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El desconocido chacolí de Chile

La controversia en torno a los propósitos de elaborar un llamado “chacolí de Burgos”, y las consiguientes protestas formulados por los Consejos Reguladores del Txakolí de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, han descubierto a muchas personas que en Chile hay un vino llamado “chacolí”. Incluso para los propios chilenos resulta un vino invisible, pues son pocos los que actualmente saben de su existencia.

En la última década del pasado siglo, visité asiduamente, por motivos profesionales, diferentes lugares de Chile y aunque me interesé por sus vinos, visitando incluso la bodega de Cousiño Macul, próxima a Santiago, nadie me habló del chacolí criollo. Más tarde, indagando el origen del mismo, no he logrado datos concluyentes que relacionen su “llegada” a Chile, y posterior permanencia en el país.

Un poco de historia

Las primeras uvas que llegaron a Chile son conocidas como País, (en California Misión), Criolla, etc. Alonso Ovalle (1603-1651), influyente jesuita autor de «Histórica relación del Reyno de Chile», cita, además, las Moscatel, Torrontés, Albillo, Común Negra, y la Mollar, pertenecientes a la viticultura española del siglo XVI, según el libro de Agricultura General, publicado en 1513 por Gabriel Alonso de Herrera por encargo del Cardenal Cisneros.

El vino llega a Chile con los conquistadores: a Pedro de Valdivia y Diego de Almagro se les atribuye la introducción de la viticultura, aunque otras fuentes asignan a don Diego de Oro la creación de viñedos en Concepción (1550), y a don Diego García de Cáceres en Santiago (1554), pues siendo uno de los capitanes fieles a Valdivia, fue nombrado regidor perpetuo de Santiago y gobernador de la ciudad de Valdivia en 1558. Pertenecen también a los primeros tiempos los cultivos emprendidos por Francisco de Aguirre —capitán con Valdivia en la conquista de Chile—, en la zona de las actuales Copiacó y La Serena, donde todavía se conserva una viña1 con el nombre del preclaro iniciador.

Y del chacolí de Chile, ¿qué se puede decir? Históricamente no hay mucho para escribir, pues quizás nuestro vino se fue muy joven para “hacer las Américas”, en una nao de hinchadas velas, y hasta se podría asegurar que de polizón. Y ni siquiera sabemos si lo que emigró a Chile fueron los sarmientos, el vino o tan solo el nombre: Chacoli. ¿Y quién fue el porteador anónimo que no registró su nombre ni siquiera en la pequeña historia de los vinos sencillos y populares?

La lista de bodegas —viñas— modernas conserva nombres que podrían relacionarse con el chacolí, siquiera en sus comienzos: Aresti, Viña Echevarría, Viña Errázuriz, Viña Francisco de Aguirre, Viña Los Vascos, Viña Tarapacá Ex-Zavala, Viña Undurraga, Vinícola de Aguirre. Relación extensiva a Viña Cousiño-Macul, fundada por Matías Cousiño, en 1856, en la hacienda otorgada en Macul, en 1564, por Felipe II al conquistador español Juan Jufré. Fallecido don Modesto en 1863, sus muchas propiedades pasaron a su único hijo Luis, fallecido a la edad de 38 años, tomando entonces el timón de los negocios, bodega incluida, su viuda doña Isidora Goyenechea.

Algunas de las citadas, son bodegas de añeja estirpe, y otras más recientes, pero aún las primeras no son anteriores a 1850, y a medida que adquirieron renombre, plantaron sus viñas con variedades francesas principalmente, algunas italianas, otras tantas alemanas, y conservaron unas pocas de la época colonial.

El difícil rastro del chacolí

Por algún tiempo se achacó a los indios araucanos la destrucción de viñedos, en sus ataques a los asentamientos, y aunque algunos casos se dieron, los araucanos preferían llevarse las uvas y hacer lo que comúnmente se conoce hoy en Chile como chicha. Y así, el chacolí en Chile tiene una larga historia, unido a la chicha que tomaban los indios antes de la llegada de los conquistadores. Ampliando estos datos, Juan Ricardo Couyoumdjian, Profesor del Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile, declara que las otras bebidas producidas de la vid eran las chichas y el chacolí.

La chicha obtenida a partir del maíz, la describen los primeros conquistadores como bebida alcohólica, resultante de fermentar en agua, cebada, maíz tostado, piña y panocha (panoja), y añadiendo especias y azúcar. Su sabor era el de una sidra de inferior calidad. Los promaucaes y los araucanos, preparaban la chicha con frutos de ciertos árboles o arbustos, tales como el huinguin2, molle3, maqui4, diferentes especies de mirto5 y sobre todo el mirto uñi o murtilla.

La chicha de uva —bebida popular, de escasa calidad—, hizo su entrada, y cuentan las crónicas que su consumo adquirió gran fuerza frente al vino, es decir, lo anduvo derrotando en el favor popular. El prestigio como trago nacional de la chichita, así llamada en sus primeros tiempos, es muy merecido y de gran antigüedad. Pasado el tiempo la chicha y el chacolí unieron sus destinos, al calor popular del pueblo llano, participando en fiestas y parrandas, alcanzando el honor de figurar en letrillas de canciones primero, ingresando después en relatos literarios de escritores y poetas.

Por la falta de azúcar y taninos, el chacolí se deterioraba al cabo de cinco o seis meses. Sin embargo, su calidad podía ser excelente como era el que elaboraba Joaquín Tocornal en su viñedo cerca de Ñuñoa6 y que producía 5.300 arrobas con 25.00 plantas.

El profesor Hernán F. Cortés Olivares, en un artículo sobre el tema escribe que: «Pese a que algunos venerables poetas han bautizado nuestra tierra, como “la tierra del vino”; del vino o del aguardiente, del pisco o las alojas, de las mistelas o los pajaretes, de la chicha o el chacolí, de la grapa o el anís, poco o casi nada se ha recuperado de la memoria colectiva.» En el mismo trabajo define «Las uvas de las parras y viñas que ingresaron al país antes de 1548 crecieron en el clima seco del Norte semiárido, que junto a la alta luminosidad ambiental climática las maduraba con una elevada concentración de azúcar produciendo un vino licoroso, con un sabor dulce apasado y con una graduación alcohólica que superaba al espíritu del vino que se producía entre Santiago y Concepción. Nuevas tierras, nuevo sol: un nuevo producto. La permanencia hasta nuestros días de dos bebidas alcohólicas de origen español, una denominada Pajarete, producida en el valle del río Huasco y valle del río Elqui y, la otra, el chacolí, producto genuino del valle de Copiapó y del valle del Choapa, es un testimonio histórico de la adaptación y reproducción de ciertos productos europeos para recrear la vida cotidiana de sus orígenes culturales y telúricos.»

El presente del chacolí chileno

Aunque se produce chacolí en varios lugares de Chile, el más conocido es el de Doñihue, donde con muestras de la artesanía local, en particular vistosas y coloristas chamantas, y música folklórica, se celebra cada año la “Fiesta del Chacolí”, evento que reúne a muchas personas de la región y con el cual se celebra el aniversario de la fundación de la comuna.

La Fiesta del Chacolí data de 1975. Originalmente, se visitaba a las personas que fabricaban el chacolí, cuyas casas estaban rodeadas de jardines y bodegas, característica que hacía más atractiva la visita a esos lugares. En cada casa, las autoridades eran atendidas en las mismas bodegas y se les servía chacolí (no navegado) en mates grandes, mistelas, tragos caseros en general, sopaipillas, picarones, empanadas, etc.

No está agotado el tema, pero sí el espacio. Queda abierta la posibilidad de volver más adelante con aportaciones sobre el particular.

Bibliografía

  • - Anglicismos en el español de Chile. Leopoldo Sáez Garay. Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile; Sociedad Chilena de Lingüística, Santiago. Chile.
  • - Cariño Botado. Geografía del mito y leyendas chilenas. Versión de Oreste Plath.
  • - Una bebida moderna: la cerveza en Chile en el siglo XIX. Juan Ricardo Couyoumdjian. Profesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
  • - El vino, señor del espíritu. Karen P. Müller Turina. Universidad de Chile.
  • - Era una vez, en un supermercado muy lejano. Darío Oses.
  • - Evolución de los precios en el siglo XIX. Luis A. Riveros. Magister en Economía, Escolatina, Universidad de Chile; M. A. y Ph. D., Universidad de California, Berkeley.
  • - Índice de precios al por mayor, Chile 1897-1929! Mario Matus G. Candidato a Doctor en Historia Económica. U. de Barcelona-U. Autónoma de Barcelona. Prof. Universidad de Chile.
  • - Los inmigrantes franceses y la viticultura en Chile. El caso de René F. Le Feuvre. Félix Briones Quiroz. Doctor en Historia Social, Universidad de Sao Paulo, Brasil. Profesor de la Escuela de Historia y Geografía de la Universidad del Bío-Bío, Chillán.
  • - Ramadas y empanadas: La comida como metáfora identitaria en el 18 de septiembre. Elizabeth Holahan. Programa Magíster en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile.
  • - Tradiciones-Licores artesanos. Extensión de la asignatura Tecnología de Alimentos hacia la Enología. 1910.
  • - Diversiones rurales y sociabilidad popular en Chile Central: 1850 – 1880. Jaime Valenzuela Márquez.
  • - Vinos en Chile desde la independencia hasta el fin de la Belle Époque. Juan Ricardo Couyoumdjian. Profesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Referencias

1 Nombre que se da en Chile a lo que en España se denomina Bodega, en su sentido de entidad, o establecimiento en el que se elaboran los vinos.

2 En Chile piune, arbolillo de propiedades medicinales.

3 Del quechua molle. Árbol de Chile llamado por los botánicos sinus trifolius, cuyos frutos se emplean para una especie de chicha.

4 Voz araucana. Arbusto liliáceo chileno (aristotelia maqui) de unos tres metros de altura, que produce un fruto comestible redondo y morado.

5 Género de plantas mirtáceas , matas o flores de arbustos solitarias o agrupadas en racimos y fruto abayado con varias semillas. Entre sus especies, unas 60, propias de los países cálidos del Globo, se encuentra el arrayán y la luma de Chile.

6 La comuna de Ñuñoa pertenece actualmente a la provincia de Santiago, en la Región Metropolitana del mismo nombre. En realidad está integrada dentro del Gran Santiago (1891); sus habitantes disfrutan de una gran calidad de vida, y en su equipamiento cuenta con una gran zona cultural tanto a nivel nacional como capital. Posee gran cantidad de áreas verdes, deportivas y variados centros culturales.

https://www.euskonews.eus/0573zbk/kosmo57301es.html





Chacolí: el vino tradicional del País Vasco

En el norte de España (específicamente en el País Vasco) se produce un vino muy especial desde hace más de 500 años. El chacolí -o txakolí en euskera- es ácido, fresco y muy bueno para maridarlo con comida del mar por sus notas de salinidad. Te contamos de él.

La producción se regresa a los antiguos caseríos vascos, esos lugares en la mitad del campo donde la gente vive bajo sistemas alimentarios autosostenibles. 

Era una bebida que antiguamente se elaboraba con las vides de los traspatios y sus características actuales se deben a la falta de especialización en enología. Pronto, los defectos se convirtieron en cualidades y hoy el chacolí es una de las joyas con denominación de origen de Euskadi.

CHACOLÍ, LA IDENTIDAD DE LOS CASERÍOS VASCOS

Al probarlo se perciben sabores y aromas cítricos como el limón amarillo y verde. Por la cercanía de los viñedos al mar, el chacolí tendrá siempre unas notas de salinidad y frescura.

Por todo esto, es un vino que va perfectamente bien con sardinas, anchoas o pescados en conserva.

Una de las formas más comunes de consumirlo es junto a una gilda, el pintxo más tradicional de San Sebastián que consta de bonito en aceite, guindillas y aceitunas.

Tradicionalmente se sirve en un vaso sidrero, no en una copa. Es una bebida que debe escancearse, es decir, el que lo sirve, con mucha habilidad y puntería, levanta la botella lejos del vaso con la intención de que, al caer el líquido, se creen burbujas que lo oxigenen.

EL CHACOLÍ, UN VINO QUE MARIDA CON LA HISTORIA

Hablar de chacolí siempre va a remontar a los tiempos antiguos del País Vasco. Esta comunidad -bastante diferente en costumbres al resto de España- tiene una relación muy especial con la naturaleza.

En los caseríos, la gente desarrolla diversas actividades que sirven para el autosustento y mucho del patrimonio gastronómico se gestó ahí.

Txakolí significa justamente “hecho en casa” y como buen producto de familias vascas, se ha compartido al mundo por ser muy especial.

Es común encontrar excelente ganado que produce chuletones de vaca vieja. Los productos del mar son de los mejores del mundo -hablando por ejemplo de las anchoas– y el clima lluvioso da hortalizas en abundancia como alcachofas, pimientos y lechugas.

El chacolí no se escapa a esta tradición gastronómica. En la zona de Getaria específicamente, las personas de estos caseríos comenzaron a fermentar uvas y crear su propio vino.

LA ELABORACIÓN DEL VINO MÁS ESPECIAL DE EUSKADI

La fermentación sucede en tinas o tanques de acero. Posteriormente tiene una segunda fermentación muy leve en la botella que hace que desarrolle un ligero burbujeo que le da identidad.

Tiene una acidez tan marcada pues el clima influye directamente en las propiedades organolépticas de la uva y de su evolución al fermentar. Será un vino afrutado y refrescante, ideal para un día de calor.

Hoy en día existen tres denominaciones de origen que protegen el chacolí. La primera está en Getaria, la segunda en Vizcaya y la tercera en Álava.

Aunque tienen algunos puntos de diferencia, las tres buscan lo mismo: cuidar que la tradición familiar y elaboración de producirlo perdure con el tiempo y de la misma forma, enseñarlo al mundo como una de las joyas más preciadas de la cultura vasca.

https://www.animalgourmet.com/2019/08/23/vino-chacoli-pais-vasco/





Proceso de elaboración del txakoli Olatu


En Akarregi Txiki la elaboración del txakoli se realiza de manera exclusivamente manual para no perder la esencia de la tradición. Si bien es cierto que la innovación tiene presencia en algunas partes del proceso de elaboración del txakoli, hay en otras que todo se realiza de manera artesanal.

Vendimia

La vendimia, recogida de uvas, se realiza a finales de septiembre y primeros de octubre. No se puede determinar con exactitud la fecha. La recogida se ve determinada por el tiempo que haya hecho durante el año y en función de la madurez de las uvas. La recogida dura aproximadamente 12 días

Prensado

El proceso de elaboración del txakoli comienza cuando las uvas llegan a la bodega. El prensado supone la obtención del mosto de la uva. En Akarregi Txiki se realizan 2 y 3 prensados al día con 8.000 kg de uva cada uno. Tras cada prensado se anota toda la información relativa al peso, viñedo…

Decantado (maceración)

El zumo obtenido tras el prensado pasa a los tanques para que se repose el mosto durante 24 horas. Una vez reposado se separa lo más denso de lo más líquido y aquí es donde se da la primera pérdida de la producción

Fermentación

El proceso de fermentación es cuando el azúcar pasa a convertirse en alcohol. Durante 10-15 días el zumo se mantiene a 10ºC aproximadamente. En función del dulzor que se desee obtener se tendrá más o menos días fermentando.

Cuando ya se haya fermentado se cierran las tapas de los tanques y se gradúa el caldo a 0ºC con el objetivo de que la temperatura del txakoli baje a 2-3ºC y así se mantiene 10 días

Cambio de cuba

En el momento de cambiar de cuba ocurre la segunda pérdida de la producción. Se seleccionan las mejores lías (las más blancas) y se mezclan durante 18-20 días. Posteriormente se hace el batonnage, la mezcla de las lías con el txakoli fermentado, durante dos días removiendo todo dos veces cada hora.

Decantado

El proceso de decantado dura unos 3-4 meses y con este se trata de oxigenar el vino y remover sus sedimentos. En conjunto, el proceso de las lías dura 5 meses y termina al embotellar el txakoli.

Filtrado

El filtrado es el momento en el que se obtiene el producto terminado, limpio y brillante. Se filtra y se embotella a 0ºC para no perder el carbónico. Lo recomendable es que el txakoli este el menor tiempo posible en botella, por ese motivo se embotella en función de las ventas previstas, el resto se queda en la cuba.

http://www.txakoliolatu.com/proceso-elaboracion-del-txakoli-olatu/#:~:text=El%20proceso%20de%20elaboraci%C3%B3n%20del,informaci%C3%B3n%20relativa%20al%20peso%2C%20vi%C3%B1edo%E2%80%A6





Chacolí

El chacolí (txakolin​ en euskera) es un vino, normalmente blanco, que se produce principalmente en el País Vasco, y en menor medida en Cantabria, Burgos y en algunos lugares de Chile. El Diccionario de la lengua española lo define como un «vino ligero algo agrio que se hace en el País Vasco, en Cantabria y en Chile»,​ mientras que el diccionario de la lengua vasca lo define como un «vino ligero y bastante ácido elaborado sobre todo en la costa del País Vasco».​ Hoy en día, ninguna de esas definiciones son totalmente ciertas, puesto que además de elaborarse en zonas de interior, hay numerosos chacolís que carecen de la acidez de los chacolís tradicionales, reuniendo las características habituales de otros vinos. No obstante, por definición, el chacolí es un vino con cierta acidez, que lo diferencia del resto de vinos.

El chacolí se elabora a partir de uvas de la variedad Courbu, denominadas en España como hondarrabi zuri (blanca) y hondarrabi beltza (tinta; esta última mucho menos extendida). Esta variedad de difícil cultivo tiene la característica de dar un vino ácido, siendo un vino fresco y fácil de beber. El chacolí tradicional es ligeramente carbonatado y con una graduación alcohólica algo inferior a los vinos tradicionales; sin embargo muchos de los chacolís actuales, en los que se utilizan también otras uvas, carecen de carbónico y contienen una graduación alcohólica similar a otros vinos. La mayor producción se centra en las bodegas de las localidades costeras vascas de Guetaria, Zarauz y Aya, pertenecientes a la Denominación de Origen Getariako Txakolina.

Antaño el chacolí era producido en caseríos o casas de campo de manera artesanal. Fue objeto de comercio, al menos desde principios del siglo XVI en Guipúzcoa, de cuando data el primer documento histórico en el que se hace referencia al chacolí como tal. ​Hacia el siglo XVII ya hay también referencias en Vizcaya acerca del chacolí. ​A principios del siglo XIX, si no antes, se pagaban diezmos del chacolí desde Vizcaya al Conde de Montijo, dando lugar a varios pleitos. Entrado el siglo XIX también se tienen noticias del comercio de chacolí entre Vizcaya y poblaciones de Cantabria como Colindres.

La producción es principalmente de vino blanco, aunque en menor cantidad también se producen rosados y tintos. El color del vino blanco es amarillo pálido; en nariz denota intensos aromas a cítricos, hierbas y flores; en boca es fresco, ligeramente ácido y fácil de beber. Tiene que servirse fresco

Antes de consumirlo se escanciaba, como se hace con la sidra natural actualmente. Esto es debido a que antiguamente no se filtraba ni clarificaba. En los últimos años varias bodegas han empezado a estudiar y mejorar su elaboración para conseguir mejor gusto y aromas, obteniendo vinos con un sabor muy satisfactorio.

En noviembre de 2010 el Gobierno Vasco decidió comenzar a tramitar la solicitud al Gobierno español para que se protegiera el chacolí como vino con denominación exclusiva del País Vasco.​

Finalmente la Oficina de Armonización del Mercado Interior y el Tribunal General de la Unión Europea fallaron que los términos chacolí, txakolina o txakoli únicamente indican una característica de los vinos y un tipo de producción de vino de carácter tradicional, no pudiendo usarse como una marca comercial con exclusividad de uso por una determinada zona geográfica.​ No obstante, la misma sentencia del tribunal de la UE reconoce que dichos términos solo pueden ser usados bajo el amparo de las denominaciones de origen reconocidas para ese tipo de vino, no admitiendose el uso de dichos términos como denominación comercial por vinos sin denominación de origen.

A día de hoy existen las siguientes Denominaciones de Origen:

  • Arabako Txakolina: denominación de origen de Álava, concretamente en la Tierra de Ayala, el Valle de Arrastaria y el Valle de Llodio.
  • Bizkaiako Txakolina: denominación de origen de Vizcaya, sobre todo en Baquio y Valmaseda.
  • Getariako Txakolina: denominación de origen de Guetaria (Guipúzcoa). Producido principalmente en Guetaria, Zarauz y Aya aunque actualmente se extiende a toda Guipúzcoa.

El chacolí fue hasta finales del siglo XIX un producto generalizado en la vertiente cantábrica. En Cantabria, entre los siglos XVIII y XIX hubo grandes producciones de chacolí extendidas por gran parte del territorio para cosumo y exportación. Las principales zonas de producción de chacolí y plantación de viñas fueron la comarca de Trasmiera con pueblos como Colindres, Arnuero, Meruelo, Argoños y Noja, e incluso zonas circundantes de la capital Santander, como Cueto.

El norte de la provincia de Burgos, en Castilla y León, es también una zona productora de chacolí. Se tienen noticias de plantaciones de vides en esta zona desde la época romana. Teniendo constancia del cultivo de chacolí en los últimos siglos, en toda la mitad norte de La Bureba, en el Valle de Tobalina, en Las Caderechas, en el Valle de Mena y en Miranda y su alfoz.

En Miranda de Ebro la producción de chacolí fue muy común hasta la segunda mitad del siglo XX,​ e incluso una calle de su barrio de Bardauri esta bautizada en honor de esta bebida históricamente tradicional​ en la localidad.

Las bodegas y tabernas de esta ciudad donde se producía y vendía tomaban en sí mismas el nombre de chacolís, en lugar de bares o tabernas. Hasta la década de los años 1990, y aunque ya sin esa función, pervivían en la ciudad varios locales que todavía los mirandeses recuerdan:​ Chacolí Limaco, Chacolí Chamorro,​ etc. En la vendimia de 2010 se recogieron en el entorno de Miranda de Ebro mil kilos de uva para la producción de estos vinos. En 1987 el Instituto Municipal de la Historia de la ciudad publicó un libro sobre el tema con el título "Viñedos y vino chacolí en la historia de Miranda de Ebro" (ISBN 84-404-0190-6), escrito por Ramón Ojeda San Miguel y Jesús Alberto Ruiz Larrad.

En el Valle de Mena se produce chacolí desde hace siglos,​ pero sin denominación de origen. En 2010, la Diputación Provincial de Burgos aprobó un proyecto de impulso a la producción de chacolí en la zona.

En 2015 la Junta de Castilla y León certificó como Vino de la Tierra de Castilla y León (una Indicación Geográfica Protegida, IGP) al producido por una bodega de Miranda de Ebro, si bien se comercializa bajo la denominación de Ch, ya que al no ser una Denominación de Origen, no pueden comercializarlo como chacolí.

En Chile se elabora desde hace décadas un vino denominado chacolí: «La permanencia hasta nuestros días de dos bebidas alcohólicas de origen español, una denominada Pajarete, producida en el valle del río Huasco y valle del río Elqui y, la otra, el chacolí, producto genuino del valle de Copiapó y del valle del Choapa, es un testimonio histórico de la adaptación y reproducción de ciertos productos europeos para recrear la vida cotidiana de sus orígenes culturales y telúricos.»30​ Se trata de un vino distinto al producido en el País Vasco pero posee el mismo nombre. Hay referencias históricas de la producción del vino Chacolí de Chile desde el comienzo del siglo XIX.

En la localidad de Doñihue en el Valle de Cachapoal se celebra anualmente la "Fiesta del Chacolí".

Su producción no es muy amplia y es consumido principalmente en el País Vasco, La Rioja, Navarra, Cantabria y norte de la provincia de Burgos, extendiéndose poco a poco a otras zonas gracias a la restauración.


“El Chacolí de Doñihue es un producto típico de la Región del Libertador General Bernardo O´Higgins, parte importante del Patrimonio Alimentario de Chile, particularmente, del Patrimonio Vitivinícola. Heredero de la cultura chacolinera vasca. Es así que Doñihue se sumó a la vocación chacolicera en el último tercio del siglo XIX. A partir de entonces, los viñateros de Doñihue volcaron todo su talento para plantar la vid, elaborar Chacolí y otros productos.

El siglo XIX fue la centuria del desarrollo del Chacolí chileno, así como también de su apogeo. Un hecho trascendental para la historia del chacolí chileno llegó al poco tiempo de su nacimiento, cuando agasajó a los vencedores de la batalla de Chacabuco en 1817, particularmente, a los generales O´Higgins y San Martín. Allí vigorizó su valor simbólico. Finalizada y ganada la contienda, e inmediatamente después de investir a Bernardo O´Higgins como Director Supremo, las hijas y los yernos del desterrado Juan Enrique Rosales ofrecieron un banquete de celebración a los héroes patrios. En ese entorno relumbró el Chacolí de Santiago, junto a los mejores productos típicos agroalimentarios de la época, como el queso de Chanco, el jamón de Chiloé y el vino asoleado de Concepción.

En la segunda mitad de esta centuria, entre 1861 y 1890, la producción de Chacolí en Chile alcanzó su punto más alto, representando un tercio de la industria vitivinícola del país. De igual manera, participó de algunas ferias agrícolas, como la Exposición Nacional de Agricultura de Valparaíso de 1869 y la Exposición Departamental de Los Andes de 1886.

El siglo XX, por aposición a la centuria anterior, representó el ocaso del chacolí chileno. Su producción descendió hasta llegar al borde de la extinción. De todas formas, esto fue un proceso gradual, que se acentuó en la segunda mitad del siglo. No obstante, en el año 1956, fue destacado como uno de los mejores chacolíes de Chile por el folklorista Oreste Plath, junto al de Malloa y el de Pelequén. Finalmente, en 1975, coronó su importancia social con la fiesta del Chacolí, celebrada cada año en la comuna de Doñihue.

Hoy, el Chacolí de Doñihue representa el último bastión de la extinta tradición chacolicera de la Región de O´Higgins y uno de los pocos puntos de producción del país. Así, su paisaje cultural, en cuanto material e inmaterial, aún permanece vivo, resguardado celosamente por los chacoliceros de Doñihue, los verdaderos guardianes del Chacolí.”

El Chacolí se define como una bebida alcohólica, joven, caracterizada por su estructura ligera, con perfil afrutado, ligeramente ácido y fácil de beber. Se destaca en boca su sensación de pequeñas burbujas dadas por su fermentación incompleta. Se presenta en tonalidades Blanca, Tinta y Rosada, otorgadas por el origen de su materia prima. Tradicionalmente se elaboran a partir de cepas de uva como País, Torontel, Moscatel, Oro Campo, San Francisco, entre otras. Dado a su perfil de fermentación, esta bebida alcanza menor graduación alcohólica que un vino.

Las variedades de cepas utilizadas son diversas, entre ellas País (predominante), Frutilla, Pastilla, San Francisco, Torontel, Moscatel blanca y tinta, Oro Campo, Mollar, Italia, Coco gallo, Carnera, Cuyana, Pinot noir y Burdeo. Estas variedades, producidas en parronales centenarios muchas veces, son utilizadas por los chacoliceros por separado o realizando mezclas de cepas, lo que genera una variedad variopinta de tipos de Chacolí, cada una particular, cada una con características únicas y con una carga patrimonial singular.



https://es.wikipedia.org/wiki/Chacol%C3%AD

https://chacoli.cl/





Los judíos y la cerveza


Durante siglos los judíos fueron vitales en la producción y la comercialización de la cerveza.

Origen antiguo

La producción de cerveza es antigua. Las tumbas egipcias cuentan con dibujos que representan la elaboración de cerveza; el código Hammurabi de la Mesopotamia en el siglo XVIII AEC, menciona la cerveza; los antiguos griegos aprendieron de los egipcios cómo elaborar cerveza y llevaron su conocimiento a Europa.

En contraste, en el antiguo Israel se favorecía el vino antes que la cerveza. Pero luego de la destrucción del Templo en Jerusalem en el año 586 AEC, los judíos fueron exilados a Babilonia y allí adoptaron el gusto babilonio por la cerveza. El Talmud registra cuatro clases diferentes de cerveza, elaboradas a partir de cebada, dátiles, higos y bayas (Pesajim 107a). El uso moderno de lúpulo, una planta relacionada a la mora, para la producción de cerveza también se menciona en el Talmud, que señala las propiedades medicinales del lúpulo como preservante y antiséptico (Avodá Zará 31b).

La popularidad de la cerveza entre los judíos de la antigüedad también es evidente en el hecho de que la cerveza sea un sustituto aceptado del vino en la ceremonia de havdalá, cuando se efectúa la transición del Shabat a la semana.

Lúpulo: un ingrediente clave para la cerveza

En la edad media los alemanes adoptaron la cerveza. Por ley, los judíos tenían prohibido elaborar la bebida nacional. Eso no cambió hasta el siglo XIX, pero los judíos se convirtieron en un elemento clave en la industria de la cerveza de otra manera: al cultivar una flor llamada lúpulo, un ingrediente crucial para la cerveza.

La ley alemana de “pureza de la cerveza” de 1516, ordenaba que la cerveza sólo podía elaborarse con lúpulo, cebada, levadura y agua. De repente el lúpulo estaba en gran demanda, lo que creó una oportunidad clave para los negocios. En esa época, muchos judíos fueron expulsados de las ciudades alemanas. Al reasentarse en el campo, los judíos comenzaron a cultivar y vender lúpulo, y muy pronto dominaron la industria. Cuando los nazis subieron al poder en 1933, los judíos controlaban un 70% de la importante industria alemana de lúpulo.

Irónicamente, la pureza de la cerveza alemana era registrada con una marca que se veía bastante judía: una estrella de seis puntas, muy parecida a la estrella de David (aunque sin ninguna relación).

Amables posaderos judíos

Un censo de los judíos polacos de 1764 reveló que aproximadamente el 80% de los judíos que vivían en los pueblos se dedicaban al comercio del alcohol, destilando y vendiendo vino, vodka, licores y cerveza. La industria de vodka y cerveza de Polonia creció en el siglo XVI, cuando los terratenientes dedicaron más terreno al cultivo de los granos necesarios para esas bebidas y establecieron tabernas para venderlas. Muchos de los posaderos que atendían esas tabernas eran judíos, porque eran considerados más sobrios y responsables que la población general.

Estos posaderos judíos eran tan habituales que la imagen del bondadoso posadero judío quedó grabada en la vida polaca. Un ejemplo es el personaje de Jankiel el tabernero, un judío sabio y patriota creado por el poeta nacional polaco Adam Mickiewicz en su obra “Pan Tadeusz”


En el siglo XIX los judíos gradualmente fueron alejados del comercio de cerveza y licor en Polonia a través de una serie de leyes antisemitas. Pero incluso entonces, muchos cristianos que poseían tabernas siguieron empleando clandestinamente a los judíos, quienes habían dado forma a la cultura de la cerveza y la taberna en Polonia a través del tiempo.

La cerveza en Norteamérica Colonial

En Norteamérica Colonial la cerveza era una bebida popular, a menudo elaborada en el hogar para el consumo familiar. En una época en la que a menudo el suministro de agua estaba contaminado, la cerveza proveía una alternativa relativamente segura para beber. A diferencia de las cervezas modernas, algunas de estas cervezas eran menos alcohólicas, por lo que eran más adecuadas para beberlas de forma regular.

Parece que también los judíos bebían cerveza en tiempos coloniales. En su libro “The Jews in Colonial America”, el autor Oscar Reiss provee el ejemplo de la casa de la familia de Judá Hay, un judío de clase media de la ciudad de Nueva York, quienes en una época vivieron en una casa que alquilaban de John Jay, padre fundador de los Estados Unidos. La familia registró gastar mensualmente 1,3 libras británicas en tres barriles de cerveza, más que suficiente para beber cerveza todos los días si así lo deseaban.

El invento de la cerveza moderna

En Alemania, en 1868 finalmente se les permitió a los judíos elaborar y vender cerveza y rápidamente revolucionaron la industria, mejorando la producción de cerveza en Alemania y en otras partes. Bernhard Purin, director del Museo Judío de Múnich donde se presentó la exhibición “Historias de la cervecería judía”, señala que: “En Alemania los judíos siempre tuvieron mucho éxito en la época de la modernización, por lo tanto entraron al negocio de la cerveza cuando fue necesario introducir una modernización”.

Los cerveceros judíos introdujeron métodos modernos de fabricación de cerveza. Uno de los pioneros fue Jakob von Hirsch, un barón judío, quien visualizó una moderna fábrica de cerveza cerca de Múnich. Durante años su sueño se vio bloqueado por los locales que guardaban resentimiento hacia sus planes, pero eventualmente el Barón Hirsch abrió la Fábrica Planegg Castle en 1836, y se convirtió en el primer fabricante de cerveza a nivel industrial.

Lowenbrau, una de las marcas de cerveza alemana más conocidas, también se originó en la visión de su presidente, Moritz Guggenheimer, uno de los primeros en comprender el potencial de transportar la carga por tren, quien transformó lo que antes era una pequeña cervecera local en el mayor exportador de cerveza de Múnich. Al comienzo de la segunda Guerra Mundial, tras haberse unido a otra compañía cervecera que pertenecía a un judío, era la mayor fábrica de cerveza de Alemania. (Los nazis pasaron la compañía a dueños no judíos y enviaron a su último presidente judío a un campo de concentración).

Los judíos alemanes ayudaron a difundir la nueva forma de elaboración fuera de Alemania. Un cervecero judío amateur llamado JC Jacobson viajó a Múnich en 1840 para aprender la nueva tecnología. Cuando regresó a su Dinamarca natal, fundó Carlsberg Beer, hasta el día de hoy la mayor y más conocida marca de cerveza danesa.

Jarros de cerveza judíos

Sorprendentemente, los icónicos jarros de cerveza decorados de Alemania, son un invento judío. Los alemanes tradicionalmente bebían su cerveza de jarros simples, sin adornos. A partir del 1800, los empresarios judíos comenzaron a elaborar jarros decorativos. La moda cobró impulso y hoy los bellos jarros de cerveza forman parte del arte alemán.

Llevar la cerveza a los Estados Unidos

Cuando olas de inmigrantes alemanes, incluyendo judíos, llegaron a Norteamérica en el siglo XIX, llevaron su gusto por la cerveza y su conocimiento relativo a la elaboración. Una de las marcas de cerveza más conocidas fundada por una familia judía alemana es Rheingold Beer, fundada por un inmigrante judío llamado Samuel Liebermann en Brooklyn en 1850.

La actual explosión de elaboración de cerveza en los Estados Unidos incluye una gran cantidad de productores judíos. Algunos de ellos resaltaron sus raíces judías: la fábrica Schmaltz de Nueva York produce cervezas llamadas “Mesías”, Maná” y “Jewbilation”.

La cerveza en la Tierra Prometida

En la antigüedad Israel no se destacó por la cerveza, pero en la actualidad el estado judío sobresale en la escena de la cerveza con microcervecerías de alta calidad y festivales anuales de la cerveza en Jerusalem y Tel Aviv.

La primera compañía cervecera en el moderno Israel fue una empresa francesa-israelí conocida como la Palestine Brewery, que abrió en 1934 en la ciudad de Rishon leTzión. La compañía producía una cerveza liviana y una bebida simular a la cerveza llamada Nesher Malta. En los años 50, fundaron en Rishon leTzión otra compañía cervecera, Cabeer Breweries, que inventó Goldstar, una cerveza pálida al estilo alemán. En 1968 Macabi comenzó a producir una cerveza al estilo checo que rápidamente se convirtió en la cerveza más vendida en Israel.

La primera microcervecería autorizada en Israel fue Dancing Camel, que efectuó un sorprendente descubrimiento cuando comenzó a producir cerveza en el 2006: cerca de la moderna compañía en Tel Aviv encontraron los restos de una antigua cervecería de 5.000 años de antigüedad. La compañía asume la historia judía y creó una cerveza elaborada con miel de dátiles, siguiendo una receta judía del siglo IV. Decenas de cervecerías israelíes siguieron su ejemplo.

Hoy en Israel hay alrededor de 40 microcervecerías, Los cerveceros israelíes han inventado una cerveza sin gluten, produjeron la primera cerveza de dátiles del mundo y crearon cervezas especiales que capturan los sabores del estado judío, tales como una cerveza con sabor a granada para Rosh HaShaná o cervezas saborizadas con etrog. “Ganamos premios internacionales por nuestra cerveza”, asegura Avi Moskowitz, experto de la industria cervecera israelí.

https://www.aishlatino.com/iymj/mj/Los-judios-y-la-cerveza-8-hechos-sorprendentes.html





Pharaoh Ale

Horst Dornbusch
Se trata de una improvisación moderna de una réplica de una cerveza egipcia antigua. Para esta cerveza, Horst Dornbusch conto con la colaboracion de Peter Egelston, propietario de Portsmouth Brewery, y Tod Mott, el entonces principal cervecero de ese brewpub. 

La evidencia sobre los ingredientes y las técnicas de elaboración de la cerveza antigua es ambigua y simplemente no sabemos con certeza todos los detalles necesarios para reproducirlos de manera auténtica. Los antiguos egipcios parecen haber distinguido entre diferentes cervezas por su grado alcohólico, color y sabor dominante. Probablemente llamaríamos a estas categorías de cerveza "estilos" hoy en día. Los estilos de cerveza más favorecidos en el antiguo Egipto aparentemente eran de color rojo sangre. Las cervezas faraónicas generalmente comenzaban en una panadería, donde los cerveceros o cerveceros trillaban y aventaban el grano y lo tamizaban a través de tamices hechos de juncos. Luego, molerían el grano con morteros y majaderos. A continuación, trabajarían la harina gruesa en masa de pan, a partir de la cual formarían panes húmedos en forma de campana llamados cyllestis. Estos los hornearon en hornos en forma de colmena. Esencialmente, tal panificación debe haber sido el equivalente funcional de nuestra maltería moderna, con el horno desempeñando el papel del horno de malta.

Tod Mott
Existen informes contradictorios sobre si los panes para el "puré" se hornearon con granos parcialmente malteados que ya habían comenzado a brotar, en cuyo caso las enzimas del grano se habrían activado bien, o si se hornearon a partir de granos sin germinar. cereales, en cuyo caso la actividad enzimática habría sido mucho más pobre y las infusiones resultantes probablemente serían menos alcohólicas.

Los antiguos egipcios a menudo fortificaban sus cervezas con dátiles y miel y las condimentaban con hierbas y especias. ¡No conocían el lúpulo! No sabemos en qué etapa se agregaron los complementos y aromatizantes a la infusión, pero la etapa de "fermentación" parece ser el paso más probable en el proceso. Una vez que la papilla estaba fermentada, los cerveceros o cerveceros la transfirieron a toneles y la maceraron aún más pisándola con sus pies o con grandes morteros. A continuación, colocaron la papilla macerada en huecos, donde la diluyeron con agua adicional y la dejaron reposar. Podemos suponer que también debe haber tenido lugar alguna "fermentación secundaria".

El "puré" ahora bastante delgado se pasó a través de un tipo de colador, que podríamos llamar un "túnel de filtración" en la terminología moderna. Allí, la infusión se enjuagó con agua de “burbujeo” adicional y la escorrentía recolectada se dejó reposar en vasijas, probablemente para una sedimentación final. Finalmente, la cerveza terminada se colocó en vasijas nuevas, que se sellaron con conos de arcilla o tapas planas que se sujetaron herméticamente a las aberturas de las vasijas. Estas vasijas "lagering" se guardaban en sótanos, tal vez incluso enterradas, para suavizar la infusión antes de su consumo. El grano gastado de la elaboración de cerveza, dicho sea de paso, se guardaba como alimento.

Improvisación moderna

  1. Primero fue la necesidad de encontrar equivalentes apropiados para las materias primas reliquia que se sabe que los antiguos egipcios ponían en sus cervezas. 
  2. En segundo lugar, descubrir cómo traducir las técnicas de elaboración de la cerveza del antiguo Egipto en un proceso que funcionara con los equipos de elaboración modernos y, al mismo tiempo, arrojara resultados razonablemente auténticos. 
  3. Inmediatamente se acordó no replicar la antigua técnica del pan para maltear y triturar, porque simplemente carecíamos de las instalaciones para hacerlo. En su lugar, elegimos ingredientes que nos permitirían tal vez lograr el mismo sabor, sensación en la boca y efectos de color de las antiguas cervezas de pan, pero utilizando granos malteados y un proceso de puré de infusión única que era adecuado para la sala de cocción del pub.

Una factura de grano de pan del antiguo Egipto generalmente consistía, lo mejor que se puede decir, de variedades de trigo tradicionales como esmere y espelta (dinkel), así como cebada, ya sea por separado o en combinación. Esto planteó un problema para nuestro macerado, porque el emmer malteado es casi imposible de conseguir hoy en día, y nuestras variedades modernas de trigo y cebada son definitivamente muy diferentes de sus antiguos progenitores. Además, no pudimos encontrar información confiable sobre las proporciones relativas de estos granos. Sin embargo, dado que la tierra del Nilo fue visitada con frecuencia por sequías y malas cosechas, lo que provocó que ciertos cultivos escasearan o, en ocasiones, no estuvieran disponibles por completo, debe haber habido muchas variaciones en la factura del grano durante los muchos siglos en que los antiguos egipcios elaboraron sus cervezas. Por lo tanto,

Para la espelta, se uso maltas pálidas y de chocolate (dinkel) de Weyermann® en aproximadamente el 15.5 y el 0.5 por ciento del puré, respectivamente. Para las maltas base, elegimos las maltas de piso, que esperábamos que nos dieran un sabor “más antiguo” que las maltas perfectamente modificadas hechas de manera moderna. Recolectamos Pilsner malteado de piso y malta de trigo en aproximadamente 46.5 y 23.3 por ciento del puré, respectivamente. Para un poco de pan, agregamos 0.5 por ciento de malta de melanoidina al puré. Finalmente, para darle color, sabor y cuerpo, agregamos Carared® (aproximadamente 7 por ciento del puré), Carawheat® (4.8 por ciento), malta tostada descascarillada Carafa® II (0.5 por ciento), malta de trigo chocolate ) y malta tostada descascarillada Carafa® III (0,5 por ciento). Para decir la composición del macerado de otra manera, el 55,86 por ciento de nuestra molienda era malta de cebada, el 28,07 por ciento era malta de trigo y el 16,07 por ciento era malta de espelta. Esto nos dio el 85,32 por ciento de maltas ricas en enzimas y el 14,68 por ciento de maltas de color. El valor de color de nuestra cerveza fue de aproximadamente 12 SRM (30,7 EBC). Otros cerveceros podrían haber compuesto una factura de granos diferente, probablemente sin menor pretensión de autenticidad que la nuestra.

Además, debido a que se queria asegurar que la cerveza fuera potable, se decidio esterilizarla completamente y evaporar los volátiles con mal sabor (como DMS) a través de un hervir convencional. Esto nos permitió agregar todos los sabores y complementos al hervidor en lugar de a una papilla de fermentación. De acuerdo con la práctica egipcia, también agregamos dátiles y miel a la infusión para obtener azúcares adicionales y, por lo tanto, alcohol. Nuevamente, solo teníamos información vaga sobre las cantidades correctas, por lo que hicimos otra suposición. Usamos aproximadamente 4 libras (1,81 kg) de dátiles macerados a mano, con huesos, y 3,7 libras (1,67 kg) de miel por barril. Esto se traduce en aproximadamente 10,3 onzas (292 gramos) de dátiles y 9,5 onzas (269 gramos) de miel para un lote de cerveza casera de cinco galones (19 litros).

Ambos adyuvantes se agregaron después de aproximadamente una hora en un hervor de 90 minutos. Maceramos laboriosamente los dátiles a mano con un machacador de patatas, colocamos la pulpa en un colador cilíndrico grande y la introducimos en el mosto hirviendo desde una cadena. Para un lote de cinco galones, la bolsa de muselina de un cervecero casero podría servir para el mismo propósito. Al final del hervor, la masa de dátiles se había reducido sustancialmente, una clara indicación de que todos los azúcares de dátiles se habían disuelto en el mosto.
En lugar de condimentar nuestra réplica con lúpulos anacrónicos, seguimos la antigua costumbre egipcia de usar jengibre y raíz de mandrágora. Nuevamente, tuvimos que adivinar las cantidades: usamos 2 libras de raíz de jengibre por barril, la cortamos en rodajas y la agregamos a la olla en dos incrementos. Esto equivale a aproximadamente 0,7 onzas (20 gramos) de raíz de jengibre para un lote de cerveza casera. Pusimos una cuarta parte del jengibre en una bolsa en el hervidor cerca del inicio del hervor, y las tres cuartas partes restantes en una bolsa unos 10 minutos antes del apagado.

Las raíces de mandrágora se pueden pedir en línea. [Nota del editor: Mandrake, un miembro de la familia de las solanáceas, debe usarse con mucho cuidado. Incluso con una cantidad tan pequeña de mandrágora añadida, las cervezas elaboradas con esta planta no deben consumirse en grandes cantidades ni con frecuencia.]Compramos 342 gramos (12 onzas) de raíz de mandrágora seca a un proveedor especializado. Esto equivale a aproximadamente 46 gramos (1,62 onzas) por barril o aproximadamente 7,5 gramos (0,26 onzas) por cinco galones. Las raíces de la mandrágora eran tan duras como rocas cuando llegaron. Los trituramos en un molinillo de café y luego los hervimos en agua durante aproximadamente una hora. Luego filtramos el té de mandrágora a través de una bolsa de remojo. El té de mandrágora tiene un leve olor a boletus o boletus, con un olor a fenogreco y cardamomo. El té era extrañamente aromático y el sabor se asemeja vagamente al mazapán. Agregamos la mitad del té a la tetera cerca del comienzo del hervor. Agregamos el resto cuando colgamos la segunda bolsa de raíz de jengibre, así como una bolsa con el residuo de mandrágora, en el hervidor unos 10 minutos antes del apagado.

Después de hervir, tratamos nuestra Pharaoh Ale como cualquier otra cerveza. Lo hicimos un remolino, lo intercambiamos por calor y luego lo lanzamos con levadura de cerveza tipo “Chico” recién extraída. Los cerveceros más experimentales podrían intentar fermentar el mosto con una combinación de levaduras de cerveza más, quizás, levaduras silvestres y / o microbios. La gravedad original de nuestro mosto antes de la adición de adjuntos era de 10,5 ° P (OG 1,042). La gravedad original en el tanque era de 11,1 ° P (OG 1,045). La densidad final fue de 2.5 ° P seco (FG 1.010), y el alcohol de la cerveza terminada por volumen fue de aproximadamente 4.5 por ciento. Calculamos que la contribución combinada de estos adyuvantes al alcohol en la cerveza terminada es de aproximadamente 0,25 por ciento en volumen.

Como concesión a los gustos modernos, carbonatar suavemente la infusión con CO2 para obtener una efervescencia que realzara el carácter suave de la cerveza, aunque en el antiguo Egipto, suponemos, la carbonatación debe haber sido muy baja o inexistente. Un cervecero casero puede querer utilizar procedimientos de cebado estándar para envasar esta infusión. Debido a que los adyuvantes están completamente fermentados, no hay dulzor residual en la infusión a pesar de que el mosto inicial tenía un fuerte sabor a almíbar. La cerveza termina con aromas indefinibles y sutiles que parecen únicos para nuestro paladar. Estas notas son más interesantes debido a la sequedad de la infusión.

La impresión general que deja la infusión es la de una cerveza de sabor muy limpio, refrescante, seca, de cuerpo medio, potable y muy equilibrada.

Ingredientes

-5 galones estadounidenses (19 litros)-

Maltas

  • 1,7 kg (3,75 lb) de malta para piso Weyermann® Bohemian Pilsner
  • 739 g (1,63 lb) de malta de piso de trigo bohemia Weyermann®
  • 494 g (1,09 lb) de malta espelta
  • 0,49 libras (222 g) Carared®
  • 0,34 libras (154 g) Carawheat®
  • 0,64 oz (18 g) de malta de melanoidina
  • 0,64 oz (18 g) Carafa® Special Type II
  • 0,64 oz (18 g) de malta de trigo con chocolate
  • 0,64 oz (18 g) de malta de espelta con chocolate
  • 0,64 oz (18 g) Carafa® Special Type III

Extras

  • 10,33 oz (292 g) de dátiles (con semillas)
  • 9,55 oz (270 g) de miel
  • 19 g (0,7 oz) de raíz de jengibre
  • 0,25 oz (7 g) de raíz de mandrágora *

* Nota del editor: Mandrake, un miembro de la familia de las solanáceas, debe usarse con mucho cuidado. Incluso con una cantidad tan pequeña de mandrágora agregada, las cervezas elaboradas con esta planta no deben consumirse en grandes cantidades ni con frecuencia.

Levadura

  • Cualquier levadura de cerveza de fermentación limpia

Gravedad original: 1.045 (11.1 P)
SRM: 12.04
ABV: 4.5 por ciento

Direcciones

  1. Para obtener información sobre cómo agregar dátiles, miel, jengibre y raíz de mandrágora a la cerveza, consulte el texto del artículo. 
  2. Triture para obtener una temperatura de macerado de 154-156 ° F (aproximadamente 68 ° C). 
  3. Descanse el puré durante 60 minutos. 
  4. Recircular durante 10 minutos. 
  5. Rocíe lentamente con agua a 75 ° C (167 ° F) durante dos horas. 
  6. Hervir durante 90 minutos. Diez minutos después de que hierva, vierta la mitad del té de mandrágora en el mosto y baje una cuarta parte de la raíz de jengibre en rodajas en una bolsa en el mosto. 
  7. A los sesenta minutos de hervir, vierta la segunda mitad del té de mandrágora en el mosto, baje las tres cuartas partes restantes de la raíz de jengibre en rodajas en una bolsa en el mosto, baje las mandrágoras gastadas en una bolsa a ebullición y baje el macerado dátiles en una bolsa para remojar en ebullición. 
  8. Al apagar, deje reposar el mosto durante 10 minutos. 
  9. Whirlpool durante 30 minutos. Intercambia calor, fermenta y envasa la infusión como una cerveza normal.

Mandragora autumnalis

Mandragora autumnalis, mandrágora, es una especie de fanerógama perteneciente a la familia de las Solanáceas, que fue usada extensamente en Europa medicinalmente. Sus raíces han sido usadas durante la historia en rituales mágicos, ya que sus bifurcaciones tienen cierto parecido a una figura humana.

Las raíces son gruesas y habitualmente se ofuscan. El tallo es de color verde oscuro; hojas anchas y con una superficie rugosa, y tienen el mismo color del tallo. Las flores salen del centro, y son de color blanco violáceo. La planta alcanza una altura de unos 30 cm, y suele encontrarse en zonas sombrías y húmedas, donde no da mucho el sol. El fruto sale en otoño, tiene color amarillo o naranja, y aspecto similar a una manzana. Su ingesta puede producir alucinaciones.

Esta planta crece en bosques sombríos, a la vereda de ríos y arroyos donde la luz del sol no penetra. Su raíz es gruesa, larga, generalmente dividida en dos o tres ramificaciones de color blancuzco que se extienden por el suelo; sus hojas son de un tono verde oscuro; sus flores son blancas, ligeramente teñidas de púrpura; el fruto es parecido a una manzana pequeña y exhala un olor fétido.

La mandrágora es una planta altamente tóxica, pudiendo provocar la muerte de aquel que la ingiriese. Como su pariente, la Mandragora officinarum, tiene actividad a través de la piel, por lo que es poco prudente manipular las hojas, frutos y sobre todo raíces. Puede provocar mareos, dificultad para respirar y bradicardia simplemente al manejarla.

Como planta ornamental es de un aspecto muy bello, pero hay que tener en cuenta que si se tienen mascotas o niños que puedan llevársela a la boca, puede ser peligroso. Debido a su peligrosidad, se recomienda no cultivarla.

Ha sido protagonista de muchas leyendas y rituales. Los magos hacían con ella algo similar a una figura humana, tallaban una figura en sus raíces presionando la raíz a cierta altura para formar un supuesto cuello, y cortando todas las bifurcaciones excepto cuatro, que serían las extremidades, y las adoraban como a dioses. Durante la Edad Media era utilizada por las brujas para sus diferentes rituales y ungüentos.

Se creía que la planta tenía características humanas porque sus raíces parecían dos piernas. Hay historias que cuentan que esta gritaba lamentándose cuando la arrancaban de la tierra, pudiendo enloquecer a las personas; y por eso amarraban a un perro a la planta para arrancarla. Era usada tanto en magia negra como en magia blanca, ya que es venenosa y curativa al mismo tiempo, según el uso;​ y cuando juzgaron a Juana de Arco la acusaron de usar la planta porque pensaban que ese era el pecado de que oyera voces. Se dice que favorece la libido. Los antiguos alemanes la llamaban Alraune.

La leyenda asegura que todas las raíces de mandrágora se transforman en hombrecitos de verdad, como pequeños duendes, y que se dedican a favorecer al dueño de la planta. No asegura la leyenda que todas las raíces de mandrágora tengan forma humana. Que la tienen algunas, sí. Y que éstas son las verdaderas plantas hechiceras. El afortunado poseedor de una raíz de mandrágora en forma de hombrecito sostiene que esta planta, en el momento de arrancarla grita. Y que el grito mata a quien intenta arrancarla. Y que el procedimiento para arrancarla y salvar la vida es el siguiente. Se cava hondo alrededor de la raíz hasta ponerla al descubierto. Mientras no se intente arrancarla no hay peligro. Se ata una cuerda a la raíz y el otro extremo se ata al cuello de un perro. Se llama al perro desde cierta distancia. El perro quiere acudir, tira de la planta y la arranca, grita, y el perro muere.

Contiene alcaloides, tales como atropina y escopolamina. Se usaba como anestésico, ya que estas sustancias merman los impulsos nerviosos. En grandes dosis se entraría en coma.

Se sabe que la mandrágora se administra en forma oral. Como contiene principalmente atropina, se comporta de manera similar a la belladona: en dosis bajas bloquea los receptores de la acetilcolina deprimiendo los impulsos de las terminales nerviosas; mientras que en dosis elevadas, provoca una estimulación antes de la depresión.

En la medicina antigua las hojas de mandrágora hervidas en leche se aplicaban a las úlceras; la raíz fresca se usaba como purgante; y macerada y mezclada con alcohol se administraba oralmente para producir sueño o analgesia en dolores reumáticos, ataques convulsivos e incluso de melancolía. En tiempos de Plinio se empleaba como anestésico dándole al paciente un pedazo de raíz para que la comiera antes de realizar una operación.

No existen registros de dosificaciones exactas. Únicamente hay menciones en el sentido de que su uso en pequeñas cantidades era seguro, mientras que en dosis mayores provocaba delirios y locura o muerte por intoxicación.

El cultivo de la mandrágora de otoño no es complicado en climas mediterráneos, donde se puede mantener al aire libre. Las semillas recolectadas en invierno o primavera germinan en un porcentaje bastante elevado al otoño siguiente, tras las primeras lluvias. Las plantas recién nacidas son sorprendentemente parecidas a las de tomate, pimiento u otras solanáceas. La planta parece adaptarse a cierta variedad de sustratos, aunque lo mejor son suelos arenosos que drenen bien, y con pH ácido o neutro. El crecimiento de las raíces es bastante rápido, y a los seis-ocho meses la raíz tiene ya el famoso aspecto antropomorfo y llega a los tres cm de ancho por seis o siete de largo. Por eso, si las semillas se germinan en semilleros o alvéolos poco profundos, es importante repicar las plántulas cuando tienen tres o cuatro hojas a macetas de al menos 20 cm de profundidad, con un buen drenaje al fondo (piedras, arena o grava). Si se pasan a macetas menos profundas, es muy probable que las plantas se vayan literalmente al fondo y acaben intentando sacar las raíces por los agujeros de drenaje, lo que después complica el trasplante y aumenta el riesgo de rotura de las raíces. El repicado o trasplante puede hacerse en cualquier momento del ciclo vegetativo, pero lo mejor es hacerlo cuando las plantas pierden las hojas a principio de verano y entran en reposo hasta septiembre u octubre. Durante este reposo estival no es necesario regar las plantas, pero durante la época de crecimiento son relativamente sensibles a la falta de agua, y el sustrato no debe secarse completamente. La primera floración puede tener lugar al año (otoño-invierno siguiente al de la germinación).

https://www.homebrewersassociation.org/zymurgy/pharaoh-ale-brewing-a-replica-of-an-ancient-egyptian-beer/
https://es.wikipedia.org/wiki/Mandragora_autumnalis





Glenfiddich IPA, la simbiosis del whisky y la cerveza


Este experimento pone a trabajar juntos dos productos que tienen la cebada malteada como materia prima: el whisky single malt y la cerveza. Pero lejos de conformarse con hacer una mezcla de ambos, el Master Blender de Glenfiddich decidió poner ambos líquidos a colaborar de verdad para conseguir una perfecta simbiosis.

¿Cómo se hace Glenfiddich IPA?

El objetivo era sacar al mercado un whisky single malt terminado en barricas que hubieran contenido cerveza. El primer paso era crear una cerveza que funcionara bien y que transmitiera el sabor del lúpulo al whisky, con las barricas como mensajeras. Junto a Seb Jones, maestro cervecero, y tras varias pruebas, se decidieron por una pale ale hecha con lúpulo Challenger, típico de las cervezas británicas. Para reforzar aún más el sabor, hicieron un «dry hopping», una fase extra después de la fermentación y antes del embotellado en la que se introduce más lúpulo en la cerveza durante una semana. Esto aumenta los aceites volátiles, lo que permite que esas moléculas impregnen mejor la barrica.

Una vez el whisky ha estado unos años en barrica (no declaran cuántos, pero tiene que ser por legislación al menos tres), se vacían y se rellenan con esta cerveza IPA a 6% durante 4 semanas. Pasado ese tiempo, se embotella la cerveza a 9% y las barricas se rellenan de nuevo con el whisky y se dejan madurar durante 12 semanas. El resultado final se embotella a 43%.



¿Cuál es el resultado del experimento?

El resultado es un whisky sorprendentemente suave en boca y nariz a pesar de su juventud. En nariz surgen la pera Williams y la manzana típicas de Glenfiddich pero de forma aún más brillante, con un fondo de hierbas que debe venir del lúpulo. Pasado un tiempo, se abre la miel, el toffee y la malta.

En boca, como hemos dicho ya, es muy suave y con cierta cremosidad a pesar de su ligereza. Pero lo curioso para mí viene después. Al fondo de la boca, se nota una mezcla de dulzor y sabor herbal, que al poco te hace empezar a salivar, y el resto de la boca se queda con una sensación seca, herbal, astringente y fresca, supongo que por el efecto del lúpulo. Es un whisky bastante largo y que te deja con ganas de seguir bebiéndolo.



https://www.unpocodemaldaz.com/2017/12/glenfiddich-ipa-experiment/



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