Los mexicas y demás culturas mesoamericanas estaban convencidos de la gran influencia que tenía la luna en nuestras vidas (desde la fecundación, nacimiento, agricultura, etc.) y por eso la adoraban y honraban. La luna es el astro y símbolo más asociado a los ciclos (nacimiento, plenitud y muerte).
De igual manera, para los mexicas, la luna guardaba una relación estrecha con el agua, siempre considerado líquido vital. Incluso hoy se sabe que la posición de la luna con la tierra y el sol ejerce influencia sobre las mareas.
La luna, el pulque y el conejo
La asociación de la luna con los dioses de pulque es muy fuerte. Recordemos que el animal lunar por excelencia es el conejo, que fue arrojado al rostro de la luna por Papáztac, uno de los dioses del pulque.
Los dioses del pulque son llamados los Centzon totochtin “cuatrocientos conejos”, y uno de los principales se llama Ome Tochtli “dos conejo”. Estos dioses junto con Mayahuel, la diosa del maguey, llevan en su indumentaria adornos como el yacametztli “nariguera de la luna” (la nariguera es un anillo ornamental que se lleva en la nariz), y en sus escudos el glifo lunar. En algunas ocasiones el vestido de Mayahuel estaba adornado con cuartos crecientes.
Mitos mexicanos
Los mitos de México son algo que nos causa fascinación tanto a mexicanos como extranjeros de todas las edades, y conocer cada uno de ellos es revelador de la cultura de nuestro país. Los mitos mexicanos tienen su origen en el México Prehispánico principalmente, otros nacieron en la época colonial y algunos más en la época moderna que por su popularidad se convirtieron en mitos tradicionales de nuestro país.
Los mitos mexicanos guardan una enorme riqueza cultural y natural, principalmente porque preservan en su interior una relación con la naturaleza y sus formas de vida. En muchas de las leyendas antiguas los animales son protagonistas y de sus acciones dependen distintos ciclos y funciones del mundo.
Existe un encantador mito en el que los protagonistas son: la luna, el pulque, el conejo y el tlacuache. Y este mito fue inspiración para el ilustrador David Álvarez en su libro infantil “Noche Antigua” (2017) en el que reúne diversas narraciones y mitos del México antiguo.
El mito de la luna de pulque
Entre esas narraciones podemos encontrar una hermosa explicación del origen de las fases de la luna, originadas por las disputas entre el conejo y el tlacuache (en la mitología mesoamericana se le relaciona con la picardía, la fiesta, la embriaguez y el acto de robar, como lo hizo con el fuego, maíz, aguamiel, pulque, tabaco y mezcal).
La leyenda hace referencia a que la luna es una olla, el conejo (deidad que domina el pulque) afanoso extrae el aguamiel para llenar la olla con brillante pulque, formando así las fases de la luna creciente y llena. Por otro lado, se encuentra el tlacuache que gusta de beberlo y además es un ingenioso ladrón, perfora la olla para hurtar y disfrutar de la deliciosa bebida de los dioses, vaciando la olla de luna provocando las fases menguante y nueva.
Otro mito similar:
Desde que el hombre miró el cielo quiso explicarse cuál era la consistencia de la luna y por qué cambiaba cada noche de forma. En Mesoamérica se pensaba que era una inmensa olla llena de pulque la cual, a medida que pasan los días, va derramando su líquido sobre la tierra fertilizándola. El influjo de la luna sobre las plantas, las mareas y algunos líquidos era conocido por los pueblos mesoamericanos. Es por ello que se seguían las fases de la luna para saber el momento justo para obtener aguamiel, conocimiento que aún hoy se sigue tomando en cuenta para el cultivo del maguey y la producción del pulque. Imagina una olla que es cortada a la mitad de arriba hacia abajo para poder ver su contenido. Los mesoamericanos representaron a la luna como una olla partida de esta manera, mostrando el líquido blanquecino; a veces tenía un conejo o un cuchillo de pedernal dentro.”
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