Patrick Ryan Williams, del Museo Field, explicó el domingo a Reuters que la élite huari organizaba una Oktoberfest en Cerro Baúl con la mínima excusa, como por ejemplo para agasajar a los funcionarios distribuidos por todo el imperio peruano, tan extenso que muchos de ellos hablaban diferentes lenguas, pero no tan dispar como para no poder diluir las tensiones territoriales en unas buenas pintas de chicha andina bien fresca.
La civilización huari es probablemente la misma que construyó Tiahuanaco, o Tiwanaku, junto al lago Titicaca boliviano. Una de las grandes sorpresas de la arqueología precolombina de finales del siglo XX ha sido el descubrimiento de que Tiahuanaco no era un complejo ceremonial o funerario, como siempre se había creído, sino una verdadera metrópolis en estado de ebullición, y la capital de una de las más asombrosas civilizaciones de la antigüedad, desarrollada al amparo de una brillante tecnología agrícola. Los huari construían superficies de cultivo elevadas sobre una matriz de canales. Los canales acumulaban calor de día y evitaban que los cultivos se congelaran de noche. Las algas que crecían en los canales eran aprovechadas como fertilizante para el cultivo. Cuando los arqueólogos descubrieron estos ingenios, algunos campesinos bolivianos empezaron a usarlos en sus campos y el resultado fue un aumento de la producción. Tipos listos los huari.
Los indios americanos tienen fama de no saber beber, como ha quedado reflejado en docenas de películas del Oeste. Los nativos norteamericanos son de las pocas sociedades humanas que no han descubierto por sí mismas la fermentación alcohólica. Pero las tonterías se van acabando según se desplaza uno hacia el sur del continente. Ya en Sonora y Arizona, los indios papago siempre han elaborado un contundente vino de cactus, y los tarahumara mexicanos idearon la cerveza de magüey. Ahora sabemos que los huari, como buena civilización avanzada, ya habían inventado el pub irlandés hace un milenio.
La excavación de Cerro Baúl ha revelado un secreto más. Los investigadores han encontrado los restos de una última Oktoberfestparticularmente concurrida y eufórica. Los huari se bebieron toda la chicha que quedaba y, acto seguido, prendieron fuego a la cervecería y tiraron sus copas sobre los rescoldos. Fue el último brindis en Cerro Baúl. La civilización huari se esfumó poco después. Nadie sabe exactamente por qué. Nadie, salvo un borracho.
(El País, 5 de Agosto de 2004)