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Vinos típicos de Chile: ascenso y declinación del chacolí (1810-2015)

Pablo Lacoste1*, Amalia Castro2, Félix Briones3, Felipe Cussen1, Natalia Soto4, Bibiana Rendón5, Fernando Mujica6, Paulette Aguilera1, Carolina Cofré1, Emiliano Núñez1, Michelle L. Adunka1

1 Universidad de Santiago de Chile, USACH. Santiago, Chile.* Autor por correspondencia: pablo.lacoste@usach.cl
2 Universidad Finis Terrae. Santiago, Chile.
3 Universidad del Bío Bío. Chillán, Chile.
4 Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, Argentina.
5 Universidad de Chile. Santiago, Chile.
6 Escuela Nacional de Sommelier. Santiago, Chile.

RESUMEN

Este artículo examina el surgimiento, consolidación y decadencia del chacolí, vino típico chileno elaborado en el siglo XIX y parte del XX. Heredero de la tradición española colonial, el chacolí chileno se elaboraba a partir de Uva País, Moscatel de Alejandría y variedades criollas, sobre todo Torontel. En el último tercio del siglo XIX llegó a representar el 28% de la producción chilena de vinos. Con posterioridad comenzó a decaer, muy criticado por los tecnócratas europeos y sus seguidores chilenos, que negaron todo valor enológico a las variedades utilizadas y los métodos artesanales. De todos modos, el chacolí se ha mantenido latente en pequeños segmentos de consumidores, sobre todo de segmentos populares y campesinos; además, desde 1975 se reivindica en la Fiesta del Chacolí, celebrada anualmente en Doñihue, en el corazón profundo de la huasa provincia de Colchagua.

Introducción

El chacolí es un vino típico de la vitivinicultura popular de Chile, elaborado desde el Huasco, en el Norte Chico, hasta el Valle Central. Se trata de una bebida de singular tradición, ampliamente difundida en las masas populares, sobre todo en las celebraciones de fin de cosecha, carnaval y fiestas patrias. Para muchos chilenos, esta bebida es parte importante de su vida social y de su identidad cultural.

La gran industria vitivinícola chilena ha dedicado escaso interés al desarrollo de estas bebidas. Ha priorizado el enfoque angloamericano de los puntos Parker y la estandarización de los productos. No se ha preocupado por la identidad territorial ni histórica de los vinos. Esta situación ha adquirido relevancia por la fuerte concentración de la industria en las grandes empresas. Basta recordar que la mayor de ellas, Concha y Toro, controla el 25% del mercado nacional; y las diez mayores manejan el 50% de las exportaciones. Para aprovechar su posición dominante, estas grandes empresas han optado por promover los vinos estandarizados, sin interesarse por las denominaciones de origen y los productos típicos.

Esta bebida típica no ha sido estudiada hasta el momento con suficiente profundidad por la académica. Los trabajos de Claudio Gay (1855) trazaron un perfil un tanto despectivo de este producto y sentaron las bases de su valoración negativa, reiterada después por los autores posteriores (Couyoumdjian, 2006; Del Pozo, 2014). Algunos trabajos dedicados a la historia del vino chileno se han focalizado principalmente en las grandes viñas (Del Pozo, 2014), el problema del alcoholismo (Fernández Labbé, 2010) y el proceso de modernización impulsado por los franceses en la segunda mitad del siglo XIX (Briones, 2006; Coujoumdjian, 2006), el terroir y las cepas francesas (Pszczólkowski, 2014 y 2015). Naturalmente, estos autores se focalizaron en la corriente principal de la industria vitivinícola chilena, dejando para más adelante las ramas secundarias, dentro de las que se encuentran, precisamente, el chacolí.

Las referencias parciales de la literatura especializada en la historia del vino chileno trazan algunos antecedentes para conocer estos productos. Pero han dejado muchas preguntas abiertas. Por un lado, conviene identificar qué uvas se utilizaban para elaborar el chacolí. Gay (1855) y Del Pozo (2014) lo asocian con las uvas criollas, pero conviene definir con mayor claridad el concepto. También es importante determinar el área geográfica del chacolí, considerando también los estudios de Morales (1896) para la zona del Huasco. Otro elemento que conviene aclarar es el ciclo histórico de estos productos. Uno de los estudios entrega datos de la rentabilidad económica del chacolí por hectárea de viña en 1874 en Los Andes y San Felipe (Aránguiz, 1995). Queda pendiente sistematizar la información disponible, enriquecerla con nuevas fuentes y establecer con mayor precisión la historia, identidad y ubicación geográfica de esta bebida, objetos del presente artículo.

Para alcanzar estos objetivos, el presente artículo ha examinado cuatro corpus documentales principales: a) inventarios de bienes y testamentos de los viticultores chilenos de la primera mitad del siglo XIX, conservados en el Archivo Nacional (AN); b) Fondos de Tesorería y Aduana de Chile en el segundo cuarto del siglo XIX (AN); c) medios de prensa gráfica editados en Santiago, Valparaíso y otras ciudades chilenas, entre la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX; y d) Archivo del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI). Se ha utilizado el método propio de la historia (heurístico crítico) para confrontar las hipótesis con los referentes empíricos mencionados. Todo ello se ha interpretado a la luz de la bibliografía especializada sobre el tema. Como resultado, se ha podido reconstruir el itinerario cultural de este producto en Chile.

Del chacolí vasco al chileno

El chacolí chileno tiene un sinónimo en el chacolí español. En realidad, se trata de dos vinos diferentes con el mismo nombre. La homonimia se produjo debido a un largo proceso cultural signado por la inmigración de vascos a Chile, quienes viajaron acompañados por sus usos, costumbres y tradiciones, entre las que se encontraba el chacolí. Una vez arraigados en Chile, los inmigrantes vascos trataron de recrear las condiciones de vida de su país de origen y, entre otros productos, impulsaron la elaboración del chacolí. Pero era un nuevo producto, resultado de la interacción entre las tradiciones españolas y las realidades del nuevo mundo.

En España se conoce como "Chacolí al vino de poco cuerpo, ácido y de baja graduación y con cierta agujilla de carbónico, producido en los tres territorios del País Vasco, zonas de Cantabria y mitad septentrional de la provincia de Burgos, lugares todos ellos donde la uva no alcanzaba una maduración completa. El Chacolí es un vino ligero, ácido y afrutado de poco grado, se ha producido desde hace más de mil años en los territorios vascos y zonas de Burgos y Cantabria. El factor común de los caldos de los distintos territorios ha sido la falta de madurez adecuada de la uva" (Hidalgo, 2012).

En cambio el chacolí chileno es un producto algo distinto. Se elabora a partir de uvas maduras de cepa país, es un vino joven, sin envejecimiento en barrica ni guarda en botella. La valiosísima Cartilla de campo y otras curiosidades, dirigidas a la enseñanza y buen éxito de un hijo, interesante instructivo que comprende los años 1808 a 1817 y en el que se educa sobre las costumbres y labores del campo chileno, hace mención a este brebaje precisando que: "Es el caldo que la uva produce en la primera pisa, en la segunda, y de la estruja que se le hace con la tabla en un lado del lagar" (Fernández Niño, 1817). En su segunda edición anuncia de modo más claro: "Mosto Chacolí. Es el caldo que la uva produce en la primera y segunda pisa, y el de la estruja que vierte la tabla antes de levantarse el orujo al suncho" (Fernández Niño, 1867).

De todos modos existe una diferencia importante entre los dos productos: los vascos han puesto en valor su chacolí con el desarrollo de tres Denominaciones de Origen: Chacolí de Getaria-GetariakoTxakolina (1989); Chacolí de Bizkaia-BizkaikoTxakolina (1994) y Chacolí de Ávala-ArabakoTxacolina (2001) (Hidalgo, et. al. 2012). En cambio en Chile, el chacolí ha quedado marginado como un vino de tercera o cuarta clase.

Pero no siempre fue así. El capitán inglés Ricardo Longueville Vowell, quien se encontraba al servicio de Chile entre 1821 y 1829, en su recorrido por el territorio apreció favorablemente los subproductos de las viñas, señalando que: "En Chile las viñas son abundantes y de sus uvas se hace muy buen vino y aguardiente. Se fabrican otras bebidas como el Chacolí y el sancochado" (Hanisch, 1976). En el exquisito detalle que brinda de una cena a la que fue invitado en Tabolango, comuna de Quillota, el chacolí también se hace presente: "Grandes cachos de chacolí y vino circulaban de mano en mano en rápida sucesión" (Hanisch, 1976). Otro viajero, esta vez francés, el capitán Lafond, explica otro de los usos de este brebaje: "En la tarde se come arroz con leche y galletas y como postre las frutas de la estación, melones, brevas, fresas. Todo regado con abundante chacolí" (Pereira, 2013).

Mayor espacio en sus escritos le brindó Claudio Gay (1855), el cual definió el chacolí en los siguientes términos: "es el mosto fermentado que no contiene arrope ni cocido. En algunos puntos se le prepara pisando las uvas sobre una estera y en seguida se hace fermentar el jugo en una tinaja, pudiéndose beberle al cabo de seis días. Privada como se ve de un suplemento dulce no puede conservarse mucho tiempo, acaso porque los riegos extremadamente fecundos en Chile dan una fuerza tal que hace que las uvas contengan demasiadas sustancias azotadas para ser enteramente absorbidas por la fermentación, y este exceso es lo que la deteriora al cabo de cinco a seis meses. También la falta de tanino ocasiona este daño y en este caso se la haría más duradera si el racimo con su escobajo se pusiese a fermentar. Esta bebida es delgada, suave y de un sabor agridulce que la asemeja a la sidra. Su consumo es muy grande, sobre todo, poco después de la vendimia" (Gay, 1855).

En el ciclo de auge de los productos típicos del campo chileno, algunos viticultores se especializaron en elaborar este tipo de vino. Los documentos han permitido detectar evidencia sobre algunos productores y comerciantes relevantes dedicados al chacolí.

El Norte Chico fue uno de los principales centros de producción de chacolí. El registro más antiguo corresponde a Antonio Zavala, quien hacia 1810 elaboraba 100 @ de chacolí en el Huasco. Poco después, en 1824, se detectó que en Vallenar se elaboraban entre 2.000 y 3.000 @ de vino, entre mosto y chacolí (Morales, 1896). Posteriormente, en 1832 se levantó un nuevo registro, el que permitió comprender la relevancia que el chacolí había alcanzado en el valle del Huasco (Tabla 1).

Tabla 1. Productores de chacolí en el valle del Huasco (1824-1832)

 Fuente: elaboración propia a partir de los datos entregados por Joaquín Morales sobre el informe de 1824 y el informe estadístico de 1832 (Morales, 1981: 221-226).

El chacolí también se elaboró con fines comerciales en la zona central de Chile desde las primeras décadas del siglo XIX. Entre los registros más antiguos figuran Joseph Galdame (1834), Francisco Prats (1837), Alejo Lemus (1841-1844), José Dolores Chacón (1845), Ceciliano Álvarez (1845) y Pedro Figueroa (1844).

Hacia 1837 don Francisco Prats, propietario de una viña de 11.000 plantas, tenía en su bodega 471,5 @ de chacolí, valuado a siete reales cada arroba.1 La chacra de Miraflores (Ñuñoa), propiedad de don Alejo Lemus, fue otro centro productivo de chacolí. Entre 1841 y 1844 esta propiedad fue arrendada y se generó un pleito, gracias al cual se registró la producción de la hacienda. Los documentos señalan que "En el año de 1842 (se elaboraron) 73 arrobas de chacolí a 12 reales arroba: $ 109 con 6 reales; en el año de 1843 del chacolí que se vendió le entregué 461 pesos, cuyo precio fue el de 10 reales arroba: $ 461".2 En este segundo año, la producción llegó a 370 @ de chacolí.

Una década más tarde se produjo el registro de la operación de Chacón. El 11 de julio de 1845 en Santiago de Chile, don José vendió a don Ceciliano Álvarez tres cubas de chacolí de 100 @, por valor de $ 157 con cuatro reales. Poco después, don Ceciliano se declaró en quiebra, sin haber alcanzado a pagar el precio convenido. Por lo tanto, don José solicitó la anulación de la venta y la recuperación de su chacolí.3 Mientras tanto, para hacer frente a sus acreedores, Álvarez propició un inventario completo de sus bienes, entre los que había mil @ de chacolí, tasadas a siete reales por arroba, totalizando un valor de $ 1500.4

Fuera de Santiago, 100 kilómetros al nordeste de la capital, en San Felipe, también se documentó la presencia del chacolí. En la hacienda de Joseph Galdame se inventariaron 20 @ de chacolí, valuadas a 12 reales por arroba, con un total de $ 30.5 Entre los bienes de Pedro Figueroa se registraron 16 @ de chacolí, valuadas a ocho reales por arroba.6 A mediados de la década de 1850, Claudio Gay ponderó que la arroba de chacolí valía ocho reales en 1841 (Gay, 1855).

La extensión de la navegación de cabotaje, a mediados del siglo XIX, facilitó la distribución del chacolí por todo el país. En 1842 el bergantín Castro zarpó de Coquimbo, con escala en Valparaíso y destino final en Chiloé, donde llegó con "dos barrilitos de chacolí moscatel" (Ankud, 31 de diciembre de 1842, Fondo Tesorería y Aduana de Chiloé, vol 50, comprobantes 1842 p. 21). En 1849 llegaron a ese puerto una pipa de chacolí procedente de Talcahuano y tres barriles de chacolí de Coquimbo (Intendencia Chiloé, Fondo Ministerio del Interior, vol 251 p. 536).

A medida que la expansión del transporte alentaba el comercio, los productores se animaron a fortalecer la oferta de chacolí. Uno de los centros productivos más interesantes fue el fundo San Pedro, pequeño viñedo de dos hectáreas dedicado exclusivamente a elaborar y comercializar chacolí. La viña tenía atributos para entroncarse dentro de la viticultura tradicional de Chile. Estaba cercada por muros de tapia, de dos metros de altura. Solo se cultivaba cepa de Uva País. El método de cultivo era el de cabeza doble (dos parras juntas), con parras altas (1,40 metros). El único producto que se fabricaba era el chacolí y como producto accesorio se destilaba el orujo para sacar aguardiente. Junto a la viña se hallaban los edificios de vivienda y bodega, donde se encontraban las cubas de fermentación, con 25 @ de capacidad, y los toneles, con 60 @ de capacidad.

La vendimia del "Fundo San Pedro" se realizaba en abril y duraba de tres a seis días. Participaban diez a doce mujeres, lideradas por el mayordomo. La uva se cortaba con cuchillo y se recogía en canastos de mimbre de 20 litros de capacidad. Una vez en la bodega, la uva se presionaba sobre una estera de coligües colocada sobre las cubas fermentadoras. Esta operación la ejecutaban con la mano dos individuos colocados uno en frente del otro. Cuando se llenaba una cuba se trasladaba el aparato a otra y se repetía ahí la operación.

La elaboración del vino se realizaba en la artesanal bodega. 48 horas después de la vendimia comenzaba la fermentación y se prolongaba hasta cuarto o quinto día. Posteriormente el vino se retiraba de las cubas fermentadoras para pasarlo a los toneles, donde permanecía durante un mes. Cumplido este plazo, el vino se trasegaba y ya se lo consideraba producto terminado. De este modo se obtenía el chacolí, que se vendía a 2 pesos la arroba en la misma bodega. Los toneles se rellenaban cada 15 días. Las tapas se ajustaban bien y se les ponía una mezcla de ceniza y agua que, al secarse, impedía la entrada de aire (Alessandri, 1885).

El caso del "Fundo San Pedro" tiene singular interés para comprender el significado social, económico y cultural del chacolí en el Valle Central de Chile. Era un producto artesanal, elaborado con métodos tradicionales, sin incorporación de productos químicos ni aditivos para "corregir" el color, aroma y sabor. No se elaboraba en un gran establecimiento industrial, como se estilaba en el modelo de grandes fábricas de vino que se estaba asentando en esa época en el Cono Sur de América. Tampoco requería instalaciones ni equipamientos sofisticados traídos de Francia, como las moledoras mecánicas de uva o los grandes toneles de roble. Además, el chacolí se vendía al público en la misma bodega, sin depender de las grandes cadenas comercializadoras. Era un paradigma de pequeños viticultores que cultivaban la viña y elaboraban sus propios vinos.

La edad dorada del chacolí en Chile

El siglo XIX fue la edad dorada del chacolí en Chile. Justo antes del proceso de afrancesamiento de la viticultura chilena, este producto alcanzó su ciclo de apogeo. Mientras los enólogos y viticultores de las nuevas tendencias se empeñaban en incorporar las uvas francesas en Chile para elaborar los "vinos tipo burdeos", la viticultura tradicional siguió elaborando chacolí con los métodos de siempre, hasta alcanzar volúmenes importantes.

El chacolí ocupó un lugar relevante en la industria vitivinícola nacional en el último tercio del siglo XIX. Fue un producto central de la agroindustria nacional. El Estado ordenó levantar datos permanentemente sobre las cantidades de producción. El análisis de estos relevamientos muestra que los viticultores chilenos dedicaron una parte sustancial de sus energías productivas al chacolí. En efecto, su producción anual llegaba muy cerca de la producción de vinos y mostos. Así se desprende de los Anuarios del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 1861 y 1890 (Tabla 2).

Tabla 2. Producción vitivinícola de Chile (1861-1890) (en litros).


Fuente: Anuario Estadístico de la República de Chile, 1861-1890.

La visión de conjunto de estas tablas permite comprender la importancia relativa del chacolí dentro del escenario general de la industria vitivinícola chilena. En las tres décadas examinadas, sobre un total de 1.724 millones de litros de vinos y chichas, se elaboraron 487 millones de litros de chacolí, lo que representa el 28,2% del total. En otras palabras, el chacolí comprendía casi un tercio de la industria vitivinícola de Chile.

El chacolí se destacaba no solo por el volumen de producción, sino también por su voluntad de alcanzar mejores niveles de calidad, presentarse y competir en las exposiciones de la época. En efecto, en la segunda mitad del siglo XIX, a pesar del desprecio generado por las élites intelectuales y los tecnócratas, los productores de estos vinos típicos lograban destacarse en las competencias. Por ejemplo, en la Exposición Departamental de Los Andes, los chacolíes tuvieron trece exponentes, obteniendo un segundo premio y tres menciones honrosas (Le Feuvre et al., 1886).

El chacolí se dividía en dos clases: blanco y morado, que luego derivó en rosado. A mediados del siglo XIX, Claudio Gay explicaba la diferencia en los siguientes términos: "Hay de dos clase, una blanca, fermentada sin hollejos, y la otra morada por haberse mezclado estos hollejos y escobajos en gran abundancia al tiempo de la fermentación" (Gay, 1855). Décadas más tarde se produjo un refinamiento. Una valoración especial merecía el chacolí blanco elaborado con uvas torontel (El Mercurio, 9 de octubre de 1915; 16 de octubre de 1915). También se ofrecía el "chacolí Morado de Superior Clase" (El Comercio de San Felipe, 20 de agosto de 1888) en el aviso de la Hacienda San José. Posteriormente, en el siglo XX, se comenzó a usar la expresión chacolí rosado. La bodega del Patriarca Noé, ya mencionada, promovía el chacolí rosado. Más adelante, otro aviso promovía el "chacolí Rosado de Molina", en venta en una casa de comercio ubicada en calle Riquelme N° 258, entre las calles Huérfanos y Agustinas, en pleno centro de Santiago (El Mercurio, 3 de noviembre de 1914).

La importancia del consumo de estos productos queda de manifiesto en los avisos comerciales publicados en la segunda mitad del siglo XIX y en el primer tercio del XX. Para aquellos que "necesitaban de un chacolí bueno, podían con confianza dirigirse a la calle San Isidro de la Cañada segunda cuadra, en la Barraca de Madera", y allí lo hallarían en venta.

Los pequeños viticultores al promover sus productos típicos reflejaban la actitud de orgullo que sentían como vignerons, como artífices de sus propios vinos. Ellos asociaban sus vinos con la calidad de vida, se esforzaban por elaborar de la mejor manera posible sus vinos, se comprometían con sus trabajos y luego los promocionaban desde el orgullo y la satisfacción de haberlo hecho bien. Esa convicción los estimulaba para elaborar, promover y comercializar sus propios vinos.

Los tecnócratas europeos y el desprecio de los productos típicos chilenos

Los tecnócratas europeos lideraron la transformación de la viticultura chilena en la segunda mitad del siglo XIX. Revestidos del prestigio que irradiaban sus países de origen, lograron posicionarse en el centro de la formación de opinión sobre la valoración de los productos del campo y la jerarquía de los alimentos en todo el país. Ellos realizaron sus acciones en un ambiente sociocultural de admiración ilimitada de las élites chilenas por la cultura europea en general y francesa en particular, proceso que fue vivido también en el resto de América Latina. En este contexto, ellos gozaron de un poder y una influencia decisivos en el proceso de modelar los gustos y tendencias. Tanto Claudio Gay (1865) como René Le Feuvre (1877 y 1890), Julio Menadier (1874), Riveros (1881) y Charlin (1881) participaron de esta corriente. Ellos dirigieron institutos de formación técnica y publicaciones especializadas desde donde marcaron una línea de pensamiento que se convirtió en hegemónica. Las élites adoptaron los criterios propuestos por estos tecnócratas, lo que se hizo notar en la vida económica, comercial y cultural, particularmente en las pautas de consumo de alimentos y bebidas.

En el plano de la vitivinicultura, los tecnócratas europeos instalaron dos tendencias: por un lado, la sobrevaloración de las cepas francesas y los vinos imitación, tipo burdeos, borgoña, champagne, etcétera. Por otra parte, esta tendencia se vio acompañada con una actitud de desprecio hacia las variedades de uva criollas (Uva País, Moscatel de Alejandría, Moscatel Amarillo, Torrontés, Moscatel de Austria, entre otros). Para aquellos tecnócratas esas variedades no tenían valor enológico y no era posible elaborar con ellas vinos de buena calidad. Instalaron una cultura de la minimización del valor de las variedades criollas, concepto que se transformó en paradigma hegemónico en las ciencias agrarias chilenas y mantuvo esta posición durante más de un siglo. Recién se comenzaría a revertir a comienzos del siglo XXI, con exitosos ensayos de vinos, espumantes y piscos de Uva País y Moscatel de Alejandría.

Además de despreciar las variedades criollas, los tecnócratas europeos del siglo XIX despreciaron la viticultura tradicional en su conjunto. En lugar de valorar la diversidad de métodos y estilos, propiciaron que solo fuera aceptable la aplicación de los sistemas franceses. Negaron el valor de las viñas de rulo y las cepas de cabeza. También censuraron el equipamiento y las instalaciones de los viticultores artesanales, como lagares de cuero y pipas de roble chileno. Finalmente, negaron todo valor a los productos típicos como el chacolí. En líneas generales, para estos autores estos productos eran de mala calidad por provenir de viñas mal cultivadas y usar deficientes métodos de elaboración, particularmente el chacolí (Le Feuvre, 1884). Los textos dedicados a analizar la situación chilena del agro y recomendar cambios para el "mejoramiento" de la industria insistían en cuestionar estos productos:

"Los productos más comunes de nuestros viñedos: los chacolíes son de tan imperfecta elaboración que por su mala calidad y aun por su insalubridad debieran proscribirse en lugar de permitir que cada año se aumente su producción y consumo" (Menadier, 1874).

El repetido martilleo de los tecnócratas extranjeros se extendió también a los enólogos y agrónomos chilenos. Los manuales de estudio y los centros de enseñanza, al tratar los temas de viticultura y vinificación, terminaron por consolidar el paradigma afrancesado propuesto. Como resultado, en el siglo XX se impuso en la viticultura chilena una tendencia a reproducir el modelo de las viñas centradas en variedades francesas, con métodos franceses, adaptados al estilo de las grandes fábricas de vino, en manos de un reducido número de familias ricas.

Hasta fines del siglo XIX, la producción de los vinos típicos seguía siendo importante, pero a partir de entonces comenzó a perder terreno frente al avance de los vinos al estilo francés. "En 1883 se producían en Chile 41,7 millones de litros de vino contra 31 millones de chacolí; en 1923, las cifras eran de 243 millones de litros de vino contra 57 millones para el chacolí, respectivamente" (Del Pozo, 1998).

Las décadas de 1850, 1860 y 1870 fueron una fase de transición, en la que el vino país, así como el chacolí y el aguardiente eran expuestos en el mismo escenario con el vino "de imitación francesa" que estaba lejos de predominar. En efecto, según cifras de 1869, la casi totalidad del vino producido en Chile era el del primer tipo que alcanzaba a 651.000 @ o 25 millones de litros, de los que casi la mitad se producían en Concepción, con 250.000 @, seguida de Maule con 113.000 @; Santiago solo rendía 19.000 @. Del "vino Burdeos", del que se hacía contabilidad aparte, se produjeron 22.800 @, casi todas en Santiago. La producción de chacolí seguía siendo muy importante, con cifras de 507.000 @, la mitad de lo que se elaboraba en Santiago (Del Pozo, 1998).

El chacolí en la cultura popular

Tanto en la poesía recogida en la Lira Popular como en aquella de tradición más letrada, encontramos algunas menciones al chacolí. En estos versos de Patricio Miranda Venegas, editor de La Lira Porteña, el chacolí forma parte del recuento de varias comidas y bebidas: "Quesitos de Putaendo,/los calabozos de ají,/ en casa del falte León,/ chicha, vino y chacolí (...) quién no tomaría así,/ aguardiente con anís/ a cuartillo la medida,/ y en las Coimas se vendía/ chicha, vino y chacolí". Resulta interesante, por cierto, el modo en que "chacolí"' se utiliza al final de los versos para proponer llamativas combinaciones de una rima poco común, por ejemplo con "ají". José Hipólito Casas Cordero, en cambio, lo menciona como parte de una escena más trágica como consecuencia de una fiesta: "El crimen fué horrible i feo/ Como lo escribo en mi plana/ Chicha en una damajuana/ Tenian i chacolí/ Luego una muerte hubo allí/ Estando en una jarana".

El vínculo del chacolí con la vida cotidiana y la cultura popular se reflejó también en las campañas comerciales por medio de la prensa. En este contexto se produjo la difusión de "La Cueca del chacolí Rosado", publicada en El Mercurio el 21 de septiembre de 1914. El objetivo era promover las ventas de "El Patriarca de Noé", casa de comercio ubicada en Santiago, y apeló a este formato popular para llamar la atención de su clientela (Figura 1):

Figura 1. Promoción de " la Cueca del chacolí rosado" para motivar ventas de Bodega del Patriarca Noé (El Mercurio, 1914).


Un Chacolí rosado/ vende "El Patriarca"/ uno que no he probado/ en mi comarca. Ese Chacolí, ¡ay, sí!/ es de lo rico; / y solito me bebí/cántaro y pico. Cántaro y pico, sí/ y más quisiera / ¡Si se parece a ti/ china hechicera!...

¡Como tú, rosadito/ también es él,/ y semeja un traguito/ de pura miel! Yo te tragara a ti/ tal como a él./ ¡Eres de Chacolí/ lindo tonel! Un dieciocho tomé/ tanto "rosado" / que al tope me piqué. Quedé curado.

Y a la pampa, después/ en carretela/ rápido las eché/ con mi chicuela, sí Y me saquearon/ y hasta el poncho a mi/ ¡Ah! Me robaron/ el Chacolí rosado.

Con mi chicuela/ con mi chicuela, sí/ y me saquearon/ y hasta el poncho a mi ¡Ah!, me robaron./ El Chacolí rosado/ nunca aflojó pues todo lo robado/ apareció. Él protege a sus clientes/ en todo caso/ todos son sus parientes./ ¡Es tan buenazo! Con Chacolí rosado/ este Dieciocho/ yo quedaré curado/ por siete u ocho. Celebrando las glorias de O'Higgins, Carrera/ y todas las victorias/ que Dios nos diera.

Chacolí del "Patriarca"/ no tiene nada igual/ si tiene en sí la marca/ ¡Es celestial! ¡Celestial!/ ¡Ay! ¡Sí!/ Prenda del alma/ yo te compraré a ti/ por damajuana/ y pipas grandes/ Sí! Ay! Ay! Ay!

Esta "Cueca del Chacolí Rosado" refleja la mixtura de esta bebida con la cultura popular, como medio eficiente de celebración de las fiestas patrias del 18 de septiembre en Chile. El poema recorre el panteón de los padres fundadores de la Patria chilena, comenzando con Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera, enemigos en su tiempo, reconciliados en el alma chilena por medio de la celebración patria y el chacolí. Ambos personajes se enhebran en una historia con la mujer amada, con quien se unen, y con los ladrones, de quienes protegen. El chacolí tiene entonces tres funciones: une al hombre y a la mujer; une a los chilenos en su historia; y protege al pueblo del delincuente. Todo ello se asocia con la marca de la casa comercial "Patriarca Noé". El chacolí es la hebra mágica que logra todos estos objetivos.

Posteriormente Pablo de Rokha, en su Epopeya de comidas y bebidas de Chile, lo menciona varias veces, con naranjas, y siempre en cantidades copiosas: "la persona está sentada principalmente en un espino del Sur, quemado, pero con viento tremendo,/ no tomando, sino bañándose en el buen Chacolí de octubre, que gritará lleno de banderas" (21); "el causeo de patitas, que debe comerse en Codegua, no después de beber bastante Chacolí con naranjas amargas" (9); "el trago no bébalopuro, bébalo puro y con torrejas de naranja de la más agri-acida que encuentre, naturalmente en el naranjo más anciano de la aldea,/ báñese en Chacolí fuertón y corajudo" (14).

El chacolí en la prensa

Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, la prensa chilena dedicó un espacio considerable a la promoción del chacolí. Los avisos eran contratados por las empresas comerciales que se interesaban en comprar y vender chacolí. La colección de estos avisos constituye un rico corpus documental, a partir del cual se pueden inferir las prácticas culturales en torno a este producto.

En la década de 1870 el chacolí estuvo muy presente en los medios. Se publicaban avisos de compra y venta de esta bebida. El interés por ella se reflejaba en el espíritu de estos avisos. Un buen ejemplo fue el anuncio que se publicó reiteradas veces en enero de 1878 en El Ferrocarril. El texto señalaba "Vinos, chichas y Chacolíes, cualquiera que sea su estado, compran calle de Picarte N° 4". El lenguaje del anuncio denota cierta ansiedad por adquirir el producto. El aviso se publicó en forma reiterada los días 11, 19 y 21 de enero de ese año (Figura 2).

Figura 2. Anuncio Publicado repetidas veces en enero en El Ferrocarril (1878).


Respecto de la materia prima, los avisos solían destacar las uvas con las que se elaboraba el chacolí. Un papel destacado tuvieron el Torontel, o Moscatel Amarillo (llamado Torrontés en Argentina). Se trata de una uva criolla, nacida del cruce entre Moscatel de Alejandría y Uva País. Un aviso ofreciendo "Chacolí Torontel de pura uva" se publicó en El Mercurio el 9 de octubre de 1915. Poco antes, el 10 de agosto de 1915, en ese mismo medio otra casa demandaba la compra de chacolí blanco torontel. Posteriormente, el 16 de octubre de 1915, la empresa Ribas y Compañía demandaba la compra de 4.000 a 5.000 @ de chacolí torontel.

Otro aspecto al que poner atención son las referencias al lugar de origen como argumento de venta y valoración del producto. Esta fue una práctica ampliamente difundida en esa época. A veces, no era un lugar general, sino una hacienda particular, que trataba de fortalecerse como símbolo de garantía de calidad. Un buen ejemplo fue el chacolí de la Hacienda Almahue, que se vendía en el depósito que poseía en el centro de Santiago, en calle Chacabuco N° 61. El aviso formulaba los argumentos de venta de este chacolí: "La pureza de este chacolí, su exquisito sabor y la modicidad de su precio, hacen de él una bebida indispensable y un elemento insustituible para las Fiestas Patrias" (El Mercurio, 15 de septiembre de 1915). La Hacienda destacaba tres características centrales de su chacolí: pureza, exquisito sabor y bajo precio. Estos eran los argumentos para aspirar a ocupar un papel central en los días más importantes del año para los chilenos: las Fiestas Patrias de septiembre.

Respecto de los precios y envases, los avisos de prensa también entregan información relevante. El chacolí se vendía en pipas de madera o en damajuanas de vidrio. No se comercializaba en botellas. Los precios variaban según la cantidad. En cuestión de precios, también aparecen datos de interés. Como se ha señalado, en las décadas de 1830 y 1840, el chacolí se valuaba alrededor de ocho reales la arroba, según los registros notariales y las observaciones de Claudio Gay (1855). Después de la Guerra del Pacífico los precios fueron en aumento. Por ejemplo, en 1888, se ofrecían 1000 @ de chacolí blanco, a 18 reales por arroba en el Valle del Aconcagua (El Comercio de San Felipe, 7 de abril de 1888). La tendencia se profundizó en el siglo XX. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el chacolí rosado se vendía a $ 0,50 el litro, $ 8,50 la damajuana y $ 16,50 la arroba (El Mercurio, 1 de octubre de 1914).

Los avisos comerciales publicados en la prensa de la época y conservados en las hemerotecas de las principales bibliotecas públicas de Chile, son un reflejo del período de auge del chacolí como producto típico chileno, el que se vio proyectado en los medios masivos de comunicación y en la vida cotidiana del país (Figura 3).

Figura 3. Etiqueta de chacolí registrada en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial el 26 de septiembre de 1922, por Carlos Costa Descat, productor de vinos y chacolíes en la localidad de Los Ángeles (500 km al sur de Santiago de Chile). Fuente: Archivo del INAPI.


Vinos típicos y cultura popular: la Fiesta del Chacolí

Con el avance del siglo XX, los hábitos de consumo de vino en Chile tuvieron una tendencia a priorizar los vinos de tradición francesa y a dejar de lado los productos típicos tradicionales, entre ellos, el chacolí. Este producto perdió la posición hegemónica que tuvo en el tercer tercio del siglo XIX, cuando llegó a representar el 28% de la producción vitivinícola nacional. La producción se retrajo, lo mismo que el consumo y la comercialización. La importancia relativa del chacolí experimentó un fuerte retroceso.

De todos modos, su valoración como producto típico se mantuvo presente en las zonas rurales del Valle Central, particularmente en las zonas más tradicionales. El ejemplo más representativo fue el municipio de Doñihue, localidad de 20.000 habitantes, ubicado en la provincia de Colchagua, en la VI Región. En 1975 esta comuna comenzó a celebrar la Fiesta del Chacolí, en la que se ponía en valor el conjunto de las tradiciones y productos artesanales y tradicionales de la región. Junto con el chacolí, en esta fiesta se exponían comidas típicas y tejidos de profundo arraigo regional, como los chamantos. También se incluyeron presentaciones artísticas de música popular. La iniciativa tuvo su continuidad y se ha mantenido vigente durante 40 años, como homenaje y reconocimiento a un vino típico chileno, que a pesar de no tener actualmente el peso comercial de otros tiempos, sigue vivo en la tradición de Chile profundo.

Conclusiones

El chacolí fue un vino liviano y popular, elaborado en Chile en los siglos XIX y XX, a partir de uvas criollas y de profundo arraigo popular. El Chacolí emergió como un vino típico, dentro del proceso general que se ha estudiado para el caso europeo (Coello, 2008). En los últimos años, el chacolí ha sido revalorizado en el País Vasco (Hidalgo, Buruaga y Ocete, 2012). En Chile ha tenido también su propio itinerario histórico.

El chacolí se hizo visible en las viñas chilenas desde comienzos del siglo XIX. Los registros más antiguos corresponden al valle del Huasco, en 1810. Poco después se extendió también al Valle Central. En los años siguientes experimentó un fuerte ascenso, hasta ocupar un lugar central en la industria vitivinícola nacional. En su momento de apogeo, durante la segunda mitad del siglo XIX, se elaboraban 16 millones de litros anuales de chacolí, lo que representaba un tercio de la industria vitivinícola chilena. Dentro de este ciclo de auge, el chacolí se extendió hacia la vida económica, social y cultural del país. Inspiró poemas y canciones populares, particularmente, cuecas, lo que muestra el profundo arraigo cultural que alcanzó en el alma chilena.

El auge del chacolí se extendió desde el siglo XIX hasta comienzos del XX, cuando comenzó a decaer. En el siglo XX se produjo su desplazamiento por los vinos de uvas francesas. Duramente criticado por los tecnócratas europeos, el chacolí fue estigmatizado y marginado por los mercados. Los consumidores lo abandonaron masivamente, y quedó reducido a un pequeño segmento del mercado, con bajo poder adquisitivo y concentrado en las zonas rurales. De todos modos, todavía se nota la persistencia del chacolí en espacios muy específicos. Su principal referencia se visualiza en la Fiesta del Chacolí, celebrada por el Municipio de Doñihue desde 1975 hasta la actualidad. Esta celebración es considerada parte del patrimonio intangible de Chile, y sirve de catalizador para valorar también la música popular con sus artistas, la gastronomía típica y las artesanías (en particular los chamantos).

Desde el punto de vista del mercado, la relevancia actual del chacolí es marginal en Chile. De todos modos, su tradición de más de doscientos años, su profundo arraigo en el alma del pueblo y su carácter de producto típico, lo sitúan en un lugar relevante como parte del patrimonio inmaterial de la nación, y esto representa una base considerable para su futuro desarrollo. El chacolí tiene un potencial digno de tener en cuenta.

Notas

  1. Tasación de bienes de don Francisco Prats, Santiago, 10 de julio de 1837. AN, Fondo Judiciales de Santiago, Legajo 177, pieza 4, foja 1v.
  2. Don Bernardo González con don Mateo Campos sobre cobre de pesos, Santiago, 1844. AN, Fondo Judiciales de Santiago, Pieza 9, foja 18v.
  3. Anulación de Venta de tres cubas de chacolí, Santiago de Chile, 11 de julio de 1845. AN, Fondo Judiciales de Santiago, Legajo 35, Pieza 7, tomo 1.
  4. Cesión de bienes a acreedores por parte de Ceciliano Álvarez, Santiago, 13 de junio de 1845. AN, Fondo Judiciales de Santiago, legajo 35, pieza 1, foja 3v.
  5. Inventario y tasación de bienes de don Joseph Galdame, San Felipe, 26 de junio de 1834. AN, Fondo Judiciales de San Felipe, Legajo 24, Pieza 7, foja 23v.
  6. Partición de bienes de don Pedro Figueroa, San Felipe, 25 de julio de 1844. AN, Fondo Judiciales de San Felipe, Legajo 21, Pieza 20, Foja 6v.

Agradecimiento

Los autores agradecen al proyecto Fondecyt 1130096.

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  • 1Fecha de Recepción: 14 Enero, 2015. Fecha de Aceptación: 15 Mayo, 2015.

versión On-line ISSN 0718-3429
Idesia vol.33 no.3 Arica ago. 2015
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-34292015000300014 
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-34292015000300014#:~:text=El%20chacol%C3%AD%20es%20un%20vino,cosecha%2C%20carnaval%20y%20fiestas%20patrias.





Crianza de vinos «sobre lías»,

La crianza «sobre lías», es algo que se está poniendo muy de moda, y cada vez hay mas vinos con este tipo crianza.

Las lías es la materia sólida que queda en un depósito o barrica después de la fermentación, formadas por las levaduras muertas y otra serie de sustancias procedentes de la uva.

La crianza sobre lías forma parte de la clásica elaboración con el método ‘champenoise’  en los vinos espumosos naturales. Tras el embotellado, el vino realiza una segunda fermentación en la botella y los restos (las lías) se acumulan en el cuello de la botella. Habréis escuchado hablar alguna vez del ‘degüelle’  en este tipo de vino, pues bien, no es otra cosa que quitar el cuello de la botella para eliminar ésas lías.

Hace unos años que los vinos ‘sobre lías’ se han puesto de moda. La crianza sobre lias lo que indica es que el vino permanece un tiempo sobre estos restos de la fermentación.

La crianza sobre lías proporciona a los vinos más volumen, untuosidad y carácter varietal, olor a bollería, etc… Es una técnica que habitualmente se emplea más para vinos blancos que para tintos y se puede hacer tanto en depósito de acero inoxidable o en barrica.

Más allá de las características organolépticas que le pueda aportar el vino, el trabajo con las lías ofrece muchas ventajas pero también algún otro inconveniente si no se aplica con cuidado.

Por un lado, favorece la estabilización del vino, es decir, ayuda a que las sustancias sólidas no precipiten después en la botella (posos); favorece la integración de los vinos, aportando redondez, y preserva la persistencia de los aromas.

En definitiva, la crianza sobre lías aporta complejidad al vino, además de conseguir una mayor sedosidad y volumen, como ya hemos comentado.

Esto ocurre porque cuando las levaduras se mueren, sus pareces celulares se rompen (autolisis) y transfieren sus polisacáridos al vino. Estas moléculas permiten una mejor estabilización del color y participan en la sensación voluminosa del vino.

A todo lo anterior hay que añadir que las lías actúan como protectoras naturales del vino, lo que evita el empleo de más cantidad de sulfuroso. Sin embargo, si no se mantiene un control exhaustivo  pueden aparecer aromas a reducción (vino cerrado), pues impiden que el vino se oxigene.

Con el fin de ayudar a esa oxigenación y para que las lías puedan aportar sus características al vino, se emplea la técnica francesa del ‘batonnage’ o bastoneo, que significa poner las lías en suspensión.

Cuando el vino está en barrica el bastoneo se efectúa con una vara de acero inoxidable que en su punta bien puede tener una cadena o terminar en forma de L. El bastón se introduce a través de la boca de la barrica y se mueve suavemente en forma de 8 de arriba hacia abajo para conseguir que las lías que están al fondo suban.

https://www.bdelvino.com/2019/03/28/lias/





"Kroᥒomᥱthᥱr" Proyecto Barricas, cerveza macerada bajo el mar, en Mar del Plata


MAR DEL PLATA. No les queda otra que mirar de reojo y sospechar de algún colega porque tienen claro que eso de andar sumergido en el mar, a más de 20 metros de profundidad, y además mover cargas pesadas, es solo para buceadores experimentados. “Es triste porque fue alguien ‘del palo’, y el nuestro es un círculo chiquito”, advierte Carlos Brelles, que está al frente de Thallasa Buceo, luego de constatar el robo o –en el mejor de los casos, y siendo muy generosos en la calificación– la vandalización de ocho barriles con más de 600 litros de cerveza que habían sido depositados en el fondo del mar, dentro de un buque hundido, para esta original maceración, como parte de una campaña solidaria que beneficiaría al Museo de Ciencias Naturales local.

Por las condiciones en las que, desde noviembre pasado, las barricas pudieron ser almacenadas en el fondeado pesquero ruso Kronomether, con apoyo de embarcaciones y equipos imprescindibles para mover semejantes cargas, los buzos que ahora advirtieron el faltante descartan de plano cualquier otra opción que no sea la de un hecho delictivo de características inéditas, al menos para esta ciudad.

Las barricas de roble, cada una con unos 80 litros de cerveza, estaban divididas en dos jaulas metálicas, cerradas con tornillos y zunchos. Cuando los buzos de Thallasa bajaron esta semana para devolverlas a tierra se encontraron con las rejas abiertas, indicio de una acción humana deliberada. “Como no pudieron cortar las cadenas sacaron las tuercas y soltaron los barriles”, explicó Brelles a LA NACION, luego de realizar la denuncia ante Prefectura Naval Argentina.

MAR DEL PLATA. No les queda otra que mirar de reojo y sospechar de algún colega porque tienen claro que eso de andar sumergido en el mar, a más de 20 metros de profundidad, y además mover cargas pesadas, es solo para buceadores experimentados. “Es triste porque fue alguien ‘del palo’, y el nuestro es un círculo chiquito”, advierte Carlos Brelles, que está al frente de Thallasa Buceo, luego de constatar el robo o –en el mejor de los casos, y siendo muy generosos en la calificación– la vandalización de ocho barriles con más de 600 litros de cerveza que habían sido depositados en el fondo del mar, dentro de un buque hundido, para esta original maceración, como parte de una campaña solidaria que beneficiaría al Museo de Ciencias Naturales local.

Por las condiciones en las que, desde noviembre pasado, las barricas pudieron ser almacenadas en el fondeado pesquero ruso Kronomether, con apoyo de embarcaciones y equipos imprescindibles para mover semejantes cargas, los buzos que ahora advirtieron el faltante descartan de plano cualquier otra opción que no sea la de un hecho delictivo de características inéditas, al menos para esta ciudad.

Las barricas de roble, cada una con unos 80 litros de cerveza, estaban divididas en dos jaulas metálicas, cerradas con tornillos y zunchos. Cuando los buzos de Thallasa bajaron esta semana para devolverlas a tierra se encontraron con las rejas abiertas, indicio de una acción humana deliberada. “Como no pudieron cortar las cadenas sacaron las tuercas y soltaron los barriles”, explicó Brelles a LA NACION, luego de realizar la denuncia ante Prefectura Naval Argentina.

Robaron las barricas de "Kroᥒomᥱthᥱr" Proyecto Barricas, cerveza macerada bajo el mar

Cuando se realizó el operativo para sumergir estas bebidas, a las que les restaba un proceso final para su comercialización al público, se requirió del apoyo de remolcadores y de la asistencia de varios buzos que trabajaron en una labor controlada. La cerveza quedó en guarda, asegurada sobre la superestructura de la cubierta de este barco que está en la zona conocida como La Restinga, varios kilómetros aguas adentro, a la altura del faro de Punta Mogotes.

La ahora frustrada cerveza “Kronomether” surgió a partir de una propuesta de quienes son parte de Thalassa Buceo, que sedujo a los responsables de la cervecería local Baum y sumó el aporte de pares, como La Paloma y Heller. En el tramo final aportaron lo suyo Remolcadores Mar del Plata, Escuela de Buceo Táctico Canal y Canal y Prefectura Naval Argentina.

“Si no se llevaron los barriles y solo los soltaron al mar para hacer un daño, al menos nos robaron la ilusión de jugar y aprender de una experiencia con cerveza única en el mundo, y también del deseo de ayudar a una institución noble como el Museo de Ciencias Naturales”, contó a LA NACION el encargado de planta de producción de Baum, Juan Pablo Vincent.

Brelles fue de los que se sorprendió cuando esta semana volvió al Kronomether para rescatar las barricas y encontró vacías y abiertas las dos jaulas que las contenían. “Hay que ir con embarcación, tener experiencia, conocer mucho el lugar… no es obra de vivos, sino de idiotas”, dijo a LA NACION.

El caso lo investiga la Justicia federal, que intentará determinar la autoría de este delito, cometido en pleno océano y a varios metros de profundidad, en inmediaciones de esta oferta recreativa submarina que tiene esta ciudad, punto de encuentro y aprendizaje para profesionales y aprendices de buceo.

"Si no se llevaron los barriles y solo los soltaron al mar para hacer un daño, al menos nos robaron la ilusión de jugar y aprender de una experiencia con cerveza única en el mundo, y también del deseo de ayudar a una institución noble como el Museo de Ciencias Naturales"
Juan Pablo Vincent - Cerveza Baum

La recaudado por la venta de estas botellas, con stock limitado y que iban a salir al mercado este año, iba a estar destinada íntegramente al Museo de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia”, que depende del municipio. El proyecto se esfumó con esta maldad. Pero también pide revancha.

“No nos vamos a quedar sin lograr lo que nos propusimos”, insistió Brelles, que tiene la expectativa de repetir la experiencia con la certeza de que los cerveceros marplatenses insistirán para ver qué sabor tiene esa dark strong ale, oscura y fuerte, con alta graduación alcohólica para que soporte la maduración en barrica. “Iba a quedar muy bien con la madera”, explica y lamenta Vincent sobre una bebida a la que todavía le faltaba una combinación con otra cerveza, el filtrado, el gasificado y el posterior embotellado para su consumo final. Recuerda que hay casos de cervezas maceradas en el mar, pero en muelle, nunca tan lejos de la costa como se había aventurado en esta oportunidad.


Darío Palavecino para La Nación - 25 de febrero de 2021





Mar del Plata: hundieron barriles de cerveza en el mar para que se añejara y “piratas” se los robaron

Jueves, 25 de Febrero de 2021 

Tres cervecerías de Mar del Plata hundieron barriles de cerveza a 20 metros de profundidad en el mar para que se añejen, y con un fin solidario, pero cuando fueron a retirarlos, descubrieron que habían sido robados.

Los empresarios habían anunciado que la ganancia que se obtuviera de la venta de esa cerveza se utilizaría para comprar material instrumental para el Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia.

Uno de los buzos, que se encargó de llevar los barriles hasta el barco hundido donde tenían como objetivo añejar, descubrió que habían sido robados y aseguró que "hubo dos o tres de esos vivos que en este último mes se tomaron el trabajo de navegar hasta un barco hundido y, tras bucear a 20 metros de profundidad, robaron barricas donde se estaba macerando cerveza".

Y agregó también que "tal vez esos vivos piensan que fue solo una piolada pero, tras este vandalismo inexplicable se fueron los sueños de macerar cerveza en el fondo del mar. No robaron barricas, robaron la esperanza de empresarios y asalariados que no pasaron un muy buen año".

El diario La Capital informa que el buque “Kronomether” había quedado varado en la costa marplatense con la caída de la Unión Soviética, en 1991. De repente sin bandera, navegó hasta el puerto de Mar del Plata, donde lleva más de dos décadas semihundido en el muelle de la escollera sur.

Esa información era conocida por los dueños de tres cervecerías marplatenses que, en el inicio de la pandemia, se decidieron a copiar una idea que ya habían tenido otros productores en distintos lugares del mundo: hundir barricas para macerar su producto en el fondo del mar y, cuando la bebida estuviera lista, comercializarla y donar lo recaudado al Museo “Lorenzo Scaglia”.

Para consumar su proyecto se contactaron con la Escuela de Buceo Thalassa. También participaron de la proeza miembros de la compañía remolcadora “Mar del Plata”. Así, en noviembre de 2020, ya obtenida la autorización de la Prefectura Naval Argentina, se anunció que cientos de litros de cerveza de las firmas Heller, La Paloma y Baum iban macerarse en barricas enjauladas y colocadas a 20 metros de profundidad. Y el sitio elegido finalmente fue el lecho del “Kronomether”, en la propia Restinga, ubicada a 3 millas náuticas del puerto.

A fines del mes citado, el proyecto se concretó. O al menos su primera etapa. Porque la segunda, que consistía en retirar las barricas, estaba planeada para estos días de febrero y ya no podrá efectuarse debido a una razón increíble: se las robaron. Sí. Como si fuera la trama de una película de piratas ambientada entre los siglos XVII y XVIII, alguien o algunos navegaron hasta ese lugar, bucearon y evidentemente sustrajeron las jaulas en las que estaban los envases que contenían la cerveza.

Los productores locales tomaron conocimiento de lo ocurrido en las últimas horas, cuando los buzos que colaboraron con la proeza concurrieron a la restinga para colocar una boya que marcara correctamente el sitio de cara a lo que iba a ser el operativo de extracción de las barricas, programado -como se explicó- para esta semana en la que el clima se auguraba óptimo.

“No se puede tomar esa bebida directamente de las barricas. Hay que mezclarla con otra que tenemos en tanques acá en tierra, gasificarla, y demás. Por ahí no se las robaron las barricas pero sí las quisieron extraer del agua pensando que eran otra cosa y después las dejaron sueltas y ahí la marea se las llevó”, dice Juan Pablo Vincent, propietario de Baum.

Y añade: “Todos coinciden en que fue algo intencional. No lo sabemos, pero sí es evidente que alguien estuvo ahí y las soltó intencionalmente. Desconocemos con qué fin, pero ya hicimos la denuncia. Quizás si se las llevó la corriente marítima aparecen flotando por ahí en los próximos días”.

No se trataba sólo de una empresa alocada o grandilocuente, sino más bien de una idea comunitaria. El Museo Scaglia recibiría una donación económica para comprar elementos y herramientas para sus investigaciones proveniente de la recaudación obtenida por la venta de la cerveza tipificada como Dark Strong Ale. Y además, los estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas analizarían distintas texturas de materiales colocados en las jaulas, luego de que éstas pasaran tres meses en las profundidades del mar.

En total, en las barricas había 600 litros de líquido, que una vez macerado se iba a mezclar con otros 500 que están almacenados en los tanques de las compañías cerveceras locales. De ese “blend”, como le llaman los productores, iban a quedar aproximadamente 1000 litros de cerveza para comercializar, bajo el nombre de “Kronomether”, en unas 2000 mil botellas.

“No creo que le encuentren valor comercial a lo robado, salvo que sepan como tratar esa cerveza ‘blendeándola’ con otra, del estilo, o con otra que vaya bien con esa base, y después la gasifiquen. Pero dudo que le puedan sacar mucho rédito económico. Y nosotros sí, pero tampoco era para nosotros, sino que era a beneficio del museo”, concluye Vincent.



https://www.contextotucuman.com/nota/220582/mar-del-plata-hundieron-barriles-de-cerveza-en-el-mar-para-que-se-anejara-y-piratas-se-los-robaron.html
https://www.youtube.com/watch?v=X5Tq7c4Q3tM





El desconocido chacolí de Chile

La controversia en torno a los propósitos de elaborar un llamado “chacolí de Burgos”, y las consiguientes protestas formulados por los Consejos Reguladores del Txakolí de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, han descubierto a muchas personas que en Chile hay un vino llamado “chacolí”. Incluso para los propios chilenos resulta un vino invisible, pues son pocos los que actualmente saben de su existencia.

En la última década del pasado siglo, visité asiduamente, por motivos profesionales, diferentes lugares de Chile y aunque me interesé por sus vinos, visitando incluso la bodega de Cousiño Macul, próxima a Santiago, nadie me habló del chacolí criollo. Más tarde, indagando el origen del mismo, no he logrado datos concluyentes que relacionen su “llegada” a Chile, y posterior permanencia en el país.

Un poco de historia

Las primeras uvas que llegaron a Chile son conocidas como País, (en California Misión), Criolla, etc. Alonso Ovalle (1603-1651), influyente jesuita autor de «Histórica relación del Reyno de Chile», cita, además, las Moscatel, Torrontés, Albillo, Común Negra, y la Mollar, pertenecientes a la viticultura española del siglo XVI, según el libro de Agricultura General, publicado en 1513 por Gabriel Alonso de Herrera por encargo del Cardenal Cisneros.

El vino llega a Chile con los conquistadores: a Pedro de Valdivia y Diego de Almagro se les atribuye la introducción de la viticultura, aunque otras fuentes asignan a don Diego de Oro la creación de viñedos en Concepción (1550), y a don Diego García de Cáceres en Santiago (1554), pues siendo uno de los capitanes fieles a Valdivia, fue nombrado regidor perpetuo de Santiago y gobernador de la ciudad de Valdivia en 1558. Pertenecen también a los primeros tiempos los cultivos emprendidos por Francisco de Aguirre —capitán con Valdivia en la conquista de Chile—, en la zona de las actuales Copiacó y La Serena, donde todavía se conserva una viña1 con el nombre del preclaro iniciador.

Y del chacolí de Chile, ¿qué se puede decir? Históricamente no hay mucho para escribir, pues quizás nuestro vino se fue muy joven para “hacer las Américas”, en una nao de hinchadas velas, y hasta se podría asegurar que de polizón. Y ni siquiera sabemos si lo que emigró a Chile fueron los sarmientos, el vino o tan solo el nombre: Chacoli. ¿Y quién fue el porteador anónimo que no registró su nombre ni siquiera en la pequeña historia de los vinos sencillos y populares?

La lista de bodegas —viñas— modernas conserva nombres que podrían relacionarse con el chacolí, siquiera en sus comienzos: Aresti, Viña Echevarría, Viña Errázuriz, Viña Francisco de Aguirre, Viña Los Vascos, Viña Tarapacá Ex-Zavala, Viña Undurraga, Vinícola de Aguirre. Relación extensiva a Viña Cousiño-Macul, fundada por Matías Cousiño, en 1856, en la hacienda otorgada en Macul, en 1564, por Felipe II al conquistador español Juan Jufré. Fallecido don Modesto en 1863, sus muchas propiedades pasaron a su único hijo Luis, fallecido a la edad de 38 años, tomando entonces el timón de los negocios, bodega incluida, su viuda doña Isidora Goyenechea.

Algunas de las citadas, son bodegas de añeja estirpe, y otras más recientes, pero aún las primeras no son anteriores a 1850, y a medida que adquirieron renombre, plantaron sus viñas con variedades francesas principalmente, algunas italianas, otras tantas alemanas, y conservaron unas pocas de la época colonial.

El difícil rastro del chacolí

Por algún tiempo se achacó a los indios araucanos la destrucción de viñedos, en sus ataques a los asentamientos, y aunque algunos casos se dieron, los araucanos preferían llevarse las uvas y hacer lo que comúnmente se conoce hoy en Chile como chicha. Y así, el chacolí en Chile tiene una larga historia, unido a la chicha que tomaban los indios antes de la llegada de los conquistadores. Ampliando estos datos, Juan Ricardo Couyoumdjian, Profesor del Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile, declara que las otras bebidas producidas de la vid eran las chichas y el chacolí.

La chicha obtenida a partir del maíz, la describen los primeros conquistadores como bebida alcohólica, resultante de fermentar en agua, cebada, maíz tostado, piña y panocha (panoja), y añadiendo especias y azúcar. Su sabor era el de una sidra de inferior calidad. Los promaucaes y los araucanos, preparaban la chicha con frutos de ciertos árboles o arbustos, tales como el huinguin2, molle3, maqui4, diferentes especies de mirto5 y sobre todo el mirto uñi o murtilla.

La chicha de uva —bebida popular, de escasa calidad—, hizo su entrada, y cuentan las crónicas que su consumo adquirió gran fuerza frente al vino, es decir, lo anduvo derrotando en el favor popular. El prestigio como trago nacional de la chichita, así llamada en sus primeros tiempos, es muy merecido y de gran antigüedad. Pasado el tiempo la chicha y el chacolí unieron sus destinos, al calor popular del pueblo llano, participando en fiestas y parrandas, alcanzando el honor de figurar en letrillas de canciones primero, ingresando después en relatos literarios de escritores y poetas.

Por la falta de azúcar y taninos, el chacolí se deterioraba al cabo de cinco o seis meses. Sin embargo, su calidad podía ser excelente como era el que elaboraba Joaquín Tocornal en su viñedo cerca de Ñuñoa6 y que producía 5.300 arrobas con 25.00 plantas.

El profesor Hernán F. Cortés Olivares, en un artículo sobre el tema escribe que: «Pese a que algunos venerables poetas han bautizado nuestra tierra, como “la tierra del vino”; del vino o del aguardiente, del pisco o las alojas, de las mistelas o los pajaretes, de la chicha o el chacolí, de la grapa o el anís, poco o casi nada se ha recuperado de la memoria colectiva.» En el mismo trabajo define «Las uvas de las parras y viñas que ingresaron al país antes de 1548 crecieron en el clima seco del Norte semiárido, que junto a la alta luminosidad ambiental climática las maduraba con una elevada concentración de azúcar produciendo un vino licoroso, con un sabor dulce apasado y con una graduación alcohólica que superaba al espíritu del vino que se producía entre Santiago y Concepción. Nuevas tierras, nuevo sol: un nuevo producto. La permanencia hasta nuestros días de dos bebidas alcohólicas de origen español, una denominada Pajarete, producida en el valle del río Huasco y valle del río Elqui y, la otra, el chacolí, producto genuino del valle de Copiapó y del valle del Choapa, es un testimonio histórico de la adaptación y reproducción de ciertos productos europeos para recrear la vida cotidiana de sus orígenes culturales y telúricos.»

El presente del chacolí chileno

Aunque se produce chacolí en varios lugares de Chile, el más conocido es el de Doñihue, donde con muestras de la artesanía local, en particular vistosas y coloristas chamantas, y música folklórica, se celebra cada año la “Fiesta del Chacolí”, evento que reúne a muchas personas de la región y con el cual se celebra el aniversario de la fundación de la comuna.

La Fiesta del Chacolí data de 1975. Originalmente, se visitaba a las personas que fabricaban el chacolí, cuyas casas estaban rodeadas de jardines y bodegas, característica que hacía más atractiva la visita a esos lugares. En cada casa, las autoridades eran atendidas en las mismas bodegas y se les servía chacolí (no navegado) en mates grandes, mistelas, tragos caseros en general, sopaipillas, picarones, empanadas, etc.

No está agotado el tema, pero sí el espacio. Queda abierta la posibilidad de volver más adelante con aportaciones sobre el particular.

Bibliografía

  • - Anglicismos en el español de Chile. Leopoldo Sáez Garay. Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile; Sociedad Chilena de Lingüística, Santiago. Chile.
  • - Cariño Botado. Geografía del mito y leyendas chilenas. Versión de Oreste Plath.
  • - Una bebida moderna: la cerveza en Chile en el siglo XIX. Juan Ricardo Couyoumdjian. Profesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
  • - El vino, señor del espíritu. Karen P. Müller Turina. Universidad de Chile.
  • - Era una vez, en un supermercado muy lejano. Darío Oses.
  • - Evolución de los precios en el siglo XIX. Luis A. Riveros. Magister en Economía, Escolatina, Universidad de Chile; M. A. y Ph. D., Universidad de California, Berkeley.
  • - Índice de precios al por mayor, Chile 1897-1929! Mario Matus G. Candidato a Doctor en Historia Económica. U. de Barcelona-U. Autónoma de Barcelona. Prof. Universidad de Chile.
  • - Los inmigrantes franceses y la viticultura en Chile. El caso de René F. Le Feuvre. Félix Briones Quiroz. Doctor en Historia Social, Universidad de Sao Paulo, Brasil. Profesor de la Escuela de Historia y Geografía de la Universidad del Bío-Bío, Chillán.
  • - Ramadas y empanadas: La comida como metáfora identitaria en el 18 de septiembre. Elizabeth Holahan. Programa Magíster en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile.
  • - Tradiciones-Licores artesanos. Extensión de la asignatura Tecnología de Alimentos hacia la Enología. 1910.
  • - Diversiones rurales y sociabilidad popular en Chile Central: 1850 – 1880. Jaime Valenzuela Márquez.
  • - Vinos en Chile desde la independencia hasta el fin de la Belle Époque. Juan Ricardo Couyoumdjian. Profesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Referencias

1 Nombre que se da en Chile a lo que en España se denomina Bodega, en su sentido de entidad, o establecimiento en el que se elaboran los vinos.

2 En Chile piune, arbolillo de propiedades medicinales.

3 Del quechua molle. Árbol de Chile llamado por los botánicos sinus trifolius, cuyos frutos se emplean para una especie de chicha.

4 Voz araucana. Arbusto liliáceo chileno (aristotelia maqui) de unos tres metros de altura, que produce un fruto comestible redondo y morado.

5 Género de plantas mirtáceas , matas o flores de arbustos solitarias o agrupadas en racimos y fruto abayado con varias semillas. Entre sus especies, unas 60, propias de los países cálidos del Globo, se encuentra el arrayán y la luma de Chile.

6 La comuna de Ñuñoa pertenece actualmente a la provincia de Santiago, en la Región Metropolitana del mismo nombre. En realidad está integrada dentro del Gran Santiago (1891); sus habitantes disfrutan de una gran calidad de vida, y en su equipamiento cuenta con una gran zona cultural tanto a nivel nacional como capital. Posee gran cantidad de áreas verdes, deportivas y variados centros culturales.

https://www.euskonews.eus/0573zbk/kosmo57301es.html





Chacolí: el vino tradicional del País Vasco

En el norte de España (específicamente en el País Vasco) se produce un vino muy especial desde hace más de 500 años. El chacolí -o txakolí en euskera- es ácido, fresco y muy bueno para maridarlo con comida del mar por sus notas de salinidad. Te contamos de él.

La producción se regresa a los antiguos caseríos vascos, esos lugares en la mitad del campo donde la gente vive bajo sistemas alimentarios autosostenibles. 

Era una bebida que antiguamente se elaboraba con las vides de los traspatios y sus características actuales se deben a la falta de especialización en enología. Pronto, los defectos se convirtieron en cualidades y hoy el chacolí es una de las joyas con denominación de origen de Euskadi.

CHACOLÍ, LA IDENTIDAD DE LOS CASERÍOS VASCOS

Al probarlo se perciben sabores y aromas cítricos como el limón amarillo y verde. Por la cercanía de los viñedos al mar, el chacolí tendrá siempre unas notas de salinidad y frescura.

Por todo esto, es un vino que va perfectamente bien con sardinas, anchoas o pescados en conserva.

Una de las formas más comunes de consumirlo es junto a una gilda, el pintxo más tradicional de San Sebastián que consta de bonito en aceite, guindillas y aceitunas.

Tradicionalmente se sirve en un vaso sidrero, no en una copa. Es una bebida que debe escancearse, es decir, el que lo sirve, con mucha habilidad y puntería, levanta la botella lejos del vaso con la intención de que, al caer el líquido, se creen burbujas que lo oxigenen.

EL CHACOLÍ, UN VINO QUE MARIDA CON LA HISTORIA

Hablar de chacolí siempre va a remontar a los tiempos antiguos del País Vasco. Esta comunidad -bastante diferente en costumbres al resto de España- tiene una relación muy especial con la naturaleza.

En los caseríos, la gente desarrolla diversas actividades que sirven para el autosustento y mucho del patrimonio gastronómico se gestó ahí.

Txakolí significa justamente “hecho en casa” y como buen producto de familias vascas, se ha compartido al mundo por ser muy especial.

Es común encontrar excelente ganado que produce chuletones de vaca vieja. Los productos del mar son de los mejores del mundo -hablando por ejemplo de las anchoas– y el clima lluvioso da hortalizas en abundancia como alcachofas, pimientos y lechugas.

El chacolí no se escapa a esta tradición gastronómica. En la zona de Getaria específicamente, las personas de estos caseríos comenzaron a fermentar uvas y crear su propio vino.

LA ELABORACIÓN DEL VINO MÁS ESPECIAL DE EUSKADI

La fermentación sucede en tinas o tanques de acero. Posteriormente tiene una segunda fermentación muy leve en la botella que hace que desarrolle un ligero burbujeo que le da identidad.

Tiene una acidez tan marcada pues el clima influye directamente en las propiedades organolépticas de la uva y de su evolución al fermentar. Será un vino afrutado y refrescante, ideal para un día de calor.

Hoy en día existen tres denominaciones de origen que protegen el chacolí. La primera está en Getaria, la segunda en Vizcaya y la tercera en Álava.

Aunque tienen algunos puntos de diferencia, las tres buscan lo mismo: cuidar que la tradición familiar y elaboración de producirlo perdure con el tiempo y de la misma forma, enseñarlo al mundo como una de las joyas más preciadas de la cultura vasca.

https://www.animalgourmet.com/2019/08/23/vino-chacoli-pais-vasco/





Proceso de elaboración del txakoli Olatu


En Akarregi Txiki la elaboración del txakoli se realiza de manera exclusivamente manual para no perder la esencia de la tradición. Si bien es cierto que la innovación tiene presencia en algunas partes del proceso de elaboración del txakoli, hay en otras que todo se realiza de manera artesanal.

Vendimia

La vendimia, recogida de uvas, se realiza a finales de septiembre y primeros de octubre. No se puede determinar con exactitud la fecha. La recogida se ve determinada por el tiempo que haya hecho durante el año y en función de la madurez de las uvas. La recogida dura aproximadamente 12 días

Prensado

El proceso de elaboración del txakoli comienza cuando las uvas llegan a la bodega. El prensado supone la obtención del mosto de la uva. En Akarregi Txiki se realizan 2 y 3 prensados al día con 8.000 kg de uva cada uno. Tras cada prensado se anota toda la información relativa al peso, viñedo…

Decantado (maceración)

El zumo obtenido tras el prensado pasa a los tanques para que se repose el mosto durante 24 horas. Una vez reposado se separa lo más denso de lo más líquido y aquí es donde se da la primera pérdida de la producción

Fermentación

El proceso de fermentación es cuando el azúcar pasa a convertirse en alcohol. Durante 10-15 días el zumo se mantiene a 10ºC aproximadamente. En función del dulzor que se desee obtener se tendrá más o menos días fermentando.

Cuando ya se haya fermentado se cierran las tapas de los tanques y se gradúa el caldo a 0ºC con el objetivo de que la temperatura del txakoli baje a 2-3ºC y así se mantiene 10 días

Cambio de cuba

En el momento de cambiar de cuba ocurre la segunda pérdida de la producción. Se seleccionan las mejores lías (las más blancas) y se mezclan durante 18-20 días. Posteriormente se hace el batonnage, la mezcla de las lías con el txakoli fermentado, durante dos días removiendo todo dos veces cada hora.

Decantado

El proceso de decantado dura unos 3-4 meses y con este se trata de oxigenar el vino y remover sus sedimentos. En conjunto, el proceso de las lías dura 5 meses y termina al embotellar el txakoli.

Filtrado

El filtrado es el momento en el que se obtiene el producto terminado, limpio y brillante. Se filtra y se embotella a 0ºC para no perder el carbónico. Lo recomendable es que el txakoli este el menor tiempo posible en botella, por ese motivo se embotella en función de las ventas previstas, el resto se queda en la cuba.

http://www.txakoliolatu.com/proceso-elaboracion-del-txakoli-olatu/#:~:text=El%20proceso%20de%20elaboraci%C3%B3n%20del,informaci%C3%B3n%20relativa%20al%20peso%2C%20vi%C3%B1edo%E2%80%A6





Chacolí

El chacolí (txakolin​ en euskera) es un vino, normalmente blanco, que se produce principalmente en el País Vasco, y en menor medida en Cantabria, Burgos y en algunos lugares de Chile. El Diccionario de la lengua española lo define como un «vino ligero algo agrio que se hace en el País Vasco, en Cantabria y en Chile»,​ mientras que el diccionario de la lengua vasca lo define como un «vino ligero y bastante ácido elaborado sobre todo en la costa del País Vasco».​ Hoy en día, ninguna de esas definiciones son totalmente ciertas, puesto que además de elaborarse en zonas de interior, hay numerosos chacolís que carecen de la acidez de los chacolís tradicionales, reuniendo las características habituales de otros vinos. No obstante, por definición, el chacolí es un vino con cierta acidez, que lo diferencia del resto de vinos.

El chacolí se elabora a partir de uvas de la variedad Courbu, denominadas en España como hondarrabi zuri (blanca) y hondarrabi beltza (tinta; esta última mucho menos extendida). Esta variedad de difícil cultivo tiene la característica de dar un vino ácido, siendo un vino fresco y fácil de beber. El chacolí tradicional es ligeramente carbonatado y con una graduación alcohólica algo inferior a los vinos tradicionales; sin embargo muchos de los chacolís actuales, en los que se utilizan también otras uvas, carecen de carbónico y contienen una graduación alcohólica similar a otros vinos. La mayor producción se centra en las bodegas de las localidades costeras vascas de Guetaria, Zarauz y Aya, pertenecientes a la Denominación de Origen Getariako Txakolina.

Antaño el chacolí era producido en caseríos o casas de campo de manera artesanal. Fue objeto de comercio, al menos desde principios del siglo XVI en Guipúzcoa, de cuando data el primer documento histórico en el que se hace referencia al chacolí como tal. ​Hacia el siglo XVII ya hay también referencias en Vizcaya acerca del chacolí. ​A principios del siglo XIX, si no antes, se pagaban diezmos del chacolí desde Vizcaya al Conde de Montijo, dando lugar a varios pleitos. Entrado el siglo XIX también se tienen noticias del comercio de chacolí entre Vizcaya y poblaciones de Cantabria como Colindres.

La producción es principalmente de vino blanco, aunque en menor cantidad también se producen rosados y tintos. El color del vino blanco es amarillo pálido; en nariz denota intensos aromas a cítricos, hierbas y flores; en boca es fresco, ligeramente ácido y fácil de beber. Tiene que servirse fresco

Antes de consumirlo se escanciaba, como se hace con la sidra natural actualmente. Esto es debido a que antiguamente no se filtraba ni clarificaba. En los últimos años varias bodegas han empezado a estudiar y mejorar su elaboración para conseguir mejor gusto y aromas, obteniendo vinos con un sabor muy satisfactorio.

En noviembre de 2010 el Gobierno Vasco decidió comenzar a tramitar la solicitud al Gobierno español para que se protegiera el chacolí como vino con denominación exclusiva del País Vasco.​

Finalmente la Oficina de Armonización del Mercado Interior y el Tribunal General de la Unión Europea fallaron que los términos chacolí, txakolina o txakoli únicamente indican una característica de los vinos y un tipo de producción de vino de carácter tradicional, no pudiendo usarse como una marca comercial con exclusividad de uso por una determinada zona geográfica.​ No obstante, la misma sentencia del tribunal de la UE reconoce que dichos términos solo pueden ser usados bajo el amparo de las denominaciones de origen reconocidas para ese tipo de vino, no admitiendose el uso de dichos términos como denominación comercial por vinos sin denominación de origen.

A día de hoy existen las siguientes Denominaciones de Origen:

  • Arabako Txakolina: denominación de origen de Álava, concretamente en la Tierra de Ayala, el Valle de Arrastaria y el Valle de Llodio.
  • Bizkaiako Txakolina: denominación de origen de Vizcaya, sobre todo en Baquio y Valmaseda.
  • Getariako Txakolina: denominación de origen de Guetaria (Guipúzcoa). Producido principalmente en Guetaria, Zarauz y Aya aunque actualmente se extiende a toda Guipúzcoa.

El chacolí fue hasta finales del siglo XIX un producto generalizado en la vertiente cantábrica. En Cantabria, entre los siglos XVIII y XIX hubo grandes producciones de chacolí extendidas por gran parte del territorio para cosumo y exportación. Las principales zonas de producción de chacolí y plantación de viñas fueron la comarca de Trasmiera con pueblos como Colindres, Arnuero, Meruelo, Argoños y Noja, e incluso zonas circundantes de la capital Santander, como Cueto.

El norte de la provincia de Burgos, en Castilla y León, es también una zona productora de chacolí. Se tienen noticias de plantaciones de vides en esta zona desde la época romana. Teniendo constancia del cultivo de chacolí en los últimos siglos, en toda la mitad norte de La Bureba, en el Valle de Tobalina, en Las Caderechas, en el Valle de Mena y en Miranda y su alfoz.

En Miranda de Ebro la producción de chacolí fue muy común hasta la segunda mitad del siglo XX,​ e incluso una calle de su barrio de Bardauri esta bautizada en honor de esta bebida históricamente tradicional​ en la localidad.

Las bodegas y tabernas de esta ciudad donde se producía y vendía tomaban en sí mismas el nombre de chacolís, en lugar de bares o tabernas. Hasta la década de los años 1990, y aunque ya sin esa función, pervivían en la ciudad varios locales que todavía los mirandeses recuerdan:​ Chacolí Limaco, Chacolí Chamorro,​ etc. En la vendimia de 2010 se recogieron en el entorno de Miranda de Ebro mil kilos de uva para la producción de estos vinos. En 1987 el Instituto Municipal de la Historia de la ciudad publicó un libro sobre el tema con el título "Viñedos y vino chacolí en la historia de Miranda de Ebro" (ISBN 84-404-0190-6), escrito por Ramón Ojeda San Miguel y Jesús Alberto Ruiz Larrad.

En el Valle de Mena se produce chacolí desde hace siglos,​ pero sin denominación de origen. En 2010, la Diputación Provincial de Burgos aprobó un proyecto de impulso a la producción de chacolí en la zona.

En 2015 la Junta de Castilla y León certificó como Vino de la Tierra de Castilla y León (una Indicación Geográfica Protegida, IGP) al producido por una bodega de Miranda de Ebro, si bien se comercializa bajo la denominación de Ch, ya que al no ser una Denominación de Origen, no pueden comercializarlo como chacolí.

En Chile se elabora desde hace décadas un vino denominado chacolí: «La permanencia hasta nuestros días de dos bebidas alcohólicas de origen español, una denominada Pajarete, producida en el valle del río Huasco y valle del río Elqui y, la otra, el chacolí, producto genuino del valle de Copiapó y del valle del Choapa, es un testimonio histórico de la adaptación y reproducción de ciertos productos europeos para recrear la vida cotidiana de sus orígenes culturales y telúricos.»30​ Se trata de un vino distinto al producido en el País Vasco pero posee el mismo nombre. Hay referencias históricas de la producción del vino Chacolí de Chile desde el comienzo del siglo XIX.

En la localidad de Doñihue en el Valle de Cachapoal se celebra anualmente la "Fiesta del Chacolí".

Su producción no es muy amplia y es consumido principalmente en el País Vasco, La Rioja, Navarra, Cantabria y norte de la provincia de Burgos, extendiéndose poco a poco a otras zonas gracias a la restauración.


“El Chacolí de Doñihue es un producto típico de la Región del Libertador General Bernardo O´Higgins, parte importante del Patrimonio Alimentario de Chile, particularmente, del Patrimonio Vitivinícola. Heredero de la cultura chacolinera vasca. Es así que Doñihue se sumó a la vocación chacolicera en el último tercio del siglo XIX. A partir de entonces, los viñateros de Doñihue volcaron todo su talento para plantar la vid, elaborar Chacolí y otros productos.

El siglo XIX fue la centuria del desarrollo del Chacolí chileno, así como también de su apogeo. Un hecho trascendental para la historia del chacolí chileno llegó al poco tiempo de su nacimiento, cuando agasajó a los vencedores de la batalla de Chacabuco en 1817, particularmente, a los generales O´Higgins y San Martín. Allí vigorizó su valor simbólico. Finalizada y ganada la contienda, e inmediatamente después de investir a Bernardo O´Higgins como Director Supremo, las hijas y los yernos del desterrado Juan Enrique Rosales ofrecieron un banquete de celebración a los héroes patrios. En ese entorno relumbró el Chacolí de Santiago, junto a los mejores productos típicos agroalimentarios de la época, como el queso de Chanco, el jamón de Chiloé y el vino asoleado de Concepción.

En la segunda mitad de esta centuria, entre 1861 y 1890, la producción de Chacolí en Chile alcanzó su punto más alto, representando un tercio de la industria vitivinícola del país. De igual manera, participó de algunas ferias agrícolas, como la Exposición Nacional de Agricultura de Valparaíso de 1869 y la Exposición Departamental de Los Andes de 1886.

El siglo XX, por aposición a la centuria anterior, representó el ocaso del chacolí chileno. Su producción descendió hasta llegar al borde de la extinción. De todas formas, esto fue un proceso gradual, que se acentuó en la segunda mitad del siglo. No obstante, en el año 1956, fue destacado como uno de los mejores chacolíes de Chile por el folklorista Oreste Plath, junto al de Malloa y el de Pelequén. Finalmente, en 1975, coronó su importancia social con la fiesta del Chacolí, celebrada cada año en la comuna de Doñihue.

Hoy, el Chacolí de Doñihue representa el último bastión de la extinta tradición chacolicera de la Región de O´Higgins y uno de los pocos puntos de producción del país. Así, su paisaje cultural, en cuanto material e inmaterial, aún permanece vivo, resguardado celosamente por los chacoliceros de Doñihue, los verdaderos guardianes del Chacolí.”

El Chacolí se define como una bebida alcohólica, joven, caracterizada por su estructura ligera, con perfil afrutado, ligeramente ácido y fácil de beber. Se destaca en boca su sensación de pequeñas burbujas dadas por su fermentación incompleta. Se presenta en tonalidades Blanca, Tinta y Rosada, otorgadas por el origen de su materia prima. Tradicionalmente se elaboran a partir de cepas de uva como País, Torontel, Moscatel, Oro Campo, San Francisco, entre otras. Dado a su perfil de fermentación, esta bebida alcanza menor graduación alcohólica que un vino.

Las variedades de cepas utilizadas son diversas, entre ellas País (predominante), Frutilla, Pastilla, San Francisco, Torontel, Moscatel blanca y tinta, Oro Campo, Mollar, Italia, Coco gallo, Carnera, Cuyana, Pinot noir y Burdeo. Estas variedades, producidas en parronales centenarios muchas veces, son utilizadas por los chacoliceros por separado o realizando mezclas de cepas, lo que genera una variedad variopinta de tipos de Chacolí, cada una particular, cada una con características únicas y con una carga patrimonial singular.



https://es.wikipedia.org/wiki/Chacol%C3%AD

https://chacoli.cl/



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