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Chimay, cerveza trapense

Si hablamos de cervezas “trapenses” a quien hay que agradecerle la enseñanza es al padre Père Théodore, un devoto clérigo que en 1946 recibió el encargo del abad de Notre-Damme de Scourmont, cerca de la ciudad belga de Chimay, de abandonar los estudios teológicos para concentrar sus esfuerzos en la producción de una cerveza de alta calidad dentro de la abadía. Fruto de aquellos estudios junto con el profesor Jean De Clerck de la Universidad de Lovaina, la abadía modernizó sus procesos de producción e implantó estándares de gran calidad en la elaboración de sus cervezas, consiguiendo que las variedades de Chimay se convirtieran en las primeras cervezas producidas para gran consumo, y sentando las bases de los criterios de calidad de la denominación “trapense”.
Así nace una de las mejores cervezas de Chimay, su “Capsule Blanche” o Etiqueta Blanca, la más joven de la gama. Una “triple” de color albaricoque y sabor seco, firme y lupulizado. Su gran cuerpo procede del uso de cepas originales de la levadura de Chimay para la doble fermentación en botella. De aroma afrutado con notas de moscatel y uva pasa, y con un 8% de alcohol, perfecta para tomar a bajas temperaturas, entre 6º y 8º.


Los ingredientes empleados para la elaboración son: agua, cebada, almidón de trigo, azúcar, extracto de lúpulo y levadura; el extracto de malta se usa en la elaboración de las cervezas Rouge y Bleue como colorante.

  • Chimay Rouge, 7% vol. En la botella de 75 cl, esta cerveza tiene la denominación Première. Es una cerveza negra de tipo dubbel y tiene un aroma dulce y afrutado.
  • Chimay Bleue, 9% vol. es una ale más obscura. En la botella de 75 cl, esta cerveza tiene la denominación Grande Réserve. Esta cerveza color cobre-marrón tiene un sabor un tanto amargo. Es considerada la más "clásica" Chimay ale, tiene un sabor profundamente afrutado y a su vez un poco picante.
  • Chimay Tripel, 8% vol. golden tripel. En la botella de 75 cl, esta cerveza tiene la denominación de Cinq Cents. Esta cerveza tiene un color naranja claro, es la más seca de las tres.
  • Chimay Dorée (Golden), 4.8% vol. ale, producida con ingredientes muy similares a la Chimay Rouge, pero es un tanto más opaca y condimentada de una manera distinta. Es una patersbier, hecha especialmente para ser bebida al interior de la Abadía o bien a los alrededores de esta en el Auberge de Poteaupré, el cuál está asociado a la Abadía. Los monjes usualmente beben ésta cerveza en vez de beber cualquiera de las otras tres, las cuales tienen un mayor grado de alcohol. Es muy extraño encontrar botellas de Chimay Dorée fuera de la Abadía o a sus alrededores ya que la misma se comercializa de manera muy escasa. Sin embargo, a partir del 2013, una cantidad muy limitada de este tipo de bebida se vende como cerveza de barril en el Reino Unido, en 19 bares de la cadena Fuller's y en Italia (en donde únicamente se vende en 50 bares), también se exporta en pequeñas cantidades en botellas de 330 ml que se envían a algunos mercados de otros países.






Growlers

Los Growlers son recipientes con los que puedes llevarte a casa cerveza fresca del brewpub o de la fábrica y así disfrutar de ella en un plazo de 7 a 10 días (2-3 días una vez abierto).
Hasta que el método de pasteurización y la disminución del costo del embotellado generalizaron el uso de la cerveza en botella, la única forma de tomar una cerveza fuera de una cantina o un bar en Estados Unidos era llenando, directamente del barril, un recipiente que pudiera ser transportado hasta donde se deseaba consumir la bebida, generalmente la casa o el lugar de trabajo en la hora del almuerzo.
Si bien estos recipientes eran conocidos como “latas de cerveza” o “cubo de cerveza”, el nombre que más popularidad tuvo fue Growler (gruñón).
Casi cualquier cosa que hiciera posible transportar cerveza sin que se derrame servía como Growler. Se usaron jarras de cerámica o gres, cántaros y frascos de vidrio entre otras cosas, pero el más común de todos era un cubo metálico, galvanizado o esmaltado, de unos 2 cuartos (aprox. 2 litros) de capacidad, que en ocasiones tenía una tapa del mismo material.
Muchas veces, la tarea de ir a llenar los growler y regresarlos a la casa o al trabajo recaía en niños mandados por sus padres o contratados por los trabajadores. A estos rápidos viajes de ida y vuelta al bar más cercano se los conocía como Cuadro de texto:  “Rush the Growler”,
Los encargados del tema eran comúnmente apodados “Bucket boys” (muchachos del cubo) o "Kesseljunges" (un término alemán al parecer utilizado principalmente en Milwaukee), que a fin de poder transportar más growlers en un solo viaje, solían usar una vara o tabla que les permitía enganchar  una mayor cantidad de esos recipientes.
 En 1883 aparece la primera referencia encontrada hasta ahora del término "Growler"  como forma de llamar a los recipientes donde se transportaba cerveza.
En 1883 aparece la primera referencia encontrada hasta ahora del término "Growler"  como forma de llamar a los recipientes donde se transportaba cerveza, pero el origen de ese nombre  es incierto y existen muchas versiones al respecto, ninguna de ellas sencilla de probar o refutar.
La explicación ofrecida con mayor frecuencia es que  originalmente se refería, al sonido de la cubeta llena deslizándose  por la barra del bar.
Se cree, también, que como los primeros recipientes eran metálicos y tenían tapa, la agitación del transporte hacía que ésta se sacudiese y dejara escapar el gas haciendo un ruido sordo similar a un gruñido (Growl en inglés).
Algunas fuentes indican que se debe al conflicto constante entre el cantinero y el cliente generado por la diferencia en las opiniones que tenía cada uno respecto a cuanto se debía llenar el envase. El cliente siempre esperaba más de lo que el cantinero ponía en su recipiente, lo que provocaba algún que otro gruñido en señal de protesta.
Otra teoría afirma que el gruñido provenía del estómago de los trabajadores que en la hora del almuerzo o al final de la jornada  esperaban  encontrarse con su growler lleno para calmar su sed y los ruidos de sus barrigas.
Una referencia temprana, en el Trenton Times durante 20 de junio 1883, adjudicaba el nombre al mal humor  de una persona que ha consumido todo un cubo de cerveza y Cuadro de texto:  decía que  se lo llamaba growler por las discusiones y peleas que provocaba comúnmente después de tanta cerveza.  En aquella época, el growler no era exclusivo de los trabajadores,  también era comúnmente consumido en cantidad por pandillas en la calle, que se hacían  cada vez más peligrosas según avanzaba la noche, tanto que muchas veces los mismos agentes de policía, incluso los más veteranos, se  abstenían de los encuentros con el  "turbas growler”. Para algunos éste fue, en el siglo 19, un mal social tan importante como los laboratorios de metanfetamina  hoy en día.
Por último el investigador Gerald Cohen, por su parte, ha propuesto una teoría muy probable. Teniendo en cuenta que a la tarea de mandar a llenar los growler (rush the growler), también se la conocía como   “chase the duck”  (perseguir el pato),  Cohen sugiere que la metáfora original detrás de esas frases fue la de un perro de caza enviado a encontrar y recuperar un ave derribada. En “rush the growler”  el gruñon es el perro al que se le ordena ir a buscar la presa (la cerveza) rápidamente.
Como se dijo anteriormente, ninguna de las versiones contadas se puede probar fehacientemente, y tampoco se puede descartar alguna…
El "Comercio del Cubo”, como se conocía la venta de cerveza para llevar, fue atacado con frecuencia, durante los años previos a la prohibición, por el movimiento anti-alcohol "Templanza" que resultó posteriormente en la 18a Enmienda de la Constitución de los EE.UU (la prohibición completa del alcohol) que pasó a la historia como “Ley Seca”.Cuadro de texto:  
En varias ciudades se aprobaron leyes para proscribir totalmente el growler. En algunas se limitó la cantidad que podía ser vendida en un growler y en otras sólo se prohibía venderle a mujeres y niños..
También se aplicó la ley a los avisos publicitarios en los que aparecían menores con growlers… Por todo esto, durante esa época, los encargados del “delivery” debían  ingeniárselas para hacer su trabajo  y entregar el pedido lo más rápido posible, evadiendo a las autoridades que cuidaban la citada disposición federal.
En tiempos de prohibición, el transporte de un growler se dificultaba aún más los días domingos, porque entonces era el único día no laboral  de la semana y por ley debía estar todo cerrado. Esto hizo que el ingenio de aquellos que no querían resignar su cerveza de domingo creara un recipiente de metal, delgado y cerrado, con un gancho para que el dueño lo asegure a la axila dentro de su abrigo u ocultarlo así de la vista pública y de la policía, mientras que  lo transportaba desde y hacia alguna licorería ilegal. Por su forma característica se lo empezó a llamar “Duck” (pato) y en algunas zonas  se convirtió en sinónimo de "Growler".
Con el paso del tiempo los recipientes fueron evolucionando, cambiando su forma  y variando los materiales de fabricación. 
Cuadro de texto:  Por la década de 1950, el pequeño cubo de hojalata había desaparecido y se comenzaron a usar contenedores de cartón encerado con tapas similares a los recipientes de comida china para llevar. Para la década de 1960, la mayoría de los bares habían cambiado al plástico y se les permitió vender cerveza pre-envasada ​​después de horas, por lo que el concepto del Growler (llevar el recipiente propio para ser llenado en el bar)  desapareció lentamente.
No fue hasta 1989, que el Growler reaparece en escena cuando Charlie Otto, propietario de la primera  microcervecería de Wyoming, la , quería ofrecer cerveza tirada para llevar, y no tenía capacidad para embotellarla. Por suerte para Charlie, su padre todavía recordaba el uso de los Growler y le sugirió que hiciera el intento. Sin duda, el recipiente debía ser actualizado, por lo que Charlie comenzó a serigrafiar su logotipo en jarras de vidrio de medio galón (1.89 ltr), de forma similar a las “moonshine jugs” (jarras usadas para contener el alcohol fabricado ilegalmente), dando origen así al growler moderno, tal como lo conocemos actualmente.
Hoy se pueden encontrar algunas variaciones atractivas por su forma y diseño,  verdaderas obras de colección. Hay botellas de cerámica con tapa del mismo material,  las hay con cierre a rosca y también  está el growler estilo alemán de más de dos litros, con una tapa de cerámica  a presión y un mango de metal.
Tradicionalmente, los Growler se llenaban por medio de un tubo adosado a la canilla, que llegaba hasta el fondo del recipiente para lograr que la carga de realice de abajo hacia arriba reduciendo así el desperdicio y el tiempo de llenado, pero este método aumentaba el contenido de oxígeno de la cerveza, lo que producía un rápido envejecimiento de la misma.
 En los últimos años, los avances tecnológicos impulsados ​​por el auge de la cerveza artesanal lograron el desarrollo de sistemas de llenado a contrapresión, permitiendo disfrutar, en casa, una cerveza como si recién salida del barril,  evitando la oxidación y la pérdida de frescura y carbonatación que sufrían las cervezas transportadas en los cubos de estaño en el pasado o aquellas contenidas en growler llenados de directamente del grifo.
Un correcto  manejo del growler, en lo que respecta a su higiene, su llenado y su almacenamiento, mantendrá buena la cerveza por unos 7 a 10 días y, no más que un par de días, una vez abierto.
Básicamente, el recipiente  ideal para ser utilizado como growler  debería estar confeccionado en un material que evite el daño  causado por la luz, tales como vidrio o plástico marrón oscuro, cerámica o acero inoxidable. Otra característica a tener en cuenta es que debe ser capaz de resistir las presiones ejercidas por la cerveza carbonatada, así como el método de llenado a contrapresión.
Comenzando el siglo XXI la empresa rusa  Novosibirskprodmash  larga al mercado un dispositivo que permite el llenado de botellas tipo pet con cerveza directamente del  barril, de forma rápida y libre de espuma. Tal fue la aceptación del sistema PEGAS que hoy su producción llegó a más de un millón distribuido en los cinco continentes, logrando que, en algunos lados, uno vaya al supermercado, elija una cerveza entre varias opciones y se la lleve a casa recién tirada.


En Quingdao, China, se encuentra la cervecería más popular del país, la Tsingtao. La cerveza, sobre todo con los mariscos, es una parte esencial de la vida cotidiana de la ciudad, tanto es así  que se ha popularizado el fenómeno de la "cerveza para llevar". Esto no tendría nada de extraordinario, si no fuera que el envase es una bolsa plástico. Por las calles de Quingdao, van y vienen con frecuencia, muchas personas apuradas con una bolsa llena de cerveza que llevan a su casa para la hora de comer.
No hay una explicación concreta de cómo nace esta costumbre, pero se cree que podría ser debido a que hasta hace poco tiempo, la cervecería le pagaba a su trabajadores, parte de su sueldo en cerveza fresca que a menudo vendían en la calle…


Consejos para un buen uso del Growler.

  • Tanto vendedor como consumidor son responsables de mantener y cuidar los growler y de garantizar un envase limpio.
  • Es aconsejable que, ni bien el growler se vacíe, se limpie a fondo, se desinfecte, enjuague, y seque bien para después guardarlo, siempre con la tapa abierta.
  • No deben usarse detergentes grasos o a base de aceite.
  • La cantidad de detergente debe ser adecuada para asegurar una limpieza a fondo evitando los aromas químicos residuales.
  • Para facilitar la limpieza se puede usar un cepillo grande tratando de no usar aquellos con partes de metal que pueden dañar el growler.
  • Se debe dejar secar perfectamente el growler antes de almacenarlo.
  • La sanitización se debe hacer con productos aptos para el uso en cristalería.
  • El sistema completo de llenado debe ser limpiado cada 2 semanas como mínimo, tal como se recomienda para cualquier línea expendedora de cerveza tirada o de barril.
  • Los grifos y tubos de llenado se deben enjuagar, limpiar, desinfectar, y secar bien después de cada relleno growler.
  • Sistemas de llenado contra-presión tienen una mayor necesidad de limpieza integral para evitar olores desagradables causados por infección.
  • Un plan de mantenimiento bien diseñado y ejecutado con responsabilidad asegurará, un sistema libre de problemas higiénicos y una cerveza fresca y rica.
  • Inspeccionar visualmente cada growler de vidrio o cerámica antes del llenado. No se deben llenar si se descubren grietas o mellas en la superficie.
  • En growler con tapa a rosca, será mejor el uso de tapas plásticas en lugar de las metálicas, ya que aquellas pueden romperse más fácilmente si se produce un exceso de presión.
  • Llenar siempre hasta la línea de llenado especificada por el fabricante o bien dejar un 5% de espacio vacío.
  • Todo growler debería estar diseñado para soportar la carbonatación de la cerveza envasada, y las presiones ejercidas por los sistemas de llenado a contrapresión. La presión máxima admitida debería especificarse en el envase.
  • Para evitar accidentes, todo sistema de llenado debería incluir algún tipo de blindaje que separe el Growler del operador del sistema y de la gente cercana.
  • Un growler debe abrirse en un plazo de 24-72 horas después de llenado, y debe ser consumido rápidamente (en cuestión de horas) una vez abierto.
  • Mantener el growler lleno en un lugar refrigerado y oscuro. Recuerde que un aumento de la temperatura aumentará la presión y podría causar un estallido y que la luz puede dañar la cerveza






Liso

El liso es una forma de tomar cerveza propia de los habitantes de Santa Fe Ciudad, Argentina. Consiste en servir la cerveza, preferentemente rubia, sin pasteurizar y bien fría, directamente desde el barril, en un vaso liso (sin textura) de 250 a 255 cm³. La diferencia con el conocido chopp es que este se sirve en jarra.
Se le atribuye su descubrimiento y popularización al empresario y maestro cervecero Otto Schneider, por los años 1930. Es famosa por ser suave, fácil de tomar, mantener el frío y poder apreciar el color y la pureza de la cerveza. Es el rasgo distintivo de la gastronomía santafesina.

Elaboración

La cerveza del liso se envasa en barriles de hierro, para conservar sus propiedades y no cortar la cadena del frío. El proceso de elaboración de la cerveza es igual que a las otras, pero esta, a diferencia de la envasada en botella o lata, se encuentra sin pasteurizar, un proceso que sí se realiza a aquella que se colocará en botellas. Esto se hace ya que se espera que la cerveza en botella perdure seis meses aproximadamente, mientras que el liso contiene cerveza recientemente elaborada que, por no contar con este paso, debe consumirse dentro de los 45 días.
El recipiente del liso es un vaso cilíndrico de vidrio sin pertuberancias de 250 a 255 cm³.
También se puede servir en vasos de plástico o acero inoxidable, aunque no tienen las mismas cualidades que los vasos de vidrio.
Al no ser pasteurizada, la cerveza debe ser almacenada en frío, de 2º a 4ºC. Al servirse, debe mantener una temperatura de entre 3,3º a 4,5º C, a lo cuál ayuda el vaso en sí. Respecto a la espuma, esta debe tener un grosor de 2,5 cm. Esto sirve a se evite la rápida pérdida del gas carbónico de la cerveza y a conservar las propiedades de la bebida.
Para servirlo, la forma correcta de hacerlo es la siguiente:
  1. Inclinar el vaso en un ángulo de 45º de la canilla del barril, a 1 cm de distancia entre ambos aproximadamente. Este paso evita la formación de espuma en exceso.
  2. Cuando se llena las 3/4 partes del vaso, se debe enderezar el mismo a un ángulo de 90º grados.
  3. Cuando la cerveza se encuentre a 2,5 cm del borde del vaso, se cierra de a poco la palanca de la canilla para formar la corona de espuma.
  4. Para un mejor finalizado, se retira con una tabla recta de madera el excedente de espuma.
Es necesario limpiar bien el vaso luego de ser utilizado.
En los bares y restaurantes, se suele acompañar de maníes, palitos, pororós y/o lupines en salmuera, entre otros ingredientes. En las comidas hogareñas, se alquila o compra un barril, y se sirve directo de ahí, acompañando la comida o haciendo la "previa" para la misma. También suele acompañar al asado y las picadas.

Historia

Luego del establecimiento de la cervecería Santa Fe y su posterior venta a Quilmes, Otto Schneider, un maestro cervecero alemán radicado en Santa Fe, fundó la cervecería Schneider en el año 1911. Durante los siguientes años, se empezaría a reforzar una cultura cervecera en la ciudad, debido a que esta bebida comenzó a ser la más pópular en bares, restaurantes y reuniones. Esto se vería impulsado por la cercanía de la cervecería San Carlos y el depósito que supo tener Quilmes en una ciudad de menos de 100 000 habitantes.
Según algunos comentaristas, el nombre de liso referido a esta forma de tomar cerveza se debe a la acción de tirar el sobrante de espuma "alisando" la boca del vaso con una tablilla, pero según la tradición oral, Otto Schneider, en sus visitas a la chopería Alemana o al City Bar, pedía que le sirvieran la cerveza en un vaso liso de capacidad menor que la de las jarras. Otros clientes y los propios mozos se fueron sumando a esa nueva forma de tomar el chopp y fueron impulsando el uso de la palabra "liso".
En los años 1930, se instauró la costumbre en las choperías, que eran locales donde se comía y, especialemente, se tomaba cerveza. Empezando por la chopería Gambrinus, de la familia Spengler, ubicada sobre la céntrica calle San Martín, que remplazó las bebidas blancas y copetines por la cerveza y el liso. Luego sería continuada por las choperías como La Modelo, El Cabildo y el Baviera.
El 11 de diciembre de 2014 el liso fue declarado Patrimonio Cultural de Santa Fe, siendo esta la primera vez que se sancionó en el Concejo a una tradición, en uso, como patrimonio cultural inmaterial.

Al Liso... Don Otto lo Hizo




Pisco chileno en el siglo XX

Hernán Cortes Olivares. Profesor e Historiador Universidad de La Serena

Durante la época de la Colonia, el Valle de Elqui mostró también una nueva faceta para los habitantes. Gracias a su clima seco y de alta luminosidad, las uvas maduraban con una elevada concentración de azúcar dando un vino licoroso, con un sabor dulce apasado y con una graduación alcohólica que superaba al espíritu del vino que se producía entre Santiago y Concepción, nuevas tierras, nuevo sol: un nuevo producto: el Pisco o aguardiente de mosto. Las cepas más conocidas surgían con nombres literarios; Dedos de Dama, Cocos de Gallo, Italia Negra Moscatel, Italia Blanca, San Francisco, Uña de Gallo, Uva Aceituna, Cristalina Blanca, Uva del Huasco y Rosada Moscatel de Curacaví.  La tierra fértil del valle con su río vertiendo el agua daba paso a un nuevo “aguardiente”, resultado de un proceso histórico de larga duración que se remonta a los orígenes de su descubrimiento y su difusión por el mundo hasta llegar a España, y por su intermedio, a las Viñas de América.

Con estas características se empieza a producir el Pisco en el área de Diaguitas, Paihuano, Valle del Río Claro o Pisco Elqui. Sin embargo, el principal motivo de su producción está lejos de satisfacer al exigente paladar. En Chile, las heridas generadas en la guerra, las enfermedades provocadas por el clima húmedo de la frontera, las pestes y las tercianas obligan a los conquistadores a producir tempranamente este medicamento casi milagroso; puesto que el resultado de la segunda destilación del aguardiante es el alcohol etílico exento de toda humedad y que se usó como un medicamento hacia el año 1100 d.c. en Italia meridional. Llamada, según la tradición, el aqua vitae, realizaba el milagro de conservar la juventud, disipaba los humores superfluos, reanimaba el corazón, curaba el cólico, la hidropesía, la parálisis; calmaba los dolores de muelas; preservaba de la peste, la gota y la afonía. Además otro factor que favoreció la producción de Pisco, fue la abundancia de cobre que existía en las minas cupríferas del cerro El Brillador, cerca de La Serena, y Tamaya en el valle de Limarí. Este rojo mineral era utilizado para la fabricación de los alambiques, allá por el 1553. Estos recipientes eran ideales para la operación del destilado, y fue herencia cultural dejada por la cultura vitivinícola de andaluces y extremeños. Al comenzar el siglo XX, toda la tradición e historia del Pisco del Norte Chico se enfrenta a los intereses de la producción vitivinícola de la zona sur.

La gran crisis agraria que viven los hacendados y ganaderos y por otra parte, la crisis de la minería salitrera cierra el mayor y mejor mercado consumidor para chichas, chacolíes, vinos y aguardientes naturales y artificiales, derrumbándose los precios y acumulándose un gran stock de producción. Los productores del sur, conscientes de que el producto Pisco tenía un mejor precio derivado de su tradición y calidad, buscan generalizar el uso de la palabra Pisco para toda la producción nacional y sin la denominación de origen, que desde hacía dos siglos definía la calidad y precio de este producto del norte. A ello también se agregan las presiones de los aguardientes peruanos, generando los primeros roces por la denominación del Pisco. En los años treinta, surge una gran controversia sobre la limitación de la Zona Pisquera y por ende de la identificación de los piscos naturales y piscos artificiales.

Esto llevó al gobierno de Carlos Ibáñez del Campo a dictar el Decreto con Fuerza de Ley Nº 181, de 15 de Mayo de 1831, teniendo presente en su fundamentación que desde antiguo se elaboraban aguardientes en las zonas de Huasco y Elqui con el nombre de Pisco por haber alcanzado justo renombre en el país y en el extranjero, gracias a las condiciones especiales de la región y de la calidad de las uvas cuyos caldos se destilan. Hoy como ayer la industria pisquera da una dura batalla, para encontrar el apoyo necesario para proyectar el desarrollo de un Patrimonio Cultural de Chile, a nivel internacional.





Leche de tigre + pisco sour + shot ceviche

Para la leche de tigre, en un recipiente macere entre 15 y 20 minutos los trozos de pescado junto con el limón, la cebolla, el ají, la sal, la pimienta y el cilantro.
Cuele y reserve: este será su shot de ceviche.
Una vez obtenga el líquido del macerado, licúelo junto con el pisco, y las claras hasta obtener espuma.
Sírvalo y decore con las gotas amargas. Acompañe con su shot.






Lúpulo en flor Vs. Pellets

Pellets y Flor de Lupulo
Las dos implementaciones tienen ventajas e inconvenientes. Al parecer, en la creación de los pellets, las flores se pulverizan y luego convierten en pellets por presión, lo que conlleva la destrucción de cierta cantidad de ácidos alfa. Hay quien dice que el sabor es diferente también.
Los pellets, congelados y al vacío duran mucho más con pérdidas mínimas de ácidos alfa, las flores se oxidan mucho más rápido en las mismas condiciones de guarda que los pelltes.
Sedimento de pellets
Así, los pellets, poseen mejor almacenamiento, durabilidad y utilización. Al desintegrarse en contacto con el mosto consigues una mejor superficie de contacto y por tanto un mejor rendimiento. No se atascan mangueras en los trasvases como hacen la flores, minimizas la posible entrada de oxígeno a través suyo, no chupan mosto como las flores.
Si con las flores, quieres ahorrar los problemas que causan en la olla y decides usar bolsas, estás reduciendo la superficie de contacto y por tanto el rendimiento.
Cocción con Flores
Una vez que echas los pellets en el hervido o para dry hoping se deshacen en trozos minúsculos que pueden llegar a montar en el hervido una especie de filtro similar al que hace el grano durante el macerado.
Las hojas enteras montan un tapón que te puede dejar todo el sistema atascado a mitad del enfriamiento.
El pellets termina colándose en parte al fermentador mientras que la flor es mas fácil de retirar ademas sirve también de medio filtro.
La elección, por otro lado, puede ser simple y no va a gustos si no a equipos. Si usas  whirlpool, pellets ya que sedimentan mejor en el centro. Si usas doble fondo o filtros de casquillo, flor pues el pellet se te va a colar en el fermentador.








El caldo de pasas, el vermouth artificial y otros bebistrajos irregulares de antaño


La práctica extensiva de falsificaciones y adulteraciones en la industria de bebidas a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

El 9 de julio de 1895, coincidente con la fecha patria, el Boletín Oficial de la República Argentina publicó un completo texto anunciando el nuevo decreto presidencial relativo al sector de bebestibles. Tanto el espíritu de la norma como el de la solicitud que dio lugar a su promulgación no perseguían ningún propósito de mejorar la calidad, evaluar la genuinidad  o cuidar la salud de la población, de hecho, el texto está encabezado por la siguiente frase preliminar: “decreto reglamentando la verificación de las bebidas artificiales sujetas a impuesto”. Queda entonces manifiesto que todo el asunto tiene un trasfondo meramente impositivo, de recaudación. Es muy probable que en ningún otro documento antiguo podamos encontrar una descripción semejante, por minuciosa y sincera, de cómo se hacían,  mezclaban y comercializaban determinados brebajes tan comunes en ese tiempo como absolutamente desconocidos por la posteridad: el vino de pasas, el caldo de pasas, la bebida artificial, el vermouth artificial y el “uno por tres”.  Dichas denominaciones eran absolutamente informales, confusas y carentes de un mínimo marco regulatorio, al punto de que se admite lisa y llanamente la ineptitud del estado para  fiscalizar una producción fuera de control
Todo parece comenzar a partir de un informe elevado por el funcionario J.F. Moreira a su jefe, el Administrador de Impuestos Internos Osvaldo Piñero.
Para ese momento el gravamen  era relativamente nuevo, ya que los Impuestos Internos se crearon en 1891 -durante la presidencia de Carlos Pellegrini- como una manera de recaudar fondos frente a la tremenda crisis económica iniciada el año anterior. El modo simple y rápido de lograrlo fue imponiendo la carga  a dos de los ramos más sólidos de la época por producción y consumo: el alcohol y el tabaco.
El ánimo de la nota no es otro que “verificar por medio de arbitrios útiles la materia imponible”, compuesta fundamentalmente por los brebajes antes mencionados. Y empieza así: “el estudio somero de este asunto, en el que faltan datos precisos y concretos (…) pues los fabricantes emplean fórmulas distintas, a tal punto de que no hay dos resultados de análisis que sean idénticos, me lleva a exponer algunas consideraciones.” A continuación va descubriendo de a poco el lado oscuro del asunto, el verdadero problema, que es la mala fe generalizada dentro de la actividad, empleando un adjetivo de época actualmente en desuso: intérlope, que significa fraudulento. Más adelante continúa asegurando que “las condiciones de existencia de una industria, elemental si las hay, como es la elaboración del caldo de pasas, la simplicidad de sus instalaciones, el corto capital que requiere, favorecen admirablemente todo propósito de fraude. Diseminada, ocultándose en los rincones suburbanos, en las trastiendas de los comercios rurales, en sótanos insospechados, puede existir y medrar clandestinamente, burlando sin mayor esfuerzo la vigilancia fiscal.”


A continuación llega el núcleo de todo, los trapitos al sol, la respuesta a la gran pregunta: ¿cómo se hacían aquellos potingues infames? Precedidas por el enunciado “es sabido que la bebida artificial se elabora con o sin ayuda de la fermentación alcohólica”, vienen las respectivas recetas básicas. La primera es la siguiente: “en una tina cuya capacidad varía de 200 a 20.000 litros se echa agua tibia, pasas de uva trituradas, crémor tártaro, etcétera, y se deja fermentar la masa durante ocho o diez días. Se decanta luego el caldo en tinas o pipones, donde se le agrega el alcohol que requiere su conservación y fuerza, así como los otros ingredientes que entran en su composición: coriandro, salvia, violeta, etc. Enseguida se clarifica por medio de gelatina, clara de huevo, sangre fresca o cola de pescado, se trasiega, se filtra y queda así en condiciones de ser expendido.” Para el segundo procedimiento, aparentemente sin fermentación y más adecuado para bebidas aromatizadas tipo vermouth, preferimos presentar la imagen correspondiente al párrafo específico, con todo el realismo del texto original.

"En un cubo, tonel ó pipa, se vierte el agua necesaria, que se alcoholiza en proporcion del 15 al 20 % de su volumen. En la mezcla espirituosa así obte-nida, se ponen en infusión durante un período de tiempo, que no excede ordinariamente de diez días, las plantas, hierbas, bayas ó semilla que deben suministrar aroma y sabor al líquido. Se descanta, se agrega azúcar, colorante vegetal, esencia y otras drogas, se trasiega, se filtra y, si es vermouth, se envasa en botellas que llevan las vistosas etiquetas con profusión de festones y astrágalos y policromos que distinguen á los vermouths italianos para mejor engañar al consumidor con el conteniente, como se le engaña con el contenido."
La primera parte del texto culmina volviendo sobre el tema de la impunidad de los elaboradores, al decir: “de manera pues que con dos o tres pipas o bordalesas que ocupan un reducido espacio, algunas cajas de pasas, un barril de alcohol y un surtido de agua corriente, aljibe o pozo en la proximidad del local en que se efectúa la operación, cualquiera puede convertirse en fabricante.” Y finaliza: “fluye de todo esto la evidencia de que es difícil, por no decir imposible, fiscalizar la elaboración de la bebida artificial”.





Por entonces, habia una variedad de orígenes en el mercado vinícola, abundaban los artículos importados de Francia (Burdeos), Italia (Barbera), España (Carlón, Priorato), Portugal, Alemania, y los nacionales de Mendoza, San Juan, Salta o la propia Buenos Aires, entre otros. Pero que se los vendiera bajo esas denominaciones no implicaba necesariamente que el 100% del contenido fuera lo que decía la etiqueta; bien al contrario, la práctica del “corte” era no sólo habitual sino también aceptada como parte del negocio, más allá de las críticas que recibía por su tendencia al engaño y la falsificación.





La persecución por parte de las autoridades (que buscaban recaudar), los magros márgenes de ganancia y el lento pero seguro crecimiento de la industria del vino genuino (en volumen y calidad), eran algunas de las realidades que iban acorralando poco a poco a los fabricantes de bebidas artificiales. Incluso el texto que nos convoca así lo manifiesta, afirmando que “ya hay fabricantes que han resuelto suspender la elaboración del caldo de pasas y sustituirla por la del 1 por 3”. Más allá del interrogante que plantea esta última y misteriosa denominación, sabemos que menos de diez años después se constituyeron las primeras asociaciones de productores de vinos para defender el honor del gremio frente a las prácticas de fraude. Mientras tanto, las normativas del sector se hacían más específicas y los controles más severos.
En relación a la sugestiva denominación “1 por 3”, podría ser ¿Uno de agua por tres de vino? Esto es muy probable, ya que de ese modo el fraude se hacía más simple y menos costoso, evitando las fermentaciones, las maceraciones y todos los agregados que fueron descriptos.

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