Con casi 200 años más de historia que el Malbec en estas tierras, no encontrándose en otro lugar del mundo, produciendo vinos que poco a poco van cautivando los paladares de todas las latitudes, siendo admirada por los críticos internacionales, y habiendo nacido en este territorio sin ser importada de otro lugar, el Torrontés es la verdadera cepa emblemática argentina. En esta nota conoceremos su nacimiento, su historia, y vamos a describir los vinos que otorga.
No es fácil establecer la historia exacta de las distintas cepas. En todos los casos nos encontramos con diversas versiones de los protagonistas del momento, ya sea en Europa, América, o en el cercano Oriente. Es algo que no nos debe llamar la atención: hoy en día el vino y todo lo que lo rodea se transformó en un objeto de culto, pero por aquellos entonces la vid era una planta que daba uvas y a nadie o muy pocos les importaba saber donde había nacido.
En el caso del Torrontés, es producto del cruce entre dos variedades, y se puede establecer que una de ellas es oriunda de la región mediterránea, nacida en Portugal o España: la Moscatel de Alejandría, que habría sido traída a América por los conquistadores. En 1591 llega a la provincia de La Rioja y es allí donde se produce el cruzamiento natural y el cambio de genotipo con la otra "mamá" del Torrontés: un cepaje criollo, la Criolla Chica.
Si hay un punto en esta historia que la ciencia pudo dejar bien claro, es que el Torrontés nació en tierras argentinas. De hecho parece ser que su nombre deriva de la deformación de la palabra portuguesa "terrantés", que significa algo así como "de su propia tierra" o "de su país". Existe en España otra cepa llamada también Torrontés, pero que no tiene absolutamente nada que ver con la local, más allá de compartir el nombre, tal vez nacido de la misma palabra.
Fue entonces en La Rioja, puntualmente en el valle de Famatina, donde el tradicional cepaje blanco argentino comenzó a demostrar sus cualidades y a alcanzar puntos altos de calidad. Este valle se encuentra a 1100 metros de altura y posee un suelo y un clima ideales para el cultivo de la vid. Luego, con el correr del tiempo también comenzó a otorgar resultados fantásticos en Catamarca y sobre todo en Salta, en los valles Calchaquíes. Hoy en día la encontramos plantada desde el punto más al norte del país hasta la Patagonia.
Es por aquellos orígenes de antaño que tomó el nombre de Torrontés Riojano, aunque existen dos sub-variedades más, el Sanjuanino y el Mendocino. Pero las dos últimas son más aptas para el consumo como uva de mesa o para vinos de menor calidad, en tanto que el Torrontés Riojano podríamos afirmar que es el verdadero Torrontés, resultante de las condiciones óptimas que encontró en el terruño de su nacimiento y que le imprimieron sus atributos.
No hay que ser un experto para reconocer un viñedo de uva Torrontés: el característico aroma que emanan sus uvas lo delatan inmediatamente: flor de naranjo, rosas y duraznos, entre otros, llenan plenamente nuestro sentido del olfato; aromas que luego son transmitidos al vino. Las hojas de la planta son grandes, gruesas, y de un verde opaco. El racimo es grande, de suelto a lleno, y cónico alargado. En tanto que las bayas son esferoides y de un blanco-amarillo dorado, muy perfumadas.
"Al Torrontés se lo ama o se lo odia" afirma un dicho riojano. Y parece que la cosa va más para el lado del amor: actualmente Argentina cuenta con unas 8200 hectáreas plantadas con uva Torrontés, y la tendencia es creciente. La crítica internacional llena de halagos a esta variedad, la categorizan como "el gran descubrimiento de los últimos tiempos" (para ellos); y Gilles Pauquet, uno de los enólogos y consultores más reconocidos de Francia, en su última visita a nuestro país, afirmó haber encontrado en los vinos Torrontés "expresiones de calidad muy altas" y "grandes e importantes impresiones".
Si tuviésemos que describir en líneas generales los vinos que entrega esta cepa, podríamos decir que su aroma es muy perfumado, recordando a flor de naranjo, rosas, duraznos blancos, jazmines y miel. Su color es amarillo verdoso y dorado, de reflejos brillantes cuando evoluciona. En boca entrega sabores a duraznos, cáscara de naranja, manzanilla, miel, diversos cítricos y frutos tropicales, y además posee una acidez equilibrada.
Somos unos privilegiados, si tenemos en cuenta que pocos países del Nuevo Mundo pueden contar con una cepa 100% autóctona, no traída del Viejo Mundo, ni creada artificialmente. En el caso del Malbec, es ya conocido que su procedencia es francesa, de las tierras de Cahors, pero con la característica que en Argentina encontró su hábitat ideal. Aún así, el Torrontés debe lidiar contra las estadísticas para quitarle el lugar de privilegio al Malbec: de cada 10 vinos que se venden en el mundo, 7 son tintos.
Por Diego Di Giacomo
Sommelier - Miembro de la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vinos y Licores