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Los encuentros y las bases para la administración política wari

BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP / N.° 9 / 2005, 207-232 / ISSN 1029-2004


LOS ENCUENTROS Y LAS BASES
PARA LA ADMINISTRACIÓN POLÍTICA WARI*

Patrick Ryan Williams,a Donna J. Nash,b Michael E. Moseley,c Susan deFrance,d Mario Ruales,e Ana Mirandaf y David Goldstein g

Resumen

En el presente trabajo se analiza el rol de los encuentros y reuniones de diversa escala en la colonia wari de Moquegua, Perú (600-1000 d.C.). El papel de los festines cambió sustancialmente con la expansión de las entidades políticas Wari y Tiwanaku, e involucró múltiples lugares y numerosos tipos de congregaciones. La evidencia resulta de excavaciones en dos sitios principales, Cerro Baúl y Cerro Mejía, y se comparan los contextos de festines en ambos sitios con el argumento de que las reuniones o encuentros públicos fueron fundamentales en múltiples escalas y en muchos lugares diferentes. Mediante el estudio tanto de los lugares de producción como los de consumo se busca aclarar el mecanismo de la especialización de instalaciones en diversos contextos, así como los roles que los diversos miembros de la sociedad wari desempeñaron en la producción de festines. Finalmente, por medio de la comparación del acceso diferenciado a productos alimenticios y el empleo de alimentos únicos en lugares especiales, se aborda la diferenciación social en el acceso a los recursos en la colonia wari de Moquegua. También se analiza la relación entre la cocina y la identidad en lo que constituía un encuentro colonial muy cosmopolita en la sierra sur andina.

* Traducción del inglés al castellano: Mónika Barrionuevo
a The Field Museum, Chicago. Correo electrónico: rwilliams@fmnh.org
b University of Illinois, Department of Anthropology. Correo electrónico: djnash@uic.edu
c University of Florida, Department of Anthropology. Correo electrónico: moseley@anthro.ufl.edu
d University of Florida, Department of Anthropology. Correo electrónico: sdef@anthro.ufl.edu
e Instituto Nacional de Cultura. Correo electrónico: masega@terra.com.pe
f Museo Contisuyo, Moquegua. Correo electrónico: amq_miranda@yahoo.com
g Southern Illinois University, Department of Anthropology. Correo electrónico: djgoldst@siu.edu
  1. Introducción

El rol de los encuentros o reuniones en el desarrollo de la administración política andina ha sido, por años, el centro de gran parte de la discusión académica en los estudios arqueológicos. En los Andes prehispánicos, los festines han sido estudiados como un componente importante de las relaciones políticas y sociales de las sociedades complejas (Morris y Thompson 1985; Gero 2001; Cook y Glowacki 2003). De hecho, muchas reuniones sociales incluyen la preparación y consumo de alimen- tos de una naturaleza especial, de modo que pueden ser descritas como festines y están enmarcadas en un ámbito supradoméstico. Los modelos arqueológicos que describen la economía política de los estados andinos tempranos (Rowe 1946, 1982; Morris 1985; Rostworowski 1999; Moseley 2001) incorporan ideas de reciprocidad e intercambios asimétricos de comida por trabajo o «festines de trabajo» (work feasts, cf. Dietler y Herbich 2001). Sin embargo, las evidencias de estas actividades son esquivas en el registro arqueológico.
Los líderes acumularon obligaciones laborales de sus seguidores por medio de la celebración de
«festines de patrocinio» (patron-role feasts, cf. Dietler 2001). Estos pueden haber sido organizados en lugares públicos o en asociación con eventos rituales. Esta forma de manifestación de generosidad fue una importante fuente de poder por medio de la cual las elites gobernantes acumulaban excedentes y riquezas (Murra 1980, 1982; D’Altroy y Earle 1985; D’Altroy 2001). Es posible que eventos simila- res, pero a una escala menor, fueran celebrados por parte de las elites locales para legitimar y mante- ner el carácter de requerimiento y aprovechamiento de la reciprocidad entre los administradores y sus subordinados (Isbell 1997; Kolata 2003a). De esta manera, los festines cumplen un papel impor- tante en las descripciones de la interacción política del pasado andino, por lo que es de esperar que estas prácticas estén bien representadas en el registro arqueológico.
Los modelos de administración política andinos que incluyen festines están ampliamente basados en los registros etnográficos de los campesinos andinos y también en los registros históricos de las prácticas estatales inka. Los registros etnohistóricos de los inka describen ceremonias a gran escala, como el Inti Raymi, que restablecían la jerarquía de las obligaciones en intervalos regulares (Garcilaso de la Vega 1966 [1609]). Esta festividad anual, mayormente realizada en el Cuzco o en cualquier lugar en donde se encontrara el emperador (cf. Ramírez 2005), reunía a las elites de todo el ámbito inka. Había intercambio de obsequios, se servían comidas especiales y los invitados, que eran entretenidos y agasajados, presenciaban representaciones ceremoniales a gran escala, todo ello enmarcado en estas reuniones, que reforzaban las relaciones de estatus entre las elites imperiales y los líderes locales. Por otro lado, el Inka también alimentaba a grandes grupos de individuos comunes del pueblo durante los proyectos de trabajo. Algunos cronistas describen que el Inka proporcionaba comida, alojamiento, ropa y herramientas para aquellos que estaban al servicio del Estado (Guamán Poma 1980 [1615- 1616]; Betanzos 1996 [1551]).

Por lo general, gran parte de la evidencia arqueológica correspondiente a la política de celebración de banquetes (commensal politics) en los Andes tempranos sugiere eventos compartidos por un grupo relativamente pequeño de personas (cf. Brewster Wray 1989) o relacionados con depósitos rituales (cf. Kolata 2003b). Estos hallazgos podrían representar lo que Dietler (2001) describe como un «festín facultativo» (empowering feast), un evento en el que las autoridades de igual jerarquía operaban para conseguir potestades específicas. Los acontecimientos en los cuales los líderes demostraban su rela- ción con los ancestros u otros seres sobrenaturales fueron objetivos potencialmente significativos para algunos banquetes y festines en los estados andinos tempranos. Sin embargo, como los motivos para celebrar una reunión podían, muchas veces, encubrir algo, es difícil entender del todo las rela- ciones sociopolíticas subyacentes que eran exteriorizadas en los diferentes eventos festivos. En con- secuencia, para comprender el proceso político en general de la fundación del Estado wari es importante que se tome en cuidadosa consideración los contextos en que se realizaron estos encuentros o reunio- nes especiales. El presente trabajo examina su papel en las actividades sociopolíticas de la sociedad wari en el centro provincial de Cerro Baúl y sus alrededores, pero primero se describirá el panorama social del Horizonte Medio y la colonia wari en Moquegua con el fin de establecer un marco regional para estas interacciones.
  1. El asentamiento

Cerro Baúl es una meseta geológica que se eleva 600 metros sobre el río Torata, en la árida sierra de la cuenca del río Moquegua, en el sur del Perú (17,116° de latitud sur, 70,85° de longitud oeste, cf. Fig. 1). Cuando las fuerzas imperiales procedentes de la ciudad de Wari, ubicada a 600 kilómetros al norte, entraron en la región un poco antes de 600 d.C., tomaron la cima de la meseta y dos cerros adyacen- tes, Cerro Mejía y Cerro Petroglifo, para implantar la colonia más sureña del imperio dentro del territorio dominado por Tiwanaku, cuya capital se ubicaba cerca del lago Titicaca, en Bolivia. Duran- te aproximadamente cuatro siglos, y con una población que llegaba a más de 1000 habitantes, este puesto de avanzada fue único en su carácter debido que impulsó el contacto directo entre ambos imperios (Williams 2001). En otras áreas, los dos regímenes estuvieron separados por zonas interme- dias (buffer zones) de un ancho de casi 100 kilómetros (Lumbreras 1974).
Esta colonia califica plenamente como un «centro administrativo» establecido por un Estado, definido por la presencia de cánones imperiales de arquitectura monumental y arte suntuario wari. Todos los otros centros creados por el Estado fueron establecidos en las pampas cerca de la base de los valles. Cerro Baúl rompe este patrón de una forma tan drástica que parece haber sido parte de una decisión premeditada. La alejada cima de la meseta no fue habitada ni antes ni después de los tiempos wari debido a que es un lugar completamente impracticable para vivir. Comenzando por el agua, los recursos necesarios para la vida debían ser llevados a la cima de la meseta a costa de un inmenso trabajo. No existe una razón económica viable para vivir por siglos en aquel lugar tan poco atractivo y con un gasto tan grande. En todo caso, la decisión wari puede haber incluido una combi- nación de tres factores que son difíciles de detectar arqueológicamente: la religión, la defensa y la política.
Hoy en día, Cerro Baúl es un apu o montaña sagrada que los devotos escalan por una hora o más para alcanzar la escarpada cima. En ese lugar pueden hacer «pagos» que incluyen la representación en miniatura de granjas con casas, corrales, campos de cultivo y ganado por medio de piedras sueltas. En el pasado, los estados andinos expansivos, como el inka, usurparon lugares sagrados para su propio engrandecimiento, por lo que la ocupación wari de Cerro Baúl podría representar una usurpa- ción similar o, por lo menos, una declaración de superioridad.
Se dice que la conquista inka de la región llevó a la población local a refugiarse en la impenetrable cima de un gran bastión natural. La alta meseta, con sus cumbres escarpadas, es un formidable baluarte geológico contra los asedios. Como acamparon alrededor de la base, los invasores recibie- ron, eventualmente, la rendición de los locales gracias a la reducción de los abastecimientos de agua y comida en la cima (Garcilaso de la Vega 1966 [1609]). En ese sentido, si el sitio no fue una táctica militar utilizada durante la época wari, entonces Cerro Baúl podría haber sido, ciertamente, defendi- ble. En todo caso, las decisiones políticas en la capital indujeron la presencia imperial wari en la frontera de Moquegua. Esto resultó en un único caso de yuxtaposición cara a cara con su formidable contemporáneo en el sur: Tiwanaku. Esta inusual situación surge como una explicación política para Cerro Baúl, ya que la colonia habría podido hacer las veces de una especie de «embajada», un enclave que representaba los intereses wari para la capital imperial, así como un lugar de encuentros entre las entidades políticas respectivas. Una delegación gubernamental que residiera de manera opulenta en la cima de este bastión sagrado podría haber generado una impresión política impactante. Si este escenario es correcto, entonces el templo monumental en el complejo de Omo, en el valle medio, habría sido la contraparte tiwanaku (Fig. 1). Este es el único santuario conocido de estilo imperial construido fuera del núcleo altiplánico tiwanaku y podría representar, muy bien, una respuesta polí- tica al enclave wari (Goldstein 2005).
Fig. 1. Mapa de la sección superior del valle de Moquegua, Perú.
Wari es caracterizado como un Estado relativamente secular y militar, mientras que Tiwanaku ha sido entendido como eclesiástico y mercantil (Schreiber 1992; Kolata 1993). Ambos estuvieron so- cialmente estratificados, con individuos comunes, sobre todo agricultores y pastores, que sostenían artesanos, técnicos, especialistas religiosos y una clase jerárquica de nobles gobernantes. De manera significativa, las iconografías wari y tiwanaku compartieron una deidad primordial con ojos con bandas y rayos en la cabeza, llamada «Dios de los Báculos» (Front Facing Deity) y, en Cerro Baúl, los artefactos con tales diseños provienen de contextos de bebida ritual.
Fig. 2. Vista de la colonia de Cerro Baúl.


Los dos asentamientos coloniales en Moquegua estaban a la vista uno del otro, pero se diferencia- ban en su adaptación particular al medio como, por ejemplo, en el cultivo de las tierras desérticas que requerían irrigación. Como en las prácticas locales tempranas, los pobladores tiwanaku construyeron canales de irrigación relativamente pequeños para ganar áreas en las tierras planas del valle medio. Aquí, la producción de cultivos sustentó no solo al complejo Omo, sino también a numerosos pue- blos. La sierra más alta y accidentada fue un nicho económico no explotado que Wari transformó en un paisaje agrícola por medio de la construcción de un sistema de canales a gran altura que se alimentaba del río Torata, a más de 2600 metros sobre el nivel del mar. El hecho de compartir los recursos de agua en épocas en que esta era escasa llevó necesariamente a estos dos grupos a establecer relaciones de cooperación o conflicto a lo largo de toda su historia (Williams 2002).
  1. La colonia wari

La ocupación foránea se concentró en los cerros adyacentes de Cerro Baúl, Cerro Mejía y Cerro Petroglifo, hoy deshabitados por falta de agua (Fig. 2). Cada cerro tenía residencias de bajo estatus en sus laderas y recintos de elite en la cima, pero las instalaciones preeminentes estaban sobre Cerro Baúl. Las diferencias entre clases y rango estaban demarcadas por la ubicación y elaboración distin- tiva de recintos y por el acceso diferenciado a los alimentos y bienes permanentes. Por ejemplo, los prendedores, llamados tupu, fueron un distintivo de las mujeres de elite, y la cerámica fina, como los keros, se decoraba según el rango. Ambos tipos de evidencia fueron recuperados solo de la cima de Cerro Baúl, mientras que los estudios realizados demostraron que otros bienes y alimentos también fueron restringidos en su distribución. En este trabajo, los autores comparan las diferencias entre sitios y la distribución de bienes y alimentos encontrados.
Los individuos que prestaban trabajo, servicios o rendían tributos esperaban reciprocidad en forma de comida, bebida y presentes. Los festines y el intercambio de presentes fueron un puntal de la política de celebración de banquetes, ya que creaban obligaciones de los subordinados respecto de sus líderes. En este artículo se analizan algunas unidades domésticas de elite en la colonia wari que presentan instalaciones especiales para la celebración de reuniones públicas. La bebida preferida fue la chicha, una bebida alcohólica fermentada similar a la cerveza. En la colonia de Cerro Baúl, la cantidad y calidad de la bebida servida, así como la comida, vajilla y presentes ofrecidos, variaban respecto de la clase y rango. Mediante el estudio de los diferentes contextos en la colonia se busca aclarar algo más acerca de cómo la gente participaba en estos encuentros o festines, y revelar la infraestructura subyacente en la realización de estos.
Los asentamientos en la colonia wari estaban conectados por un sistema de irrigación que llevaba agua a los cultivos y abastecía a los colonos de agua potable. El canal wari tenía su origen a mayor altitud que el emplazamiento de la colonia y el agua era llevada ladera abajo por medio de un canal que irrigaba los terrenos alrededor de Cerro Petroglifo y, posteriormente, alimentaba las terrazas de Cerro Mejía, donde el canal tenía una capacidad máxima de carga de 400 litros por segundo (Williams 1997). Cerro Mejía y Cerro Baúl se encuentran muy cerca uno del otro en El Paso, un desfiladero natural ubicado entre ambos promontorios. Aquí, el brazo sur del canal cruzaba un gran acueducto e irrigaba las superficies sembradas, aterrazadas o no, en las laderas de la meseta. Los colonos sembra- ban maíz, papas, tubérculos, leguminosas y otros cultivos; también, al parecer, introdujeron el árbol de pimiento peruano (Schinus molle), cuyos pequeños frutos fueron usados en las bebidas. Casi todos los elementos agrícolas para los festines fueron aportados por la infraestructura local. Con una capa- cidad de irrigación de 324 hectáreas de tierra equivalente al sostenimiento de, aproximadamente, 2000 personas, los 20 kilómetros del sistema de canales fueron el proyecto más grande realizado en la región incluso hasta tiempos actuales. A pesar de ello, los trabajos agrícolas fueron olvidados cuando la colonia fue abandonada hacia 1000 d.C., pero la introducción de la irrigación de altura fue un legado duradero recogido por las sociedades subsecuentes.
El asentamiento wari pudo haber continuado canal abajo según avanzaba la construcción del canal y avanzaba la reclamación de territorios. Cerro Petroglifo, de planta oval, fue el primer sitio en recibir el agua canalizada. Si bien es el más pequeño, también es el más cercano al río Torata y presenta las instalaciones más compactas y formalmente planificadas, con sus alojamientos para el pueblo en las laderas y viviendas para la elite en la cima, hacia el lado del río. Las viviendas de caña se dispusieron sobre terrazas de piedra construidas en las laderas. A estas terrazas y la cima se accedía mediante dos escaleras de piedra paralelas. Los recintos y patios de la cima incluyen instalaciones que fueron dejadas sin terminar y la ausencia de basura doméstica indica que el asentamiento pudo no haber sido habitado (Nash 1996).
  1. Los encuentros en Cerro Mejía

Los fechados radiocarbónicos sugieren dos fases de ocupación colonial divididas hacia 800 d.C., con Cerro Mejía ubicado exclusivamente en la fase más temprana y Cerro Baúl representado en ambas (Tabla 1, Fig. 3). Cerro Mejía es un gran promontorio que alberga al asentamiento más grande de la colonia, pero no el más denso ni el más suntuoso. Numerosas terrazas residenciales fueron erigidas en la ladera alrededor de El Paso y las ocupaban individuos comunes. Gracias a la escasez de lluvia, muchas actividades se realizaron en patios abiertos. Las viviendas unifamiliares y multifamiliares, circundadas por paredes bajas de piedra, consisten de un patio abierto para actividades generales junto a uno o más recintos techados para cocina, almacenamiento o descanso (Fig. 4). Grandes paredes que descienden por las laderas dividen la ocupación en seis discretos barrios. Cada uno contenía de ocho a 15 estructuras domésticas separadas de variada elaboración y tamaño, lo que puede reflejar distinciones en parentesco o etnicidad (Nash 2002).

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos para la colonia wari en Moquegua.




Fig. 3. Fechados radiocarbónicos de contextos wari en Moquegua.
La cima de Cerro Mejía estuvo demarcada por segmentos de un grueso muro de piedra de doble cara, con un promedio de 1,5 metros de altura y más de 1 metro de ancho. Como la cima carece de parapetos defensivos o montones de piedras para hondas, esta barrera más parece haber segregado clases sociales. Tiene una abertura hacia Cerro Petroglifo, así como una entrada formal a la que se accedía por medio de un largo tramo de monumentales escaleras de piedra que proceden de El Paso. La ocupación en la cima estaba organizada alrededor de una plaza central demarcada por cuatro plataformas bajas de piedra, dos hacia el este y dos hacia el noroeste. Dos grandes residencias flanqueaban la plaza hacia el norte y hacia el sur. Las estructuras conformaban recintos de elite con un patio rectilíneo abierto, rodeado en tres o más de sus lados por grandes recintos rectangulares que fueron típicamente techados. Los muros de mampostería eran más altos y mejor construidos que los de las viviendas de las laderas, pero, al mismo tiempo, eran inferiores en comparación con la arquitectura de la cima de Cerro Baúl. Las instalaciones de la cima de Cerro Mejía estaban dispersas sobre grandes áreas abiertas y, de esta manera, se diferenciaban del patrón wari imperial de recintos amu- rallados, contiguos y bastante aglutinados.


Fig. 4. Complejo residencial Unidad 5 en las laderas de Cerro Mejía.
Los resultados de las excavaciones sugieren que la autoridad administrativa de Cerro Mejía ocu- paba un complejo con cuatro patios al norte de las plataformas. Las actividades domésticas de carác- ter privado se efectuaban en dos estructuras que flanqueaban el patio en sus lados oeste y sur (Fig. 5). El foco visual del patio fue el estrado parcialmente cercado y ubicado hacia el este. Este recinto estaba elevado alrededor de 1 metro sobre otros edificios y su alto estatus se señalaba porque estaba pavi- mentado con losas de riolita y decorado con dos nichos ubicados, para su visibilidad, en el muro del fondo, con lo que se les enmarcaba por una entrada bastante grande. Este amplio acceso se abría hacia una larga banqueta exterior, a la cual se accedía desde una plataforma baja en el patio mediante una gradería central de piedra (Nash 2002).
El edificio norte, equipado para la preparación de banquetes, tenía tres hornos abiertos para preparar alimentos y una especie de cuatro «cajas de fuego» diseñadas para sostener grandes ollas de hervido. Estas últimas fueron usadas, quizá, para reducir el grano o los frutos a una masa azucarada y fermentada para producir chicha, la que podría acompañar la comida servida durante las ceremo- nias realizadas en el estrado y plataforma adyacentes (Nash 2002). Sin embargo, las instalaciones destinadas a los festines eran de carácter todavía más extenso y especializado en Cerro Baúl.
  1. Los encuentros en Cerro Baúl

Fig. 5. El complejo patio de elite Unidad 145 en la cima de Cerro Mejía.
Una calle formal asciende 400 metros hacia la cima de la meseta desde El Paso. Bastante destruido por deslizamientos, el pasaje escalonado estaba flanqueado por terrazas residenciales dispersas bajo el nivel de los acantilados de la cima. De manera similar a los muros de la cumbre de Cerro Mejía, los acantilados dividían las clases sociales y proporcionaban defensa. Los restos semienterrados y mal conservados de los recintos sobreviven en los acantilados a lo largo de casi 400 metros de las laderas noreste y oeste de la cumbre de la meseta. Estas instalaciones, hechas con paredes de caña y sin mayor elaboración, albergaron a la mayoría de residentes del cerro. Algunos pobladores del asenta- miento produjeron artefactos y generaron desechos de piedras preciosas u otros materiales diagnós- ticos del trabajo lapidario y artesanal, mientras que otros residentes estuvieron dedicados a prestar servicios en las actividades de la cima.
Una impresionante arquitectura monumental fue erigida en la cima de la meseta nivelada de manera artificial. Dispuestas en complejos amurallados, las estructuras aglutinadas de uno o más pisos cubrieron alrededor de 3 hectáreas. En las construcciones de mampostería se empleó mortero de tierra para afianzar los irregulares bloques de piedra cortados del casquete de la meseta (Fig. 6). Canteras contiguas a manera de pozos de 10 metros de diámetro y 3 metros de profundidad ocupa- ron la franja sureste de la cumbre de la meseta. Cortados en material conglomerado poroso, estos pozos no sirvieron como cisternas, ya que toda el agua, al parecer, fue transportada desde El Paso, sobre los 2590 metros. Otros materiales de construcción, como los grandes maderos de las vigas, pastos (Stipa ichu) para los techos y toneladas de arcilla para el mortero y enlucido, hicieron de la ciudadela una impresionante hazaña de trabajo corporativo. De la misma manera, para pavimentar decorativamente patios, banquetas y los pisos de segundas plantas se usaron bloques de riolita proce- dentes de Cerro Los Angeles, a 6 kilómetros de distancia.
El colapso de la mampostería no permitía apreciar su organización original, por lo que se dividió la arquitectura de la cima en sectores por medio de letras, con el Sector A ubicado al noreste (Fig. 6). Hacia 800 d.C. se produjo una extensa remodelación arquitectónica, con la nivelación parcial de edificaciones tempranas y la construcción de nuevas estructuras que, en la actualidad, conforman parte de las ruinas en superficie (Williams 2001).


Fig. 6. Arquitectura monumental en la cima de Cerro Baúl.

Fig. 7. Complejo de la chichería, o Unidad 1, en la cima de Cerro Baúl.
Las excavaciones arqueológicas muestran el estado de las instalaciones más tardías al momento en que dejaron de ser usadas y mantenidas. El abandono planificado y ordenado es lo que mejor explica por qué muchas estructuras carecen de objetos que indiquen su uso original y por qué otros edificios presentaron evidencias de una clausura ritual que implicó festines y consumo de bebidas. La clausura de los edificios con festines ceremoniales es importante debido a que la gente dejó, de manera intencional, artefactos que son indicativos del estatus y naturaleza de las estructuras.
  1. Lugares de producción

La ceremonia de clausura más elaborada fue la correspondiente a una gran chichería que contenía todo el equipamiento original necesario y las ofrendas finales (Fig. 7). Las excavaciones en estas instalaciones produjeron numerosos tupus, lo que implica una importante participación de las muje- res de elite en la producción de chicha (Fig. 8). El edificio, de planta trapezoidal, tenía compartimentos separados para molienda, hervido y fermentación. El cuarto de molienda estaba techado y los análisis químicos del suelo revelaron altos niveles de fosfato, lo que indica que en este lugar se realizaba el procesamiento y/o derramamiento de materiales orgánicos.
Fig. 8. Ejemplar de tupu recuperado en las excava- ciones de la Unidad 1.
La chicha de jora preparada con maíz requiere de la molienda de granos tiernos, la que fue efectuada en el recinto con batanes. El cuarto de hervido norte contenía, por lo menos, siete fogones cada uno, con un par de piedras a manera de pedestal. Estas soportaban originalmente las tinajas, ahora rotas y apoyadas sobre la ceniza acumula- da y el muro posterior de la estructura. Gruesos depósitos de ceniza y desechos del fogón sobre el piso contenían abundantes semillas de Schinus molle. En la actualidad, estas frutillas son hervidas o remo- jadas por completo para liberar los azúcares en unos compartimentos de resina a través de sus hoyos centrales. Después, la mezcla de almíbar hervida es fermentada para producir chicha de molle. En el caso de Cerro Baúl, no está claro si se produjeron dos tipos de bebidas o si el molle fue adicionado posteriormente a la chicha de jora para crear un preparado especial. Después de hervir la mezcla en las tinajas, esta fue transportada al área de fermentación y colocada en 12 grandes tinajas alineadas en la pared norte del patio central (cf. Feldman 1998). En ese lugar, el líquido se añejaba por espacio de tres a cinco días, lo que dependía de la potencia deseada. Después de la fermentación, la bebida era vertida en jarras para su consumo. Cada tinaja podía albergar alrededor de 150 litros de chicha, lo que indica una capacidad de producción de, aproximadamente, 1800 litros por lote. Este hecho la convierte en una de las más grandes chicherías preinka excavada en las Américas.
Si la chichería fue la instalación central que sustentó los ritos de libación de todo el complejo monumental, entonces esta fue esencial para la economía política colonial. Debido a que los espacios excavados han sido rellenados con restos de festines, libaciones y ofrendas ceremoniales, a lo más se puede tener una visión imperfecta de cómo fueron usados estos espacios; sin embargo, el hecho de que una instalación especial dedicada a la producción de chicha estuviera ubicada en el centro de la cumbre de Cerro Baúl demuestra que la chicha era importante para las actividades estatales wari en el sitio. De hecho, la naturaleza formal de la chichería y su capacidad de producción sugiere que los festines fueron un elemento crucial e integral de la economía política empleada para el éxito de la entidad política wari en Moquegua. No obstante, la interrogante permanece: ¿quién asistió y participó de estos encuentros? La evidencia excavada comprende un escenario de clausura planificada que habría comenzado tres o más días antes con la preparación de lo que podría ser el lote final de chicha. Cuando la bebida estuvo lista para su consumo, era servida en jarras a los nobles, quienes habrían estado reunidos en el patio frente al área de fermentación. En el complejo de la chichería los autores reconocieron por lo menos siete distintos grupos de keros (Fig. 9). Estos grupos fueron clasificados por volumen, tamaño y, quizás, por decoración. Los más simples y pequeños tenían una capacidad de 300 mililitros, pero el volumen aumentaba hasta un penúltimo grupo de vasijas decoradas con paneles en negro y blanco, idénticas a los vasos usados en la capital wari. Con una capacidad de 2 litros de líquido, los keros decorados más grandes mostraban la cabeza del Dios de los Báculos, una imagen raramente representada en la colonia. 

Fig. 9. Cuatro grupos de vasijas recuperadas en las excavaciones de la Unidad 1.
Estas vasijas podrían constituir una especie de híbridos, ya que las plumas estilizadas, configuradas en bandas a lo largo del borde, recuerdan a las convenciones tiwanaku. Luego, la vajilla de servicio y consumo fue tirada y rota, y las llamas consumieron el cuarto techado para molienda en la chichería. Posteriormente, cuando los rescoldos se enfriaron, se colocaron seis collares y un braza- lete de concha y piedra sobre las cenizas en un acto final de reverencia, lo que sugiere que el depósito fue una ofrenda de algún tipo, más que el resultado de un saqueo en la cima del enclave.
La capacidad de producción de la chichería sugiere que el maíz y el molle fueron almacenados antes de la producción de chicha. La instalación de almacenaje identificada más cercana fue una hilera de tres recintos rectangulares continuos, ubicada a 15 metros al norte de la chichería. Cada compartimiento, de 2 por 2 metros, era accesible por medio de una puerta externa con un umbral elevado en 10 centímetros para mantener lejos a las plagas. La excavación produjo semillas de calaba- za y molle, cáscaras de maní, huesos de camélido, cuyes y peces de mar, lo que representaba un contenido muy diverso.
Un recinto del Sector C consiste de una instalación cuatripartita diseñada para el almacenamiento de comida, con dos cuartos alineados abiertos hacia el este y dos hacia el oeste. Cada compartimien- to, de 12 por 5 metros, tenía un pequeño acceso central elevado a 10 centímetros sobre la superficie. En ambos lados internos de la entrada se colocaron maderos espaciados e introducidos en los muros a lo ancho del cuarto y a 70 centímetros sobre el piso con el objeto de crear una superficie ventilada por debajo de los alimentos vegetales almacenados allí. Si es que en algún momento existió un ducto de ventilación en la parte superior del muro, como en las instalaciones inka (Morris 1992), la eviden- cia de este se habría perdido al colapsar la arquitectura superior. De la misma forma que la chichería, este depósito techado para alimentos también fue quemado. Así, la infraestructura que sustentó el festín pudo haber compartido el mismo estatus de clausura ceremonial que la chichería. La chichería en sí misma pudo haber sido un lugar para festejar y beber, si bien varios contextos en la cima de Cerro Baúl muestran evidencias de esta importante actividad.
  1. Lugares de consumo

Los recintos residenciales más lujosos de la colonia fueron construidos al noroeste de la chichería y uno de los complejos excavados parcialmente podría corresponder al palacio del gobernador. A di- chos recintos se accedía por medio de un estrecho corredor que llevaba hacia la entrada sur de un espacioso patio sin techar. De acuerdo con su rango o actividades, las personas se podían acomodar en banquetas de piedra labrada, de 20 centímetros de alto, dispuestas a lo largo de las paredes y sobre el piso inferior (Fig. 10). Una estructura techada de planta en forma de «U», que se abre hacia el patio a la altura de la banqueta, estaba dispuesta en el centro del muro oeste. A manera de comparación, los pequeños y elevados edificios de planta en «U» funcionaron como «oficinas» de la elite para los imperios chimú e inka, época en la cual se les denominó «masma». Las representaciones artísticas chimú muestran una figura de pie en el centro del acceso a una estructura con planta en forma de «U» que interactúa con individuos menores en el patio inferior (Moseley 2001). Si el patio de acceso o masma en Cerro Baúl hubiera tenido una naturaleza similar, habría hecho las veces de «oficina del jefe ejecutivo» que conducía la política colonial respecto de las elites subordinadas.
Un acceso en el muro opuesto de la estructura con planta en forma de «U» lleva hacia un patio abierto de 8 por 8,2 metros, usado para la producción cerámica. Esto se hizo evidente debido a la presencia de diferentes depósitos en el piso que contenían arcilla cruda, varios tipos de temperante, así como herramientas para la molienda de materia prima e instrumentos para el acabado de las vasijas. Al parecer, los productos acabados fueron usados durante los encuentros como bienes de consumo o intercambiados como regalos. Los análisis químicos de cerámica producida para la gente que residía fuera de la cima de Cerro Baúl como para los que vivieron en ella, procedente de los puntos coloniales más amplios así como de diferentes centros de producción, señalan que los poblado- res de este último usaban vasijas distintivas en materia prima y calidad que emulaban a la cerámica de las elites de la capital imperial (Pérez 1995; Williams et al. 2003).


Fig. 10. Áreas excavadas del Complejo Palacio (unidades 25, 40, 9) en la cima de Cerro Baúl.
A los lugares sagrados de la residencia palaciega se accedía por medio de dos pasajes en el lado noroeste del patio de acceso, con el del norte abierto hacia un estrecho corredor que llevaba hacia un gran grupo-patio con un patio abierto pavimentado rodeado de banquetas de 30 centímetros de alto, las que, a su vez, están circundadas por cinco edificios contiguos techados y una plataforma ubicada al este, también de 30 centímetros de alto (Fig. 10). La plataforma, pavimentada con losas y muy mal conservada, hizo las veces, quizá, de una estructura tipo estrado para supervisar las ceremonias del patio, como en las instalaciones de Cerro Mejía. Las excavaciones en cuatro de los recintos dispues- tos al nivel del piso proporcionaron piedras de moler, lascas, husos y otros instrumentos textiles, así como otros restos que indican actividades domésticas. Las instalaciones para la preparación de ban- quetes, aún sin excavar, pueden encontrarse en otro lugar del complejo o, en todo caso, la comida y la chicha para la realización de ceremonias especiales, como las de clausura, pudieron haber sido llevadas desde otro lugar.
Las estructuras con planta en forma de «D» en la capital y otros sitios wari son interpretadas como «templos de elite» (Bragayrac 1991; Cook 2001), y en Cerro Baúl se han encontrado dos de ellas (Fig. 6). Estas se abren hacia el noreste, tienen paredes altas con nichos y un diámetro entre 10 y 12 metros. Podían acomodar a pocos participantes y estaban orientadas hacia patios que pudieron albergar audiencias modestas. El fosfato y nitrógeno en las muestras de piso de los edificios más pequeños pueden indicar la presencia de comida y bebida, pero no pueden determinar si estos fueron un resultado de uso normal o de ceremonias de clausura. Además, no hay evidencias de festines rituales o rotura de vasijas. Las acciones posteriores al abandono asociadas con estas estructuras hacen difícil las interpretaciones acerca de las actividades que se llevaron a cabo allí. A pesar de ello, fue quemado un corredor techado que llevaba hacia el patio de la estructura más pequeña. Por otro lado, el aban- dono ceremonial también estuvo presente en el recinto parcialmente investigado anexo al templo más grande. La gran estructura con planta en forma de «D», denominada «Unidad 10», es parte de un gran recinto amurallado. La Unidad 26 está dentro de este gran complejo y se ubica de manera adyacente a la estructura con planta en forma de «D». Tiene un edificio central de planta rectangular, con una plataforma interna hacia un extremo y un depósito en el otro, abierto hacia el Norte, así como una banqueta frontal con un atrio. Dicha banqueta mira hacia una hilera de cuatro pequeños cuartos contiguos construidos contra la esquina oeste del muro norte del recinto (Fig. 11). Tres de ellos eran compartimentos tipo depósito dispuestos sobre la superficie, a los que se accedía por medio de un muro frontal bajo.
El cuarto de la esquina era más elaborado y tenía una entrada que estaba enlucida y pintada. La entrada era muy ancha y proporcionaba una vista del cuarto interno. Dos cistas circulares en el piso del cuarto de la esquina cortaban el piso enlucido. La cista más grande contenía un entierro sin ofrendas funerarias correspondiente a un adolescente prepúber en posición sentada y flexionada. La otra contenía los restos de un infante dentro de una jarra de tamaño mediano; la jarra estaba cubierta por un cuenco invertido. Si estas inhumaciones simples fueron ofrendas funerarias, entonces el sacrificio habría conferido un carácter sagrado al singular contenido del recinto: un gran tambor de cerámica decorado y con base redondeada (Fig. 12). A pesar de no haberse conservado, la piel del tambor estuvo originalmente atada a través de 14 agujeros perforados alrededor del borde sin decorar del instrumento antes de que este fuera quemado en el horno. El tambor pudo haber sido exhibido boca abajo, pero no podría haberse tocado en esa posición ya que la iconografía está invertida en el fondo del instrumento. Una banda roja con dos líneas negras rodea la concavidad central del instru- mento sobre una hilera de cabezas estilizadas de aves pintadas de color negro. La base polícroma contiene la representación de tres figuras andróginas serpentinas, cada una con un gorro en forma de cono con rayas verticales y uno con una lanza (Fig. 12). La iconografía no es la correspondiente al estilo Wari de Ayacucho y, más bien, estaría relacionada con Nazca Tardío, un estilo costeño contem- poráneo en territorios 500 kilómetros al norte de la zona de Cerro Baúl. El recinto también contenía un grupo de cuatro cuencos de estilo Loro, de filiación nazca tardío.


Fig. 11. Plano de planta del anexo del templo en la Unidad 26.
El tambor fue roto al momento del abandono, así como los cuatro cuencos, que podrían haber estado guardados en el cuarto o fueron agregados a las ofrendas de clausura. La bebida durante los ritos finales está implícita en la presencia de un pequeño kero fragmentado y de finas tazas decoradas y rotas en la banqueta, por debajo del atrio quemado del edificio central y en el área este del patio, que también contenía restos de vajilla rota y huesos de camélido. Entre estos estaban los restos de un animal adulto joven, posiblemente una llama.
En aparente sacrificio, la bestia fue muerta y la carne recortada, con marcas evidentes de cortes en el cráneo y partes postcraneales. Sus huesos fueron colocados en un hoyo superficial con las partes anteriores del cráneo en dirección hacia el cuarto del tambor. Esta forma difiere de otros rituales de abandono, si bien los rituales de libación, festines y quema de techos son denominadores comunes.
Fig. 12. Tambor de estilo Nazca. A la derecha, el desarrollo a color que muestra tres figuras danzantes (Dib.: A. Umire)
Fig. 13. Placa de cobre de estilo La Aguada.
  1. Diferenciación social en la cocina y productos

Además de las distinciones en la arquitectura ritual y residencial, también es evidente una diferencia- ción social en los bienes suntuarios, dieta y uso ceremonial de plantas y animales a lo largo del enclave wari. Todos los habitantes consumieron maíz, quenopodiáceas, leguminosas, maní y ají, pero los residentes de la cumbre de Cerro Baúl tuvieron un acceso exclusivo a la chicha de molle, coca y tabaco (Tabla 2). Aunque se han identificado casi 50 especies diferentes de plantas procedentes de la cima de Cerro Baúl, menos de la mitad de ellas están presentes en los contextos correspondientes a los individuos comunes en las laderas. Además, a pesar de que se encuentran semillas de molle aisladas en los contextos al exterior de la cima, solo en la meseta se han recuperado gran cantidad de desechos de Schinus molle que indican la producción de chicha.
Los restos animales también indican rigurosas diferencias en la obtención y consumo de fauna y uso ritual de los animales. El corpus de Cerro Mejía consiste, casi de manera exclusiva, de restos de camélidos grandes y pequeños —presumiblemente llamas y alpacas domésticas—, con un uso fortui- to de especies disponibles en el ámbito local como vizcacha, liebre andina, venado, si bien solo la cornamenta y no la parte comestible, y un ave no identificada (Tabla 3). En consecuencia, se puede inferir que los residentes de Cerro Mejía carecían de una fauna exótica.
En la cima de Cerro Baúl, los camélidos grandes y pequeños, así como el cuy, fueron la principal fuente de proteínas. Los abundantes restos del último y su ausencia en Cerro Mejía sugieren que el cuy fue destinado para la elite. Otros alimentos animales comprenden la vizcacha, dos especies de venado —con la inclusión de elementos postcraneales—, perdices, pichones, palomas y, por lo me- nos, 10 especies de peces del Pacífico, desde anchoveta hasta atún, todos encontrados en el palacio y otros contextos monumentales (Tabla 4). También están presentes los restos de varios animales inter- pretados como no comestibles y que podrían haber sido obtenidos localmente o de hábitats marinos ubicados a 100 kilómetros de distancia. De baja importancia dietética, estas especies son difíciles de adquirir y representarían ítems de valor simbólico o ritual. Estos incluyen por lo menos un león de la montaña o puma (una falange distal o porción de la garra), un pequeño gato nativo, el zorro serrano, dos perros domésticos juveniles, el cóndor andino (dos elementos de las alas: un cúbito distal traba- jado y una falange distal de la especie Vultur gryphus), un búho enano, un atrapamosca (Colonia colonus), por lo menos dos sapos y un único diente de tiburón mako (Isurus oxyrinchus). La mayoría de estos restos de animales exóticos provienen de los contextos del palacio y la chichería.
Todos los animales encontrados en el enclave wari eran habitantes de la sierra y costa del Pacífico,
pero aún no se ha determinado cómo fueron obtenidos. Los camélidos fueron criados localmente y tres especímenes tienen rasgos osteológicos isotópicos serranos (Kennedy 2003), pero algunos de estos animales en el corpus de fauna provienen de la costa. El banquete final en el palacio incluyó los restos de tres camélidos con rasgos isotópicos costeros, así como una gran variedad de peces marinos. No existe evidencia de que los colonos wari pescaran o pastorearan a lo largo de la costa de Moquegua, por lo que se deduce que los vecinos de las tierras bajas debieron haber producido productos costeros que llegaron a Cerro Baúl por medio del intercambio con gente foránea o, en todo caso, los líderes de la costa podrían haber intercambiado bienes en comida con los anfitriones wari del enclave.
En la colonia fueron recuperados otros tipos de bienes, quizás obtenidos o distribuidos por las elites wari. Por ejemplo, la obsidiana, usada para cuchillos y puntas de proyectil, fue importada principalmente de las minas cerca del núcleo wari, más que de las fuentes más cercanas usadas por los tiwanaku (Burger et al. 2000). Esta aparece en todos los contextos, desde los espacios usados por los individuos comunes hasta los de elite; sin embargo, la frecuencia de la obsidiana decrece mientras mayor es la distancia a la cima de Cerro Baúl, como ocurre con la crisocola y el lapislázuli, usados para las cuentas. Del palacio y la chichería se obtuvieron especímenes especiales de la concha ecua- toriana Spondylus, de un origen más allá de las fronteras wari, y de la cerámica caolín del estilo Cajamarca, procedente de la frontera norte del imperio. Originarios de casi 2000 kilómetros y 1300 kilómetros al norte, estos bienes exóticos se movieron presumiblemente hacia el sur a lo largo de las rutas de intercambio hasta alcanzar las elites de la cima. En el palacio también se encontró una placa de cobre del estilo La Aguada, de la región Catamarca en Argentina, aproximadamente 1300 kilómetros al sur (Fig. 13). Este inusual objeto podría haber llegado aquí por obra de intermediarios tiwanaku, cuya nación ejerció una efectiva influencia en dirección sur, a unos 500 kilómetros de Catamarca.
Aunque en la cima de Cerro Baúl están presentes objetos de elite asociados con estilos distantes, el intercambio con los vecinos cercanos fue muy diferente. La nobleza consumió alimentos exóticos de la costa, pero no hay evidencia de artefactos o arte costeño. De manera significativa, el arte tiwanaku está ausente en la colonia wari, aunque las dos poblaciones vivieron una junto a la otra por siglos. Esta situación genera diversas expectativas. En este caso solo se puede especular que si el enclave wari tuvo un carácter de «embajada», entonces las estrategias correspondientes apuntaron a mantener una pureza en la identidad étnica y diferenciación política por medio de la prohibición de la incorporación de los objetos simbólicos de sus vecinos imperiales.

Tabla 2. Especímenes de flora recuperados de la cima de Cerro Baúl.

Tabla 3. Restos faunísticos de contextos wari de la cima y laderas de Cerro Baúl.

Tabla 4. Restos faunísticos de contextos wari de Cerro Mejía.
  1. Discusión

La complejidad social en la cuenca de Moquegua aumentó cuando las poblaciones wari y tiwanaku colonizaron el área y residieron cercanas, entre sí, por casi 400 años. Los dos regímenes políticos fueron étnicamente heterogéneos y el enclave en Cerro Baúl presentaba tres grupos distinguibles de residentes. El grupo dominante, que, de manera presumible, procedía de la capital, habitó la cima de la meseta. Dividida entre la elite de la cima y los individuos comunes de la ladera con un mínimo de parafernalia wari, la población de Cerro Mejía procedía de algún lugar en la esfera wari y fungió de personal de servicio hacia 800 d.C. (Nash 2002). Después de esto, pobladores relacionados con Tiwanaku comen- zaron a habitar las aldeas en la región inmediata a Cerro Baúl (Williams y Nash 2002; Owen 2005). El canal de Cerro Baúl abasteció tres de sus asentamientos y la presencia de obsidiana wari implica que estos individuos tiwanaku constituyeron comunidades clientes del personal de servicio. Con la excep- ción de la obsidiana, los elementos wari están ausentes en el corpus arqueológico tiwanaku local. Si los objetos decorativos de estilo Wari consituyeron una insignia social utilizada solo por colonos de filiación social wari dentro de la colonia, es probable que se aplicaran restricciones parecidas a sus vecinos foráneos, los tiwanaku, en el valle superior fuera de la colonia, lo que resultó en una escasez de arte suntuario tiwanaku en contextos de elite wari y viceversa en toda el área de Moquegua.
Junto con los festines, la libación ritual fue importante para ambas entidades. Valle abajo, en el complejo arqueológico de Omo, se ubicó una instalación para la producción y el consumo de bebidas de 4 por 4 metros (Goldstein 1993). Esta tuvo una sola tinaja para hervido, tres vasijas de fermenta- ción y una capacidad de producción estimada en 360 litros. La molienda de grano se realizó en varias partes, pero la fermentación y el consumo en finos vasos keros se efectuaron en la estructura. Usada tanto para la producción de chicha como de alimentos, la instalación más grande y de calidad más fina en Cerro Mejía tuvo una capacidad de producción similar, pero el consumo se efectuaba en el patio adyacente. La monumental chichería de Cerro Baúl, con compartimentos discretos para mo- lienda, cocina y fermentación, es la planta de producción especializada de chicha más grande que se conoce para esta época y los numerosos prendedores tupus encontrados implican la existencia de un grupo laboral conformado por mujeres de elite.
Por razones desconocidas, Wari y Tiwanaku comenzaron a decaer hacia 1000 d.C. Si los tiwanaku cayeron primero, no había necesidad para una embajada wari. No existen evidencias de una coac- ción económica en el asentamiento o sus terrenos agrícolas, y las decisiones políticas pueden explicar mejor la fundación y abandono del enclave. El contexto de la chichería proporciona la última fecha para la ocupación de la cima de Cerro Baúl (Williams 2001) y sugiere que esta fue una instalación importante hacia el final de ella. Al parecer, la chicha y la chichería habrían sido cruciales para practicar ceremonias y rituales en el sitio. La chichería fue necesaria para realizar ritos de clausura y podría haber sido la última estructura en ser destruida antes del abandono.
  1. Conclusiones

La meseta de Cerro Baúl, un punto crucial en la sierra peruana, está coronada por ruinas monumen- tales construidas por los colonos wari en la frontera más sureña de su nación. La cima es un lugar completamente inadecuado para vivir en estado de opulencia, pero el enclave fue establecido como una manifestación de poder y distinción. Tanto las provisiones para banquetes elaborados, así como el agua y alimentos diarios, tuvieron que ser transportados a la cima de la meseta a costa de grandes esfuerzos. Muchos de los elementos usados en estos encuentros viajaban decenas o cientos de kilóme- tros para la realización de eventos especiales. La producción de chicha a gran escala tuvo una deman- da similar, y la producción y consumo sobre la meseta fue una empresa costosa.
En ausencia de una razón económica evidente, la ocupación de la cima de Cerro Baúl está mejor explicada por consideraciones políticas. Los autores proponen que los wari eligieron asentar una delegación imperial sobre un bastión natural sagrado para establecer una representación política impresionante en la única región donde se podía tener un contacto inmediato con el imperio tiwanaku. Mientras los líderes locales continuaron con la celebración de «festines facultativos», los señores wari establecían instalaciones especializadas para la realización de festines de producción y consumo sobre la cima de la montaña. Estos eventos estaban imbuidos de nociones de estatus y jerarquía, tal como se muestra en las plataformas especiales destinadas para las elites que presidían las celebraciones y la presencia de vasijas de consumo diferenciado. Es probable que las instalaciones para realizar estas fiestas a gran escala, en las que los señores regionales supremos recibían a sus subordinados, fueran atendidas también por el personal de servicio de la elite. Las concentraciones de tupus en la cima de Cerro Baúl, y especialmente en la chichería, sugieren que ciertas mujeres de elite fueron residentes importantes del complejo de la cima y que, quizás, fueron los personajes principales en la producción de chicha. Ellas trabajaban en instalaciones especializadas cuyo único propósito era la producción de comida y bebida para los encuentros entre los líderes locales y los señores wari.
Tanto en los contextos wari como tiwanaku, los líderes coloniales presidieron los encuentros para
los individuos que participaban en ellos, ya fueran distinguidos o de menor rango. Estos eventos eran importantes para constituir y mantener las relaciones sociales entre los miembros de las respectivas comunidades coloniales. Dichos eventos difieren en clase y especialización de las fiestas efectuadas en el centro provincial de Cerro Baúl, ya que este tuvo instalaciones únicas y calidad de alimentos de carácter incomparable en toda la región para la realización de sus encuentros. En ese sentido, el Estado wari bien pudo ser construido sobre la base de las fiestas comunales. Las elites provinciales wari pudieron haber albergado a dignatarios foráneos, pero, además, celebraron eventos con sus subordinados en los centros estatales. Estos festines tipo patróncliente constituyeron, quizás, el tipo más importante de reunión existente y sirvieron de base para el Estado wari mediante el refuerzo de la jerarquía social y la promulgación de sus ideales e ideología.

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Fiestas y la economía política wari en Moquegua, Perú ((Una chichería estatal))

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http://dx.doi.org/10.4067/S0717-73562011000200005 
Volumen 43, Nº 2, 2011. Páginas 221-242 
Chungara, Revista de Antropología Chilena

Donna Nash1
1 Departamento de Antropología, Universidad de North Carolina Greensboro, 439 Graham Building, PO Box 26170, Greensboro, North Carolina, 27402, EE.UU. djnash@uncg.edu

Las fiestas se han considerado componentes importantes en las actividades políticas de los Estados arcaicos. En los sitios Wari de Cerro Baúl y Cerro Mejía, ubicados en el valle de Moquegua en la periferia sur del Estado, se han encontrado varios lugares de reunión y áreas de preparación para fiestas. Se registraron evidencias de preparación de elaboradas comidas para rituales importantes, encuentros sociales y establecer lazos políticos, jerarquías y contratos sociales. Las comidas festivas y ajuares relacionados varían dependiendo del contexto y dimensión política. Este artículo propone una aproximación comparativa para diferenciar los marcadores arqueológicos de las fiestas celebradas en diferentes lugares de reunión y su relación con el control político del Estado Wari.


En recientes publicaciones los arqueólogos andinos han reconocido la importancia de las fiestas como eventos de congregación de personas (Kaulicke y Dillehay 2005). Estas pudieron jugar un rol significativo en el desarrollo de complejas formaciones políticas, debido a que dichos eventos estuvieron donde las relaciones de poder fueron establecidas, mantenidas y renegociadas (Cook y Glowacki 2003; Gero 2001; Morris y Thompson 1985). Las reuniones festivas de variadas formas y tamaños, a menudo, incluyen la preparación y consumo de comidas especiales. Estas reuniones sociales son comúnmente llamadas fiestas. Las características principales de éstas y las evidencias asociadas a ellas, de manera comparativa, podrían revelar una importante dimensión en las relaciones sociopolíticas de antiguas sociedades, así como las prominentes instituciones en los orígenes de los Estados andinos tempranos.
Los investigadores interesados en comparaciones interculturales han creado un número de esquemas tipológicos para definir las fiestas, sin embargo, un único evento puede ser el lugar para diferentes tipos de relaciones sociales. En particular, muchos investigadores han encontrado útiles las categorías de fiesta definidas por Dietler (2001; Dietler y Herbich 2001) para el entendimiento de las relaciones de poder. Entre ellas, "fiestas de trabajo" (work feast) y "fiestas con patrocinador" (patron-role feasts) figuran prominentemente entre los modelos actuales de la economía política andina. Las "fiestas de trabajo" (ver Dietler y Herbich 2001) congregan personas para lograr una meta y cambio de su trabajo son alimentadas por un patrocinador. Dichas "fiestas de trabajo" constituyen un elemento significativo en los modelos teóricos empleados para describir los proyectos de construcción Inka y otros aspectos de la producción estatal (Morris 1985; Moseley 1992; Rostworowski 1999; Rowe 1946, 1982). Incluso las "fiestas de trabajo" son difíciles de identificar en el registro arqueológico porque, a menudo, dichas fiestas son producidas y consumidas en un establecimiento temporal o al aire libre.
Las obligaciones laborales creadas a partir de la realización de "fiestas con patrocinador" (ver Dietler 2001) y representadas en espacios públicos por el Inka, también son descritas como una fuente de poder a través de las cuales las élites gobernantes acumularon excedentes y riqueza (D'Altroy 2001; D’Altroy y Earle 1985; Morris 1982; Murra 1980, 1982). Las "fiestas con patrocinador" son realizadas por élites para legitimar y mantener las relaciones asimétricas de explotación y extracción entre los administradores y la población (Isbell 1997; Kolata 2003a). La diferencia entre una "fiesta de trabajo" y una "fiesta con patrocinador" está asociada a las relaciones sociales entre los anfitriones y los invitados. Las "fiestas de trabajo" sólo pueden establecer vínculos temporales asimétricos entre anfitriones e invitados, en otra oportunidad un invitado puede convertirse en anfitrión. Por otro lado, las "fiestas con patrocinador" son caracterizadas por una relativa permanencia en las relaciones asimétricas donde el rol del patrocinador y del cliente es establecido y mantenido. Las "fiestas patrocinadas" pueden ser más visibles arqueológicamente, porque pueden celebrarse en grandes áreas ceremoniales, en pequeños espacios semipúblicos, o en áreas diseñadas con cocinas para continuas reuniones y otras características necesarias localizadas en los alrededores (por ejemplo: almacenes). Las grandes plazas de las ciudadelas de Chan Chan son un buen ejemplo de un área semipública. De hecho, cualquier palacio debería haber contado con esta área (ver Evans 2004).
Los palacios también constituyen un lugar para otro tipo de fiestas denominadas "fiestas distinguidas". De acuerdo con Dietler (2001), son aquellas que pueden tener comidas especiales, sofisticados menajes de servicio, así como el conocimiento de ciertos valores o comportamientos (por ejemplo, etiqueta). La participación en una "fiesta distinguida" define a los individuos como miembros de un grupo exclusivo. Puede ser el lugar donde se desarrollan competencias entre élites, empleando las más elaboradas demostraciones de riqueza y estatus o definidas por el lugar especial en que se llevan a cabo.
Dietler (2001) enfatiza la importancia de las fiestas como una forma de ritual y resalta que cualquiera puede tener una dimensión distinguida. Estas tres categorías: fiestas de trabajo, fiestas con patrocinador y fiestas distinguidas, se superponen en muchas formas y son modalidades de celebración en vez de tipos de fiestas en las que se enfatizan los procesos políticos. Esas distinciones destacan las estrategias de ciertos individuos para generar y mantener poder, sin embargo, también tienen dimensiones sociales más sutiles. Las fiestas, reuniones en las que se comparten alimentos, pueden crear un nexo entre los participantes. Inclusive comidas cotidianas pueden iniciar prácticas y crear disposiciones (Bourdieu 1990; Dietler 2001). Dietler y Hayden (2001) discuten los elementos socializadores de las fiestas, los cuales pueden tener importantes implicaciones para una política en expansión. Wiessner (2001) distingue entre comida entregada (fiestas seculares) y comida consumida en una atmósfera de comensales (fiestas sacras), donde el compartir alimentos en una atmósfera de celebración, música y ritos sagrados permite la creación de fuertes lazos afectivos a nivel de grupo. El evento, la reunión de personas, la fraternidad y el compartir alimentos y experiencias hacen de las fiestas un importante acontecimiento sociopolítico.
Dietler (2001) define esta perspectiva como simple y funcionalista; sin embargo, admite que las fiestas pueden ser una manera efectiva para unir a las personas. Sugiero que en un contexto imperial, con múltiples grupos étnicos, cuyos líderes deben relacionarse con emisarios de la política dominante, la creación de tales lazos habría sido muy importante, y quizás no fue fácil de alcanzar. La creación de vínculos entre los administradores conquistados y los administradores conquistadores fue esencial para la cohesión política y la consolidación de ésta. Las fiestas, a la manera Wari, pudieron llegar a ser una práctica compartida. En su vida diaria los miembros del imperio expresaron ampliamente diferentes tecnologías. Sin embargo, si el Estado auspiciaba reuniones festivas regularmente la gente pudo haber creado lazos a través del tiempo, independientemente de sus diferencias étnicas. Aquellos individuos, comúnmente limitados a élites locales o líderes comunales que compartían dichas experiencias podrían llegar a practicar una singular tradición festiva (si escogían cooperar y participar con el Estado Wari). Las fiestas de pequeños grupos de funcionarios en un número de niveles en el Imperio Wari pudieron haber sido una importante forma de mantener la política unida y construir lazos entre los líderes locales y los líderes Wari. Pequeñas "fiestas distinguidas" o más apropiadamente "fiestas de cohesión" pudieron ser una importante forma de extender la ideología imperial y de unificar algunos aspectos de la economía política del Estado.
Para evaluar el rol de las fiestas o reuniones festivas en la economía política de una sociedad antigua resulta primordial entender las evidencias arqueológicas correspondientes a la preparación diaria de alimentos y cómo las fiestas exceden dichas normas. El énfasis en fiestas se ha enfocado, principalmente, en el consumo y en las correspondientes relaciones de los comensales. Para entender dichos procesos son igualmente importantes los medios por los cuales estos alimentos son preparados y las relaciones que proporcionan los recursos para celebrar el evento. Es posible que los líderes de bajo nivel fueran dependientes en sus relaciones con el Estado o con su mando inmediato superior para obtener los recursos necesarios para realizar una fiesta, especialmente si en sus casas no hay o es poco el espacio para almacenaje. Las élites de bajo nivel actuando en beneficio del Estado también pudieron ser dependientes de los canales de éste para obtener los objetos símbolos de poder, o demostraciones de prestigio, especialmente si la evidencia para la producción de dichos bienes fue limitada a establecimientos estatales. Todos esos factores son importantes.

Modelos de Fiesta Andina

Los modelos de administración andina basados en fiestas se sustentan en la etnografía y en las crónicas de las prácticas del Estado Inka. En los registros etnohistóricos del Inka se describen ceremonias a gran escala, tales como el Inti Raymi, que restablecía lealtades en intervalos regulares (Garcilaso de la Vega 1966 [1609]). Dichas ceremonias también establecían la importancia religiosa del Inka y la legitimación de las relaciones asimétricas de poder. Este festival anual, a menudo realizado en Cusco, o donde el Sapa Inka se hallara, congregaba élites de todo el dominio Inka. Aunque se ha dado mucho énfasis en el Inka y sus gastos, también es importante reconocer que las élites visitantes traían consigo regalos de muchos tipos. Es posible también que estas fiestas, y muchas otras, sirvieran para facilitar el intercambio y las interacciones políticas. El esquema de las reuniones pudo haber sido diseñado tanto por los invitados como por el anfitrión, o basarse intencionalmente en convenciones compartidas. La repetición de estas fiestas fomentaba la unión entre líderes y los envolvía en una experiencia conjunta. Las festividades de este tipo definían a los participantes como miembros de la élite estatal y promovían la unidad a través de la práctica de ritos sagrados, el compartir alimentos y la celebración.
El Inka también alimentaba grandes grupos de pobladores durante sus proyectos; algunas crónicas describen que proporcionó comida, así como casa, ropa y herramientas para aquellos que servían al Estado (Betanzos 1987 [1557]; Guamán Poma de Ayala 1980 [1615]). Existe escasa información al respecto y no es claro cómo dichas comidas fueron provistas a los trabajadores; sin embargo, Cieza de León (1959 [1553]:163) relata que al menos en el caso de los mineros fueron sus esposas quienes las preparaban. De hecho, sólo los hombres casados podían ser enviados a las minas porque era responsabilidad de las esposas cocinar sus alimentos en este tipo de mit'a. Definitivamente, ésta es una situación diferente. Incluso si la comida repartida era especial o abundante (por ejemplo, que incluyera chicha), o si los trabajadores la consumían en albergues individuales en vez de grupos, en una atmósfera donde compartían sus alimentos, esta "fiesta" de alimentos no conlleva el mismo efecto sociopolítico de una fiesta que, a la vez, es una "reunión festiva".
Si el intercambio de alimentos por trabajo no hubiera incluido una comida preparada en un establecimiento estatal o en una gran cocina común localizada en el área de trabajo, entonces ¿podría ser considerada una fiesta? La diferencia es importante. Una gran fiesta pública pudo haber estado asociada con el inicio de una obligación original, incluso cuando la labor se realizaba en un lugar distante un número pequeño de fiestas, auspiciadas por el Estado a través de los líderes locales también, pudo servir para crear las mismas obligaciones. Las fiestas modestas no requerían de grandes espacios para recibir personas ni amplias cocinas para preparar los alimentos. Un sistema de pequeñas fiestas pudo ser implementado por un Estado o un imperio en crecimiento antes de que el poder se consolidara en la región. Un sistema de pequeñas fiestas puede ser más característico en un nuevo y expansivo Estado, con grandes fiestas ceremoniales desarrolladas mientras el imperio se fortalece. Alternativamente, un gobierno puede tener varias instituciones que se relacionan con fiestas en diferentes escalas y con reuniones grandes y pequeñas, ambas jugando un importante rol en la política estatal. El rol de las fiestas en el Imperio Wari no puede basarse sólo en las prácticas observadas posteriormente en grandes estados de segunda generación tales como el Inka; en vez de ello el entendimiento del rol de las fiestas requiere de una cuidadosa evaluación del registro arqueológico. Modelos de cómo las fiestas jugaron un rol en la economía política estatal deberían estar basados en evidencia arqueológica, en vez de inferencias de los registros españoles de un periodo más tardío.
Cocinas grandes y formales produciendo a gran escala para las "fiestas con patrocinador" deberían ser fáciles de reconocer en el registro arqueológico; el tamaño de las mismas puede ser usado para estimar el número de participantes. Si dichas cocinas han sido halladas, lamentablemente no han sido descritas con suficiente detalle para relacionarlas con grandes reuniones ceremoniales. La evidencia arqueológica de la interacción política entre comensales (comensal politics) en los Andes es más característica en la escala de reuniones relativamente pequeñas (ver Brewster-Wray 1989) o relacionada a depósitos rituales (ver Kolata 2003b). El patrocinio puede ser establecido entre líderes y subordinados en fiestas de cualquier tamaño. Es posible que reuniones a pequeña escala auspiciadas por el Estado y realizadas por los líderes locales sirvieran a varios propósitos y a la vez fueran un significante medio de relaciones sociopolíticas en la política Wari.
La producción y consumo de comidas especiales son comunes en descripciones etnográficas de comunidades andinas tradicionales y pueden haber sido igualmente importantes en la reproducción de la unidad doméstica en el pasado; sin embargo, todas esas ocasiones no son iguales al interior de las vidas de los anfitriones y de aquellos que las atienden (Dietler 2003).Aquellas actividades pueden constituir momentos importantes en la vida de los individuos, tales como nacimientos, matrimonios y muerte (Bolin 1998). De igual modo, pueden recordar sucesos a nivel político: tomas de mando, alianzas y ritual de cierre de recintos sagrados (Cieza de León 1959 [1553]). Esas ocasiones pueden ser usadas para establecer o reforzar las jerarquías sociales existentes, crear lazos en varias escalas y establecer obligaciones asimétricas. Los eventos festivos son celebrados de diferentes maneras por los miembros de la misma comunidad, basados en distintas identidades sociales. En algunos casos, los eventos pueden tener una cualidad de exclusión (Nash y Williams 2005) o pueden reforzar las diferencias sociales. Al mismo tiempo, unen a los participantes y pueden ser una parte importante en la definición de identidades sociales entre dos o más grupos en una comunidad.
Las unidades domésticas o grupos de parentesco pueden preparar alimentos a gran escala para captar mano de obra necesaria para plantar o cosechar (Meyerson 1990). Los movimientos de comunidades son asociados, muchas veces, con comidas comunales e intercambios de diferentes tipos. Esos eventos son auspiciados por líderes comunales y son realizados para construir o realizar mantenimiento de importantes componentes de la infraestructura de la economía colectiva de un grupo, tales como canales (Isbell 1978). Los Estados pueden financiar grandes proyectos de trabajo a largo plazo a través de la provisión de comida a los corvée (mit'a) trabajadores (Cieza de León 1959 [1553]). Es cuestionable si todas esas actividades pueden ser ubicadas en la misma categoría. ¿Sería posible que dichas comidas promovieran lazos de grupo a través de una experiencia compartida o sería más característico de alimentos entregados y consumidos en una atmósfera diferente? El contexto de la comida, cómo fue elaborada y cómo fue consumida debe ser considerado para entender cómo las "fiestas" se relacionaban con la economía política.
Los contextos de los eventos de comida o "áreas de fiestas" necesariamente requieren dos componentes: un área de producción y un área de consumo. Las evidencias de fiestas Wari han sido identificadas principalmente a través de la presencia de vajilla fragmentada en pisos y basurales (Brewster-Wray 1989; Cook 1987, 2001; Isbell et al. 1991; Ochatoma y Cabrera 2002). En este artículo describiré las diferentes manifestaciones de fiestas descubiertas en las excavaciones de contextos asociados al periodo Wari, cuenca alta de Moquegua, sur del Perú. Describiré la calidad de los alimentos, cómo fueron elaborados y el contexto de cada fiesta, para determinar cómo dichos eventos de comida jugaron un rol en la política dominante Wari. Además, describiré las instalaciones empleadas para la preparación de las fiestas y así proporcionar detalles para el entendimiento de la naturaleza de las relaciones asociadas con la realización de cada evento en donde se compartían alimentos. Primero, sin embargo, haré una pequeña introducción a la política Wari y su establecimiento en el área de estudio de Moquegua.

La Política Wari

El Estado Wari inició su expansión un tiempo después de consolidar su región original central, localizada en el área de Ayacucho, sierra del Perú. Grupos vecinos fueron traídos bajo el control o influencia de dicha política y los restos materiales de esas diferentes estrategias varían de región en región. La expansión Wari se inició desde AD 550 hasta 1.000 (Moseley et al. 2005; Williams 2001). En su máxima expansión, esta política mantuvo dominio e influencia sobre un área que abarcó 




Figura 1. (A) Centros provinciales Wari en el Perú. (B) Sitios más importantes del valle de Moquegua en el Horizonte Medio.
(A) Wari provincial centers in Peru. (B) Important sites in the Moquegua Valley during the Middle Horizon.

El Estado Wari colonizó la cuenca alta de Moquegua alrededor de los AD 600 (Williams 2001). Basados en investigaciones previas, se infiere que la colonia Wari fue administrada por oficiales viviendo en el centro provincial de Cerro Baúl, los cuales se conectaban a la capital en Ayacucho a través del movimiento de bienes (Moseley et al. 2005). La gente que habitaba en esta colonia no parece haber sido originaria del área de estudio de Moquegua, y posiblemente algunos fueron foráneos movilizados a esta zona por el imperio (Moseley et al. 1991; Nash 2002; 2009)2. Estos colonos, sin importar su región de origen, fueron miembros de la sociedad Wari y activos participantes en la política provincial. La colonia intrusiva fue probablemente planeada por los administradores del Estado Wari, porque existe mínima evidencia de ocupación durante el Formativo hallada en la cuenca alta de Moquegua (Owen y Goldstein 2001). Wari se movilizó a un paisaje semejante no ocupado. La motivación para la ocupación de Moquegua se mantiene incierta, sin embargo, la cercanía de esta frontera al área central (heartland) de Tiwanaku no puede ser ignorada, cualquiera que fuera el motivo, la inversión y el control de Wari en esta área fue extensa, a largo tiempo y bien desarrollada (Moseley et al. 2005), proveyendo una región importante para investigar las instituciones estatales Wari y para examinar el rol que las fiestas y las reuniones festivas jugaron en el desarrollo de la forma de gobierno andino.
Cerro Baúl, una sorprendente meseta, divide la cuenca alta de Torata y Tumilaca, tributarios del río Moquegua. La única ruta moderna que accede a la cima del centro provincial de Cerro Baúl está localizada en la cuenca del Torata, la más productiva de los tributarios del río Moquegua. Los Wari construyeron un considerable sistema de irrigación; más de 20 km de canal fueron cortados a través de un escarpado terreno y muchas de esas áreas están asociadas con la construcción de terrazas agrícolas. Esta región del valle alto, previamente no desarrollada, sólo pudo ser transformada por medio de grandes inversiones de trabajo, cuyas dimensiones sugieren que la colonia pudo haber sido autosuficiente (Williams 1997; Williams y Sims 1998). Cerro Mejía, el más grande asentamiento residencial, Cerro Petroglifo, Pampa del Arrastrado y varios conjuntos de restos residenciales en los flancos oeste y norte de Cerro Baúl también están ubicados en el valle de Torata. El Tenedor divisa el tributario de Tumilaca, y en el valle medio bajo de Moquegua hay un sitio Wari en el Cerro Trapiche (Figura 1). Basados en estimados agrícolas la población colonial pudo haber tenido unas 5.000 personas (Williams y Sims 1998), sin embargo, hasta el momento no hay evidencia de extensas ocupaciones durante dicho periodo. Algunos sitios necesitan ser fechados y no está claro cómo la población puede haber fluctuado, a través del tiempo, con los cambios organizacionales en la colonia (ver Nash y Williams 2005; Williams y Nash 2002). También hay indicios que los tipos de cerámica doméstica del Horizonte Medio y del periodo Intermedio Tardío son similares, por ello, el patrón de asentamientos necesita ser verificado mediante datación radiocarbónica.
El centro provincial de Cerro Baúl está localizado sobre la cima de una escarpada meseta. La mayor parte de la cima está cubierta por ruinas, que fueron alguna vez edificios administrativos, elaborados componentes residenciales, templos y monumentos ceremoniales. La arquitectura está aglutinada y es difícil categorizar la organización del sitio. En líneas generales, las construcciones monumentales y de alta calidad fueron construidas en la cima sobre superficies amplias y artificialmente aplanadas, y las residencias más modestas y edificios pequeños están localizados en terrazas que descienden hacia los abruptos bordes de la meseta. Lamentablemente, la severa erosión no permite un cálculo exacto del tamaño del sitio y de su población.
Los esfuerzos constructivos en Cerro Baúl y la ocupación del sitio reflejan una exorbitante cantidad de trabajo invertido. La fuente de agua más cercana está localizada a unos 600 m cuesta abajo (Feldman 1989). El principal material constructivo fue predominantemente obtenido de canteras ubicadas en el sitio, sin embargo, el mortero y el enlucido de los muros y pisos habrían requerido toneladas de arcilla y agua. La ocupación en Cerro Baúl representa el control de grandes cantidades de recursos, no sólo para su construcción, sino también para el simple sustento del día a día, ya que su localización demandó esfuerzos adicionales.
El asentamiento en Cerro Mejía es más modesto, sin embargo, su construcción también requirió una gran inversión de trabajo. La organización del sitio es más fácil de describir debido a que la arquitectura no es aglutinada sino dispersa sobre la cima y la ladera sur del cerro. La ocupación fue dividida por claros y notorios límites, grandes segmentos de muros rodean la cima del cerro donde los edificios más grandes estuvieron localizados. Una escalera monumental provee el acceso hacia ésta. En la ladera sur de Cerro Mejía, terrazas dispersas de ocupación son distribuidas a lo largo de 600 m y sobre una sección del canal Wari. Cerca de 200 terrazas organizadas individualmente y en grupos permanecen reconocibles, y forman al menos 80 residencias diferentes. Muchas de ellas disponían de superficies planas para construir modestas residencias, por lo que el largo, ancho y altura es altamente variable. El plano de las casas presenta una gran diversidad en su organización y los correspondientes cuartos de una residencia son ovales, rectangulares o ambos. Las laderas están divididas en seis barrios por grandes muros, con más de un metro de ancho en algunos casos. Cada sector residencial contiene ocho o más estructuras de casas de diferentes tamaños (Figura 2). Basados en los recientes fechados radiocarbónicos el sitio de Cerro Mejía fue abandonado posterior al año AD 800. Todas las casas excavadas parecen haber sido ocupadas durante el mismo periodo temprano del Horizonte Medio (Nash 2002; ver Figura 3).



Figura 2. Ladera sur del Cerro Mejía, dividida por gruesos muros generando barrios. 
The southern slope of Cerro Mejía, divided by thick walls into neighborhoods.




Figura 3. Fechas calibradas del Cerro Mejía usando Oxcal. Casas comunes en las laderas incluyen la Unidad 3 (AA41951)
y la Unidad 5 (AA41954); el gran agrupamiento de casas en la cima que no presentan la forma de grupo de patio: Unidad 118 (AA41955);
y las residencias de grupo de patio Wari en la cima de Cerro Mejía: Unidad 136 (AA41956) y Unidad 145 (AA41952). 
Calibrated dates from 
Cerro Mejía using Oxcal. Common houses on the slopes include Unit 3 (AA41951) and Unit 5 (AA41954); the large cluster of houses of the summit that does not exhibit the patio group form: Unit 118 (AA41955); and the Wari patio group residences on the summit of Cerro Mejía: Unit 136 (AA41956) and Unit 145 (AA41952).

La colonia Wari en Moquegua es original porque constituye la única región conocida, hasta el momento, donde se han reportado tan próximos a asentamientos de sus contemporáneos los Tiwanaku. La ubicación de Cerro Trapiche sugiere que éste pudo haber tenido algún rol en la interacción con los colonos Tiwanaku, que ocupaban la zona del valle medio. A pesar de ello, Cerro Baúl fue probablemente un lugar formal para las relaciones con esta vecina peerpolítica, haciendo que la naturaleza de las interacciones políticas entre comensales en Cerro Baúl fuera más significativa (Moseley et al. 2005).

Comidas y sus Contextos

La muestra descrita corresponde a los contextos en Cerro Baúl y el asentamiento adyacente de Cerro Mejía. Los materiales arqueológicos de estos contextos son de dos tipos: algunas áreas parecen exhibir simplemente de facto refuse (Lightfoot 1993; Schiffer 1987; Stevenson 1982) y otras los restos de eventos intencionales de cierre (Cook 2001). Vasijas y herramientas fueron rotas intencionalmente y halladas asociadas con evidencias de fiestas. La naturaleza de los eventos intencionales de cierre se relaciona con el estatus de los ocupantes de la casa o de la importancia del área en ceremonias del Estado. Es posible que el abandono de las estructuras en la sociedad Wari fuera comúnmente asociado con rituales que requirieron algún tipo de fiesta. Los eventos intencionales de cierre pudieron relacionarse con la muerte de un miembro de la familia o el abandono de la casa por otra razón. Tales eventos fueron, posiblemente, personales. Sin embargo, la muerte de una persona poderosa es un momento político importante cuando las alianzas deben ser reforzadas, la competencia puede ser violenta y el poder está para ser tomado. Fiestas fúnebres, como otras reuniones rituales, son importantes eventos políticos que pueden revelar aspectos de la economía política (Underhill 2002). Con un cuidadoso análisis se puede determinar si las fiestas fueron importantes eventos durante la vida de una estructura o si fue sólo después de su abandono.

Comidas diarias en las casas


Una típica casa en Cerro Mejía consistía en un simple cuarto cerrado con un patio amurallado adjunto o de dos o más cuartos cerrados que compartían el mismo patio. Las estructuras residenciales en las laderas aterrazadas presentan restos de animales dispersos que, típicamente, consistían en pedazos de huesos fragmentados sobre el piso de la casa. No hubo evidencias de cuy doméstico (Guinea pig) (deFrance 2004). Los cuartos cerrados estaban asociados con la preparación de alimentos y los fogones eran pequeños, sin una estructura formal (Nash 2002), no hay evidencia de almacenaje. Es posible que los productos fueran guardados en las vigas del techo, no se observan contenedores o espacios vacíos en los pisos donde poner sacos o vasijas.

Cada cuarto cerrado tenía su propio fogón, incluso las unidades domésticas multifamiliares no presentan una cocina excesivamente amplia que pueda sugerir que las comidas hayan sido preparadas para un número mayor de personas que vivían en la estructura (Figura 4). Los fogones fueron pequeños y oscilan entre 3.200 cma 4.000 cm2. Los cuartos cerrados fueron pequeños espacios cuadrados que habrían restringido a una o dos personas de participar activamente en el fogón (Tabla 1).




Figura 4. Planta de la Unidad 5 en Cerro Mejía.
Plan of Unit 5 on Cerro Mejía.
Tabla 1. Tamaño de los fogones.
Heart sizes. 




Todas las casas tenían vasijas que pudieron ser usadas para el consumo de una comida especial, o las más grandes tenían mayor número de fragmentos de dichas vasijas (Tabla 2). Evidencias de consumo fueron localizadas predominantemente en el patio de muchas de las casas. El agrupamiento de estos fragmentos sugiere que en algunas residencias la tampoco hay evidencias de haberse preparado o ruptura de las vasijas o eventos intencionales de servido ningún tipo de alimento especial. cierre pudo haber coincidido con el abandono de la estructura.

Tabla 2. Vasijas de servicio por residencia.
Serving vessels by residence. 




En muchas de las casas de la muestra excavada no se ha hallado ninguna evidencia de fiesta. Si una comida simbólica fue asociada con el abandono de cada casa no hay indicios para sugerir que otras personas además de los que vivían allí asistieron a dicho evento (aproximadamente, cuatro cinco personas por fogón ver Nash 2002, 2009), tampoco hay evidencias de haberse preparado o servido ningún tipo de alimento especial.

Una gran comida en la casa del jefe del barrio

La Unidad 4, ubicada en las laderas de Cerro Mejía, presenta características que sugieren que las fiestas probablemente coincidieron con el abandono de la estructura, e incluyeron a miembros que no pertenecían a la unidad doméstica (Figura 5). Esta idea está sustentada por el tamaño del área de vivienda en relación a la cantidad de los menajes de servicio (Tabla 2), el potencial de la cocina representado por el fogón de gran tamaño (Tabla 1) y la relativa limpieza del cuarto en la entrada de la residencia, que pudo ser agregado a la estructura para recibir visitas. La Unidad 4 tiene un cuarto rectangular cerrado con un fogón, excepcionalmente grande, con más de 7.400 cm2. El fogón estuvo asociado con una inusual cantidad de huesos de camélidos quemados, casi un kilogramo (963,6 g), que es más de cuatro veces la cantidad en comparación con cualquier otra casa en las laderas aterrazadas (Nash 2002). Debido a que no hay evidencia de almacenamiento es posible que tales cantidades de carne pudieron ser provistas por un auspiciador.


Figura 5. Planta de la Unidad 4 en Cerro Mejía. 
Plan of Unit 4 on 
Cerro Mejía.

Una cocina más grande habría permitido más personas para atender, muchas vasijas de cocción en un fogón largo y ovoide. Este agrandamiento del área de preparación de alimentos y los restos de una considerable cantidad de comida están dentro de una residencia que también tiene un espacio extra, con una forma que podría llamarse hall de entrada. Esta estructura fue remodelada en algún momento durante su ocupación para añadir este espacio de reunión y un pequeño nicho con un muro posterior redondeado. Estas áreas están relativamente limpias en comparación con el patio y el cuarto cerrado, que presentaban típicos patrones de actividad doméstica. Por lo tanto, en el caso de la Unidad 4 hubo un área más grande de preparación de comida y el cuarto cerrado también fue más grande. La comida, aparentemente, no fue rica o exótica, pero, en términos de proteínas, pudo haber estado más allá de los niveles normales. Los menajes de servicio fueron más numerosos en esta residencia y demostraron una variedad de formas y pastas, quizás porque esta unidad doméstica estuvo envuelta en intercambio o mantuvo relaciones recíprocas con otras dentro o más allá de la comunidad. Mucho del menaje de servicio fue recuperado de un área especial añadida a la casa para facilitar las interacciones con los miembros de la comunidad, y quizás, para entablar interacciones políticas entre comensales. Aunque relativamente pequeña, parece que esta residencia tuvo acceso a recursos alimentarios más distantes a sus vecinos y un cuarto destinado para albergar reuniones. Muchas casas de similar tamaño no tenían tales características. Debido a que la gran cocina y el hall de entrada fueron agregados por medio de remodelaciones, es posible que el estatus del líder del barrio fuera logrado en vez de heredado, lo cual puede tener importantes implicancias para las interacciones con el Estado.

Una comida festiva en la casa del líder del poblado

En la cima de Cerro Mejía las agrupaciones residenciales son mucho más grandes, incluyendo extensos patios y numerosos cuartos cerrados. En varios ejemplos, dos o más casas compartían muros y salidas como grupos residenciales. Debido a su tamaño, sólo dos estructuras fueron excavadas en la cima. Por consiguiente, la muestra es pequeña, sin embargo, las diferencias son bien marcadas entre ambas estructuras. Los restos asociados presentan amplias diferencias que probablemente representan una clara desigualdad de estatus entre los ocupantes. Ésta es apoyada por la elaboración de muros de piedra, pero no por el tamaño de las estructuras. La Unidad 145 es una residencia que presenta cánones constructivos de la arquitectura Wari (Figura 6), imitando los patrones de la capital Wari, de los centros provinciales a lo largo de la sierra y de Cerro Baúl, el establecimiento local (Cook y Glowacki 2003; Isbell 1991; McEwan 1991; Nash y Williams 2005; Schreiber 1992). La Unidad 145 es una de las dos estructuras residenciales ubicadas centralmente en Cerro Mejía que usan esta forma, a la cual referiré como "grupo patio Wari".




Figura 6. Planta de la Unidad 145 en Cerro Mejía. 
Plan of Unit 145 on 
Cerro Mejía.

La Unidad 145 consiste en una agrupación de cuatro cuartos (A, B, C y D) que, parcialmente, encierra a un patio central de forma trapezoidal (E, Figura 6). Este grupo patio Wari estaba asociado a una gran plaza que aún no ha sido excavada y a la que se accedía a través de un estrecho corredor (F). Durante las excavaciones la cantidad del colapso de los muros de piedra fue consistente con cuartos de un solo piso. Los accesos y umbrales fueron construidos con piedras labradas, pero el otro trabajo consistió en piedras de campo irregulares cuidadosamente seleccionadas para construir muros con paramentos relativamente planos. Esta construcción es más modesta que la de Cerro Baúl, pero de mejor calidad que las residencias en las laderas de Cerro Mejía y de muchas otras residencias en la cima. Dos de los cuartos tienen cistas de almacenaje en el piso (A y D); adicionalmente, en ambos cuartos A y B hay áreas provistas de artefactos que pudieron haber sido usados para el almacenaje en sacos o en grandes vasijas. Los sacos o vasijas pudieron limitar el uso de estas áreas, resultando en depósitos de materiales en el piso. Si éste fuera el caso, la Unidad 145 pudo almacenar excedentes de alimentos para realizar celebraciones, quizás regularmente.

El cuarto C, en la Unidad 145, es un contexto especializado en la intensificación de la preparación de comida. Contenía siete fogones de dos tipos y numerosos restos de vasijas de cocción y de almacenaje, también dos kilos y medio (2508,1 g) de huesos de camélido carbonizados, cinco veces más que todas las áreas de cocción de las otras residencias ubicadas en la cima del Cerro Mejía. Fogones de piedra alineados, cuatro de ellos ubicados al este de la puerta, se presume que pudieron haber sido usados para hervir. A diferencia de la mayoría de los fogones en Cerro Mejía, dichos fogones tienen bordes de piedra para soportar vasijas de base cónica que estuvieron llenos de briquetas de madera, un combustible no recuperado en otro contexto. Ninguna otra estructura de vivienda en Cerro Mejía presentó fogones de tal naturaleza que pudieran haber sido utilizados para preparar chicha. Podría ser que la producción de ésta, una bebida fermentada, fuera reservada como un privilegio para la élite. Los tres fogones sin ninguna estructura (característico de muchos de los fogones en el sitio) estuvieron llenos de huesos calcinados de camélidos. Esta área tuvo una mínima producción de desechos, sugiriendo que gran parte de la preparación preliminar tuvo lugar en otra parte (Nash 2002).
Los Cuartos A y B presentan cualidades de típicas unidades domésticas, inclusive éstos son increíblemente limpios en comparación con los desechos domésticos de otras estructuras residenciales. Como sólo hay dos unidades familiares al interior de la estructura y cada una de ellas tiene su propia área de preparación de comida, podría parecer que las áreas en el Cuarto C son para la preparación de alimentos a ser compartidos con más que sólo miembros de la unidad doméstica. La gran área de preparación fue ubicada en un cuarto separado del área de cocina y de vivienda de los ocupantes de la residencia. Esto tiene implicancias para las relaciones sociales entre aquellos preparando activamente la comida y la gente que residía en los Cuartos A y B. Es posible que el personal que no pertenecía a la unidad doméstica, muy probablemente mujeres -relacionadas a administradores subordinados-, contribuyeron con su labor a la preparación de eventos donde se compartían alimentos a gran escala. Las mujeres que vivían en la Unidad 145 también pudieron haber contribuido con su trabajo o pudieron haber tomado un rol de supervisión. Basados en la evidencia deposicional parece, también, que cierta preparación preliminar de alimentos puede haber sido realizada en otras áreas antes de haber sido cocinadas en el Cuarto C.

El Cuarto D de la Unidad 145 y el patio central proporcionan un espacio para acoger una audiencia con subordinados. Es elevado, tiene un piso cubierto con lajas y una amplia apertura hacia el patio. Su muro de contención exterior está alineado con una banqueta. Tres escaleras conducen hacia una plataforma elevada sobre el nivel del piso del patio central. Durante su uso, las características arquitectónicas de esta estructura facilitaron la definición de la interacción y el estatus relativo de los tres grupos de individuos: los ubicados en el patio, los de un nivel sobre la plataforma baja y aquellos, incluso, en posiciones más elevadas presidiendo los eventos desde el cuarto elevado. Aparentemente, esta estructura residencial fue diseñada para acomodar interacciones sociopolíticas, así como para preparar y proveer fiestas a los visitantes, subordinados y quizás grandes grupos de la colonia y asentamientos vecinos en el complejo adyacente a la plataforma central (Nash 2002).
Hay cuatro plataformas principales localizadas centralmente en la cima de Cerro Mejía, dos hacia el este y dos pequeñas al norte de un gran espacio público, la Unidad 164 (Figura 7). La plaza, de 65 m por 75 m, puede haber sido el espacio para reuniones a gran escala. En la actualidad la única evidencia que sugiere que este espacio haya estado relacionado a fiestas es su cercanía al área de preparación de alimentos en gran escala en la Unidad 145 y aquellas en la Unidad 136, ambas son idénticas en escala y localizadas en un patio grupal formal Wari (Figura 7). Futuras investigaciones en Cerro Mejía serán designadas para preparar y delinear la actividad o actividades que se desarrollaron en este significante espacio público y en las más elaboradas estructuras residenciales de élite, Unidad 136.


Figura 7. Mapa con los edificios ubicados en la zona central de la cumbre del Cero Mejía.
Map of the buildings located in the central area of the summit on Cerro Mejía.
Una gran fiesta en un palacio provincial de Cerro Baúl
Hasta la fecha, las excavaciones en el centro provincial sugieren que Cerro Baúl mantuvo fuertes lazos con la capital ubicada en Ayacucho y tuvo acceso a productos que provenían de todo el imperio, e incluso, más allá (Moseley et al. 2005). En Cerro Baúl, la élite de administradores que ocupó el gran palacio de 2.060 m² pudo haber provenido del área central Wari (Figura 8). Ingresando por el oeste hay un atrio de forma indeterminada desde el cual los visitantes podían acceder al gran salón de recepción (Unidad 25). Este patio tiene banquetas en sus cuatro muros y una gran área de descanso hacia el muro oeste. El patio vecino hacia el este es un taller de cerámica donde las materias primas fueron procesadas y almacenadas y donde pudieron prepararse vasijas (Unidad 40A). Una gran plaza hacia el norte (Unidad 41E) también presenta evidencia de producción de cerámica (molienda de temperantes y el almacenamiento de pigmentos para engobe), así como otras actividades productivas (textilería y trabajo en piedra). Otros espacios excavados incluyen un irregular jardín con árboles (Unidad 40C), una pequeña área de cocina (Unidad 41B) y un grupo patio Wari (Unidad 9).


Figura 8. Mapa del palacio del Cerro Baúl en el Sector A. Los espacios excavados incluyen: (A) un hall de entrada (Unidad 25);
(B) un taller de cerámica (Unidad 40A);(C) un jardín (Unidad 40C); (D) una residencia de grupo de patio (Unidad 9);
(E) un pequeño aterrazamiento para la preparación de alimentos (Unidades 41A, 41B y 41C); y (F) un patio (Unidad 41E). 
Map of the palace in Sector A 
of Cerro BaúlThe excavated areas include: (A) an entrance hall (Unit 25); (B) a ceramic workshop (Unit 40A); (C) a garden (Unit 40C);
(D) a patio group residence (Unit 9); (E) a terraced area for small scale food preparation (Units 41A, 41B, and 41C); and (F) a 
patio (Unit 41E).

La Unidad 9, una residencia grupo patio Wari, está localizada en la porción este del centro monumental. Consiste de un espacio amurallado casi cuadrado, con cinco cuartos rectangulares en los tres lados de un patio abierto y con una plataforma elevada a lo largo del lado este (Figura 9). Esta residencia de élite tiene piso de piedra; otras características elaboradas sugieren que fue, alguna vez, una fabulosa residencia. El patio central fue rellenado con los restos de una gran fiesta, representado por más de 60 vasijas rotas y una diversidad de restos de comida, incluyendo huesos provenientes de finos cortes de carne de camélido, varias especies de pescado, camarón de río (deFrance 2004) y maíz. Las banquetas a lo largo de los cuatro lados del patio proporcionaban asiento para las reuniones y las relaciones sociopolíticas. Sorprendentemente, la Unidad 9 no tiene espacios adecuados para la preparación de alimentos a esta escala; sin embargo, una gran vasija de almacenamiento hallada en 9F y 41C ha sido interpretada como otra área para almacenamiento. Semejante a la Unidad 145 en Cerro Mejía, la estructura estuvo relativamente limpia, carente de artefactos, y con evidencia de ciertas tareas domésticas similares a las pequeñas residencias en ese sitio. 




Figura 9. Planta de la Unidad 9 del Cerro Baúl. Los cuartos A, C, F y G contienen típicos restos domésticos, B es el patio central,
D es una plataforma elevada y E parece haber sido reservada para actividades rituales.
Plan of Unit 9 on Cerro Baúl. Rooms A, C, F, and G contain typical domestic remains, B is the central patio, D is an elevated
platform and E seems to have been reserved for ritual activities.

La Unidad 7, localizada fuera del palacio, fue una terraza abierta en dos niveles, con un área especial para la preparación de comidas y almacenaje de frutos de molle (Figura 10). El molle fue almacenado en un gran hoyo y su presencia sugiere que la producción de chicha tuvo lugar en los alrededores. El molle puede ser agregado a la chicha de maíz o ser fermentado y usado para preparar chicha de molle3. Manos de moler, porotos y restos de animales sugieren que esta zona también fue usada para preparar alimentos. La densidad de manos de moler y la ausencia de actividades típicas de una unidad doméstica, más allá de la preparación de comida, indican que fue un área especializada en vez de un contexto residencial.


Figura 10. Foto de los sectores A y B en Cerro Baúl.
Photo of sectors A and B on Cerro Baúl.

Asimismo, la alta calidad de alimentos disponibles para los residentes de élite en Cerro Baúl sugiere que otras personas asociadas a estas unidades domésticas prepararon y potencialmente sirvieron chicha y alimentos a ellos y a sus invitados en la Unidad 9. Las evidencias de fiestas recuperadas en esta unidad parecen haber sido parte de un evento intencional de cierre, probablemente un funeral. Numerosas vasijas de cerámica fueron intencionalmente rotas en el piso y agrupadas alrededor de una tumba en el patio4. Por sí sola esta evidencia no podría soportar la presunción que las fiestas fueron un evento repetido con regularidad en esta área residencial. Las características de la Unidad 9, tales como la elevada plataforma hacia el este, sugieren que reuniones de algún tipo, probablemente con interacciones asimétricas, tuvieron lugar en la estructura y que las banquetas proporcionaron un lugar para sentarse y sostener amplias discusiones, realizar interacciones políticas y promover relaciones comensales (Figura 9).
De manera similar a la Unidad 4 en Cerro Mejía, parece que el palacio en Cerro Baúl pudo haber tenido un "hall de entrada", un área más accesible para interacciones de naturaleza semipública. La Unidad 25, en Cerro Baúl (Figura 8), localizada al oeste de la Unidad 9, es una plaza abierta con banquetas alrededor de sus cuatro muros y un gran nicho enterrado en el muro oeste. Este nicho pudo haber sido un lugar de honor para el administrador con más alta jerarquía asistente al evento en este hall de recepción o área de reuniones. El área de preparación para fiestas en la Unidad 7 puede también haber proporcionado comidas para las interacciones políticas entre comensales en esta área. Actualmente, la hipótesis que las fiestas fueron parte frecuente a cada estructura está basada más en las características y en el diseño de las estructuras que en las evidencias recuperadas. No hay duda que las actividades de fiesta fueron asociadas con un ritual intencional de cierre del elaborado componente de élite. La Unidad 25 en Cerro Baúl es un espacio de reunión semipúblico diseñado para facilitar la interacción directa o cara a cara, y pudo ser un área más formal que la Unidad 9 para el desarrollo de interacciones políticas entre comensales, la cual aparentemente se ubica en el centro de áreas de élite más privadas.

Es significativo que la Unidad 9 no tenga instalaciones para preparar los alimentos consumidos al interior del patio central de la residencia. Si comparamos el tamaño y la organización de la Unidad 9 en Cerro Baúl con aquellos de la Unidad 145 en Cerro Mejía podríamos esperar la presencia de áreas semejantes de preparación de comidas. Sin embargo, el contexto de este grupo patio al interior de un gran componente provincial presenta diferentes relaciones entre el personal encargado de la preparación de alimentos y los comensales, demostrando una importante diferencia en el acceso a la mano de obra y los recursos entre administradores provinciales y regionales. Si comparamos el tamaño de las Unidades 9 y 25 no existe una diferencia significativa, no obstante, dichas áreas se hallan dentro de la misma estructura y deben haber sido de alguna manera percibidas y usadas en diferentes formas.
Una chichería estatal
La Unidad 1 en Cerro Baúl contiene los restos de una gran área de producción de chicha y fragmentos de numerosas vasijas decoradas. La estructura consiste en un patio central de forma trapezoidal con cuartos rectangulares en sus cuatro lados (Figura 11). El patrón de abandono y el conjunto de artefactos asociados sugieren que fue un área especializada. Puede ser, sin embargo, que las casas tuvieron diferentes patrones de uso relacionados al estatus de los ocupantes asociados a la jerarquía política o, que las diferencias entre los materiales reflejen transformaciones cronológicas en los roles del entorno residencial en las interacciones políticas. Esos temas requieren ser evaluados con más excavaciones y detallados análisis espaciales.




Figura 11. Foto de la chichería en el sector B del Cerro Baúl: (A) un patio trapezoidal donde la fermentación fue realizada;
(B) un cuarto con piedras para la molienda; (C) el área de hervido de la chicha; (D) una posible área de almacenamiento;
(E) un cuarto con batanes planos para molienda y evidencia de germinación de maíz (F) y, (G) una plaza con nichos en el muro este. 
Photo of the brewery in sector B of 
Cerro Baúl: (A) trapezoidal patio where fermentation took place; (B) room with several grindstones; (C) the area for boiling the chicha; (D) a possible storage area; (E) room with flat stone tables for grinding and evidence of corn germination (F) and (G) a plaza with niches in the eastern wall.

La Unidad 1 tiene un cuarto con una inusual forma de "L" que rodea el patio al este y al norte. La sección norte de este cuarto contiene un área de producción de chicha a gran escala. Semejante a la Unidad 145 en Cerro Mejía, los fogones asociados con hervir la chicha fueron elaborados con piedras. En este lugar, bloques de piedras grandes y rectangulares fueron colocados verticalmente. Espaciadas regularmente y paralelas al muro norte, dichas piedras sostuvieron al menos siete vasijas grandes. Basados en los fragmentos de vasijas rotas a propósito y recuperadas de los pisos de esta área, se estima que cada cántaro habría contenido de 120 a 140 litros de chicha (Moseley et al. 2005). Cada vasija tiene un profundo hoyo de fogón a cada lado. Los restos de ceniza de dichos fogones contienen excremento quemado de cuy entre otros combustibles y basura de alta calidad -ofrendas potenciales-, las cuales, quizás, agregaron potencia a la bebida fermentada. Semejante a la Unidad 7, se almacenó molle en esta instalación y puede haber sido un ingrediente primordial de la chicha Wari de élite.

Los fragmentos de elaboradas vasijas decoradas se recuperaron de los cuartos de la chichería, los cuales fueron extensivamente quemados después del abandono. Las vasijas recuperadas representan la más fina colección de material cerámico excavado en Cerro Baúl. Los motivos representados en los pequeños cántaros y grandes queros son idénticos a los objetos recuperados en la capital y podrían ser importaciones5. Cuencos de este contexto asemejan convenciones Nazca, dónde los grandes queros representando la deidad frontal presentan ejecuciones estilísticas de algunos motivos que evidencian la influencia Tiwanaku (Feldman 1998; Williams y Nash 2002; Williams et al. 2003).
El patio de forma trapezoidal contenía los restos de 12 grandes cántaros a lo largo del muro norte. Dichas vasijas fueron interpretadas como vasijas para fermentación de abundante chicha (Feldman 1998). En consideración a la calidad y número de otras vasijas de cerámica, las cuales incluyen para consumo, tales como cuencos, un gran número de vasos y la producción a gran escala de chicha, la Unidad 1 fue claramente un lugar importante para celebrar fiestas. Sin embargo, aún no hemos descubierto dónde habrían ocurrido las relaciones entre comensales. Basados en la colección del material cerámico y el tamaño del área de producción de chicha parecería que las actividades en la Unidad 1 fueron claramente las más complejas que hasta el momento han sido recuperadas en la cima de Cerro Baúl.

Interpretando las Evidencias de las Fiestas

Las fiestas habrían sido un importante elemento en las relaciones sociopolíticas en el centro provincial Wari de Cerro Baúl, y otros asentamientos de colonos como Cerro Mejía. La preparación de fiestas y el desarrollo de eventos comensales fueron actividades planeadas en las unidades domésticas y en diferentes niveles en la jerarquía política. Asimismo, fueron parte de la planificación inicial de las casas así como del diseño original o agregado mediante remodelaciones mientras los dueños de casa ganaban estatus en la comunidad (Nash 2002). El hecho que algunas de esas ocasiones fueran relacionadas a la economía política del Estado Wari pueden ser inferidas a través del flujo de bienes, como regalos y tributos entre los niveles de jerarquía del asentamiento, incluyendo la cerámica Wari elaborada en Cerro Baúl, la obsidiana procedente de fuentes Wari y las cuentas elaboradas en piedras semipreciosas, pero que no fueron usadas en las casas de los pobladores de Cerro Mejía (Nash y Williams 2009).
La frecuencia de las fiestas en dichas áreas no puede ser determinada directamente, en vez de ello, pueden ser asociadas con la acumulación de desechos en los basurales. Pero los basurales son problemáticos porque es difícil relacionar los depósitos con el área donde se llevó a cabo la actividad. Los materiales derivados de dichos contextos pueden ser cuantificados, sin embargo, tales prácticas generan preocupación acerca de la validez de los cálculos basados en los volúmenes recuperados. Los basurales fueron quemados repetidamente, reduciendo el material orgánico a cenizas. Aunque la producción de chicha de molle proporciona evidencia en grandes cantidades de semillas disecadas en pozos estratificados y capas de depósitos de basura, la producción de chicha de maíz puede ser una ilusión arqueológica y se basa en el análisis de herramientas de piedra y sus residuos. Sin embargo, desde una perspectiva teórica, sugiero que un área no podría ser diseñada simplemente para un evento que determine su uso final, en vez de ello, cada área es designada en torno a actividades específicas y los modos principales de su uso (Nash 2002; Norberg-Schulz 1985; Rapoport 1990). El diseño de los espacios en cada uno de estos ejemplos refleja la anticipación y la planificación de reuniones así como las instalaciones para preparar los alimentos para grupos más allá de la unidad doméstica. Debido a que los espacios permitieron el desarrollo de actividades festivas, podemos concluir que dichas áreas fueron importantes para la reproducción de la unidad doméstica de algunos grupos. Además, debido a que los espacios para reuniones fueron hallados en habitaciones que varían en tamaño, riqueza y estatus sociopolítico, es posible que las fiestas y reuniones de pequeña escala hayan sido un importante elemento en la estrategia de administración Wari y en la economía política del Estado.
Los contextos descritos y las escalas de reuniones y preparación de alimentos dentro de dichas esferas no están asociados con grandes fiestas de trabajo en la escala de una comunidad. Mientras que la chichería en Cerro Baúl pudo producir entre 800 a 1.000 litros por vez, no existen grandes áreas públicas en su cima que pudieran acomodar más de 100 a 120 personas. Es posible que ésta fuera transportada a otros lugares, pero es más probable que la chicha producida en Cerro Baúl fuera reservada para el consumo de las élites Wari y sus invitados. La escala de la producción en la Unidad 145 de Cerro Mejía fue sustancialmente menor y no pudo ser suficiente para una gran fiesta de trabajo. La plataforma de la plaza central pública ubicada en la cima de Cerro Mejía pudo ser un lugar importante donde grandes grupos se reunían para eventos, pero esto requiere mayor investigación. Si las áreas de preparación de fiestas a gran escala fueron directamente asociadas con el trabajo diario que apoyó la construcción de monumentales y extensos restos en Moquegua, dichos contextos aún no son descubiertos, quizás dichas construcciones fueron cubiertas mientras las construcciones progresaron. Alternativamente, es posible que las celebraciones a pequeña escala crearan obligaciones mientras que en ocasiones de trabajo los productos alimenticios hayan sido provistos a los trabajadores y preparados a nivel de unidades domésticas individuales. A pesar de ello, debemos considerar el rol de la mujer y cómo ellas, en las unidades domésticas de élite y en general, pudieron haber jugado un rol integral en la preparación de comidas a gran escala en los niveles bajos de la jerarquía sociopolítica.
Las relaciones de preparación de fiestas parecieran estar basadas en diferentes tipos de conexiones. En algunos casos aquellos que preparaban los alimentos parecen haber contribuido por una relación de parentesco, con los medios potenciales de movilizar la labor y recursos para grandes eventos comensales fueron basados, potencial y primariamente, entre mujeres de unidades domésticas a nivel de líderes de barrio. La labor empleada en los diferentes contextos descritos anteriormente pudo ser dirigida con una apropiada jerarquía de supervisión y, de ese modo, los grandes eventos de fiesta pudieron ser posibles. Aunque no han sido halladas evidencias de fiestas a gran escala en forma de grandes cocinas, es posible que varias cocinas pequeñas hayan sido usadas. Si éste fuera el caso, ¿cómo fueron percibidos estos eventos?, ¿de dónde provenían los recursos? y ¿quién presidió como anfitrión? son preguntas importantes que esperan mayores estudios. Por otro lado, en el palacio de Cerro Baúl es posible que los sirvientes hayan estado presentes. La chichería pudo también haber empleado a especialistas. De este modo, las fiestas en Cerro Baúl fueron sustentadas por diferentes relaciones sociales en comparación con las preparaciones de fiestas en Cerro Mejía. Esta diferencia fue, probablemente, muy importante y de seguro limitó la distancia social entre el patrocinador y el cliente en este sitio.
Ninguno de los contextos descubiertos hasta el momento pudo alimentar a un grupo de trabajadores significativo que modificaran el paisaje, cavaran el curso de un canal de 20 km, o construyeran edificios de piedra a doble altura en la cima de una meseta a 600 m por encima de la fuente de agua más cercana para preparar mortero. Así, las reuniones a pequeña escala descritas anteriormente pudieron contribuir a dichos logros. Interacciones políticas a dicha escala habrían permitido el establecimiento, negociación o mantenimiento de relaciones asimétricas. El intercambio de bienes entre grupos pudo ser arreglado o ejecutado, las alianzas haber sido forjadas y la pertenencia a un grupo mantenida a través de rituales. Estas fiestas a pequeña escala habrían contribuido a logros de mayor envergadura y jugado un rol crucial en la integración de líderes entre ellos y con el Estado.
El consumo es uno de los aspectos de las interacciones y las relaciones creadas y desarrolladas en un evento comensal. Cómo diferentes anfitriones fueron provistos con alimentos y vasijas de servicio; qué gente contribuyó con su labor en la preparación de los alimentos; el tamaño del espacio usado para las fiestas y el número de personas que asistieron y sus relaciones con el anfitrión son atributos muy importantes que deben ser considerados. Cada uno de los espacios descritos anteriormente presenta diferentes instalaciones que jugaron un rol político en la sociedad Wari. El hecho que todas esas áreas fueran lugares de interacciones políticas entre comensales parece ser probable; sin embargo, la relación de actividades para alcanzar los objetivos de los administradores del Estado Wari constituye un asunto para futuras exploraciones y modelos teóricos.


Agradecimientos: El financiamiento para el desarrollo de los programas de investigación en Cerro Baúl y Cerro Mejía ha sido proporcionado por la National Science Foundation (BCS-0226791 y BCS-9907167), la Heinz Family Foundation, la G. A. Bruno Foundation, la Asociación Contisuyo, The Field Museum y el Center for Latin American Studies at the University of Florida. Agradezco a mis colegas y asistentes que han trabajado conmigo a lo largo de muchos años buscando el entendimiento de la colonia Wari en Moquegua. Especialmente, quisiera agradecer a Ryan Williams, Michael Moseley y Susan deFrance por su colaboración y apoyo. Un agradecimiento especial a Emily Baca por traducir el presente manuscrito. A los evaluadores anónimos por sus valiosas sugerencias que contribuyeron a aclarar aspectos del texto y al trabajo de Pablo Espinoza por su edición del español. Finalmente quiero agradecer a la gente de Moquegua por participar con nosotros en el proceso de descubrir su gran pasado. Cualquier inexactitud en su interpretación es por supuesto de mi entera responsabilidad.

Notas

1 En este artículo emplearé 'Wari' para indicar a la polity y 'Huari' para indicar el sitio arqueológico.
2 Recientes excavaciones en Cerro Mejía no descritas en este artículo han revelado una clara evidencia que algunas de las personas viviendo en las laderas del sitio pertenecieron al área de Chuquibamba en el norte (departamento de Arequipa). Un entierro ubicado bajo el piso estuvo asociado a una 'placa pintada' que es un objeto mortuorio no hallado entre las comunidades del Periodo Formativo de Moquegua. Debido a la fuerte presencia Wari en Chuquibamba es posible que la gente de esta región haya sido animada a colonizar Moquegua o forzada a hacerlo durante la hegmonía Wari.
3 Recientes investigaciones del cuarto final de la chichería en Baúl (adyacente a la Unidad 1) revelaron evidencias para la germinación y molienda del maíz, de este modo, es muy probable que la chicha Wari fuera una mezcla de maíz y molle.
4 Un comentador del artículo ha sugerido que esas vasijas puedan haber sido rotas por grupos Estuquiñas tardíos que vivían en la cima de Cerro Baúl, sin embargo no hay ningún fechado radiocarbónico hasta el momento que corresponda con este periodo (ver Moseley et al. 2005 para un completo listado de los fechados para este sitio). No hay evidencia de ocupación durante el Intermedio Tardío, solo actividad ritual, la cual es fácilmente identificada como intrusiva  (Chacaltana y Nash 2009). Basados en el arreglo de los restos durante las excavasiones, sugiero que los muros circundantes del patio fueron empujados para cubrir la tumba, y los restos de una ceremonia funeraria, quema de ofrendas, y depósitos rituales. Un artículo que detalla dichos restos está en preparación (Nash y deFRance s/f).
5 En 1998 Ismael Pérez fue tan amable de compartir fotos de las vasijas excavadas por él en el área donde se construyó el museo de sitio en Huari. De esta área Ismael Pérez halló grandes queros casi idénticos a aquellos de la chichería en Cerro Baúl (ver Moseley et al. 2005, figura 7)

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Recibido: noviembre 2007. Aceptado: marzo 2009, revisado: enero 2011.
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