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Cinchona succirubra, una variedad del árbol de quina también conocido como Cinchona pubescens, en una plantación gubernamental en Sikkim, India, 1866. Los árboles de Cinchona son nativos de América del Sur, pero fueron transferidos a plantaciones en India, después de que los colonos europeos supieran que sus extractos de plantas podían combatir la malaria.
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La quina es un medicamento febrífugo, tónico y antiséptico. Se emplea principalmente como tónica en forma de polvo, extracto, tintura, jarabe, vino, etc.; y al exterior en infusión o cocimiento para el lavado de heridas y úlceras.Contiene diversos alcaloides, de los cuales los más abundantes e importantes son cuatro, todos útiles como antipalúdicos y empleados colectivamente para preparar la totaquina. Estos son: quinina, quinidina, cinchonina y cinchonidina. Aparte de alcaloides, posee también principios astringentes (taninos proantocianidoles dímeros y trímenos) y otros compuestos como ácidos orgánicos (ácido quinotánico, rojo cincónico) o compuestos terpénicos que intervienen en su amargor.
Las plantas no producen nada específicamente para nosotros, solo producen lo que necesitan para defenderse. Y muchas veces, lo que producen es tóxico. Muchas personas consideran que el té es una opción más segura que tomar un medicamento producido por la industria farmacéutica, eso no siempre es cierto. Al agregar una sustancia natural, como la corteza de quina, al agua hirviendo, no solo se extrae la sustancia deseada, sino también todos los demás productos químicos producidos por la planta, lo que podría conducir a resultados peligrosos. Una pieza de corteza de quina puede no ser químicamente igual que otra pieza, dependiendo de dónde crecen los dos árboles. Dependiendo de la temporada, una planta se modifica a sí misma. Deja de producir algunas sustancias y comienza a producir otras.
La quinina misma siempre se ha sabido que es tóxica. Las píldoras de quinina todavía se usan como un tratamiento alternativo para la malaria cuando la enfermedad muestra resistencia a los medicamentos más nuevos, como la hidroxicloroquina. Pero sus efectos secundarios comunes (visión borrosa, pérdida auditiva, náuseas, vómitos y confusión) pueden ser graves. En el año 2006, la Administración de Drogas y Alimentos de EE. UU. dejó de permitir la venta de quinina de venta libre para tratar los calambres nocturnos en las piernas, después de informes de efectos secundarios graves y muerte.
Cuando le quitas la corteza a un árbol, muere. Entonces, al usar estas plantas de esta manera, no solo está dañando la salud de la persona que bebe este té, sino que también está dañando el medio ambiente al mismo tiempo.
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La cinchona (Cinchona pubescens; también conocida como Cinchona cordifolia) produce quinina, el compuesto antipalúdico detrás de la cloroquina y de la hidroxicloroquina. Aquí hay una litografía coloreada a mano por Hanhart después de una ilustración botánica de David Blair de Robert Bentley y Henry Trimen's Medicinal Plants, Londres, 1880.
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La quina o cascarilla
En 1638, en Malacatos, Loja, un misionero jesuita que había enfermado de paludismo fue asistido por al cacique lugareño Pedro Leyva -como muchos indígenas había adoptado el apellido de su encomendero-, quien le dio a beber una infusión de sabor amargo que a los pocos días lo sanó.Fue el episodio de descubrimiento de la quina o cascarilla, un poderoso febrífugo conocido ancestralmente por los paltas como remedio para las “fiebres intermitentes”, según la denominaban los españoles. Los jesuitas enviaron muestras de la cascarilla a Lima con el requerimiento de enviarlas a la botica del Vaticano, a fin de verificar su efectividad y posibles usos.
Coincidió que doña Francisca Enríquez de Rivera, condesa de Chinchón, esposa del Virrey, se encontraba casi agónica aquejada de la misma dolencia. El suministro del brebaje del “polvo lojano” le permitió recuperarse de forma milagrosa. Desde entonces se comenzó a llamar popularmente “cinchona” a la quina, nombre que un siglo después adoptaría en la nomenclatura botánica universal. Se extraía de la corteza del quino -de ahí su nombre-, un árbol con tupida fronda en forma de paraguas, donde contrastan sus hojas de intenso verdor con hermosas flores rojiblancas.
Solía encontrarse en manchones que podían divisarse a distancia por el movimiento inconfundible de su ramaje ante las ráfagas de viento, en montañas que fluctuaban entre 1 800 y 2 500 msnm. Su introducción como fármaco fue lenta debido a escepticismos y prejuicios que prevalecían en la época. Sin embargo, las distintas provincias jesuíticas en América recibieron instrucciones para su uso medicinal en la década de los 40 del siglo XVII.
El célebre Oliver Cromwell, Lord Protector de Inglaterra, falleció de malaria en 1658, resistiéndose como buen protestante a tomar el remedio que era conocido como “la corteza de los jesuitas”. Consciente del tabú prevaleciente, el modesto boticario londinense Robert Talbor preparó su antídoto, asegurando que era distinto al de los odiosos curas, y fue tal su éxito que fue nombrado Médico Real de Carlos II en 1672. Solo después se conocería que era la misma pócima con vino blanco para disimular su amargor natural. Al inicio se explotaron las montañas de Cajanuma y Uritusinga en el valle del Malacatos, ampliándose con posterioridad a Vilcabamba.
El corte se hacía en verano, en los meses de agosto y septiembre, toda vez que la cascarilla debía ser secada en tendales. La lluvia y la humedad la descomponían anulando sus propiedades curativas, con el riesgo de pudrirse durante el prolongado viaje a los centros de consumo. Aunque con el procesamiento adecuado podía permanecer almacenada largo tiempo, lo cual favorecía la tendencia especulativa del mercado.
Hacia la década de 1650 se efectuaron los primeros embarques con destino a París y Roma, aunque su consumo se intensificaría cuando las potencias europeas comenzaron a desarrollar la capacidad agropexportadora de sus colonias tanto en América como en Asia y África, demandando el remedio antipalúdico como protección para el creciente número de trabajadores. Hubo dos etapas de ‘boom’ de la quina: la primera hacia la segunda mitad del siglo XVIII; la siguiente un siglo más tarde, cuando se había logrado extraer su principio activo, la quinina, y Holanda e Inglaterra habían desarrollado exitosamente plantaciones en Extremo Oriente.
Empero, durante dos siglos su explotación fue exclusivamente silvestre en los Andes ecuatoriales. Al agotarse el recurso en la zona de extracción lojana, su frontera se fue ampliando al descubrirse otras variedades que podían ser aprovechadas. La original era la cascarilla anaranjada, característica definida por el color del envés de la corteza; luego fue la roja que se puso de moda hacia 1740, siendo considerada como el non plus ultra. Las áreas de cosecha se fueron extendiendo al norte hacia Cuenca, donde se encontró la variedad amarilla, y también en Alausí, Chimbo y Riobamba.
Lo propio rumbo al sur, en Guancabamba y Ayabaca, en la provincia de Jaén, donde se obtuvo además las denominadas “crespillas” negra y blanca. Al inicio los peones contratados por los comerciantes efectuaban la tala del árbol para extraer la corteza del tronco y las ramas principales. Aunque al advertir la sistemática depredación, las autoridades impusieron modalidades de corte acordes con la renovación del recurso. Así se reguló el tajo a un tercio del tallo para permitir que los retoños crezcan, obteniendo nuevo material al cabo de seis años.
También se podía descortezar sin derribar el quino, pero se requería de cuidado y destreza porque con frecuencia se secaba. El corte debía ser no más grueso de una pulgada y no menor al ancho de una pluma. De un árbol grande se podían obtener dos o tres arrobas, aun desechando el ramaje. Las principales propiedades de la cascarilla que determinaban su valor eran color, consistencia, olor, sabor y quiebre.
Se la recogía en mantas para conducirla a tendales de secado, luego de lo cual se la quebraba introduciendo el polvillo y las astillas en cajones de madera, forrados con lienzo, ajustados con tiras de cuero en el exterior y sellados con brea. Estas petacas, que pesaban un quintal o quintal y medio, eran transportadas a lomo de mula hasta los puertos de embarque. La ruta más usada era la Loja-Piura-Paita, que continuaba vía marítima a Callao para proseguir con destino a Cádiz, vía Cabo de Hornos o Panamá. También se utilizaba como puerto alternativo Tumbes, donde se conducía el producto por balsas hasta Guayaquil.
Cuando Cuenca comenzó a producir quina hacia 1775 se establecieron centros de acopio en Balao, Naranjal y Yaguachi. Entre 1747 y 1778, los despachos de cascarilla al mercado europeo se multiplicaron por 10; para entonces representaba el 28% de los envíos desde el Puerto Principal, incrementándose hasta el 50% en el año de 1787, rivalizando brevemente con el cacao. En Loja se pagaba a los cosechadores a menos de real la libra (a ocho reales la arroba), en Paita o Guayaquil los comerciantes la vendían a real o máximo real y medio, en tanto que en Panamá valía cinco y puesta en Cádiz entre 12 y 18 reales de plata.
La Corona española se empeñó en que el monopolio de este comercio beneficie exclusivamente a sus súbditos, pero la falta de una flota mercante determinó que su mayor parte se efectúe en buques ingleses y holandeses surtos en el Caribe. De modo que por cada libra de cascarilla que desembarcaba en la Península ibérica, dos o tres se desviaban a otros destinos europeos. Ante la creciente importancia de la quina, en 1768 se promulgó una Cédula Real disponiendo el acotamiento de los bosques lojanos, bajo el justificativo de que debían garantizar el suministro de la Botica de Su Majestad.
Esto suponía que donde se encontraran los árboles, sea en predios particulares o comunales, pasaban a ser de propiedad del Rey, que dispondría su explotación según estime conveniente. En 1785 se haría extensiva dicha orden a la región cuencana. En realidad de poco sirvió, toda vez que estaba tan arraigada la libertad comercial que solo produjo una intensificación del contrabando, más aún considerando que la extracción se efectuaba en zonas montañosas, alejadas de los centros urbanos y sin posibilidad de control por parte de la autoridad.
La medida coincidió con el período de declinación del ‘boom por la sobreexplotación de la cascarilla. Humboldt, que visitó el país a inicios del siglo XIX, calculaba que en 1779 Loja sacaba 400 000 libras anuales pero que para la época de su visita solo alcanzaba 11 000. Coincidiendo con el agotamiento del recurso en Cuenca, en 1790 se inició el corte de quina en el virreinato de Nueva Granada, donde se descubrieron bosques vírgenes que vinieron a suplir la menguante producción del Austro ecuatorial.
Tal fue la bonanza que en Cartagena se cotizaba la libra de quina a apenas medio peso, mientras hasta hace poco se había pagado en Panamá un precio 10 veces superior. Aprovechando su condición febrífuga, la quina tuvo una utilización médica más allá de su empleo para combatir el paludismo. Con frecuencia fue empleada para mitigar los estragos de pestes y epidemias que asolaron a la Europa de entonces.
Nuestro eximio galeno Eugenio Espejo la recomendaba para curar la hidropesía, las gangrenas y el cáncer. Su importancia histórica durante el período colonial e inicios republicanos está recogida en el escudo de la hermana República del Perú, donde el árbol de quino aparece como símbolo patrio. En el caso de Ecuador nos limitamos a declarar solemnemente su condición de planta nacional en los años 30, aunque su noble tradición merece recuperarse del olvido, donde la mantenemos apartada de la memoria colectiva.
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Árbol de quinina (Cinchona pubescens; también conocido como Cinchona succirubra). Grabado en acero coloreado a mano porDebray después de una ilustración botánica de Edouard Maubert de Pierre Oscar Reveil, A. Dupuis, p. La Regne Vegetal de Gerard y Francois Herincq: Flore Medicale, L. Guerin, París, 1864-1871.
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Ahora todo el mundo quiere fabricar su propia Agua Tónica. Esta cosa que tiene las modas, de lograr que una bebida que básicamente nadie toma (en el país antiamericano que mas Coca Cola consume), de golpe sea top. Y no hablo por mi dado que la consumo con cierta frecuencia.La cuestión es que ahora "les muchaches" quieren hacer tónica. Circulan muchas recetas con limón, con citronela, acido cítrico, azúcar y Quina (Cinchona officinalis) que a la sazón, debe ser el único ingrediente de todos los nombrados hasta aquí; además se olvidan de la Quassia amara.
Mucho se habla de los beneficios de esta bebida para el cuerpo, sin embargo en las versiones industriales -no he visto artesanales por aquí, es muy probable que abunde el azúcar por sobre la quina y la quassia. Pero además, menos de 20 miligramos de quina no aportaran gran beneficio.
LAS DOSIS DE CORTEZA DE QUINA Y DE QUININA EN LA LUCHA ANTIPALÚDICA DESDE EL SIGLO XVIII
JOSÉ FONFRÍA DÍAZ*, JOAQUÍN FERNÁNDEZ PÉREZ*, CRISTINA JIMÉNEZ ARTACHO**
*Universidad Complutense de Madrid,
**I.E.S. Santa Teresa de Jesús, Madrid
Con el descubrimiento de la quinina por Pelletier y Caventou en 1820 se pudo empezar a establecer de manera experimental las dosis precisas de la misma para el tratamiento de la fiebres intermitentes, paludismo o malaria. Lo mismo ocurrió con otros alcaloides presentes en la corteza de los árboles de la quina. Los efectos de la quinina y de otros alcaloides en el ciclo del parásito productor de la enfermedad tuvieron que esperar al descubrimiento del mismo en la sangre y en otros tejidos, cosa que no ocurrió hasta que Laveran en 1880 y otros autores fueron describiendo las fases por las que pasaba. Lo mismo cabe decir para las dosis preventivas.
La determinación empírica de las dosis era decidida por los diferentes médicos según sus propias experiencias y, muy probablemente, existieron también recomendaciones de boticarios y, muy probablemente, hasta automedicación. A ello hay que sumar el hecho del fraude generalizado por parte de cascarilleros, que eran los que descortezaban los árboles, comerciantes y los propios boticarios [FONFRÍA DÍAZ,1998]. Ante un producto de difícil examen como las cortezas no tenían ninguna prevención, salvo las morales donde las hubiera, para adulterarlo con otras cortezas.
Esta adulteración a veces se hacía con cortezas de otras especies del mismo género Cinchona, con algunas que se suponía que lo eran por error y hasta con otras especies que se sabía que no lo eran.
Ante las experiencias empíricas, las recomendaciones en libros, farmacopeas y de los propios médicos y ante el fraude involuntario o deliberado, las preguntas que trataremos de responder son: A la vista de los datos con los que contamos hoy, ¿podemos saber si las dosis empíricas eran las adecuadas para la prevención o para el tratamiento? ¿Podían ser positivas en el tratamiento algunas de las adulteraciones con otras especies?.
El árbol que daba la quina más apreciada en el mercado desde el descubrimiento de su poder febrífugo en las fiebres intermitentes recibía diferentes nombres: quina de Loja, quina fina, o quina verdadera. La primera descripción científica la hizo en 1738 Charles Marie de La Condamine1. La descripción del género y de la especie la hizo Linneo basándose en la publicación de La Condamine y en las láminas que contenía. El binomen que el asignó fue Cinchona officinalis, que ha prevalecido hasta nuestros días. Algo más tarde tuvo el sabio sueco dibujos y un esqueleto de la propia planta que le mandó Mutis2. Hoy sabemos que esta especie sólo se distribuye por los montes cercanos a Loja y en ningún otro lugar. El primero que determinó con precisión la distribución de esta especie fue el naturalista Caldas3. Recientemente se ha podido comprobar la exactitud de este trabajo4. Pero en los mismos montes cercanos a Loja había hasta 9 especies. Además de la llamada “quina verdadera” (Cinchona officinalis), había, C. Lucumifolia, C. Capuli, C. Rugosa, C. Parabolica y C. Villosa. De ellas algunas son muy abundantes en la zona como C. pubescens C. macrocalyx. Además de estas especies con diferentes concentraciones de quinina en sus cortezas hay otra serie de rubiáceas, la familia a la que pertenecen las quinas, muy apreciadas como las de los género Psycotria y Ladenbergia, que incluso fueron confundidas con quinas por botánicos como Mutis.
Las posibilidades de confusión eran muchas por parte de botánicos, aunque los “cascarilleros” deberían saber distinguirlas a la perfección. Los encargados de identificarlas, fuesen empleados públicos que examinaban la que se mandaba a la Real Botica antes de empaquetarla o los que la recibían en Cádiz, no deberían ser capaces de determinar si los canutos o el cortezón era o no de “quina fina” o de cualquiera otro árbol. Las posibilidades de adulterar eran muchas y creemos que los “cascarilleros” introducirían otras cortezas, no porque fuera más fácil descotezar otro árbol, sino por la dificultad de encontrar los árboles de la “quina fina” una vez que comenzaron a esquilmar los montes cercanos a Loja5.
No hay ningún dato sobre la abundancia de esta especie en la segunda mitad del siglo XVII. En el siglo XVIII cuando se establece el envío anual de grandes partidas a la Real Botica6 comienzan a aparecer documentos en los que se habla de su escasez7. Hay que tener cuenta que el bosque montano donde se encuentran es multiespecífico. Hay muchas especies que forman el bosque y los quinos forman parte de él como el resto8. Hoy apenas se encuentran ejemplares de árboles de Cinchona officinalis, el de la “quina fina”, salvo en las lindes de campos labrados en los alrededores del valle donde se encuentra la ciudad de Loja.
A los cascarilleros que hacían la provisión para la Real Botica, se les pagaba antes de extraer la corteza con el fin de que pudieran comprar provisiones para su estancia9, en general de muchos días, en el impenetrable bosque montano en el que crecían los quinos. Se internaban solos y salían sólo cuando habían hecho el suficiente acopio con su preciada carga. Nadie vigilaba sus operaciones ni observaba el árbol que tumbaban para sacar la corteza. Para poder encontrar los árboles se encaramaban en uno de gran porte y desde allí podían ver los cascarillos porque, en general, los quinos crecían en altura buscando la luz entre otras especies y en el extremo de sus ramas se pueden ver las flores y los frutos inconfundibles. Esta operación podía hacerse los días mas claros ya que en estos bosques hay nieblas persistentes, cuando no lluvia torrencial. Sólo en los meses de octubre y noviembre puede haber días claros y sin lluvia. Una vez vistos llegaban hasta él y lo cortaban para sacar la corteza de tronco (cortezón) de las ramas (corteza) y de las ramas más finas (canuto). El examen de lo extraído se hacía fuera del bosque era visual y se basaba sobre todo en el color del interior de la corteza y en el aspecto físico10. No es muy aventurado pensar que cuando los árboles de la “quina fina” fueron escaseando se sacó corteza de otras especies y hasta de otras rubiáceas.
Con el tiempo en la segunda mitad del siglo XVIII las ciudades de Cuenca11, situada al norte de Loja, y Jaén de Bracamoros, actualmente al norte del Perú, pero por entonces perteneciente a la Audiencia de Quito, fueron también centros de abastecimiento de cortezas de quina. En los montes de estas dos ciudades no había Cinchona officinalis, es decir “quina fina”. En Cuenca las especies que había eran C. pubescens, C. macrocalix, C. Lucumifolia, C. Capuli y C. Rugosa. En Jaén se encontraban las siguientes especies: C. pubescens, C. Parabolica, C. Villosa, C. Scrobiculata, C. Micrantha y C. Nítida.
Otras cortezas que estuvieron en el comercio, y que llegaron a Cádiz en los primeros envíos, fueron las llamadas “quinas de Santa Fe” o “quinas novogranadinas”.
Eran las cortezas que acopió José Celestino Mutis y que una vez acopiadas se transportaban por el río Magadalena aguas abajo y se embarcaban en el puerto de Cartagena. De las quinas de Mutis solo la Quina amarilla (C. pubescens) y la Quina Anaranjada (C. lancifolia) eran del género Cinchona. La Quina Blanca y la Quina Roja eran, en realidad, del género Ladenbergia (L. macrocarpa y L. oblongifolia, respectivamente) y, por lo tanto, no tenían ningún contenido de quinina12.
En las Yungas de la actual Bolivia, por entonces dentro del Virreinato del Perú, también se comienza a sacar cascarilla de árboles de la especie Cinchona Calisaya13, pero esta corteza no se comienza a enviar a Cádiz hasta el año 1786, coincidiendo con una “constelación de tercianas”14 que asolaba al reino. Esta quina con la que se comerciaba en Lima no formaba parte de los envíos a la Real Botica. Con el tiempo, como se verá mas adelante, resultó ser la que tenía en su corteza mayos cantidad de quinina.
En la corte, donde se supone que se tomaban más precauciones para tener la quina de la mejor calidad, el examen de la misma estaba basado en su reconocimiento superficial y en una probable experiencia de ver cortezas de las que había en el comercio. Ninguna de carácter directo observando el árbol y su descortezamiento. Una prueba de la desconfianza ante la quina comercial la tenemos en un informe que se le solicita al boticario Joseph Ortega:
Por orden del Sr. Conde [de Valparaiso] he ido varias veces a elegir quina para embaxadores y otras personas de distinción, a quienes S.M. ha tenido por conveniente mandar hacer este obsequio: y puedo asegurar a V.E. que haviendo en el Real Palacio una gran porción de corachas, ha sido muy rara la que he encontrado de buena calidad. La mayor parte se compone de los que vulgarmente llamamos quinote..[sic]..la menor porción, que dudo llegue a quatro a seis corachas es buena y escogida. Es corteza limpia y sin polvo alguno. Esta última calidad de quina se eligió en América...(porque están envueltas en lienzo...)15
Los métodos para determinar la bondad de las cortezas no podían ser menos específicos. Bastaba que la corteza esté limpia o sin polvo o que venga envuelta en lienzo, cosa que se llevaba a cabo para empaquetar la que se enviaba a la Real Botica, nos indica la precariedad del procedimiento.
Pero los examinadores, que en general eran boticarios, eran conscientes de que un producto de esta naturaleza era fácil de adulterar. Dado el alto precio que alcanzaba en el mercado y la dificultad de conseguir encontrar los árboles de la quina, el fraude supondría pingües ganancias. No se tenía tampoco ningún control sobre los efectos beneficiosos del específico en los enfermos y resultaba difícil, por no decir imposible, distinguir las curaciones debidas a la administración de la corteza de las que se producían de forma natural.
En el mismo informe que se acaba de señalar decía Ortega:
“...es muy antigua en América la adulteración de la quina y llegó a tanto este descrédito y la mala calidad de la quina que hará ahora veinte y cinco años [1732] que yo mismo tuve que valerme de los ingleses y holandeses para lograrla buena, pues la que venía a Cádiz era inútil. Esto depende de factores y directores de las compañías extranjeras que residen en Panamá, por donde precisamente pasa toda la quina que viene a Europa, saben elexir la mejor, para dexarnos la que ellos desprecian”16
Ortega no sólo reconoce la adulteración sino las prácticas de comerciantes de otros países que seleccionaban la mejor para unos y la peor para otros. Entre los segundos estaban los españoles. Señala Ortega en el mismo informe que en 1737 se encontraba en Panamá, durante el virreinato del marqués de Castelfuerte, para este y otros encargos, un inglés de nombre Thomas Blechynden y que se tomaron “providencias para enmendar los abusos que se cometían enviando a España quina de la mejor calidad”. Ortega señala también que se encargó a Joseph de Jussieu, que formaba parte de la expedición comandada por Charles Marie de la Condamine, que se encargase de enseñar a distinguir las cortezas y que después de esta resolución volvió a empezar a usarse con mayores garantías.
En ningún momento se optó por lo que hubiera sido una buena solución, empleada por otros usuarios de los bosques, que es marcar los árboles que se piensa utilizar. La operación podría haber consistido en marcar previamente los árboles con cascarilleros expertos determinando con precisión la especie17 y luego encargar a otros después de un repartimiento la extracción de la corteza de los mismos. Este procedimiento no se estableció nunca y, como veremos más adelante, no se tomó tampoco decisión alguna para poner sobre la mesa las diferentes especies y someterlas al examen de botánicos independientes para determinarlas con precisión botánica. Es muy probable que los intereses creados en la extracción, comercio y examen impidieran una solución racional al conflicto o, de forma mas remota, que no se tenía consciencia de las dificultades que entrañaba la presencia de diferentes especies que tenían, como luego se supo, diferente cantidad de quinina y por consiguiente distinto valor terapéutico.
La dosis de corteza de quina
Las dosis de corteza de quina El establecimiento de las dosis de polvo de corteza de quina se basó desde un principio en el éxito del remedio, sobre todo a la hora de bajar la fiebre alta que producía el ataque. A partir de ahí si una dosis resultaba adecuada se pasaba a recomendarla. Luego los diferentes autores o farmacopeas repetían la misma dentro de unos límites por abajo y por arriba. Quedaba siempre la administración de dosis distintas a la discreción del médico. Como de esta última no tenemos datos describiremos primero las dosis que aparecen recomendadas en diferentes obras publicadas en el siglo XVIII y principios del XIX, antes de que se extendiera la posibilidad tanto de saber la cantidad de quinina que podía tener una determinada corteza o la de administrar directamente quinina. Aquí se indicarán las dosis en polvo, por ser las indicadas con mayor frecuencia. Había otras muchas formas de preparación, de las cuales las más habituales eran en forma de cocimiento, jarabe, vino (sobre todo utilizado como tonificante) o extracto (obtenido por maceración en Popayán).
En la Tabla I se indican las dosis recomendadas por diferentes autores. Francisco Suárez de la Ribera en 1724 recomendaba “desde media dracma [3,59 gramos], hasta quatro escrúpulos [4,79 gramos], variando la dosis según la edad...” indicando que a los niños se les debía administrar de 1/2 a 1 escrúpulo [0,6 a 1,2 gramos]y a los que estuvieran delicados de 1/4 dracma, hasta 2 escrúpulos [1,79 a 2,39 gramos]18.
Estas eran dosis muy bajas si las comparamos con las que se empiezan a recomendar en la segunda mitad del siglo XVIII que van desde una onza, que recomienda Alsinet, hasta dos y hasta 3 a 4 onzas. Siempre en dosis menores y en diferentes tomas separadas por unas horas.
Como se puede apreciar las prescripciones eran muy variadas. En general se encuentran en rangos que van de 1(28,76 gramos) a 2 (57,52 gramos) onzas aunque a veces se recomienda sólo media (14,38 gramos) y puede llegar a 4 (115,04), y hasta a 6 (onzas para el tratamiento. En lo que se refiere a la distribución de las tomas unos optan por administrar cada hora y otras cada 2, 3 y hasta 4 horas.
Tabla
I.
Dosis
de
corteza
de
quina
recomendadas
AUTOR
|
OBRA
|
AÑO
|
DOSIS
|
DOSIS
GR.
|
FRACCIÓN
DÍA
|
FRAC.
DÍA
GR.
|
Suarez
de la
Ribera
F.
19
|
Medicina
Ilustrada
.....
|
1724
|
½
DRAC.
4
ESCRUP.
|
3,09
4,79
|
|
|
Rodríguez,
A.
J.20
|
Palestra
Critico-Medica
|
1748
|
2
DRAC.
|
12,36
|
|
|
Alsinet,
J.21
|
Nuevas
Utilidades de la
Quina
|
1763
|
1
ONZA
|
28,76
|
½
ONZA
|
14,38
|
Pereyra,
L.
J.
22
|
Tratado
Completo de Ca-
lenlent.
|
1785
|
1
DRAC.
|
6,18
|
|
|
Buchan,
W23
|
Medicina
Doméstica o
Casera
|
1785
|
2
ONZAS
|
57,52
|
1/24
ONZ.
|
2,38
|
Masdevall,
J.
24
|
Relación
de las Epidemias
de
Calenturas
|
1786
|
2
ONZ.
en
2
½
₤
agua
|
57,52
|
|
|
Sastre
y
Puig,
J.
25
|
Reflexiones
Instructivo
Apologéticas
|
1787
1788
|
1
ONZA
|
28,76
|
|
|
Piquer,
A.
26
|
Tratado
de
las
Calenturas
|
1788
|
|
|
½
ONZA
|
14,
38/
2-3
h.
|
Solomon,
J.
y
Franseri,
A.27
|
Plan
de
curación
de
calen-
turas
en San Martín de
Valdeiglesias
|
1790
|
|
|
1
DRACMA
|
6,18/
1
hora
|
Salazar,
T.
28
|
Tratado
del
uso
de
la
Quina
|
1791
|
|
|
1-2
DRAC.
|
6,18-
12,36
al
día
|
Fourcroy,
A.
F.29
|
Diario
de los nuevos descu-
brimientos
de las C.
F.
|
1792
|
½
-
1
ONZ
|
14,38
–
28,76
|
|
|
García
Burunda,
J.30
|
Manejo
de curar las tercia-
nas
|
1795
|
½
DRAC.
|
3,09
|
|
|
Anónimo31
|
Epidemias
y paludismo en
la
Rivera
del
Júcar
|
1785
|
2
ONZAS
|
57,52
|
2
ONZAS/
6
a 8
|
9,58-
7,14
|
Skeete,
T.32
|
Experimentos
y Observa-
ciones
sobre
la
quina
......
|
1799
|
2
ONZAS
|
57,52
|
2
ONZAS/
5
a 6
|
11,50-
9,58
|
Ruiz,
H.
y
Pavón,
J.33
|
Suplemento
a
la
Quinología
|
1801
|
3
ó
más
DR.
|
18,54
ó
+
|
|
|
Anónimo.
RAM34
|
Manifiesto
que acredita las
verda..
|
1803
|
1-2
ONZAS
|
12,36
|
|
|
Payba
y
Sarabia,
J.
B.35
|
Observaciones
sobre la
epidemia
de
Écija
|
1804
|
1
½
ONZA
|
43,14
|
|
|
Alibert,
S.
L.36
|
Tratado
de las Fiebres
Perniciosas
Intermitentes
|
1807
|
6
DRAC.
-
1
ONZA
|
37,08
–
28,76
|
|
|
Bañares,
G.37
|
Memoria
sobre las venta -jas
y
utilidades
de
la
quina
|
1807
|
|
|
1-1
½ DRC.
cada
4
h.
|
6,18-9,27
cada
4
h.
|
Varios
Autores38
|
Diccionario
de Ciencias
Médicas
|
1821
|
6-12
DRAC.
a
2 ONZAS
|
37,74
–
57,52
|
|
|
Lorenzo
Pérez,
J.39
|
Elementos
de Materia Médi-
ca
|
1825
|
|
|
1-1
½
DRC.
cada
2-3
h.
|
6,18-9,27
c/
2-3
h.
|
Carrasco
J.
V.40
|
Compendio
de
Farmacología
|
1827
|
|
|
½
DRAC.
cada
hora
|
3,09
cada
hora
|
Mutis,
J.
C.41
|
El
Sarcano
de
la
Quina
|
1828
|
|
|
1-6
ONZAS
cada
3
h.
|
|
Capdevila,
R.42
|
Elementos
de Terapéutica y
Materia
Médica
|
1830
|
|
|
2-4
ONZAS
|
57,52-
115,04
|
La relación entre cantidad de polvos de corteza y cantidad de quinina resulta más difícil de establecer, ya que depende de la especie o suma de especies que formaban la corteza que se ha reducido a polvo. En unos casos podía haber más quinina y en otros menos. De ello se deduce que en algunos casos las dosis resultaban insuficientes. Entonces, es muy posible, que el médico aumentara la dosis hasta que se notaran los efectos benéficos como la bajada de la fiebre.
Cuando se consiguió aislar la quinina de la corteza y se pudo comprobar que era el alcaloide que tenía una mejor acción febrífuga y menos efectos secundarios, se analizaron diferentes cortezas de diferentes especies. Se comprobó también que las cortezas del mismo árbol podían dar diferentes concentraciones, que dentro de una misma especie había también fluctuaciones no desdeñables y que eran muy marcadas en el caso de las diferentes especies.
A la vista de esta complejidad trataremos de establecer, aunque sólo de forma aproximada, hasta que punto las dosis que se recomendaban eran o no suficientes, excesivas o bajas
En la Tabla II se han agrupado las diferentes las cifras que se pueden manejar de acuerdo con las diferentes fuentes que se han consultado. Como se observa, la variabilidad es muy notable. Los datos tienen por ello una fiabilidad escasa. Los métodos de análisis han sido diversos, pero no tenían por qué arrojar estas discrepancias. Los actuales tienen una alta fidelidad, pero no tienen por qué tenerla menor los realizados sobre las especies cultivadas en Asia. Para nuestras pesquisas vamos a tomar la media del valor más alto asignado y el menor, que aparecen en las últimas filas de la tabla.
Tabla
II.
Contenido
de
quinina
de
las
diferentes
especies
del
género
Cinchona
FUENTE
|
NOMBRE
VULGAR
|
ESPECIE
|
%
DE
QUINA
|
DICCIONARIO
DE
CIENCIAS
MÉDICAS
(1826)43
|
QUINA
AMARILLA
|
Cinchona
pubescens
|
1,73
|
DICCIONARIO
HIS-
PANO-AMERICANO44
(1895)
|
QUINA
AMARILLA
|
C.
succirubra=
C.
pubescens
|
1,5-2,29=1,89
|
QUINA
LEDGERIANA
|
C.
calisaya
v.
ledgeriana
|
0,64-5=2,82
|
A
HANDBOOK OF
CINCHONA
CULTU-
RE45
(K.
W.
Van
Gorkom
,1883)
|
QUINA
GRIS
QUINA FINA
QUINA
DE
LOJA
|
Cinchona
officinalis
(Cultivada
en
India)
|
1,4
a
9,1
=
5,25
|
Cinchona
officinalis
(Cultivada
en
Java)
|
1,75
a
7,52
=3,16
|
QUINA
CALISAYA
|
Cinchona
calisaya
(Cultivada
en
Java)
|
0,64
a
5
=
2,82
|
QUINA
LEDGERIANA
|
C.
calisaya
v.
ledgeriana
(Cultivada
en
Java)
|
2,81
a
11,09=6,95
|
QUINOLOGIE46
(A.
Delondre y A.
Bouchardat,
1854)
|
QUINA
CALISAYA
|
Cinchona
calisaya
(De
Bolivia)
|
0,15
a
3,2
=
1,67
|
QUINA
CRESPILLA
|
Cinchona
nítida
(Huanuco)
|
0,06
|
QUINA
GRIS
QUINA FINA
QUINA
DE
LOJA
|
Cinchona
officinalis
(De
Loja)
|
0.08
|
J.
FERNÁNDEZ PÉREZ
Y
A.
GARMENDIA
47
|
QUINA
GRIS
QUINA
FINA
QUINA
DE
LOJA
|
Cinchona
officinalis
(De
Loja)
|
0,6
|
QUINA
AMARILLA
|
Cinchona
pubescens
(Ecuador)
|
0,47
|
|
Cinchona
mutisii
|
0,45
|
Tabla
III. Contenido de quinina de las especies
más
utilizadas
(valores
medios)
-
OMBRE
VULGAR
|
ESPECIE
|
%
DE
QUININA
|
GR.
DE
CORTEZA
POR
1
GR.
DE
QUININA
|
GR.
DE CORTEZA
POR
0,30
GR. DE QUI-
NINA
|
QUINA
CALISAYA
|
Cinchona
calisaya
|
3,
56
|
28,08
Gramos
|
8,42
Gramos
|
QUINA
FINA DE
LOJA
QUINA
GRIS
|
Cinchona
officinalis
|
2,27
|
44,05
Gramos
|
13,21
Gramos
|
QUINA
AMARILLA
|
Cinchona
pubescens
|
1,18
|
84,74
Gramos
|
25,42
Gramos
|
Podemos concluir (Tabla III) que la c. calisaya es la de mayor contenido en quinina y su administración a iguales dosis sería la más efectiva. Después se situaría la c. officinalis, que gozaba del mayor aprecio, aunque este fuera de naturaleza empírica. en último lugar se sitúa la c. pubescens, que tenía una peor aceptación, pero que resulta ser la que se distribuye por toda el área geográfica de los quinos y además se encuentra a menor altura. En cuanto ala adulteración nunca debió de existir la mezcla quina calisaya y quina fina de loja. la calisaya, con mucha probabilidad, se adulteraría con c. pubescens, con lo que el resultado provocaría una merma de su actividad. La quina fina de loja si se adulteraba con c. macrocalix, lo cual sería muy probable, no sólo no produciría merma sino que podría mejorar. No sería superior si se adulteraba con c. pubescens o con c. mutisii. Por ello algunas adulteraciones serían beneficiosas y otras, la mayoría, perjudiciales.
¿Eran eficaces las dosis a la vista de los contenidos de quinina que acabamos de señalar? Como se puede observar en la Tabla IV, elaborada a partir de las fuentes más fiables, hay una notable variedad en las dosis de quinina que se recomendaban a los que sufrían la enfermedad.
Tabla
IV.
Dosis
de
quinina
recomendadas
-
FUENTE
|
DOSIS
DIARIA
|
Dicc.
de
Ciencias
Médicas
(1826)48
|
0,30
a
0,60
gr.
2
a
2,50
gr.
(máx)
|
Encyclographie
Sciences
Medicales
(1843)49
|
1
a 2 gramos
|
Dict.
Encycloped.
Sciences
Medicales
(1864)50
|
0,25
a
1
gramo
(máximo
3
gr.)
|
Laveran
|
0,33
gr./día.
1
gr.
en
tres
días
|
Ross
|
0,90
gr./día.
Semanas
1
y
2
0,60
gr./día.
Semanas
3
y
4
|
Celli
|
0,40
gr./día
|
|
0,1
a
0,3
gr.
|
Plehn
|
1
gr. / día
|
Koch
|
0,16
gr.
/
día, durante
40
días
|
Le
Dantec
|
0,71
a
0,75
gr./día,
durante
12 días
|
Marchoux
|
0,80
a
1
gr./día,
durante
15
días
|
C.
C.
Bass
(método
norteamericano)
|
0,65
gr./día,
durante
60
días
|
S.
de
Buen
(1922)51
|
0,15
a
1
gr./día,
durante
15
días
|
J.
Bruneton
(tratamiento
actual)52
|
1,5
a 2
gr./días
|
La referencia en español más antigua relativa a las dosis recomendadas de sulfato de quinina cuando este aparece en el mercado la hemos encontrado en un diccionario de medicina en su tomo XXXII publicado en 1826. En él se dice: En la práctica se hace uso del sulfato de quinina: se ha calculado que diez granos de esta sustancia equivalen casi a una onza de quina amarilla, cuya idea puede servir para fijar las dosis que se deben emplear53. Recomienda dosis de “6 [0,3 gramos] a 12 granos [0,6 gramos] en una a dos veces a los adultos y proporcionalmente a los niños (generalmente bastan dos granos por dosis si es buena la preparación). Rara vez hay necesidad de dar más de 40 [2 gramos] a 50 granos [2,5 gramos] para cortar una calentura intermitente común.”54
Si se considera la quina amarilla (Cinchona pubescens), que es la especie con mas bajo contenido en quinina., la proporción del alcaloide que se da es de 2 granos (0,0998 gramos) por onza (28,756 gramos) de polvo de quina, es decir una riqueza de 0,35%. Proporción que nos parece bastante ajustada, incluso puede ser a la baja.
Más abajo se dice: En efecto se dan desde seis hasta doce granos [0,3 a 0,6 gramos], en una o dos veces, a los adultos, y proporcionalmente a los niños....Rara vez hay necesidad de dar más de 40 o 50 granos [2 gramos o 2,5 gramos] para cortar una calentura intermitente común55. En el mismo diccionario se indica que la fiebre se corta después de la administración de la primera o la segunda dosis.
La práctica debió confirmar que estas dosis no eran suficientes para algunos de los enfermos afectados y las dosis de sulfato de quinina fueron aumentando hasta llegar, en las primeras décadas del siglo XX, a la recomendación, generalizada por los médicos malariólogos implicados en la lucha antipalúdica, de dosis de 1 gramo diario. La eliminación de quinina subía proporcionalmente a la dosis, pero cuando pasaba de 1 gramo la eliminación disminuía. Este fenómeno se conocía como “paradoja de la dosis”. De esta forma “parecía lógico pensar que si se hacía llegar quinina de una forma lenta al riñón, pero continua, la eliminación será mayor que si se fatiga al riñón con dosis violentas que sobrepasan el umbral de la eliminación de la sal en cuestión”56. Sin embargo hubo posologías muy variadas contra el paludismo y ninguna estandarizable. Cada autor reflejaba sus investigaciones, pautas seguidas, resultados y recomendaciones de uso. Hay que tener en cuenta que no todas las formas de paludismo son iguales. La terciana maligna era producida por Plasmodium falciparum, la terciana benigna por P. Vivax y las cuartanas por P. Malariae57.
Las dosis tienen una clara relación con el peso del enfermo y tampoco todos reaccionan de la misma forma a los tratamientos.
Considerando la fluctuación entre las dosis más moderadas y las más elevadas, se observa que las dosis comunes recomendadas de quinina, o mejor sulfato de quinina, iban desde 0,30 gramos, administrada cuatro veces al día y durante 7 días, hasta 1 gramo, anteriores al descubrimiento de la etiología de la enfermedad, pasando por cantidades que llegaban a 1 gramo al día, cuando se conocía ya el agente que la causaba y las fases de su desarrollo, hasta las dosis actuales de quinina de 25 miligramos por kilogramo de peso, recomendadas cuando existe resistencia del parásito a la cloroquina.
Considerando la cantidad de quinina presente en las especies utilizadas más frecuentemente (Tabla III), se puede deducir que cuando se recetaba una onza (28,76 gramos) solo cumplía los requisitos de equivalencia de dosis de 1 gramo de quinina la quina calisaya. Cuando se recetaban dos onzas (57,52 gramos), también lo cumplía la quina fina de Loja. Cuando lo que se administraba era quina amarilla las dosis tendrían que haber sido de tres onzas de corteza.
Todo ello nos lleva a concluir que las dosis de una a dos onzas de quina que se recomendaba administrar, aunque deducidas de forma empírica eran suficientes para el tratamiento. Por debajo de esta prescripción algunos enfermos no reaccionarían ante el medicamento.
En los casos de fraude positivo, por ejemplo si la mezcla llevaba quina fina de Loja con C. macrocalix, la mezcla mejoraba el contenido en quinina. Si el fraude consistía en añadir cortezas de quinas con contenido más bajo en quinina la administración sería menos efectiva. Lo mismo ocurriría cuando se añadían cortezas de otras rubiáceas como las del género Landenbergia, o, incluso, cortezas de otras especies.
En el caso concreto de las quinas novogranadinas, descritas y comercializadas por Mutis y que fueron rechazadas a la llegada al puerto de Cádiz con destino a la Real Botica, hoy sabemos que no es que fueran adulteradas, sino que las cortezas que contenían no tenían el contenido o riqueza que se les suponía. Mutis defendía que su quina amarilla era la quina fina de Loja y en esta opinión se mantuvo a pesar de las evidencias que mostraban que no lo era. De hecho Mutis había montado un sistema de recolección y examen de quinas equivocado de base. Como ya hemos mencionado solo dos de sus cuatro quinas pertenecían al género Cinchona. En los envíos llevados a cabo en los años 1787 a 178858 predominaría la Quina Amarilla (C. Pubescens) por ser la más frecuente y en menor medida iría en estos envío la Quina Anaranjada (C. Lancifolia), por ser mucho más escasa. A ello hay que sumar las corteza de especies que no eran Cinchona y que no tienen ningún contenido en quinina. Aunque fueron rechazadas59, probablemente por razones de tipo económico, ya que la entrada masiva de grandes cantidades hubieran provocado una bajada de precios, que en nada convenía a mayoristas y boticarios, con toda seguridad fueron vendidas en los mercados europeos60. Las dosis suministradas a partir de los polvos de estas cortezas resultarían insuficientes, salvo que se aumentaran considerablemente a la vista de los escasos resultados obtenidos para bajar la fiebre de los enfermos.
En el caso de tercianas benignas es muy posible que pequeñas dosis fueran suficientes. En el caso de las malignas o de las cuartanas las dosis de corteza resultarían en muchos casos insuficientes.
En cuanto al envenenamiento por quinina se debe a sobredosis clínica o hipersensibilidad. La dosis oral fatal para adultos es de aproximadamente 8 gramos y los síntomas que se presentan se conocen con el nombre de cinconismo61.
Algunos médicos sostuvieron que no existía peligro alguno al administrar dosis por encima de las prescritas y que por mucho que se aumentara ésta nunca resultaba perjudicial. El caso más notable a este respecto fue el ocurrido al Sr. Bazire, médico de Martainville (Alto Saòne) que tenía un carácter exaltado y una confianza sin límites en el sulfato de quinina que administraba a discreción. Cuando su mujer padeció unas fiebres intermitentes le administró 16 gramos en un corto espacio de tiempo. La pobre desgraciada cayó en un estado de estupor, pesantez de cabeza y falta de movimientos. Bazire, persuadido de que esos síntomas indicaban que se avecinaba un nuevo acceso de fiebre administró 25 gramos más de sal de quinina.
Quedó sorda y ciega, la respiración espasmódica, sin pulso y la piel fría. Entonces, acertadamente recurrió aun potente revulsivo y la enferma quedó en estado estacionario varios días hasta que se restableció. Al poco tiempo las fiebres perniciosas atacaron a Bazire y este se automedicó 60 gramos de sulfato de quinina por vía rectal, tal era la confianza en altas dosis. No pudo superar la crisis y murió. El Dr. Réveillon, que asistió a este desgraciado médico, certificó la toxicidad de la quinina a altas dosis62.
1 CHARLES MARIE de la CONDAMINE: “Sur l’arbre de Quinquina”, Memoires de l’Academie des Sciences, 4, 226-243, 1738.
2 Véase J. FERNÁNDEZ PÉREZ y A. GARMENDIA SALVADOR: “Estampas y descripciones del árbol de la quina”. Tomo Extraordinario 125 Aniversario de la Real Sociedad Española de Historia Natural, págs. 497-500, y J. FERNÁNDEZ PÉREZ: “The relations between Linneaeus and Mutis. The problem of the determination of the Cinchona trees”. En “Carl Linnaeus and Enlightened Science in Spain”. Enrique Martínez Ruiz y Magdalena de Pazzis Pi Corrales, eds. Fundación Berndt Wistedt y Comunidad de Madrid. Madrid, 1998.
3 En F.J. CALDAS: “Memoria sobre el estado de las Quinas en general y en particular sobre la de Loxa” Quito, 1805. Manuscrito en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid, 62, 23-39.
4 A. GARMENDIA SALVADOR: “El Árbol de la Quina (Cinchona spp.): Distribución, Caracterización de su Habitat y Arquitectura”, Tesis Doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid, 1999.
5 En el año 1753 Miguel de Santistevan en su Informe sobre el estado de las quinas recomienda su estanco, pero señala todavía la abundancia de árboles en diferentes lugares como los montes de Uritusinga y Caxanuma en Loja, pero también en Chimbo, Alausí y Cuenca. Archivo de Indias, Indiferente General. Legajo 1554.
6 La primera referencia documental que hemos encontrado sobre petición de envios para la Real Botica es del 24 de abril de 1736. José Patiño la pide a Francisco De Varas y Valdés, que le mande 12 libras y este le comunica en una carta que ha recogido 25 libras para enviársela. Archivo de Indias. Indiferente General, Legajo 1552.
7 En 1755 en una carta de José Solís Folch de Cardona a Julián de Arriaga le indica la decadencia de la cosecha “con la continua saca y poca cultura de los que logran el beneficio..” Archivo General de Indias. Indiferente General, Legajo 1552.
8 La primera descripción del bosque montano o nublado donde se vencuentran los quinos es la de Arrot en las Philosophical Transactions of the Royal Society.
9 Véase MARGOT FAAK: Alexander von Humboldt. Reise auf dem Rio Magdalena, durch die Anden und Mexico. Akademie-Verlag. Berlin, 1986.
10 En el siglo XIX se intentó identificar y analizar las cortezas con cortes histológicos, pero como ya lo único que interesaba era el contenido en quinina, fue este último análisis el que practicaron los compradores de corteza.
11 En 1751 ya se enviaba a la Real Botica corteza de quina de Cuenca. Véase carta del marqués de Villar al marqués de la Ensenada en la que el primero hace alusión a la orden que ha recibido de comprar “de cuenta del Rey toda la cascarilla o corteza de quina en las ciudades de Cuenca y Loxa”. Archivo de Indias. Indiferente General, Legajo 1552.
12 A. GARMENDIA SALVADOR: “El Árbol de la Quina (Cinchona spp.): Distribución, Caracterización de su Habitat y Arquitectura”, Tesis Doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid, 1999.
13 En un informe del Virrey del Perú, Conde de Superunda, dirigido al Marqués de la Ensenada, señala la presencia de cascarilla en las Yungas. Archivo de Indias, Indiferente General. Legajo 1552.
14 Miguel Rubín de Celis llevó a Cádiz desde las Yungas 120 quintales (5.521 kilogramos) de quina calisaya a finales de 1786. Esta quina se ensayó y dio excelentes resultados. Archivo de Indias. Indiferente General, Legajo 1554.
15 Cfr. Informe de Joseph Ortega a Julián de Arriaga elaborado por orden del Conde de Valparaíso en 1857. Archivo de Indias, Indiferente General, Legajo 1552.
17 Aunque los cascarilleros no tuvieran formación botánica si designaban con nombres vulgares las diferentes especies: “cascarilla fino” “cascarilla pata de gallinazo”, “casacarilla pitaya”, “cascarilla serrana”, “cascarilla roja”, “cascarilla lampiña”..etc. Entre las que consideraban cascarillos también había otras especies como las del género Ladenbergia sp.
18 SUAREZ DE RIBERA, F.. “Medicina ilustrada, Chymica observada, o Theatros Pharmacologicos Medico-practicos”, Ciudad Imprenta, 1724.
20 ANTONIO JOSEPH RODRÍGUEZ: “Palestra Critico-Medica...”, Ciudad Imprenta,1748.
21 JOSEPH ALSINET: “Nuevas utilidades de la Quina”, 1763.
22 LUIS JOSEPH PEREYRA: “Tratado completo de calenturas fundado sobre las leyese de la inflamación y la putrefacción...” Ciudad Imprenta, 1768.
23 BUCHAN, W.: “Medicina doméstica o casera o tratado completo sobre los medios de conservar la salud, precaver, y curar las enfermedades, por el régimen y remedios simples”, Ciudad Imprenta, 1785.
24 JOSEPH MASDEVALL: “Relación de las Epidemias de calenturas pútridas y malignas, que han afligido a este Principado de Cataluña, principalmente desde el año 1764 hasta el de 1783”, Ciudad Imprenta, 1786.
25 JOSEPH SASTRE Y PUIG: “Reflexiones instructivo apologéticas sobre el eficaz y seguro método de curar las calenturas pútridas y malignas” (s.a.) Fue traducido al italiano en 17871788.
26 ANDRÉS PIQUER: “Tratado de calenturas” (5ª edición) Ciudad Imprenta, 1788.
En “plan de curación de las calenturas pútridas malignas de la villa de San Martín de Valdeiglesias”, dispuesto por los Dres Dn Josef Solomon y Dn Antonio Franseri, 1790. Archivo de la Real Academia de Medicina de Madrid, 209.
28 TOMÁS SALAZAR: “Tratado del uso de la quina”, Ciudad Imprenta, 1791.
29 ANTOINE FRANÇOIS FOURCROY: “Diario de los nuevos descubrimientos de todas las Ciencias Físicas que tienen alguna relación con las diferentes partes del arte de curar”, Ciudad Imprenta, 1792.
30 JOSEPH GARCÍA BURUNDA: “Manejo de curar las tercianas según el informe del Real Tribunal del Proto-Medicato, 1785. Incluido en Félix Ibáñez: Topografía Hipocrática o descripción de la epidemia de calenturas tercianas intermitentes, malignas, continuo remitentes perniciosas complicadas que ha padecido la provincia de Alcarria.”, Madrid, Imprenta, 1795.
31 Anónimo: “Epidemias y paludismo en la Ribera del Júcar (1795?) En Juan Riera: “Una topografía médica del Siglo XVIII”, Ciudad Imprenta, 1988.
32 THOMAS SKEETE: “Experimentos y observaciones sobre la quina encanutada y roxa, comprehensivos de algunos efectos notables que proceden de la acción mutua de la quina común con la leche de tierra”, Ciudad Imprenta, 1799.
33 HIPÓLITO RUIZ y JOSÉ PAVÓN: “Suplemento a la Quinología” Madrid I. de la viuda e hijo de Marñín, 1801.
34 “Manifiesto que acredita las verdaderas causas...”, 1803. Archivo de la Real Academia de Medicina de Madrid, 1038.
35 “Observaciones de Juan Bautista de Payba y Saravia sobre la epidemia de Écija”, 1804.
Archivo de la Real Academia de Medicina de Madrid, 1162.
36 S. L. ALIBERT: “Tratado de las fiebres perniciosas intermitentes”, Ciudad Imprenta, 1807 GREGORIO BAÑARES: “Memoria sobre las ventajas y utilidades de la Quina buena y perjuicios de la mala”, 1807.
38 “Diccionario de Ciencias Médicas por una sociedad de los más célebres profesores de Europa, traducido al castellano por varios facultativos de la corte”, Madrid, I. Calle de la Greda, 1826 (Tomo XXXII). Págs. 78-79.
39 JOSÉ LORENZO PÉREZ: “Elementos de Materia Médica”, Ciudad Imprenta, 1825.
40 JUAN VICENTE CARRASCO: “Compendio de Farmacología o Tratado de Materia Médica y Farmacéutica”, Ciudad Imprenta, 1827.
41 JOSÉ CELETINO MUTIS: “El Arcano de la quina”, Madrid, Imprenta, 1828.
42 RAMÓN CAPDEVILLA: “Elementos de Terapéutica y Materia Médica”, Ciudad Imprenta, 1830.
43 “Diccionario de Ciencias Médicas por una sociedad de los más célebres profesores de Europa, traducido al castellano por varios facultativos de la corte”, Tomo XXXII. Madrid, Imp. Calle de la Greda, 1826. Pág. 95
44 “Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano de Literatura, Ciencias y Artes”. Tomo XVI. Barcelona, Montaner y Simon, 1895. Págs. 811-818.
45 KAREL WESSEL van GORKOM: “A Handbook of Cinchona Culture”, Ámsterdam, J. H. Debussy (Trad. Por B.J. Daidon) London, Trübner & Co., 1883.
46 A. DELONDRE y A. BOUCHARDAT: “Quinologie”, Paris, Germer Baillière LibraireEditeur, 1854.
47 J. FERNÁNDEZ PÉREZ y A. GARMENDIA: Datos inéditos obtenidos de análisis de cortezas de quinas ecuatorianas utilizando el método descrito en la real farmacopea Española (edición de 1997).
48 Diccionario de Ciencias Médicas... op. cit. Tomo XXXII, 1826, págs. 94-96.
Encyclographie des Sciences Médicales.Répertoire Générale de ces Sciences, au XIXe siécle. Bruxelles, Societé Encyclographique des Sciences Médicales, Tome XXV, 1843, pág.296.
50 Dictionnaire Encyclopedique des Sciences Médicales (Dir. A. Dechambre), Paris, P. Aselin et G. Masson, Troisième Série, Tome Premier, pág. 263-64.
51 SADÍ de BUEN: “Datos para el tratamiento del paludismo agudo”, Comisión para el Saneamiento de las Comarcas Palúdicas, Madrid, I. Sucesor de Enrique Teodoro, 1922.
52 J. BRUNETON: “Elementos de Fitoquímica y Farmacognosia” (Trad. A. Villar del Fresno, E. Carretero Accame y M. Revuelta Lizabe), Zaragoza, Ed. Acribia, 1991.
53 Diccionario de Ciencias Médicas... op. cit. Tomo XXXII, 1826, págs. 94-96.
55 Ibidem. Cfr. A. ALONSO PASCUAL: en G. Pittaluga: “Paludismo”, Madrid, Ed. Morata, 1944, pág. 641.
57 GUSTAVO PITTALUGA. “El tratamiento del paludismo” Colección de monografías de los tratamientos actuales. Madrid, talleres Tipográficos A.F., 1934.
58 En 1786 el Virrey-Arzobispo Antonio caballero y Góngora recibió la orden de enviar quina de Nueva Granada, dada la escasez de quina de Loja. Previamente había sido acopiada por J.C. Mutis (30.000 arrobas = 345.000 kilogramos). El primer envío llegó a Cádiz y consistió en 125 cajones con 940 arrobas y 8 libras (10.815 kilogramos). Los envíos posteriores en 14 de febrero de 1788 supusieron más de 21.000 kilos. Archivo de Indias. Indiferente General, legajo 1554.
59 Las pruebas sobre su bondad establecieron que era “de una calidad no conocida” y terminaban indicando que “no la reputamos por quina y si tiene alguna virtud para la salud pública sólo la experiencia puede decirlo”. Archivo de Indias. Indiferente General, Legajo 1554.
60 La quina que llegó al puerto de Cádiz se solicitó el revenderla para tintes, pero con toda seguridad entró en el comercio de la corteza de quina. Las quinas de Nueva Granada se siguieron vendiendo, pero no fueron admitidas en la Real Botica.
61 GOODMAN Y GILMAN: “Las bases farmacológicas de la terapéutica”. Ed. Panamericana, 1982
62 Encylographie des Sciences Médicales.Répertoire Générale de ces Sciences, au XIXe siècle. Bruxelles, Societé Encylographique des Sciences Médicales, Tome XXV, 1843, págs.292-293.
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