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Tokaji Aszú: la historia del vino dulce más antiguo del mundo

El Tokaj aszú siempre ha tenido un club de fans que ha incluido a la realeza, artistas y papas. El vino llegó a las capitales y palacios de Europa mucho antes de que existieran campañas publicitarias y eslóganes de marketing para difundir su popularidad. El período más glorioso de Tokaj fue entre los siglos XVII y XIX, cuando los vinos de la región eran bebidos por la realeza y celebridades de todo el mundo. El vino era considerado un símbolo de Hungría y a menudo se utilizaba como herramienta diplomática.

Después de recibir un cargamento de vino de Tokaj como regalo del príncipe Rákóczi II, Luis XIV lo llamó el famoso “vino de reyes, el rey del vino”. Se dice que Pedro el Grande encargó 600 barriles de este vino cada año y los zares posteriores gastaron una parte importante de sus presupuestos de la corte en mantener su suministro de vino de Tokaj. El papa Pío X era un gran admirador y decía con entusiasmo: “Este vino es digno del Santo Padre”. Cuando la emperatriz María Teresa le envió al papa Benedicto XIV un regalo de vino de Tokaj, este exclamó: “Bendita sea la tierra que te ha hecho crecer, bendita sea la mujer que te envió y bendito sea yo que te bebo”. Catalina la Grande, Federico II de Prusia, Napoleón III, Goethe, Schubert, Beethoven y Liszt amaban el vino de Tokaj. El emperador Francisco José enviaba a la reina Victoria aszú de Tokaj como regalo de cumpleaños todos los años. Voltaire elogió su vino favorito diciendo: “El Tokaj vigoriza la fibra más pequeña de mi cerebro y reaviva la chispa encantadora del ingenio y el buen humor”. Y en un ejemplo más moderno, la novela de Philip Pullman, La brújula dorada (parte de su trilogía La materia oscura), comienza con un personaje al que le sirven una copa de vino húngaro llamado “Tokay”.

Los primeros viñedos clasificados del mundo

La región de Tokaj contaba con uno de los primeros sistemas de clasificación de viñedos del mundo. “Los viñedos de Tokaj han sido clasificados en varios puntos de su historia: 1641, 1700, 1770 y 1995”, escribe Tim Atkin en Tradition and Innovation in The Tokaj Region. “Ninguna de estas clasificaciones goza de estatus oficial, pero sí demuestran que la región siempre ha dado gran importancia a las diferencias entre los distintos sitios. La clasificación de 1700… dividió los viñedos en Primero, Segundo y Tercer Crecimiento… Muchos de estos viñedos siguen siendo muy apreciados hasta el día de hoy”. La clasificación de 1700 se realizó 56 años antes de la demarcación del valle del Duero y 155 años antes de la clasificación Médoc de 1855 en Burdeos.

La historia cuenta que Zsuzsanna Lórántffy (que era la esposa del príncipe György Rákóczi I y un importante terrateniente de la región) y su administrador de viñedos, László Máté Szepsi, decidieron posponer la cosecha en los extensos viñedos de la familia cuando la invasión turca era inminente. Cuando llegaron a la cosecha, las uvas se habían convertido en pasas arrugadas y botrytizadas. Los vinicultores decidieron utilizarlas de todos modos, y nació Tokaj aszú. "La 'invención' del vino aszú como se lo conoce hoy se atribuye a Szepsi", escribe Miles Lambert-Gócs en Tokaj Wine: Fame, Fate, Tradition . "Según la mayoría de los relatos, esto sucedió alrededor de 1620, aunque otros han pensado que podría haber sido antes ... Sin embargo, la tradición oral puede estar equivocada en cuanto a la contribución real de Szepsi. El hecho de que un vino de 4 puttonyos de 1646 se exportara a Polonia y una ley de 1655 exigiera la recolección separada de la fruta botrytizada sugiere firmemente que la producción de vino aszú se llevaba a cabo al menos desde 1600, y que cualquier innovación de Szepsi tenía que ver con algún detalle particular. 

En Tokaj, la cosecha es un proceso largo y laborioso que comienza a fines de agosto y generalmente termina en noviembre (aunque no es raro que se recolecten bayas de aszú hasta enero). Básicamente, hay tres tipos de cosechas en Tokaj: la cosecha de vino seco, la cosecha de aszú y la cosecha de szamorodni.

En primer lugar, se realiza la típica cosecha de vino seco, en la que las uvas se recogen cuando están en las condiciones ideales para elaborar un vino seco y fresco. La producción de vino seco de Tokaj es sencilla: después de la cosecha, las uvas se prensan y se fermentan. De esta primera cosecha se elaboran Furmint seco, Hárslevelű y Sárga Muskotály, así como el vino base para el aszú de Tokaj. Aunque Tokaj es más conocida por sus vinos dulces, entre el 40 y el 60 por ciento de los vinos que se producen aquí anualmente son secos, dependiendo del clima. Se producirán más vinos secos en años en los que las condiciones climáticas no sean buenas para producir la "podredumbre noble" que convierte las uvas en lo que se denominan "bayas de aszú".

La cosecha más importante en Tokaj es la del aszú, que suele empezar a finales de octubre, cuando las uvas (que ya han adquirido la podredumbre noble o Botrytis cinerea, esencial para elaborar el aszú de Tokaj) empiezan a parecerse a pasas. Los vinicultores de Tokaj esperan con impaciencia la llegada de la botrytis, controlando con ansiedad las condiciones meteorológicas y los viñedos para poder empezar a cosechar en el momento justo. En los buenos años (cuando la humedad procede de la unión de los ríos Bodrog y Tisza con la llanura y hay mucho rocío matinal otoñal mezclado con brisas secantes), se producirá más vino aszú, más rico y concentrado. En un mal año, especialmente cuando hay un otoño húmedo, habrá una cosecha corta de aszú debido a que hay poca o ninguna podredumbre noble. Las bayas de aszú se seleccionan a mano , una a una, por recolectores experimentados en un proceso que se repite varias veces más. Un recolector promedio puede recoger sólo de seis a ocho kilogramos de bayas de aszú por día.

Botrytis cinerea también conocida como “podredumbre noble”, es un moho beneficioso que crece en las uvas de vino maduras en el viñedo bajo condiciones climáticas específicas. El moho deshidrata las uvas, dejándolas arrugadas y con un aspecto parecido al de las pasas, y concentra los azúcares y los sabores. Los vinos elaborados con estas bayas tienen un carácter rico, complejo y meloso y, a menudo, tienen un alto contenido de azúcar residual. La botrytis contribuye a los sabores concentrados y únicos de vinos como los Riesling BA y TBA de Alemania, los Sauternes de Burdeos, los Aszú del distrito de Tokay en Hungría y una variedad de vinos de cosecha tardía de otras regiones”. —Definición de Wine Spectator. 

Preparando Tokaji Aszú

Después de la cosecha, las uvas aszú se maceran en vino base o mosto fermentado (que se elaboró ​​a partir de la primera cosecha) durante entre 12 y 60 horas. A continuación, la mezcla de uvas aszú que se maceró en el vino base (a veces llamada masa aszú) se prensa y el jugo resultante se fermenta. Luego, el vino se almacena en barriles de roble, que generalmente están hechos de roble del cercano bosque de Zemplén, y se añeja durante varios años en los sistemas de bodegas subterráneas de piedra que son exclusivos de la región de Tokaj. La primera mención del vino de uva Aszú se remonta a 1571, en un acuerdo de propiedad que demuestra claramente que las uvas aszú se habían mantenido separadas de las uvas normales en el viñedo de Mézes Mály", escribe Oz Clarke en La historia del vino en 100 botellas . "Y esto implicaría, como mínimo, que los productores de Tokaji fueron los primeros en el mundo en cosechar uvas arrugadas y noblemente podridas a propósito; los alemanes del Rin no aprendieron a pudrir noblemente sus uvas a propósito hasta 1775".

Medición de la dulzura

El dulzor del aszú de Tokaj se ha medido tradicionalmente en puttonys. Un puttony es una tina de madera de 25 litros que se utilizaba para cosechar las uvas aszú. Los tipos más apreciados de aszú de Tokaji se elaboraban en versiones de cinco puttonyos o de seis puttonyos, lo que significa que se había añadido el equivalente a cinco o seis tinas de uvas botritizadas a cada barril de mosto o vino base. (En Tokaj, el aszú se elabora en barriles Gönc de 136 litros). Por lo tanto, cuanto mayor sea el número de puttony, más dulce, más dorado y más caro será el vino. (Para tener una idea más concreta del nivel de dulzura, un aszú de tres puttonyos tenía de 60 a 90 gramos de azúcar residual por litro, uno de cuatro puttonyos tenía de 90 a 120, uno de cinco puttonyos de 120 a 150 y uno de seis puttonyos de 150 a 180.)

Sin embargo, las nuevas leyes vitivinícolas promulgadas en los últimos años han tenido como objetivo aumentar la calidad de los vinos de Tokaj y reducir la confusión en el mercado debido a los numerosos tipos de vinos de Tokaj que estaban disponibles. Primero se eliminó la producción de tres y cuatro puttonyos aszú, y ahora los números 5 y 6 también desaparecerán de las botellas de aszú. El azúcar residual mínimo se ha fijado en 120 gramos por litro para que cualquier vino se denomine aszú, y deben añejarse durante un mínimo de 18 meses en barricas de roble.

Esencia preciosa

El eszencia, la forma más rara de vino Tokaji, también se elabora a partir de bayas de aszú recolectadas a mano. Para elaborar el eszencia, se llena un tanque con bayas de aszú y la presión de las uvas hace que salga el eszencia que es como un jarabe espeso. El contenido de azúcar del eszencia es tan alto (entre 500 y 700 gramos por litro) que fermenta muy lentamente y se parece más a una miel líquida que a un vino. Incluso después de una larga fermentación, el contenido de alcohol rara vez supera el cinco por ciento.

András Bacsó, de la Bodega Oremus, explicó que de una hectárea de viñedos pueden elaborar dos botellas de eszencia. De unos 150 kilogramos de uvas, obtienen aproximadamente el uno por ciento de esa cantidad como eszencia. No se embotella mucha eszencia (y en los años malos no se produce nada). Pero cuando se embotella, las botellas de 375 ml se venden por cientos de dólares, principalmente como novedades para coleccionistas.

A pesar de su precio, los productores de vino no hacen eszencia por dinero. “Se necesitan al menos cien veces más uvas para hacer eszencia que para una botella de vino de mesa”, escribió el escritor de vinos británico Hugh Johnson sobre una botella de eszencia de su propia Royal Tokaji Wine Company. “Eszencia es la expresión más pura de un terroir y su cosecha conocida por el hombre. Reyes, reinas, emperadores, zares y papas han reconocido a eszencia como el vino más puro y restaurador de la salud, y ocasionalmente afrodisíaco, durante siglos”.

Las bodegas de crianza

En toda la región de Tokaj se han excavado laberintos de bodegas rodeadas de barriles, algunas de ellas de varios kilómetros de longitud, en la roca volcánica subterránea. Al igual que el suelo y el clima, el carácter especial de estos pasajes oscuros y estrechos desempeña un papel importante en el proceso de elaboración del vino, según muchos vinicultores de Tokaj. Bajo cada pueblo de la región hay kilómetros y kilómetros de bodegas. Solo en Tolcsva hay 50 kilómetros de bodegas, construidas entre los siglos XIV y XVII. También es probable que muchas de las bodegas tipo cueva de la región, que tienen entradas que pueden estar ocultas, se construyeran para ocultar el vino de los invasores. Oremus, una de las bodegas más grandes de la región, tiene un sistema de bodegas de cuatro kilómetros de longitud.

Estas bodegas subterráneas (y casi todo lo que hay en su interior) están cubiertas de un “moho noble” negro y velloso. El moho se forma a partir de la combinación de la alta humedad y el alcohol. Además de tener un aspecto pintoresco, tiene la importante función de purificar el aire, lo que crea las condiciones ideales para almacenar y añejar el aszú. La temperatura de las bodegas se mantiene constante, entre 10 y 11 grados centígrados, durante todo el año. Durante el verano, las puertas de las bodegas suelen mantenerse cerradas para mantener la temperatura fresca, mientras que en invierno se mantienen abiertas para recoger el aire frío que mantendrá la bodega fresca durante los meses de verano. El moho mantiene constante la humedad dentro de las bodegas, absorbiéndola en los meses húmedos y liberándola en los meses secos. A pesar de la abundancia de moho, las bodegas huelen frescas y puras.

Notas de cata

El Tokaji aszú es un vino de color dorado (que se presenta en infinitas tonalidades de este color), y las cosechas más antiguas adquieren tonos ámbar más oscuros a medida que envejecen. Es un vino rico, con una textura espesa y cremosa (debido al alto contenido de azúcar), sabores concentrados y una enorme diversidad de sabores y estilos. Por supuesto, es muy dulce, pero la dulzura casi ni siquiera es lo importante. El Tokaji aszú es famoso por su perfecta armonía entre su alto contenido de azúcar y su alta (y muy refinada) acidez. El aszú se trata más de este equilibrio perfecto que de su dulzura.

En cuanto a los sabores y aromas, la lista de sabores que se encuentran en el aszú es extensa y se presentan en muchas capas. Dependiendo de la botella, ya sea que se haya elaborado en el estilo oxidativo más tradicional o en el estilo reductivo más moderno, y también de la edad del vino, se pueden encontrar muchas características. Se puede percibir dulzura en sabores como el azúcar moreno y la miel. Pero el aszú siempre tiene un sabor súper fresco, con muchos sabores frutales, como albaricoque, melocotón, pera, lima, higo, piña, ralladura de naranja, pomelo y, a veces, grosella negra o ciruela. También hay flores frescas, como la manzanilla y la acacia. Puede haber sabores de frutas cocidas, como mermelada de albaricoque y ciruela, y son comunes las características herbales como el eneldo y la menta. También suele haber un sabor a piedra. De la crianza en barrica puede haber algunas especias (como jengibre y clavo), vainilla, abedul, toffee y café. Y con el envejecimiento, los sabores de frutas se transforman en sabores de frutos secos como albaricoques secos, higos, ciruelas pasas y cáscara de cítricos. Comienzan a aparecer almendras, avellanas, nueces, nueces crujientes, café, chocolate blanco, té y caramelo. Incluso puede haber algunas trufas, carne ahumada, humo, almizcle y sal ahumada en un vaso de aszú.

Aunque el aszú de Tokaji es conocido por su equilibrio perfecto entre dulzura y acidez y sus abundantes capas de sabores, uno de sus mejores atributos es también su final aparentemente interminable. Seguirás saboreando los sabores de un buen vaso de aszú durante minutos después.

Maridaje de Aszú con la comida

Si bien el aszú de Tokaji es un postre perfecto por sí solo, los vinos dulces de Tokaj no son solo para postres. Los maridajes clásicos para acompañar el aszú de Tokaj son el foie gras y el queso azul, combinaciones probadas y verdaderas que siempre son deliciosas. ¡Pero sé creativo con el aszú! Lo que lo convierte en un vino tan sorprendente es su alta acidez que controla su alto nivel de dulzura. Esto también es lo que lo convierte en un buen vino para beber con comida picante (la cocina india combina maravillosamente tanto con los vinos secos como con los dulces de Tokaj). Y si bebes tu aszú con postre, pruébalo con un postre que no tenga demasiado dulzor, como un queso húngaro clásico o un strudel de semillas de amapola, o algo con avellanas, nueces o cítricos.

O simplemente disfrute de una copa de aszú sola y contemple todo lo que se necesitó para elaborar esa copa de vino increíblemente complejo. Fueron siglos de historia, descubrimientos accidentales, innovaciones inteligentes, gente apasionada, fanáticos famosos, inversiones familiares, tecnología de vanguardia y pura suerte lo que se necesitó para elaborar esa copa de aszú de Tokaji.






Bebidas fermentadas de maíz

Las culturas mesoamericanas descubrieron el proceso de nixtamalización, que consiste en una cocción del maíz en agua con cal, lo que provoca que los iones de calcio abran las cadenas de almidón (hinchamiento de los granos). Posteriormente, estos granos se muelen dando lugar a la masa de maíz, base para la elaboración de la tortilla y de una amplia gama de alimentos, entre ellos bebidas fermentadas. 

Las bebidas fermentadas tradicionales a base de maíz, las podríamos clasificar en dos grupos: fermentaciones de maíz sin nixtamalización, como es el caso del tesgüino, y las que se elaboran de la fermentación de la masa de maíz nixtamalizada. En el caso de la primera bebida, tesgüino, es elaborada por los grupos étnicos del norte de México como los raramuris (taraumaras) y los tepehuanos. Básicamente, remojan los granos de maíz para que germinen, después de un proceso de cocción se obtiene una especie de malta rica en azúcares libres (como la obtenida para la elaboración de la cerveza), la cual es fermentada de manera espontánea hasta obtener una bebida viscosa con un grado alcohólico alto (8-14 % v/v). Esta bebida se usa de manera ceremonial por estos grupos étnicos. 

Son pocos o casi nulos los trabajos científicos que existen respecto a la microbiota del tesgüino; sólo algunos reportes de los 60 y 70, realizados por investigadores de la UNAM, encontraron algunas levaduras en esta bebida. Sin embargo, esos análisis utilizaron métodos bioquímicos para la identificación de las mismas que, actualmente, no se consideran confiables por el tipo de substrato utilizado. Por las características de la bebida, debe contener levaduras y bacterias sacarolíticas (por ende, también de estas enzimas) y productoras de alcohol como las del género Saccharomyces. 

En el caso del segundo grupo de bebidas a base de masa de maíz, comenzaremos describiendo al tejuino. De acuerdo a estudios recientes realizados en CIATEJ, se ha encontrado que esta bebida acético-láctica, baja en alcohol (menos del 1 % v/v), puede elaborarse con dos procesos diferentes: una fermentación sólida de la masa de maíz (3 a 5 días) que posteriormente se licua con agua y piloncillo, se le agrega sal y limón, además de hielo. El segundo proceso, y el más popularmente usado por los productores que lo venden en carritos en el área metropolitana de Guadalajara y occidente del país, consiste en elaborar primero un atole mediante la cocción de la masa de maíz diluida, a la cual se le añade piloncillo; una vez que espesa y se vuelve viscosa, se le deja enfriar y fermentar de manera espontánea por 24 a 48 horas. 

Esta bebida tiene una gran aceptación y se consume de manera popular en Guadalajara y, según las leyendas urbanas, el tejuino alivia las diarreas infantiles y cura la resaca, razón por la cual llamó la atención para estudiar sus propiedades probióticas. Efectivamente, se demostró en un simulador de tracto digestivo humano (ARIS desarrollado en CIATEJ) que el tejuino, sin sal ni limón, desplaza a las bacterias patógenas por contener una alta cantidad de bacterias ácido-lácticas. Este efecto se potencia si se le agrega sal y limón, por lo que la adición de estos dos últimos ingredientes no solo le confiere un sabor agradable a la bebida, sino que contribuye a desplazar más fácilmente a las bacterias patógenas intestinales por la disminución del pH, por lo que esta práctica tradicional está bien justificada. 

Estudios científicos realizados por CIATEJ demostraron la presencia de nuevos probióticos, a los que se les han encontrado diversas propiedades biológicas que, por razones de confidencialidad (patentes en curso), por el momento no se pueden difundir. Por otro lado, estudios realizados por esta misma institución, encontraron nuevas fuentes de enzimas en tejuino (bacterias de la especie Pantoea anthophila), productoras de β-galactosidasas, que industrialmente se utilizan en la leche de vaca para hidrolizar el disacárido de lactosa a glucosa y galactosa (leche deslactosada). Pero, además, pueden hacer la síntesis de prebióticos del tipo galactooligosacáridos (GOS), a los cuales se les encuentra de manera natural en la leche materna y se utilizan para formulaciones lácteas infantiles y como prebiótico en general.

La bebida a base de masa de maíz más estudiada en México es el pozol, la mayoría de los estudios son realizados por diferentes investigadores de la UNAM. El pozoles una bebida de consumo popular en el sur del país, principalmente en los estados de Tabasco, Chiapas y Campeche. Es de origen maya y se elabora desde la época prehispánica mediante una fermentación solida de masa de maíz con cacao molido (base para la elaboración de chocolate). Contiene una gran cantidad de microorganismos amilolíticos (degradadores de almidón), también de bacterias ácido-lácticas y acéticas, además de bacterias productoras de fructosiltransferasas para la síntesis de inulinas y levanas (biopolímeros de alto peso molecular con diferente tipo de enlace), que se pueden usar para la producción de biomateriales por sus propiedades reológicas y químicas, o para la obtención de prebióticos del tipo fructooligosacáridos (FOS) mediante endo-levanasas o endo-inulinasas.

Otra bebida elaborada a base de masa de maíz, de la cual no hay certeza si se realiza un proceso de fermentación o no, es el tejate, una bebida de origen mixteca (zapoteca) que se consume de manera popular en Oaxaca. Esta se elabora mediante la mezcla de algunos ingredientes como masa de maíz, cacao y hueso de mamey, ambos tostados y molidos; se disuelven estos ingredientes en agua, se le agrega azúcar o piloncillo y, al momento de servirse, se le añade una pequeña cantidad de infusión o té de rosita de cacao. No hay estudios tampoco sobre la microbiota de esta bebida, mucho menos de las enzimas que podrían producir las mismas.

https://hablemosclaro.org/bebidas-fermentadas-de-maiz/
https://ciatej.mx/el-ciatej/comunicacion/Noticias/Bebidas-fermentadas-de-maiz/158





Maíz Moldeado para Chicha en Costa Rica; Escrito por Sandor Katz

Un momento destacado de mi reciente visita a Costa Rica fue ver de primera mano cómo los indígenas Bribri preparan allí una masa madre de maíz moldeada para hacer chicha , una bebida alcohólica a base de maíz. La chicha se prepara más famosamente en las montañas de los Andes de Sudamérica masticando maíz para que el maíz se sature con enzimas amilasas salivales, que descomponen los almidones en azúcares simples fermentables en alcohol. He hecho chicha de esta manera y he publicado información sobre cómo hacerlo en mis libros Wild Fermentation y The Art of Fermentation. Había escuchado de los viajeros a los Andes que gran parte de la chicha disponible allí hoy en día no se produce masticando maíz, sino malteando (germinando) maíz, como se hace la cerveza a base de cebada. La germinación también produce enzimas que descomponen los almidones en azúcares fermentables simples. Luego, hace unos meses, cuando conocí por primera vez al activista ambiental y de semillas costarricense Fabián Pacheco, me contó sobre esta chicha hecha con una masa madre moldeada.

Existen tres formas en las que las personas de todo el mundo descomponen los carbohidratos complejos en azúcares simples para fermentarlos en alcohol: malteado, mohos y masticación. Cada uno de los tres métodos cumple la función. La masticación se considera generalmente como el método más antiguo, en uso contemporáneo en unas pocas regiones diferentes de las que he oído hablar, repartidas por todo el mundo. La tradición occidental de elaboración de cerveza se basa en el malteado, al igual que las cervezas de sorgo africanas y algunas cervezas de maíz de América Central y del Sur. Los mohos se utilizan en toda Asia, en formas variadas con nombres que incluyen chu , koji , marcha , nuruk , ragi y una variación local casi infinita. Aunque el uso de mohos para hacer bebidas alcohólicas (principalmente mohos Aspergillus, pero los cultivos de moho tradicionales son generalmente biodiversos) está muy extendido en toda Asia, nunca había oído ni leído sobre su uso en ninguna tradición en otro lugar. Es decir, hasta que conocí a Fabián y me contó sobre el uso de mohos por parte del pueblo Bribri cerca de la costa caribeña de Costa Rica para hacer su versión de chicha . Fabián me invitó a venir a Costa Rica y me llevó a conocer a sus amigos Bribri, quienes nos mostraron cómo hacen este starter de maíz moldeado que en su idioma llaman oko , y que en español se conoce como mohoso .

Fabián me llevó a Finca Loroco, una granja orgánica diversificada y centro educativo, dirigido por sus amigos Bribri. El oko ya estaba en proceso, siendo elaborado por Mauricia Vargas, la madre de la familia, de acuerdo con la tradición en todo el mundo en la que las mujeres han sido las cerveceras. Como Mauricia me lo explicó, los granos secos de maíz (almidonado) habían sido remojados en agua durante tres días. Justo antes de nuestra llegada, el maíz remojado (y por lo tanto ya fermentando) fue molido hasta formar una pasta espesa, como una masa para tortillas o tamales. Participamos en el siguiente paso, colocando puñados de esta masa en hojas grandes de una planta que llamaban bijawa (género Calathea ). Cada masa de masa estaba envuelta como un tamal, excepto en dos hojas. La técnica consistía en doblar las hojas apiladas por la mitad, de manera de romper sus espinas en el medio, luego formar la masa de masa en una forma rectangular sobre las hojas apiladas, de aproximadamente 6 pulgadas/15 cm de alto por 3 pulgadas/7,5 cm de ancho y ½ pulgada/1 cm de profundidad. (No medí, estas son mis estimaciones, y las masas variaron bastante en tamaño). Lo importante es que la masa sea lo suficientemente pequeña como para doblar las hojas alrededor de ellas y encerrarlas por completo.

Luego, la masa de maíz envuelta en hojas se cocinó en una olla grande, la mayoría de ellas cubiertas con agua, pero las que estaban en la parte superior se cocinaron al vapor en lugar de hervirse. Se cocinaron durante aproximadamente una hora, luego se sacaron de la olla y se dejaron fermentar y enmohecerse espontáneamente. No nos quedamos durante todo el período de fermentación, pero como nos explicó Mauricia, el maíz envuelto se deja reposar durante cuatro días. El quinto día, se abren las hojas y se retiran las masas de maíz. Luego, se dan vuelta las hojas y se vuelven a envolver las masas de maíz, con lo que habían sido las superficies externas de las hojas en contacto con la masa de maíz. Esto pone en contacto diferentes superficies de las hojas con la masa de maíz, expone todo al aire (los mohos necesitan oxígeno) y parece ayudar a distribuir uniformemente la formación de moho. Después de cuatro días más, la masa se seca parcialmente al sol, luego se vuelve a envolver, volteando nuevamente las hojas para variar el contacto de la superficie. Finalmente, después de cuatro días más, las masas mohosas se secan al sol y están listas para usar o almacenar hasta su uso.

Yo participé solamente en la etapa inicial de envoltura y me enviaron con un par de las masas de maíz envueltas para que añejaran como describieron. Cuando examiné por primera vez las masas de maíz después de cuatro días, el crecimiento de moho era irregular. Por el color y el olor, pude reconocer parte del moho como moho Aspergillus como los que he cultivado muchas veces en arroz y cebada para hacer koji . Pero también mostró moho verde, lo que indica más de un solo tipo de moho. Cuatro días después, el moho cubría la mayor parte, pero todavía no toda la superficie. Algunos de los mohos eran largos y peludos y claramente estaban esporulando. No permanecí en Costa Rica el tiempo suficiente para completar el proceso o hacer chicha con el oko , ni me atreví a intentar llevarlo a casa conmigo, para completar el proceso o enviarlo a un laboratorio para su análisis.

Incluso en esta familia, hay muchas maneras de hacer chicha . La mayoría se hacen sin el oko mohoso . Comimos una chicha deliciosa (y fuerte) hecha quitando las masas de maíz cocidas al vapor y enfriadas de las hojas (sin el proceso de moldeado), mezclándolas juntas hasta formar una pasta en un balde, dejando que esta pasta fermentara en estado sólido durante varios días, luego agregando agua y azúcar y dejando que el líquido fermentara durante unos días más. También nos sirvieron una chicha hecha agregando plátanos cocidos al vapor a la pasta de maíz, dejando que fermentara en estado sólido y luego mezclándola con agua inmediatamente antes de servir. También describieron la chicha hecha con cacao y maíz. Claramente, la chicha no es un producto único y uniforme, sino más bien una gama de bebidas a base de maíz, algunas solo ligeramente alcohólicas, otras más fuertes. Las chichas preparadas sin el oko mohoso mohoso requieren azúcar o plátanos para los azúcares simples fermentables; el oko es necesario solo para la chicha hecha solo con maíz y agua, para que las enzimas amilasas de los mohos puedan descomponer el maíz almidonado en azúcares fermentables.

Debido a que no estuve allí el tiempo suficiente para ver el proceso en su totalidad, junto con las limitaciones de nuestras comunicaciones y traducción, este no es ciertamente un relato exhaustivo o definitivo. Pero como no se ha escrito nada (que yo haya encontrado en la literatura en idioma inglés) sobre esto, y debido a su aparente singularidad en el hemisferio occidental, pensé que era importante compartir esta información, por incompleta que sea. ¿Fue esta práctica el resultado de un descubrimiento accidental, como lo son tantos procesos de fermentación, con mohos similares desarrollándose en granos aquí y en toda Asia? ¿O tal vez hubo alguna influencia asiática pasada aquí, olvidada hace mucho tiempo? Los orígenes de las prácticas de fermentación siempre están envueltos en misterio. Pero una y otra vez vemos patrones repetidos, con fenómenos microbianos que se manifiestan de manera similar (y al mismo tiempo de manera única) en lugares dispares. Los granos mohosos para alcohol en América Central son muy emocionantes.

https://www-wildfermentation-com.translate.goog/molded-corn-starter-for-chicha-in-costa-rica/





¿Cómo es el proceso de producción de la chicha?

La bebida se hace de uva y de manzana. En el caso de la primera, hay tres variedades: fresca, cruda y cocida. Y su elaboración comienza a inicios de abril.

La historia de la chicha en Chile

Los comienzos  de la chicha se remontan a la colonia española. Según el artículo “Historia de la chicha de uva: un producto típico en Chile”, fue un producto importante para la agroindustria chilena del siglo XVIII, aunque recién alcanzó su completo auge en el siglo XIX. Pese a que con el paso de las décadas la chicha fue reemplazada por los vinos elaborados con cepas francesas, su consumo continuó siendo importante, especialmente para la población rural.

Julio Silva, productor de la chicha cocida “La Viña” de Curacaví, describe que su localidad está ubicada entre dos ciudades estratégicas, Santiago y Valparaíso, por lo que relata que en la antigüedad era un pueblo de descanso para cambiar los caballos y para que los viajeros continuaran su trayecto a cualquiera de las dos ciudades. Al ser un lugar de paso, relata, era necesario atender a la gente que llegaba, y ahí fue cuando comenzó a popularizarse la chicha como bebida, la cual provenía de los parrones de los fundos locales.

Silva señala que también la chicha de Curacaví se caracteriza por la cocción en fondos de cobre. Para su producción utiliza variedades básicas o país, ya que ambas cuentan con denominación de origen otorgada por el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI), al igual que otros productos chilenos, como las langostas de Juan Fernández o los limones de Pica.

La chicha ha acompañado también algunos hitos de la nación chilena. En 1817 esta bebida fue la que llenó las copas patriotas durante la celebración del triunfo de la Batalla de Chacabuco -ocurrido el 12 de febrero, fecha habitualmente calurosa-, al igual que el chacolí de Doñihue, en la Región de O’Higgins.

José Medina, es un productor de estos brebajes típicos, que ha mantenido como tradición de familia. Comenta que la misma chicha de uva país que se cosecha en abril después se fermenta y se filtra, alrededor de julio, para crear chacolí, porque este necesita un mayor filtrado. La chicha que se convierte en chacolí puede ser de cepas como la país, moscatel, pinot y torrontés

Pero la chicha de uva no es lo único que puede beberse en Chile, ya que también existe la variante de manzana. Desde el siglo XVII, cronistas y viajeros han destacado la abundancia y calidad de las manzanas en el sur de Chile.

Por ejemplo, el padre Alonso de Ovalle (1646) señalaba “es tan fecunda la tierra, que he visto en los campos y quebradas manzanales como bosques”; apreciación apoyada por Diego de Rosales (1674), Charles Darwin (1835) y Claudio Gay (1862).

Paola Segovia, co-autora del libro “Sidra y Chicha de Manzanas: Patrimonio de la Región de Los Ríos” e investigadora de la Universidad Austral, cuenta que antiguamente solo se bebía chicha de manzana y sidra en la zona de Los Ríos, pero que con el megaterremoto de Valdivia en 1960 y la posterior construcción de caminos permitió la llegada de otras bebidas alcohólicas a la zona.

“Es un oficio que se transmite de generación en generación; es decir, la gente que ha aprendido a hacer chicha de manzana lo ha aprendido de sus abuelos y de sus padres, con molinos artesanales heredados, hechos de madera de la zona. Para una familia que tenía una parcela en la zona de Los Ríos, siempre había una quinta de manzana y para aprovecharlas se preparaba chicha, lo cual era una entrada económica relevante”, comentó Segovia.

El proceso de producción de la chicha

Los procesos de producción de la chicha de uva comienzan a inicios de abril, con los primeros brotes de la  cepa país. Luego de eso, los viñateros proceden a echar la fruta en la zaranda, una estructura de colihue en donde se separa el escobajo o esqueleto de la uva, para posteriormente dividir el hollejo, las pepas y el jugo. Luego, se deja caer el jugo una vez colado y se echa a cocer entre 5 y 6 horas, para depositarlo en barricas de madera o depósitos de acero inoxidable.

Según la información actualizada a 2021 del Ministerio de Agricultura, en Chile se producen en total 672.941 litros de chicha, lo que comprende la elaboración de esta bebida realizada en las regiones de Atacama, Coquimbo, Valparaíso, Libertador Bernardo O’Higgins, Maule, Ñuble, Biobío y Metropolitana.

Los tipos de chicha producidas en Chile son la fresca, cruda y la cocida. La de uva se concentra fundamentalmente en las regiones Metropolitana y O’Higgins, y en el caso de la chicha de manzana, en Los Ríos.

La chicha fresca, cuenta Ernestina Donoso productora de la zona de Nancagua, Región de O’Higgins, es la que se elabora tras la primera cosecha de temporada y se bebe como un jugo entre marzo y mayo, ya que no se hacen procesos para mantenerla. Por lo tanto, no tiene una larga duración, por lo que si no se toma, cambia el sabor y aumenta en grados de alcohol. “Yo mezclo las uvas para hacer mi chicha. En este oficio llevamos más de 40 años, que fue cuando partieron mis abuelos”, aseguró Donoso.

El Decreto 202, que trata sobre la ley de alcoholes, bebidas alcohólicas y vinagres, establece que la chicha cruda es una bebida alcohólica que se obtiene de la uva fresca o asoleada, que se encuentra en proceso de fermentación. Se diferencia de la que se obtiene de los mostos o zumos de uva cocidos, a la que se denomina como chicha cocida. Entre los requisitos de composición, debe cumplir con tener una graduación alcohólica total mínima de 9°.

Consuelo Ceppi, profesora e investigadora con especialidad de Enología de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica, menciona que la chicha que se consume durante septiembre es la cocida, debido a que tiene una vida más larga en comparación a la fresca, que al ser de jugo de uva que se separa de las pieles de la uva y se deja fermentar se puede contaminar con microorganismos del ambiente, como ocurre con cualquier otro jugo de fruta.

En cuanto a la producción de la chicha de manzana, esta comienza con la molienda del fruto que se realiza entre marzo y abril, porque esta madura alrededor de febrero y marzo. Posteriormente se recoge, se lava, se traspasa a una máquina para moler y se exprime, para finalmente guardar y fermentar la materia prima.

Se diferencia de la sidra, en cuanto a que esta última es más parecida a la champaña, y a que proviene principalmente de manzanas ancestrales, las cuales son la manzana limonada, reineta, cabeza de niño, candelaria y puchacay, entre otras variedades.

“La elaboración de la sidra no es industrializada, sin embargo, algunos productores han hecho de la sidra un emprendimiento más tecnificado para poder masificar la venta no solamente a nivel de la de la región o país, sino también a nivel internacional”, explicó Segovia.

Con respecto a las diferencias entre los procesos de elaboración del vino y la chicha es que los primeros son más complejos, afirma Ceppi. Los vinos generalmente no tienen azúcar a menos que sea un vino dulce, como lo que conocemos de cosecha tardía o late harvest. En cambio, las chichas siempre van a ser dulces porque es un jugo que no termina de fermentar. Entonces tiene algo de alcohol, es muy rica en azúcar y son muy frutales, lo cual las hace tan atractivas.

Los grados de alcohol de la chicha en relación al vino son súper variables. Va a depender del productor, pero si tuviera que afirmar un volumen de alcohol estaría alrededor de los 6º, mientras que el vino oscila entre 12 y 14 grados”, sostuvo Ceppi.

El pipeño, por otra parte, es un vino que generalmente es más artesanal, hecho por pequeños productores, sobre todo de la zona de secano de la Octava Región y proviene de la cepa país.

Ceppi recomienda acompañar la chicha con algún producto salado, puesto que al ser una bebida alcohólica muy dulce, necesita de la técnica de “contrapunto”, que consiste en nivelar un sabor muy endulzado con otro salado para generar un equilibrio en la boca.

https://www.pauta.cl/tendencias/2022/09/20/como-es-el-proceso-de-produccion-de-la-chicha.html





La Chicha y la Cerveza: Tecnicas de Elaboracion

 Por Juan Jaramillo, Django Cerveceria

La chicha es una bebida fermentada ancestral común en países andinos, con una historia muy antigua en el Ecuador y, sin embargo, aún no existe suficiente información científica que podamos utilizar en la actualidad. Ahora que el movimiento cervecero ha empezado a crecer, se plantea la opción de rescatar su esencia al fusionarla con las técnicas cerveceras modernas, para recuperar un producto con raíces propias. Algunas cervecerías ya han empezado a experimentar en este camino, y su aporte es muy valioso en este proceso.

Pese a que se conoce genéricamente como chicha a una amplia gama de fermentos, en este artículo nos enfocaremos únicamente al uso de maíz, jora o crudo, para la producción de una bebida fermentada mixta que sea adaptable a las cervecerías artesanales. El objetivo de este artículo es brindar algunas herramientas para la elaboración de una chicha moderna que se pueda comercializar.

La producción de chicha conllevaría sin duda todo un libro para abarcar su proceso, por lo que nos limitaremos a puntualizar aspectos importantes en cervecería para hacer una fusión de maíz con cebada malteada.

Granos, Maceración y Ebullición

Existen varios tipos de maíz y sin duda el cervecero tiene una amplia gama de dónde escoger, siendo las variedades de maíz amarillo las más comunes. Se puede escoger por disponibilidad, por sensaciones organolépticas deseadas o buscar una mezcla de varios.

Maiz Crudo

Es importante revisar el contenido graso del grano que puede llevar a rancidez en la cerveza. En este contexto, lo más aconsejable sería utilizar grits de maíz o maíz degerminado, que también simplifica la molienda. Otras cervecerías han utilizado fécula de maíz o maíz entero para el proceso.

El uso de maíz morado debe ser llevado con aún más cautela por su contenido de antocianinas y taninos que pueden conferir astringencia al producto. La mezcla de maíz morado con amarillo puede resultar en un perfil desagradable si no es tratado con cuidado, aunque una cerveza sólo de maíz morado podría funcionar.

Jora

Se denomina jora, al maíz malteado y sin duda es una buena opción para hacer chicha.

Lamentablemente, no existe información suficiente sobre el grado de modificación ni el poder diastático de las enzimas del maíz; así como tampoco procesos estandarizados sobre los tiempos y temperaturas de germinación y secado. Sin duda muchos de los productos que se consigan tendrán un contenido alto de almidones y no suficientes enzimas para su propia transformación. Otra cosa a tener en cuenta es el tamaño del grano para la molienda, así como una friabilidad diferente a la de la cebada malteada.

El uso de la cebada malteada

En ambos casos, tanto crudo como jora, la mayoría de cervecerías aconsejan el uso de un porcentaje de malta de cebada. Por su contenido enzimático, malta de 6 hileras Pilsen puede ser la mejor opción. Para aquellos que quieran utilizar solamente maíz, sin duda es conveniente hacerlo con jora y jugar con el perfil y los microorganismos en fermentación. Otras opciones podrían incluir el uso de amilasas exógenas o utilizar malta para destilados que poseen gran poder diastático, aunque podría restringir sus propiedades organoléptica.

Las proporciones en las cuales se puede utilizar el maíz y cebada malteada pueden variar considerablemente. La capacidad de las enzimas para degradar el almidón a azúcares simples, es decir, el poder diastático es muy importante para saber qué proporción de granos sin maltear o muy pocas enzimas es lo máximo que se puede utilizar. Generalmente se expresan en grados Lintner (ºL) o  Windich-Kolbach (WK) y tu proveedor de malta fácilmente te los puede indicar. Para calcularlo utilizamos la siguiente fórmula: 

Peso total de granos (kilogramos o libras) x Poder diastatico de Granos (L)
P D (L) = ________________________________________________________________________________
Peso total de granos (kilogramos o libras)

El poder diastático mínimo recomendable es 30L. Así, si nuestra malta base tiene 80ºL, lo mínimo de malta que podríamos utilizar sería 37,5%. No obstante, se recomienda estar por encima de lo mínimo para mejorar tu eficiencia. Por eso la mayoría de cerveceros aconsejó un 40 a 60% de malta.

Maceración

La gelatinización del almidón es muy importante al utilizar al maíz como un adjunto. La gelatinización se refiere a la imbibición de agua en los gránulos de almidón, hasta que se rompen, lo que permite el acceso de las diferentes enzimas amilasas. La gelatinización del almidón de maíz se da entre los 52 a los 80ºC. Existen diversas técnicas que se pueden emplear. Una de ellas es por decocción. Se empieza una maceración alrededor de los 50ºC, común para un descanso proteico, y en una olla aparte se realiza una decocción en la cual se coloca la porción de maíz a hervir por 20 a 30 minutos y luego se la mezcla en la olla de maceración para elevar la temperatura a los rangos de mejor acción de las amilasas. Otra técnica puede ser el lavado (sparge) del grano a temperaturas más elevadas de las comunes (85ºC), esta técnica se puede emplear si la chicha va a ser una fermentación mixta de tiempos prolongados, en la que no tenemos que preocuparnos por la astringencia que podría presentar a causa de los taninos en otro tipo de cervezas, debido a que el tiempo sedimentará los polifenoles naturalmente, y su leve presencia complementará con la acidez (esta es una técnica empleada tradicionalmente en algunas cervezas (lámbicas).

Dado que las temperaturas de gelatinización se encuentran dentro de los rangos comunes de maceración con cebada malteada y el maíz no tiene tantas proteínas hidrofóbicas como por ejemplo, el trigo crudo; se puede realizar una maceración simple a temperaturas entre 63-65ºC; se perderá eficiencia sin duda, pero simplificará el proceso y reducirá otro tipo de costos. Otras opciones consisten en utilizar hojuelas de maíz o extruídos, en los cuales el almidón ya se encuentra gelatinizado.

Para aquellos que quieran utilizar simplemente maíz sin la utilización de malta, el maíz malteado es la mejor opción, aunque el proceso de filtrado y separación puede ser un dolor de cabeza. En los equipos comunes en cervecería, el falso fondo requiere de la cáscara del grano de cebada para una filtración exitosa, por lo que se recomienda la utilización de cáscara de arroz  en un 5 al 10% en relación al maíz utilizado. El uso de paja sobre el falso fondo, también fue sugerido por algunos cerveceros. Lógicamente hay que lavarlas bien antes de utilizarlas.

Ebullición

Se recomienda una ebullición entre 1 hora y 1 hora y media, o bien se puede intentar un mosto crudo, en el cual no se hierve el mosto, se llega a temperaturas de hasta 80ºC para pasteurizar y se enfría, dando un perfil diferente y mayor contenido de nutrientes.

Agua

Se debe recordar también que la capacidad amortiguadora (buffer) del maíz es inferior a la de la cebada, por lo que el pH puede cambiar drásticamente dependiendo del agua. En términos generales se recomienda un agua sin demasiados carbonatos con suficiente contenido de calcio y regular el pH entre 5.2 y 5.6.

Lúpulos, Especias y Frutas

Colocar lúpulos o no, he ahí la cuestión. Sus características y beneficios han sido extensamente descritos en libros de cervecería, así que no los trataremos aquí. La mayoría de cerveceros considera que el lúpulo no tiene lugar en esta bebida, aunque su utilización podría fusionarse (¿una chicha IPA?). El uso de otras especias para balancear el dulzor de la malta es común y muy diverso. Entre las especias más comunes se encuentran: canela, horchata, hierba luisa, hierba buena, cedrón, toronjil y menta. Entre las frutas más conocidas está la piña y la naranja, tanto su pulpa como su cáscara.

Levadura y fermentación

Existen tantas opciones como estilos se nos puedan ocurrir. Lo importante va a ser conseguir el perfil y el balance que se busque, si queremos tonos sutiles, frutales y especiados, funky o ácidos. La gravedad inicial puede ser variable, pero la mayoría se encuentra experimentando alrededor de 1.050. Entre otras cosas, muchos cerveceros reconocieron que un perfil de ácido láctico es importante para resaltar  los tonos del maíz y de la chicha tradicional.

Utilizar una levadura cervecera: se puede emplear casi cualquiera de las levaduras en el mercado, aplicando las mismas reglas que se utilizarían en otro caso. En altas concentraciones de maíz se recomienda aplicar nutrientes para una fermentación vigorosa.

Fermentación mixta controlada: Posiblemente la mejor opción por el momento. Consistiría en una fermentación primaria por Saccharomyces cerevisiae seguida de una maduración prolongada inoculando otros microorganismos. La porción del maíz no modificada dejará una gran porción de dextrinas que pueden ser asimiladas lentamente por Brettanomyces o Pediococus para dar sabores complejos. La acidez proporcionada por Pediococus o Lactobacillus puede brindar un gran balance al dulzor de los granos y la complejidad de los compuestos fenólicos y ésteres generados por los microorganismos puede hacer de esta bebida algo especial. El mayor inconveniente es el tiempo de espera y que los resultados pueden ser variables.

Realizar una fermentación espontánea: sin duda es una opción arriesgada que puede dar resultados maravillosos o desastrosos. Recordar que puede ser aconsejable, sobre todo si es tu primera vez haciéndolo, reducir el pH a 4,5 o menos antes de iniciar la fermentación para evitar la presencia de microorganismos patógenos. De igual manera, el tiempo de guarda es considerable y puede extenderse a años, y requerir mezclas con cervezas más jóvenes.

¿Una combinación 50% ácida, 50% fermentación con levadura cervecera? ¿O que tal Kveik o Philly Sour Yeast? ¿O encontrar una levadura nativa que de un nuevo perfil, quizás aislada de frutas como la piña o la naranja utilizadas? Cómo mencioné, no hay límite para la imaginación de lo que podemos hacer.

Otras consideraciones

Sin duda existe mucho por experimentar, y es algo con lo que los cerveceros ecuatorianos debemos empezar. Delimitar los parámetros esenciales de la jora puede ser el primer paso,  conocer desde su porcentaje de extracto hasta su perfil organoléptico, tal como los conocemos de la cebada.

Llegar más allá y buscar diferentes grados de tostado del maíz, quizás técnicas de ahumado, mezcla de diferentes variedades de maíz u otros métodos de macerado. Aislar levaduras presentes en chichas de todo el país y buscar nuevos ingredientes para balancear estos perfiles. El punto es rescatar las raíces y convertirlo en un producto estable que podamos apreciar en la modernidad.


Para más información, puedes escribir al autor de este artículo: fernandojuanjaramillo@gmail.com / Juan Jaramillo





Sagardoa

La sidra o sagardoa, como se le llama en Euskadi es el resultado del zumo de manzana fermentado. Sobre finales de septiembre y principios de octubre, se recoge la manzana y a través de un proceso natural, se consigue en enero una deliciosa bebida probiótica rica en vitaminas y microorganismos.

Sagardoa significa vino de manzana, es una bebida alcohólica que tiene una graduación de entre 5º y 6º, dependiendo de el tipo de manzanas que se utilicen en su elaboración.

Para su elaboración, se emplean manzanas mezcladas. De esta forma se consigue el sabor característico. Por ejemplo:

  • amarga 50%
  • ácida 30%
  • dulce 20%

Dentro de las variedades típicas de nuestra zona, tenemos

  • ACIDAS: Errezila, Txalaka, Manttoni, Urtebia, Bostkantoi, Azpuru, Udare, Txistu.
  • AMARGAS: Goikoetxea, Geza-mina, Haritza, Urdina, Berde-mikatza.
  • DULCES: Patzuola, Mozolua, Txori sagarra, Gorri-txikia, Bizkai-sagarra, Aia-sagarra.

Existen formas muy diferentes de elaborar sidra y en cada zona, encontramos características específicas. En la zona de Euskadi, la sidra no se trasiega, se mantiene siempre en la misma kupela o envase de fermentación.

Además, dependiendo en que momento consechemos la sidra esta tendrá unas características específicas. Encontramos

  • Zizarra: sidra elaborada con las manzanas primeras que caen del árbol que no han acabado de madurar y dan una sidra dulzona que no fermenta por falta de levaduras. Dura aproximadamente veinte días, por eso no vale para embotellar y debe consumirse enseguida.
  • Pittarra: es aguada que se hacía comúnmente en los caseríos.
  • Sagardoa: sidra que ha sido fermentada hasta el final con sabor ácido y dulce.

Las kupelas tradiconales donde se fermenta la sidra son de madera de roble, castaño, nogal o acacia. Antes de introducir el zumo de manzana y ponerlas a fermentar, se limpian y se cierran con sebo las grietas que pueden existir entre las maderas para que quede completamente sellada.

El proceso de la sidra:

  1. Recogida de la manazana. Es importante que las manzanas estén en buenas condiciones, sin podredumbre, madura que haya caido del árbol y hay que recogerla seca, sin humedad.
  2. Trituración: una vez recogida, se deja reposar hasta encontrar el punto de maduración óptimo y se tritura en trozos sin romper las pepitas, de lo contrario dará amargor.
  3. Maceración y prensado: una vez triturada, se prensa. Es bueno dejar un reposo entre 12 y 24 horas y la temperatura debe ser fresca, entre 7º y 15ºC. Se coloca el triturado en la prensa y se extrae todo el mosto posible. La cantidad depende de la variedad de manzana. Este mosto contiene de forma natural azúcar, enzimas, taninos, levaduras, pectina, ácidos que dan frescor y sabor.
  4. Fermentación: a lo largo del proceso de fermentación actuan levaduras y bacterias ácido lácticas se coloca el zumo en barrikas o recipiente para fermentación. Comienza el crecimiento de levaduras presentes de forma natural en la piel de la manzana que transforman el azúcar en alcohol y anhídrido carbónico. Dependiendo de la temperatura la fermentación iniciará antes o tardará mas día. Una buena temperatura es entre 10 y 25º a 0º se paraliza y entre 65 y 70º mueren.

A lo largo del proceso de fermentación, hay varias fases:

  • Primera fermentación: este proceso se produce por las levaduras que contiene el zumo de forma natural. dura entre 20 y 30 días y es cuando mayor actividad hay y se crea mayor temperatura. Se dice que está hirviendo. Las impurezas van quedando en la superficie, formando un manto denominado txapela o lo que se conoce como madre. Esta la protege hasta el final y conviene mantenerla intacta. Después de este primer proceso, la sidra se puede ebotellar y se llama sidra sobre la madre. Es fresca, suave y de color oscuro
  • Segunda fermentación o fermentación maloláctica. Dura 3 o 4 meses y el ácido málico se convierte en ácido láctico al través de las bacterias ácido lácticos. La actividad es menor y la temperatura se estanca. El mosto comienza a adoptar color, aroma y equilibrio entre el ácido, dulce y amargo.
  • Tras los dos proceso de fermentación, las kupelas se cierran en luna menguante. Normalmente suele ser en la luna de enero y si queremos, podemos embotellarlas en botellas de cuello fino con tapón de corcho. De esta forma se mantendrá sus características.

https://nereazorokiaingarin.com/blog/receta-de-sidra-o-zumo-de-manzana-fermentado-sagardoa/





Chicha de uva: un producto típico en Chile


La chicha es un producto típico de la vitivinicultura popular del valle central de Chile. Se trata de una bebida de singular tradición, ampliamente difundida en las masas populares, sobre todo en las celebraciones de fin de cosecha, carnaval y fiestas patrias.

Esta bebida típica no ha sido estudiada hasta el momento con suficiente profundidad por la academia. Los trabajos de Claudio Gay (1855) trazaron un perfil un tanto despectivo de este producto y sentaron las bases de su valoración negativa, reiterada después por los autores posteriores (Couyoumdjian, 2006: 26-27; Del Pozo, 2014: 37-38). Algunos trabajos dedicados a la historia del vino chileno se han focalizado principalmente en las grandes viñas (Del Pozo, 2014), el problema del alcoholismo (Fernández Labbé, 2010) y el proceso de modernización impulsado por los franceses en la segunda mitad del siglo XIX (Briones; 2006; Couyoumdjian, 2006), el terroir y las cepas francesas (Pszczólkowski, 2004, 2013, 2014 y 2015). Naturalmente, estos autores se focalizaron en la corriente principal de la industria vitivinícola chilena, dejando para más adelante las ramas secundarias, dentro de las que se encuentra precisamente, la chicha.

Las referencias parciales de la literatura especializada en la historia del vino chileno, trazan algunos antecedentes para conocer este producto. Pero han dejado muchas preguntas abiertas. Por un lado, conviene identificar qué uvas se utilizaban para elaborar estos productos. Gay (1855) y Del Pozo (2014) los asocian con las uvas criollas, pero conviene definir con mayor claridad el concepto. Otro elemento que conviene aclarar es el ciclo histórico de este producto. Uno de los autores citados (Del Pozo, 2014: 39) reconoce como pioneros de la elaboración de chicha al santiaguino Pedro Ignacio del Villar (1735-1804). Otro estudio entrega datos de la rentabilidad económica de chicha por hectárea de viña en 1874 en Los Andes y San Felipe (Aránguiz, 1995). Queda pendiente sistematizar la información disponible, enriquecerla con nuevas fuentes y establecer con mayor precisión la historia, identidad y ubicación geográfica de estas bebidas, objetos del presente artículo.

En la actualidad, la chicha se elabora en Chile en el marco establecido por la ley 18.455, reglamentada por Decreto 78 (1986) y Decreto 11 (2010). Alcanza un alto nivel de consumo en septiembre, en el marco de las fiestas patrias chilenas. Desde el punto de vista social, la chicha es interesante por su carácter artesanal: existen en Chile numerosos "chicheros", pequeños productores que se dedican, precisamente, a elaborar esta popular bebida, sin la amenaza de las grandes fábricas concentradas que monopolicen el mercado, como ocurre con la industria del vino. Se trata, por lo tanto, de un producto singular, que ha logrado mantener su identidad a lo largo de los siglos. El objetivo de este artículo es, precisamente, conocer esa historia.

De la Chicha Indígena a la Chicha Chilena

La elaboración de bebidas alcohólicas a partir de la fermentación era una costumbre arraigada en el sur de América antes de la llegada de los españoles. La modalidad más difundida era la chicha de maíz. Posteriormente, con la incorporación de las plantas europeas se extendió la costumbre de elaborar bebidas alcohólicas a partir de frutas, particularmente la uva. Así, por ejemplo, el diario El Comercio de Lima en abril de 1865 definía como chicha a la "bebida fermentada de maíz, arroz, piña y otras sustancias" (Rodríguez, 1875: 157). En las zonas andinas, el concepto de chicha permaneció asociado preferentemente a la bebida de maíz fermentado: "Bebida fermentada hecha de maíz, algarroba, uva, molle, chalchal, etc. La más común es el maíz" (Ozán, 2006: 200). Conceptos parecidos ofrece el Diccionario Folklórico Argentino (Coluccio, 1964).

Mientras en la región andina el concepto de chicha se mantuvo tradicionalmente asociado a la bebida de maíz fermentado, en Chile y Cuyo el término se comenzó a usar cada vez con más frecuencia para denominar una bebida obtenida de la fermentación de la uva. En su arribo, los españoles trajeron consigo distintas especies botánicas: "Muchas de ellas procedían de clima mediterráneo, por lo que encontraron en Chile condiciones ambientales ideales para su desarrollo. Así las disponibilidades de especies alimentarias aumentaron notablemente. Se preparó chicha de trigo y de cebada, de peras, membrillos, pero particularmente de uva... y de manzana..., cultivos que rápidamente se extendieron por el país" (Pardo y Pizarro, 2005).

El citado diario peruano El Comercio, en su nota de 1865 señalaba que en Chile se llamaba chicha a la bebida fermentada de uva, manzana y peras" (Rodríguez, 1875). Por su parte, el Diccionario de Regionalismos de provincia de San Luis entregaba la siguiente definición de chicha: "bebida espumante, no enteramente fermentada, hecha de uva pintona. Chicha de maíz: no se elabora más en la provincia" (Gatica, 1995).

Respecto de su elaboración, conocemos que en época precolombina el mapuche hacía fermentar la chicha en un tracal, especie de bolsa de cuero (probablemente camélido) que se amarraba a cuatro estacas que a su vez estaban enterradas en el suelo. Posteriormente, los españoles introducirán el uso del cuero de vacuno (Pardo y Pizarro, 2005). Esta preparación era una actividad exclusiva de la mujer, como lo señala el cronista colonial Alonso de Ovalle (Ovalle, 2003). El padre Rosales nos cuenta lo siguiente: "La chicha la hacen de todo género, como maíz, trigo, cebada, y de frutas como manzanas, peras, membrillos, frutillas, piñones, murtilla y de otras frutas particulares de la tierra" (Rosales, 1877).

Posteriormente, un estudio más amplio permitió una visión más completa del concepto:

"Bebida con uva y alcohol. Se elabora en las casas moliendo la uva y al zumo se le agregan unas manzanas en pedazos y unas hojas de albahaca. Se le coloca en un recipiente de cobre o hierro y se le hace hervir y se espuma; se retira, se deja enfriar y se coloca en un recipiente de madera (tina). Se deja allí pudiendo tomarla una vez fría o dejarla unos dos o tres días que empiece a fermentar, tomando un sabor picantito y haciendo efervescencia. Bebida refrescante y que se obtiene de la uva fermentada, en vasijas de barro o madera. Bebida semifermentada con perfume a albahaca". (González, 2006).

La diversidad de las definiciones de "chicha" refleja su carácter popular y artesanal. Desde las culturas precolombinas hasta la actualidad, la chicha ha acompañado la vida social y cultural de los pueblos del sur de América, por medio de distintas modalidades. Una de ellas fue, precisamente, la chicha de jugo de uva, la cual alcanzó su máximo desarrollo en Chile.

Chicha de Uva: Cruda y Cocida

Los suelos de Chile y su clima mediterráneo facilitaron la propagación de la vid en los siglos XVII y XVIII. En esta centuria, Chile se convirtió en el mayor viñedo de América. En este contexto de abundancia de vid se produjo una evolución natural de la chicha hacia el mosto de uva. Y pronto surgieron especializaciones, principalmente a partir de la diferenciación entre chicha cruda y chicha cocida, división establecida con claridad en el siglo XIX y mantenida hasta la actualidad (decreto 71 del 31 de julio de 1986).

La chicha cruda tiene una elaboración muy sencilla. El mosto se hace fermentar, pero solo parcialmente. Solo una parte del azúcar de la uva se transforma en alcohol. Se obtiene por lo tanto un caldo muy dulce y de baja graduación alcohólica. Este producto, llamado chicha cruda, solo se consume durante el período de vendimia (marzo-abril en el hemisferio sur).

Más compleja es la elaboración de la chicha cocida. El método ha variado a lo largo del tiempo. En la actualidad, la chicha cocida se elabora a partir de mosto en torno a una densidad de 1.090 a 1.110 g/l (se alcanza en marzo-abril dependiendo de la zona). En envases de cobre se hace hervir en mezcla con cenizas de sarmientos que aportan carbonatos que neutralizan la alta acidez producida al concentrarse el volumen durante el proceso de ebullición; como alternativa puede usarse hoy directamente carbonato de calcio. Luego se elimina la espuma con un colador de crin de caballo (o bien de plástico). El proceso se detiene a 1.130-1.135 g/l. Después se envasa en barricas de 225-500 litros o tinajas de greda bien tapadas con barro. Las barricas o tinajas se acopian enterradas en el piso o lugares muy frescos. En los primeros días de septiembre, la chicha cocida se fracciona en botellas, generalmente del tipo usado para vinos espumosos, que se obturan con corchos amarrados para evitar que la presión interna los expulse. El producto queda listo para su distribución y consumo en las fiestas patrias del 18 de septiembre.

Las publicaciones agrícolas del siglo XIX recogieron el interés de la industria por la chicha, y elaboraron un enjundioso artículo en el cual se reflejaban los sistemas empleados en la época. Así se reflejó en el artículo de Solar y Claro "Fabricación de la Chicha cocida", publicado por el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura (Solar y Claro, 1890).

Como todo producto vitivinícola, la buena chicha dependía de la uva y del sistema de elaboración. La influyente publicación sostenía que "las mejores uvas son las blancas; de estas podemos preferir los moscateles, la torrontés, malvasía, la pinot, la semillón. Se puede fabricar chicha con uvas negras pero hay que operar con mucho cuidado porque tiñen el caldo" (Solar y Claro, 1890).

De acuerdo con este artículo había dos tipos de chicha según su ciclo: 1) chicha fuerte: de venta inmediata y tiene una duración de 4 a 6 meses; y 2) chicha de guarda larga: de 4 a 6 años. La chicha fuerte se destinaba para su venta inmediata. En su elaboración, durante el cocimiento, se realiza una concentración acotada, "hasta alcanzar 14° de intensidad y 22° de azúcar. Pesado caliente el líquido, el glucómetro marca 2° de densidad y 1° de azúcar menos que pesado en frío" (Solar y Claro, 1890 ). La chicha de guarda, en cambio, requiere mayor elaboración. Su concentración es más avanzada y debe llegar hasta que el glucómetro o pesa mosto marque en frío 17° de densidad y 26° de azúcar. En el proceso de fermentación se van a implementar métodos distintos para obtener chicha de guarda corta o larga.

La fermentación también es diferente. La fermentación de la "chicha fuerte" se realiza en cubas de 600 litros; al segundo o tercer día comienza la fermentación tumultuosa, que se prolonga de 15 a 20 días. Luego, la chicha se deja en las cubas durante 25 a 40 días para que las borras se asienten. Con posterioridad se lleva a las barricas, previamente azufradas. Allí "se deja reposar unos cuantos días hasta que aclara un poco, al cabo de los cuales se trasiega a barricas, que deben estar azufradas. Entonces ya está en estado de entregarla al comercio" (Solar y Claro, 1890).

Algo diferente era la fermentación de la "chicha de guarda". En primer lugar, se realiza una tarea lenta de asentamiento de borras. Luego se inicia la fermentación, pero en recipientes más pequeños (barricas de 200 litros). Se deja un espacio vacío, sin líquido (10 litros) "para evitar los derramas que produciría la fermentación tumultuosa. Para apretar los barriles hay que esperar que pase completamente la fermentación" (Solar y Claro, 1890). Diariamente debía realizarse el relleno de la barrica, dejando siempre un espacio vacío. "Una vez que ha pasado completamente (la fermentación tumultuosa) se rellena bien cada seis u ocho días" (Solar y Claro, 1890). El trasiego es otro trabajo importante en la elaboración de la chicha de guarda. Tiene como objetivo retirar la borra y preservar la calidad del producto. Se debe realizar un trasiego cada dos meses a lo largo de todo el período de guarda de la chicha. Después del segundo trasiego se debe aumentar el grado alcohólico de la chicha hasta llegar entre 14o y 17°, para lo cual se agrega alcohol puro de uva. "Mientras mayor grado de alcohol tenga la chicha, menos expuestos estamos a perderla y durará mucho más" (Solar y Claro, 1890).

Este proceso demora la expedición del producto al mercado, pero es indispensable para preservar su calidad: "Hay muchos que creen que la chicha está en estado de ser entregada al consumo después de este (segundo) trasiego; pero es un error, porque está imbebible por lo dulce. Hay que esperar para venderla, unos 18 o 24 meses. Una chicha bien cuidada dura cuatro a seis años; pero no es económico guardarla tanto tiempo" (Solar y Claro, 1890).

La clarificación era otro aspecto decisivo en la calidad y el valor de mercado de la chicha. Las chichas turbias se vendían entre 25 y 30 centavos; en cambio las chichas con buena clarificación se valuaban entre 40 y 50 centavos. Para bajar costos, algunos preferían filtrar en vez de clarificar la chicha; pero el resultado era muy distinto. "Una chicha filtrada se presentará clara, a lo más, durante un mes, mientras que una clarificada será siempre clara. Esto proviene de que la filtración no quita toda la borra" (p. 1064). Para realizar la clarificación se recomendaba utilizar gelatina o clara de huevo. La gelatina se vendía en panes de 30 gramos cada uno; su valor de mercado era de entre $ 7 y $ 8 por kilogramo. Se recomendaba utilizar 1 V pan de gelatina (45 gramos) para cada barrica de 220 litros de chicha. Si en vez de gelatina se usa clara de huevo, la proporción recomendable era de dos claras cada 35 litros de chicha. La clarificación se demora de 25 a 35 días. Cuando esté completamente clarificada se trasiega a otra barrica" (Solar y Claro, 1890).

El uso de azufre en las cubas y barricas era uno de los pilares de la elaboración de la chicha. El anhídrido sulfuroso que se produce con la combustión del azufre tiene la propiedad de detener la fermentación alcohólica; "por consiguiente, mientras más tiempo se quiera conservar una chicha, mayor será la cantidad de azufre que se le deba quemar a las barricas" (Solar y Claro, 1890). Mientras mayores son las dosis de anhídrido sulfuroso aumenta el etanal, sulfuroso combinado y sulfitos, estos últimos producen efectos alérgicos en algunas personas.

Las normas que se usaban para elaborar chicha en Chile a fines del siglo XIX reflejan el ingenio de los chicheros artesanales para, con capitales acotados, obtener un producto interesante, capaz de seducir a los mercados y nutrir el alma popular de Chile.

Origen y Apogeo de la Chicha de Uva en el Valle Central

La producción de chicha como producto de consumo masivo en Chile está documentada desde mediados del siglo XVIII. Un documento del 15 de abril de 1760, elaborado por el Cabildo de Santiago, entrega noticias sobre los efectos de este licor en la población de la época: "Se experimentan muchas muertes y desgracias con motivo de un licor a quien le dan el nombre de chichita, el cual causa en el que lo toma dos perniciosos efectos: el uno, que al que lo encuentra con alguna debilidad le quita la vida, fermentando en el estómago lo que no hizo en la vasija, por no darle quien le ha dado el nombre de chichita; el segundo efecto es aquel que causa en los más robustos, que poniéndose cuasi ebrios o desalentados y calentones como ellos mismos dicen, arman mil pendencias y disgustos que resultan en muchos desacatos" (Pereira, 2013).

La producción y consumo de chicha elaborada a partir de la uva con fermentación incompleta, se difundió ampliamente en Chile, entre Santiago y Concepción. El valle central fue el centro de esta tradición, que acompañó al pueblo chileno durante los siglos XIX y XX.

En el siglo XIX se produjo el apogeo de la producción y consumo de chicha en Chile. La expansión de la economía en general, facilitada por la multiplicación de los ferrocarriles y la ampliación del comercio, generó las condiciones para que la chicha lograra niveles sin precedentes. La producción se incrementó hasta niveles nunca registrados en Chile. La chicha ocupó un lugar central en la agroindustria nacional.

Muchos viticultores chilenos destinaban una parte de la uva a la elaboración de chicha. Fácil consumo, rápida venta y bajo costo alentaba a sostener esta actividad. Grandes cantidades de chicha se elaboraban y consumían cada año en Chile, sentando así las bases de una profunda tradición popular.

Los Tecnócratas Europeos y el Desprecio hacia estos Productos Típicos

Los tecnócratas europeos lideraron la transformación de la viticultura chilena en la segunda mitad del siglo XIX. Revestidos del prestigio que irradiaban sus países de origen, lograron posicionarse en el centro de la formación de opinión sobre la valoración de los productos del campo y la jerarquía de los alimentos en todo el país. Ellos realizaron sus acciones en un ambiente sociocultural de admiración ilimitada de las élites chilenas (como ocurrió en el resto de América Latina) por la cultura europea en general y francesa en particular. En este contexto, ellos gozaron de un poder y una influencia decisivos en el proceso de modelar los gustos y tendencias. Tanto Claudio Gay (1865) como René Le Feuvre (1877 y 1890), Julio Menadier (1874), Riveros (1881) y Charlin (1881) participaron de esta corriente. Ellos dirigieron institutos de formación técnica y publicaciones especializadas desde donde marcaron una línea de pensamiento que se convirtió en hegemónica. Las élites adoptaron los criterios propuestos por estos tecnócratas, lo que se hizo notar en la vida económica, comercial y cultural, particularmente en las pautas de consumo de alimentos y bebidas.

En el plano de la vitivinicultura, los tecnócratas europeos instalaron dos tendencias: por un lado, la sobrevaloración de las cepas francesas y los vinos imitación, tipo Burdeos, Borgoña, Champagne, etc. Por otra parte, esta tendencia se vio acompañada con una actitud de desprecio hacia las variedades de uva criollas (uva país, moscatel de Alejandría, moscatel amarillo (Torrontés), moscatel de Austria, entre otros. Para aquellos tecnócratas, esas variedades no tenían valor enológico; no era posible elaborar con ellas vinos de buena calidad. Instalaron una cultura de la minimización del valor de las variedades criollas, concepto que se transformó en paradigma hegemónico en las ciencias agrarias chilenas, y mantuvo esta posición durante más de un siglo. Recién se comenzaría a revertir a comienzos del siglo XXI, con exitosos ensayos de vinos, espumantes y piscos de uva país y moscatel de Alejandría.

Además de despreciar las variedades criollas, los tecnócratas europeos del siglo XIX despreciaron la viticultura tradicional en su conjunto. En lugar de valorar la diversidad de métodos y estilos, propiciaron que solo era aceptable la aplicación de los sistemas franceses. Negaron el valor de las viñas de rulo y las cepas de cabeza. También censuraron el equipamiento y las instalaciones de los viticultores artesanales, como lagares de cuero y pipas de roble chileno. Finalmente, negaron todo valor a los productos típicos como pipeño, chicha, chacolí y asoleado. En líneas generales, para estos autores, estos productos eran de mala calidad por provenir de viñas mal cultivadas y usar deficientes métodos de elaboración, particularmente la chicha y el chacolí (Le Feuvre, 1884: 335). Los textos dedicados a analizar la situación del agro chileno y recomendar cambios para el "mejoramiento" de la industria insistían en cuestionar estos productos:

"Los productos más comunes de nuestros viñedos: las chichas y los chacolíes son de tan imperfecta elaboración que por su mala calidad y aun por su insalubridad debieran proscribirse en lugar de permitir que cada año se aumente su producción y consumo" (Menadier, 1874).

El repetido martilleo de los tecnócratas extranjeros se extendió también a los enólogos y agrónomos chilenos. Los manuales de estudio y los centros de enseñanza, al tratar los temas de viticultura y vinificación, terminaron por consolidar el paradigma afrancesado propuesto. Como resultado, en el siglo XX se impuso en la viticultura chilena una tendencia a reproducir el modelo de las viñas centradas en variedades francesas, con métodos franceses, adaptados al estilo de las grandes fábricas de vino, en manos de un reducido número de familias ricas.

Hasta fines del siglo XIX, la producción de los vinos típicos seguía siendo importante, pero a partir de entonces comenzó a perder terreno frente al avance de los vinos al estilo francés. En 1883 se producían en Chile 41,7 millones de litros de vino contra 40 millones de litros de chicha y 31 millones de chacolí; en 1923, las cifras eran de 243 millones de litros de vino contra 32 y 57 millones para la chicha y el chacolí, respectivamente (Del Pozo, 2014).

Las décadas de 1850, 1860 y 1870 fueron una fase de transición, en la cual como vemos, el vino país así como el chacolí y el aguardiente era expuesto en el mismo escenario con el vino "de imitación francesa" que estaba lejos de predominar. En efecto, según cifras de 1869, la casi totalidad del vino producido en Chile era el del primer tipo que alcanzaba a 651.000 arrobas o 25 millones de litros, de los cuales casi la mitad se producían en Concepción, con 250.000 arrobas, seguida de Maule con 113.000; Santiago solo rendía 19.000 arrobas. Del "vino Burdeos", del que se hacía contabilidad aparte, solo se habían producido 22.800 arrobas, casi todas en Santiago. La producción de chicha y de chacolí seguía siendo muy importante, con cifras de 624.000 y 507.000 arrobas, la mitad de lo cual se producía en Santiago (Del Pozo, 2014).

La Tradición Presidencial de la Chicha en Cacho

En el siglo XX, con el avance del proceso de industrialización, el auge de las grandes fábricas de vino y la concentración en grandes grupos económicos, la vitivinicultura chilena tomó otros rumbos. La corriente principal quedó en manos de productos elaborados al estilo francés, con cepas francesas, y métodos de esa tradición. La chicha, como otros productos típicos chilenos, perdió el lugar central que había ocupado en la producción y el consumo. La chicha se mantuvo en la última centuria como un producto principalmente de interés artesanal. La tradición la mantuvo viva el pequeño viticultor de zonas típicas como San Javier, Villa Alegre, Curacaví y otras zonas rurales del valle central, de fuertes tradiciones huasas. Mientras en las grandes ciudades los mercados se reorientaban hacia nuevas pautas de consumo, fuertemente influidos por las campañas publicitarias y los circuitos de distribución y promoción, para alejarse de la chicha, esta se mantenía viva en el Chile profundo, en las localidades campesinas. Allí se conservó la valoración de este producto, sobre todo para consumir la chicha cruda en época de vendimia, y la chicha cocida en las fiestas patrias de septiembre.

Fueron justamente los campesinos quienes, en el segundo tercio del siglo XX, lograron romper el aislamiento de la chicha, y conectarla nuevamente con el centro del poder simbólico de Chile, al menos un día al año, en la celebración oficial del Día de las Glorias del Ejército de Chile. El primer paso fue la incorporación de los huasos a esta fiesta; su ingreso al protocolo oficial y al escenario central de la celebración. Ello ocurrió en la parada militar del 19 de septiembre de 1931, presidida por el vicepresidente, en función como presidente interino, Manuel Trucco Franzani (3 de septiembre a 15 de noviembre de 1931), la que contó con la primera participación de un grupo de huasos. En ella desfiló un escuadrón ataviado con ponchos provenientes de diferentes barrios de Santiago, principalmente del sector Matadero.4 A partir de ese año, los huasos lograron asentar su presencia en estas celebraciones, lo que significaba una reivindicación de su relevancia como parte importante de la nación. No es casual la fecha: se trata de la primera celebración después de la Gran Depresión económica mundial de 1930, la cual significó el cierre del paradigma del desarrollo hacia fuera, y el inicio de una nueva etapa en la historia económica y social de Chile, más orientada hacia el desarrollo hacia dentro. Se terminaba entonces la confianza en el progreso indefinido a partir de los modelos promovidos por Francia y Gran Bretaña y la escuela económica clásica. Ante la más aguda crisis económica que se registraba en la historia de Chile, las grandes potencias no aportaban ayuda significativa y el país sintió que debía arreglárselas solo. Por eso, se abrieron oportunidades para volver a valorar lo propio, lo nacional, lo tradicional. Y justamente en este contexto se les abrió la posibilidad de incorporar a los huasos en la Parada oficial de septiembre. No es casualidad que eso haya ocurrido ese año, el mismo en el cual meses antes el Presidente Carlos Ibáñez del Campo (10 de mayo de 1927 a 3 de septiembre de 1931) tomó la decisión de delimitar la Denominación de Origen Pisco, la más importante de América del Sur en el momento actual.

Con el pasar de los años, la presencia de los huasos en el desfile oficial se consolidó. Hasta que se generaron las condiciones para el siguiente paso: en 1948, siendo Presidente Gabriel González Videla, previo al inicio de la parada militar de ese año, el huaso a caballo don Enrique Quintero se acercó a la tribuna oficial y ofreció al presidente un cacho de chicha baya diciendo: "A nombre de todos los huasos de Chile le ofrezco este trago presidente".5 Gabriel González Videla agradeció el gesto y bebió del cacho de chicha; el cual estaba adornado artísticamente.6 El gesto del huaso al ofrecer el cacho, y del presidente, al beberlo, significaron una ruptura inesperada del protocolo, situación usualmente mal vista en un país tan formal como Chile. Sin embargo, en esta situación, el efecto fue exactamente inverso: el público expresó fervorosamente su aprobación por el gesto, debido a la identificación profunda que tenía con el típico producto del campo chileno. En los años subsiguientes, mientras se mantuvo como presidente de Chile, reiteró estas acciones, para sentar así las bases de una tradición. En 1950 la prensa celebró esta actitud, catalogando la acción como "democrático rasgo".7 Al año siguiente, como la práctica ya estaba consolidada, los huasos se prepararon con más esmero, y el cacho de chicha fue adornado con los colores de la bandera chilena. Así lo recibió el Presidente González Videla y, tras beberlo, dijo a la multitud: "¡Todo sea por la Patria, así tiene que ser la cosa!".8 Al año siguiente, Videla cumplió su mandato constitucional y dejó el poder a su sucesor. La tradición ya estaba consolidada y, como ha reflejado el epígrafe inicial de este artículo, se mantiene vigente en la actualidad.

Conclusión

La chicha emerge como una singular bebida del valle central de Chile, profundamente arraigada en la cultura nacional, en la vida social y económica. Lejos de los glamorosos salones de los vinos de élites, la chicha ha logrado consolidarse como un producto cultural propio de Chile. Uno de los elementos propios de la chicha es un carácter mestizo, pues tiene sus raíces en la tradición indígena de elaborar bebidas alcohólicas mediante la fermentación de vegetales, sobre todo frutas y maíz. Estas prácticas continuaron después de la conquista con la incorporación de la uva, traída por los españoles en el siglo XVI. Poco a poco, la chicha de uva se consolidó en el centro de la vida social del pueblo chileno. En el siglo XVIII la chicha ya representaba una rama dinámica de la producción, el consumo y el comercio de bebidas alcohólicas en Chile. Esta tendencia se consolidó en el siglo XIX, cuando alcanzó su período de apogeo.

La documentación relevada muestra que la chicha no era un producto improvisado ni simple. Por el contrario, había normas para su elaboración. Por lo general se recomendaba elaborarla a partir de uvas criollas blancas, sobre todo moscateles, moscatel de Alejandría y torrontés. La fermentación se realizaba en forma incompleta, mediante el azuframiento de las barricas. La combustión química del azufre, formando anhídrido sulfuroso, contribuye a interrumpir la fermentación y asegurar así la identidad y originalidad de la chicha. Además, había dos variedades: chicha fuerte o cruda, y chicha de guarda o cocida, esta última de mayor costo y precio superior.

Hacia fines del siglo XIX, la chicha alcanzó su punto de apogeo. Posteriormente comenzó a declinar, debido a las fuertes críticas que sufrió como resultado de la posición hegemónica que alcanzaron las representantes de la viticultura francesa. Poco a poco, las élites comenzaron a abandonar y menospreciar el valor de la chicha, para pasarse a consumir bebidas europeas y vinos de uvas francesas. De todos modos, el pueblo chileno mantuvo viva la tradición del consumo de la chicha. A partir de 1948 se ha consolidado la tradición de valorar la chicha desde la cúspide del poder institucional del Estado. Así se refleja en la degustación de chicha en cacho del Presidente de la República, el día de las Glorias de Chile. Por medio de este portal, la chicha ingresa en una semana de amplia popularidad, en las fondas de la semana del 18 de septiembre en Chile. Pasado este lapso, el furor de la chicha se calma, pero se mantiene parcialmente latente hasta el año siguiente, en modalidades específicas, como en modalidades específicas, como bebida que ha logrado un renovado lugar en el folklor nacional.



https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-34292015000200011



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