura restante fermente ese azúcar, produciendo un poco más de alcohol y el gas que necesito para carbonatar en condiciones la cerveza. El azúcar se disuelve en agua y se le da un hervor para transformarlo en almíbar. Se mezcla bien con la cerveza y a la botella.
¿Pero en qué cantidad?
Si yo sé que un gramo de azúcar por litro de cerveza me produce 0.23 volúmenes de CO2, ya está la cosa lista, aparentemente, bastaría con dividir los volúmenes finales que quiero en mi cerveza por 0.23 y tendría los gramos de azúcar por litro que necesito añadir, por ejemplo, si es una Porter y quiero 2.3 volúmenes de CO2, sería: 2.3 / 0.23 = 10 g/l de azúcar y listo.
Pero no. ¿por qué?
Porque la cerveza tiene CO2 disuelto ¿cuánto? Pues depende de la temperatura, ya que el carbónico es más soluble en líquido a menor temperatura, en la siguiente tabla se recogen los valores de CO2 remanente en la cerveza:

Temperatura ºC
Volúmenes de CO2
Temperatura ºC
Volúmenes de CO2
0
1.7
12
1.12
2
1.6
14
1.05
4
1.5
16
0.99
6
1.4
18
0.93
8
1.3
20
0.88
10
1.2
22
0.83

Entonces, si nuestra Porter está a 20ºC, tendrá 0.88 volúmenes de CO2 disuelto, de modo que si quiero los 2.3 volúmenes, le tendré que añadir: 2.3 – 0.88 = 1.42 volúmenes de CO2 adicionales, que son: 1.42 / 0.23 = 6.2 g / l de azúcar.
Esta ya sería una cantidad más familiar para el estándar habitual de 6 g de azúcar por litro de cerveza para una carbonatación “normal”. Está claro que esos valores son para una cerveza carbonatada a unos 20ºC, veamos los volúmenes de CO2 que implican esas cantidades:


g/l de Azúcar
Vol. CO2
5
2.03
6
2.26
7
2.49
8
2.72

Podemos ver pues, que el añadir entre 5 y 8 gramos de azúcar por litro de cerveza da unos niveles de carbonatación adecuados, si la cerveza está a 20ºC, es decir, si es una fermentación ale. Pero si embotellamos una lager a 4ºC digamos, no tenemos en cuenta el CO2 remanente y le añadimos 6 g/l de azúcar, tendríamos 1.5 + 6 x 0.23 = 2.88 volúmenes de CO2, que ya va siendo excesivo para la mayoría de los estilos.
Recuerda también que la fermentación debe haber concluido, ya que si quedan azúcares fermentables en la cerveza verde también se producirá más gas de lo deseado.
Resumiendo: en función de la temperatura y el nivel de carbonatación que deseemos, se calcula la cantidad de azúcar que hay que añadir a la cerveza verde. Se dejan las botellas unas dos semanas a temperatura ambiente y... a beber.



La mayoria de los cerveceros caseros principiantes para carbonatar la cerveza con azúcar utilizan entre 6 y 8 gramos de azúcar por litro de cerveza.
Carbonatar con azúcar implica conocer la química de conversión del azúcar en CO2 a través de la actividad de las levaduras. Sabemos además que la disolución del gas formado depende de la temperatura.
La fermentación de la cerveza verde en sí misma ha dejado ya gas CO2 disuelto en el líquido, la cantidad de gas disuelto residual de la fermentación es dependiente de la temperatura a la cual fermentó esa cerveza, a menor temperatura más gas disuelto y por lo tanto se requiere menos azúcar agregado para su carbonatación.
Entonces, la carbonatación final alcanzada será la suma de dos factores.
a) Carbonatación residual al final de la fermentación
b) Carbonatación lograda por la adición de azúcar.

En la tabla siguiente podemos observar el nivel aproximado de CO2 remanente o residual en una cerveza verde al final de la fermentación en función de la temperatura.
(Fuente original de esta tabla: Mark Hibberd's : A Primer on priming)




La siguiente tabla muestra los niveles deseados de carbonatación para los diferentes estilos de cerveza.



Quiere decir por ejemplo que si fermentamos nuestra cerveza a 18 grados y esta es una stout, podemos decir que la carbonatación residual será de 1,83 gramos/litro o 0,93 volúmenes y debemos llevarla según estilo a por ejemplo 4 gr/litro o 2 volúmenes de gas.
Quiere decir que nuestro aporte de azúcar debe ser tal que genere
Aporte = 4gr/l – 1,83 gr/l = 2,17 gramos/litro o bien
Aporte = 2 vol – 0,93 vol = 1,17 vol de CO2
Ahora queda determinar cuanto CO2 podemos obtener por cada gramo de azúcar.
Dentro de la levadura, la glucosa sigue la ruta conocida como Ruta metabólica glicolítica y bajo anaerobiosis los mayores productos obtenidos son Etanol y CO2.
Teóricamente una molécula de glucosa produce dos moléculas de Etanol y dos moléculas de CO2, y dado que los pesos moleculares de estos componentes es conocido es fácil obtener las fracciones de cada uno. En la práctica, no toda la glucosa se convierte en Etanol y CO2 dado que se producen también compuestos secundarios.
En sus estudios BALLING obtuvo por mediciones empíricas la siguiente relación.
2,0665gr glucosa se convierte en 1 gr Etanol + 0,9565 gr CO2 + 0,11 gr de perdidas
Llevando todo a 1 gramo de CO2
2,16 gr Glucosa se convierte en 1,0455 Etanol + 1 gr CO2 + 0,12 gr pérdidas
Esto nos muestra que debemos adicionar 2,16 gramos de glucosa por cada gramos de CO2 requerido.
En nuestro ejemplo necesitábamos 2,17 gr/litro de CO2, entonces necesitaremos adicionar 2,17 x 2,16 = 4,7 gramos para una Scout que fermentó y se mantuvo para carbonatar a 18 grados.
Ahora bien, estos cálculos están basados en moléculas de pura glucosa, la cual es vendida como Dextrosa monohidrato, lo cual significa que una molécula de agua está adherida a cada molécula de glucosa, por lo cual se requiere en peso adicionar un 15% más lo cual nos dará 5,4 gramos requeridos.
La sacarosa (o azúcar de mesa), está formada por una molécula de glucosa unida a una de fructosa, y dado que la fructosa sigue el mismo camino metabólico que la glucosa el cálculo es el mismo y nos queda que si carbonatamos con azúcar de mesa necesitamos 4,7 gramos por litro para nuestra stout.
En la próxima página encontrarán una tabla que les dará los gramos de dextrosa (monohidrato) necesarios para lograr una carbonatación deseada.
Recordar que se debe previamente determinar cual es la carbonatación residual.
Para glucosa pura o azúcar de mesa multiplicar los valores de la tabla por 0,87.



Referencias de consulta:
Mark Hibberd,A Primer on Priming,http://www.brewery.org/library/YPrimerMH.html George Fix, Principles of Brewing Science, 2nd Ed, Brewers Publications, Boulder Colorado. Eric Warner, German Wheat Beer, Brewers Publications, Boulder Colorado.





9 - Carbonatación y Volumenes de CO2

En función de la temperatura y el nivel de carbonatación que deseemos, se calcula la cantidad de azúcar que hay que añadir a la cerveza verde. En un poco de agua previamente hervida se disuelve el azúcar, se hierve unos instantes (no queremos hacer un caramelo) y se añade al recipiente de embotellado, se mezcla bien con la cerveza y se embotella, se dejan las botellas unas dos semanas a temperatura ambiente.

6 gramos de azucar por litro de cerveza estaria bien, siete. Mas no porque puede explotar la botella.

poco gas...............................................5 grms/litro
gas normal............................................6 grms/litro
fuerte de gas ........................................7 grms/litro
Peligro!! Puede explotar!!....................8 grms/litro

Esto dependera tambien de la temperatura del ambiente en el que se deja el recipiente con cerveza a carbonatar, hablamos de unos 20°C
La cerveza tiene CO2 disuelto, la cantidad dependera de la temperatura, ya que el carbónico es más soluble en líquido a menor temperatura, en la siguiente tabla se recogen los valores de CO2 remanente en la cerveza aunque hay tablas en la que estos valores difieren levemente:

Temperatura ºC      Volúmenes de CO2
0---------------------------------1.7
2---------------------------------1.6
4---------------------------------1.5
6---------------------------------1.4
8---------------------------------1.3
10-------------------------------1.2
12-------------------------------1.12
14-------------------------------1.05
16-------------------------------0.99
18-------------------------------0.93
20-------------------------------0.88
21-------------------------------0.83

Si nuestra Cerveza está a 20ºC, tendrá 0.88 volúmenes de CO2 disuelto, de modo que si quiero los 2.3 volúmenes, le tendré que añadir: 2.3 – 0.88 = 1.42 volúmenes de CO2 adicionales, que son: 1.42 / 0.23 = 6.2 g / l de azúcar.
Esta ya sería una cantidad más familiar para el estándar habitual de 6 g de azúcar por litro de cerveza para una carbonatación “normal”. Está claro que esos valores son para una cerveza carbonatada a unos 20ºC, veamos los volúmenes de CO2 que implican esas cantidades:

g/l de Azúcar         Vol. CO2
5--------------------------2.03
6--------------------------2.26
7--------------------------2.49
8--------------------------2.72

Entonces vemos, que el añadir entre 5 y 8 gramos de azúcar por litro de cerveza da unos niveles de carbonatación adecuados, si la birra está a 20ºC, es decir, si es una fermentación ale. Pero si embotellamos una lager a 4ºC digamos, no tenemos en cuenta el CO2 remanente y le añadimos 6 g/l de azúcar, tendríamos 1.5 + 6 x 0.23 = 2.88 volúmenes de CO2, que ya va siendo excesivo para la mayoría de los estilos.



En teoria, cada estilo tiene sus cantidades de CO2:

Ales británicas 1.5 - 2.0
Porter, stout 1.7 - 2.3
Ales belgas 1.9 - 2.4
Lager europeas 2.2 - 2.7
Ales y lager americanas 2.2 - 2.7
Lambic 2.4 - 2.8
Lambic de frutas 3.0 - 4.5
Cerveza de trigo alemana 3.3 - 4.5




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