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Chicha de uva

La chicha de uva es la bebida identitaria de los festejos en Chile, una de las más consumidas en fondas y ramadas. Servida en mates de calabaza, en jarros y vasos de greda, en jarros, cañas y cañitas de vidrio, o en cachos de buey, se vende en botellas, damajuanas y chuicos, o suelta por litro en envase propio; también por grandes cantidades en pipas y barricas.

La chicha se bebe pura, con rebanadas de naranja o con jugo de naranja, con harina tostada, mezclada con aguardiente o con pipeño o chacolí. Se consume como refresco, para deleitar el paladar o para acompañar algunas comidas típicas chilenas, como el arrollado huaso, la pichanga, el pernil, el anticucho y la empanada. También se sirve para acompañar algunos postres a base de lúcuma, manjar o merengue, como los clásicos dulces chilenos. En algunos casos, la chicha de uva se utiliza para cocinar, por ejemplo, un rico costillar de cerdo en chicha de uva, asado a la leña en horno de barro.

La chicha de uva está presente en la vida social de todos los chilenos. Los avisos comerciales de la prensa local permitieron conocer los tipos de chicha de uva que se elaboraban y consumían en O’Higgins.

La cosecha de las uvas chicheras tenía lugar en el mes de abril, cuando las vides alcanzaban su madurez total y los índices de azúcar y acidez eran los idóneos para cocinar y fermentar el mosto.

www.rutasdelapatrianueva.cl





¿Que nos cuenta la aparición de Saccharomyces Eubayanus en Irlanda?

Eubayanus descubierta en Irlanda
Investigadores irlandeses aislaron dos cepas diferentes de S. eubayanus a partir de muestras de suelo recogidas en el campus de Belfield del University College de Dublín, en el marco de proyectos de investigación universitarios para identificar levaduras silvestres y secuenciar sus genomas. Los aislados procedían del suelo de dos lugares del campus universitario, separados por unos 17 metros, recogidos en septiembre de 2021. Las secuencias genómicas de estos dos aislados mostraron que están relacionados con la cepa ancestral S. eubayanus que inicialmente se apareó con S. cerevisiae para formar S. pastorianus.

Si bien la "eubayanus" se ha enconfrado en diferentes sitios del mundo, la primera vez que se la registro fue en Argentina y el descubrimiento estvo a cargo del grupo de cientificios dirigidos por Diego Libkind que tomo a su cargo los trabajos luego del retiro de la Dra. Maria Rosa Giraudo.

Dra. Maria Rosa Giraudo
con una muestra de H41;
detras Diego Libkind
El trabajo del CONICET con las levaduras cerveceras data de inicios de los ’90 en la ciudad de Bariloche, donde la investigadora María Rosa Giraudo comenzó a trabajar en la conservación y provisión de levadura cervecera a raíz de un pedido concreto de la cervecería Blest, uno de los primeros emprendimientos cerveceros argentinos. En esa época su maestro cervecero, Julio Migoya, encontraba difícil acceder a insumos cerveceros y levaduras específicas, y se apoyó en el trabajo del CONICET para esta necesidad.

Tiempo después, entre 2001 y 2006, Libkind fue becario del CONICET. Para su tesis de doctorado estudió las levaduras de los ambientes acuáticos patagónicos en búsqueda de propiedades biotecnológicas para la producción de compuestos antioxidantes. En simultáneo, en Portugal, el investigador José Paulo Sampaio examinaba los bosques del hemisferio norte, donde halló levaduras del género Saccharomyces —usadas comúnmente en la elaboración de panificados, vinos y bebidas fermentadas— y sugirió a Libkind extender esas investigaciones a la Patagonia.

Cerveza Blest hecha con Eubayanus
Luego de estudiarlas durante años, Libkind y sus colegas confirmaron que las levaduras no sólo eran buenas fermentando a bajas temperaturas, sino que, además, su genética indicaba que podría tratarse de la madre de la levadura utilizada para las cervezas lager, la Saccharomyces pastorianus, que se utiliza para la fabricación del 95 por ciento de las cervezas del mundo.

Tras su primer registro en partagonia argentina, logicamente, aparecio en patagonia chilena; tamben se la identifico e notros lugares como China y Estados Unidos. 

Heineken obtuvo muestras y permisos para hacer cervezas especiales con esas cepas. En Argentina lanzo  H41, una nueva cerveza de edición limitada.

Una duda que aparecio con el primer registro de la Eubayanus fue, ¿Como llego a Europa (sea desde sudamerica o desde los otros lugares donde se la encontro)?. Hoy la respuesta es mas clara, tambien estaba naturalmente en Europa y este descubrimiento vendria a confirmarlo; el descubrimiento de S. eubayanus en Irlanda demuestra que en la Edad Media existían poblaciones naturales de esta levadura en el sur de Alemania. 

Ediciones Limitadas de Heineken


https://www.ucd.ie/research/news/2022/firsteuropeandiscoveryofalageryeastparentbyucdscientists/body,657601,en.html
https://academic.oup.com/femsyr/article/22/1/foac053/6874782?login=false
https://www.ucd.ie/newsandopinion/news/2022/december/07/beersmissinglinkrevealedasucdresearchersfindancientyeastusedtobrewworldsfirstlagersonuniversitycampus/
https://www.dailymail.co.uk/sciencetech/article-11510985/Researchers-elusive-European-parent-lager-yeast-Ireland.html
https://www.labrujulaverde.com/2022/12/investigadores-hallan-en-irlanda-el-ancestro-de-la-especie-de-levadura-necesaria-para-la-produccion-de-la-cerveza-lager
https://cervezal.blogspot.com/search/label/Saccharomyces%20eubayanus?m=0





Etiqueta de Cerveza Baviera,

Etiqueta de Cerveza Baviera, marca que perteneciera a la Fabrica Nacional de Cerveza de Limache, el autor es Litografía Henri Gillet (Valparaíso) y fue registrada el año 1892.
Archivo Instituto Nacional de Propiedad Industrial.

https://www.facebook.com/photo/?fbid=10228928966826189&set=gm.1159355318298962&idorvanity=368080417426460





Julio Silva: el patriarca chichero de Curacaví

 “Yo nací en una familia productora de chicha, mi abuelo producía chicha, mi papá, algunos tíos producían y otros tíos se las tomaban” 
– Julio Silva. chichero de Curacaví.

En el norte es común la chicha con diversos ingredientes, mientras que en la zona central predomina la chicha de uva y en la zona centro sur, la de manzana.

Hay variedades de parras que se usa la fabricación de chichas. La uva que más se ocupaba es una uva que se llama uva país o uva chichera, que tiene la característica como una bolsita de jugo, tiene poca pulpa, tiene pepas sí, y de cáscara delgadita, germinadas en parras más rústicas que no necesitan un cuidado especial, ya que alberga racimos sueltos que le dan mayor aireación a los gajos.

El color de la chicha se distingue por su tono, las de color rojizo oscuro está en un estado crudo y las otras de tono claro, son cocidas. Para obtener un buen jugo chichero se debe zarandear artesanalmente las vides mediante colihues, luego los gajos de uva van a una tina o lagar para filtrar el líquido hasta llegar a la tinaja de greda con un buen sellado. Después del “letargo” o reposo, se inicia el proceso de fermentación hasta llegar al envasado, incluso en aquellas nuevas producciones que evocan reminiscencias ancestrales por su largo ciclo y que hoy se les llama “chicha pituca".

El proceso de cocción de la chicha, a leña, ayuda a resaltar y conservar el dulzor propio de la uva, además de hacer que la chicha se dure más.

En Chile, el año 1883 se producían cerca de 40 millones de vino y 70 de fermentados populares, con 40 millones de chicha. Hacia 1925, el vino de tradición francesa dominaba un mercado con 240 millones de litros, relegando a la chicha sólo 32 millones. En la actualidad los productores del Valle de Curacaví se reunieron en torno a una agrupación funcional para intentar salvar este brebaje patrimonial, agregándole a las de tipo “desborrada” un “sello de origen”, que da cuenta de su calidad inigualable.

Una recomendación para los consumidores es mantener la chicha en un lugar oscuro y fresco para que dure hasta dos años, al igual que la guarda que realizan los productores en toneles y envases. La cosecha va desde abril a mayo para producir y guardar hasta las fiestas de septiembre.

Julio Silva es productor de Chicha "La Viña" y presidente de la Asociación Gremial de Chicha de Curacaví
https://radio.uchile.cl/2018/09/14/julio-silva-el-patriarca-chichero-de-curacavi-que-defiende-este-oficio-patrimonial
https://www.facebook.com/ChichaLaVina/posts/pfbid02ZSTSoySZwbaz7xc591TuMhdsjGcptbYbutMFeBnmc3MAV7f7Cn1sVhA7j2RZ8GdHl
https://www.facebook.com/ChichaLaVina/posts/pfbid02oT68G2RZwN2uQszvkK3ihXueH2wD86j3KCPJWUHoLA1Mp95tmXPJRsRonKMU5udpl





Historia de la chicha de uva: un producto típico en Chile

Resumen

El artículo examina la historia de la chicha, producto típico de Chile, cuyo origen se remonta a la colonia española. La chicha se obtiene a partir de la fermentación parcial del jugo de uva. Fue importante en la agroindustria chilena del siglo XVIII y alcanzó su apogeo en el XIX. Posteriormente, la chicha fue sustituida por los vinos con uvas francesas, sin embargo, se mantuvo como bebida arraigada en la población del campo y en las fiestas patrias chilenas. El texto analiza las características que tenía este producto, su ascenso y caída, junto con su actual pervivencia y reconocimiento oficial


Autores
  • Pablo Lacoste1, Universidad de Santiago de Chile. Santiago, Chile.* Autor por correspondencia: pablo.lacoste@usach.cl
  • Philippo Pszczolkowski, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.
  • Félix Briones, Universidad del Bío Bío. Concepción, Chile.
  • Paulette Aguilera, Universidad de Santiago de Chile. Santiago, Chile.
  • Fernando Mujica, Escuela de Sommeliers de Chile. Santiago, Chile.
  • Aldo Garrido, Universidad de Santiago de Chile. Santiago, Chile.

Introducción

"La Presidenta de la República, Michelle Bachelet, ingresó a la elipse del Parque O'Higgins a bordo de un vehículo militar y en compañía del ministro de Defensa, Jorge Burgos, para encabezar la Parada Militar 2014 en la que participarán más de ocho mil efectivos de las Fuerzas Armadas y de Orden. Posteriormente, Juan González, presidente del Club de Huasos Gil Letelier, se acercó hasta la Presidenta para ofrecerle la tradicional chicha en cacho y brindar con ella por las Glorias del Ejército. Luego 20 parejas de la Agrupación de Teatro y Danza del Club, bailaron un pie de cueca frente a la tribuna oficial".

El Mercurio (Santiago), 19 de septiembre de 2014.

La chicha es un producto típico de la vitivinicultura popular del valle central de Chile. Se trata de una bebida de singular tradición, ampliamente difundida en las masas populares, sobre todo en las celebraciones de fin de cosecha, carnaval y fiestas patrias. Su legitimidad dentro de la cultura tradicional se refleja en el lugar de honor que tiene la chicha en la solemne fiesta nacional denominada "Gran Parada Militar en Honor a las glorias del Ejército", que el 19 de septiembre de cada año inaugura el Presidente de la República.

Esta bebida típica no ha sido estudiada hasta el momento con suficiente profundidad por la academia. Los trabajos de Claudio Gay (1855) trazaron un perfil un tanto despectivo de este producto y sentaron las bases de su valoración negativa, reiterada después por los autores posteriores (Couyoumdjian, 2006: 26-27; Del Pozo, 2014: 37-38). Algunos trabajos dedicados a la historia del vino chileno se han focalizado principalmente en las grandes viñas (Del Pozo, 2014), el problema del alcoholismo (Fernández Labbé, 2010) y el proceso de modernización impulsado por los franceses en la segunda mitad del siglo XIX (Briones; 2006; Couyoumdjian, 2006), el terroir y las cepas francesas (Pszczólkowski, 2004, 2013, 2014 y 2015). Naturalmente, estos autores se focalizaron en la corriente principal de la industria vitivinícola chilena, dejando para más adelante las ramas secundarias, dentro de las que se encuentra precisamente, la chicha.

Las referencias parciales de la literatura especializada en la historia del vino chileno, trazan algunos antecedentes para conocer este producto. Pero han dejado muchas preguntas abiertas. Por un lado, conviene identificar qué uvas se utilizaban para elaborar estos productos. Gay (1855) y Del Pozo (2014) los asocian con las uvas criollas, pero conviene definir con mayor claridad el concepto. Otro elemento que conviene aclarar es el ciclo histórico de este producto. Uno de los autores citados (Del Pozo, 2014: 39) reconoce como pioneros de la elaboración de chicha al santiaguino Pedro Ignacio del Villar (1735-1804). Otro estudio entrega datos de la rentabilidad económica de chicha por hectárea de viña en 1874 en Los Andes y San Felipe (Aránguiz, 1995). Queda pendiente sistematizar la información disponible, enriquecerla con nuevas fuentes y establecer con mayor precisión la historia, identidad y ubicación geográfica de estas bebidas, objetos del presente artículo.

En la actualidad, la chicha se elabora en Chile en el marco establecido por la ley 18.455, reglamentada por Decreto 78 (1986) y Decreto 11 (2010). Alcanza un alto nivel de consumo en septiembre, en el marco de las fiestas patrias chilenas. Desde el punto de vista social, la chicha es interesante por su carácter artesanal: existen en Chile numerosos "chicheros", pequeños productores que se dedican, precisamente, a elaborar esta popular bebida, sin la amenaza de las grandes fábricas concentradas que monopolicen el mercado, como ocurre con la industria del vino. Se trata, por lo tanto, de un producto singular, que ha logrado mantener su identidad a lo largo de los siglos. El objetivo de este artículo es, precisamente, conocer esa historia.


De la Chicha Indígena a la Chicha Chilena

La elaboración de bebidas alcohólicas a partir de la fermentación era una costumbre arraigada en el sur de América antes de la llegada de los españoles. La modalidad más difundida era la chicha de maíz. Posteriormente, con la incorporación de las plantas europeas se extendió la costumbre de elaborar bebidas alcohólicas a partir de frutas, particularmente la uva. Así, por ejemplo, el diario El Comercio de Lima en abril de 1865 definía como chicha a la "bebida fermentada de maíz, arroz, piña y otras sustancias" (Rodríguez, 1875: 157). En las zonas andinas, el concepto de chicha permaneció asociado preferentemente a la bebida de maíz fermentado: "Bebida fermentada hecha de maíz, algarroba, uva, molle, chalchal, etc. La más común es el maíz" (Ozán, 2006: 200). Conceptos parecidos ofrece el Diccionario Folklórico Argentino (Coluccio, 1964).

Mientras en la región andina el concepto de chicha se mantuvo tradicionalmente asociado a la bebida de maíz fermentado, en Chile y Cuyo el término se comenzó a usar cada vez con más frecuencia para denominar una bebida obtenida de la fermentación de la uva. En su arribo, los españoles trajeron consigo distintas especies botánicas: "Muchas de ellas procedían de clima mediterráneo, por lo que encontraron en Chile condiciones ambientales ideales para su desarrollo. Así las disponibilidades de especies alimentarias aumentaron notablemente. Se preparó chicha de trigo y de cebada, de peras, membrillos, pero particularmente de uva... y de manzana..., cultivos que rápidamente se extendieron por el país" (Pardo y Pizarro, 2005).

El citado diario peruano El Comercio, en su nota de 1865 señalaba que en Chile se llamaba chicha a la bebida fermentada de uva, manzana y peras" (Rodríguez, 1875). Por su parte, el Diccionario de Regionalismos de provincia de San Luis entregaba la siguiente definición de chicha: "bebida espumante, no enteramente fermentada, hecha de uva pintona. Chicha de maíz: no se elabora más en la provincia" (Gatica, 1995).

Respecto de su elaboración, conocemos que en época precolombina el mapuche hacía fermentar la chicha en un tracal, especie de bolsa de cuero (probablemente camélido) que se amarraba a cuatro estacas que a su vez estaban enterradas en el suelo. Posteriormente, los españoles introducirán el uso del cuero de vacuno (Pardo y Pizarro, 2005). Esta preparación era una actividad exclusiva de la mujer, como lo señala el cronista colonial Alonso de Ovalle (Ovalle, 2003). El padre Rosales nos cuenta lo siguiente: "La chicha la hacen de todo género, como maíz, trigo, cebada, y de frutas como manzanas, peras, membrillos, frutillas, piñones, murtilla y de otras frutas particulares de la tierra" (Rosales, 1877).

Posteriormente, un estudio más amplio permitió una visión más completa del concepto:

"Bebida con uva y alcohol. Se elabora en las casas moliendo la uva y al zumo se le agregan unas manzanas en pedazos y unas hojas de albahaca. Se le coloca en un recipiente de cobre o hierro y se le hace hervir y se espuma; se retira, se deja enfriar y se coloca en un recipiente de madera (tina). Se deja allí pudiendo tomarla una vez fría o dejarla unos dos o tres días que empiece a fermentar, tomando un sabor picantito y haciendo efervescencia. Bebida refrescante y que se obtiene de la uva fermentada, en vasijas de barro o madera. Bebida semifermentada con perfume a albahaca". (González, 2006).

La diversidad de las definiciones de "chicha" refleja su carácter popular y artesanal. Desde las culturas precolombinas hasta la actualidad, la chicha ha acompañado la vida social y cultural de los pueblos del sur de América, por medio de distintas modalidades. Una de ellas fue, precisamente, la chicha de jugo de uva, la cual alcanzó su máximo desarrollo en Chile.


Chicha de Uva: Cruda y Cocida

Los suelos de Chile y su clima mediterráneo facilitaron la propagación de la vid en los siglos XVII y XVIII. En esta centuria, Chile se convirtió en el mayor viñedo de América. En este contexto de abundancia de vid se produjo una evolución natural de la chicha hacia el mosto de uva. Y pronto surgieron especializaciones, principalmente a partir de la diferenciación entre chicha cruda y chicha cocida, división establecida con claridad en el siglo XIX y mantenida hasta la actualidad (decreto 71 del 31 de julio de 1986).

La chicha cruda tiene una elaboración muy sencilla. El mosto se hace fermentar, pero solo parcialmente. Solo una parte del azúcar de la uva se transforma en alcohol. Se obtiene por lo tanto un caldo muy dulce y de baja graduación alcohólica. Este producto, llamado chicha cruda, solo se consume durante el período de vendimia (marzo-abril en el hemisferio sur).

Más compleja es la elaboración de la chicha cocida. El método ha variado a lo largo del tiempo. En la actualidad, la chicha cocida se elabora a partir de mosto en torno a una densidad de 1.090 a 1.110 g/l (se alcanza en marzo-abril dependiendo de la zona). En envases de cobre se hace hervir en mezcla con cenizas de sarmientos que aportan carbonatos que neutralizan la alta acidez producida al concentrarse el volumen durante el proceso de ebullición; como alternativa puede usarse hoy directamente carbonato de calcio. Luego se elimina la espuma con un colador de crin de caballo (o bien de plástico). El proceso se detiene a 1.130-1.135 g/l. Después se envasa en barricas de 225-500 litros o tinajas de greda bien tapadas con barro. Las barricas o tinajas se acopian enterradas en el piso o lugares muy frescos. En los primeros días de septiembre, la chicha cocida se fracciona en botellas, generalmente del tipo usado para vinos espumosos, que se obturan con corchos amarrados para evitar que la presión interna los expulse. El producto queda listo para su distribución y consumo en las fiestas patrias del 18 de septiembre.

Las publicaciones agrícolas del siglo XIX recogieron el interés de la industria por la chicha, y elaboraron un enjundioso artículo en el cual se reflejaban los sistemas empleados en la época. Así se reflejó en el artículo de Solar y Claro "Fabricación de la Chicha cocida", publicado por el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura (Solar y Claro, 1890).

Como todo producto vitivinícola, la buena chicha dependía de la uva y del sistema de elaboración. La influyente publicación sostenía que "las mejores uvas son las blancas; de estas podemos preferir los moscateles, la torrontés, malvasía, la pinot, la semillón. Se puede fabricar chicha con uvas negras pero hay que operar con mucho cuidado porque tiñen el caldo" (Solar y Claro, 1890).

De acuerdo con este artículo había dos tipos de chicha según su ciclo: 1) chicha fuerte: de venta inmediata y tiene una duración de 4 a 6 meses; y 2) chicha de guarda larga: de 4 a 6 años. La chicha fuerte se destinaba para su venta inmediata. En su elaboración, durante el cocimiento, se realiza una concentración acotada, "hasta alcanzar 14° de intensidad y 22° de azúcar. Pesado caliente el líquido, el glucómetro marca 2° de densidad y 1° de azúcar menos que pesado en frío" (Solar y Claro, 1890 ). La chicha de guarda, en cambio, requiere mayor elaboración. Su concentración es más avanzada y debe llegar hasta que el glucómetro o pesa mosto marque en frío 17° de densidad y 26° de azúcar. En el proceso de fermentación se van a implementar métodos distintos para obtener chicha de guarda corta o larga.

La fermentación también es diferente. La fermentación de la "chicha fuerte" se realiza en cubas de 600 litros; al segundo o tercer día comienza la fermentación tumultuosa, que se prolonga de 15 a 20 días. Luego, la chicha se deja en las cubas durante 25 a 40 días para que las borras se asienten. Con posterioridad se lleva a las barricas, previamente azufradas. Allí "se deja reposar unos cuantos días hasta que aclara un poco, al cabo de los cuales se trasiega a barricas, que deben estar azufradas. Entonces ya está en estado de entregarla al comercio" (Solar y Claro, 1890).

Algo diferente era la fermentación de la "chicha de guarda". En primer lugar, se realiza una tarea lenta de asentamiento de borras. Luego se inicia la fermentación, pero en recipientes más pequeños (barricas de 200 litros). Se deja un espacio vacío, sin líquido (10 litros) "para evitar los derramas que produciría la fermentación tumultuosa. Para apretar los barriles hay que esperar que pase completamente la fermentación" (Solar y Claro, 1890). Diariamente debía realizarse el relleno de la barrica, dejando siempre un espacio vacío. "Una vez que ha pasado completamente (la fermentación tumultuosa) se rellena bien cada seis u ocho días" (Solar y Claro, 1890). El trasiego es otro trabajo importante en la elaboración de la chicha de guarda. Tiene como objetivo retirar la borra y preservar la calidad del producto. Se debe realizar un trasiego cada dos meses a lo largo de todo el período de guarda de la chicha. Después del segundo trasiego se debe aumentar el grado alcohólico de la chicha hasta llegar entre 14o y 17°, para lo cual se agrega alcohol puro de uva. "Mientras mayor grado de alcohol tenga la chicha, menos expuestos estamos a perderla y durará mucho más" (Solar y Claro, 1890).

Este proceso demora la expedición del producto al mercado, pero es indispensable para preservar su calidad: "Hay muchos que creen que la chicha está en estado de ser entregada al consumo después de este (segundo) trasiego; pero es un error, porque está imbebible por lo dulce. Hay que esperar para venderla, unos 18 o 24 meses. Una chicha bien cuidada dura cuatro a seis años; pero no es económico guardarla tanto tiempo" (Solar y Claro, 1890).

La clarificación era otro aspecto decisivo en la calidad y el valor de mercado de la chicha. Las chichas turbias se vendían entre 25 y 30 centavos; en cambio las chichas con buena clarificación se valuaban entre 40 y 50 centavos. Para bajar costos, algunos preferían filtrar en vez de clarificar la chicha; pero el resultado era muy distinto. "Una chicha filtrada se presentará clara, a lo más, durante un mes, mientras que una clarificada será siempre clara. Esto proviene de que la filtración no quita toda la borra" (p. 1064). Para realizar la clarificación se recomendaba utilizar gelatina o clara de huevo. La gelatina se vendía en panes de 30 gramos cada uno; su valor de mercado era de entre $ 7 y $ 8 por kilogramo. Se recomendaba utilizar 1 V pan de gelatina (45 gramos) para cada barrica de 220 litros de chicha. Si en vez de gelatina se usa clara de huevo, la proporción recomendable era de dos claras cada 35 litros de chicha. La clarificación se demora de 25 a 35 días. Cuando esté completamente clarificada se trasiega a otra barrica" (Solar y Claro, 1890).

El uso de azufre en las cubas y barricas era uno de los pilares de la elaboración de la chicha. El anhídrido sulfuroso que se produce con la combustión del azufre tiene la propiedad de detener la fermentación alcohólica; "por consiguiente, mientras más tiempo se quiera conservar una chicha, mayor será la cantidad de azufre que se le deba quemar a las barricas" (Solar y Claro, 1890). Mientras mayores son las dosis de anhídrido sulfuroso aumenta el etanal, sulfuroso combinado y sulfitos, estos últimos producen efectos alérgicos en algunas personas.

Las normas que se usaban para elaborar chicha en Chile a fines del siglo XIX reflejan el ingenio de los chicheros artesanales para, con capitales acotados, obtener un producto interesante, capaz de seducir a los mercados y nutrir el alma popular de Chile.


Origen y Apogeo de la Chicha de Uva en el Valle Central

La producción de chicha como producto de consumo masivo en Chile está documentada desde mediados del siglo XVIII. Un documento del 15 de abril de 1760, elaborado por el Cabildo de Santiago, entrega noticias sobre los efectos de este licor en la población de la época: "Se experimentan muchas muertes y desgracias con motivo de un licor a quien le dan el nombre de chichita, el cual causa en el que lo toma dos perniciosos efectos: el uno, que al que lo encuentra con alguna debilidad le quita la vida, fermentando en el estómago lo que no hizo en la vasija, por no darle quien le ha dado el nombre de chichita; el segundo efecto es aquel que causa en los más robustos, que poniéndose cuasi ebrios o desalentados y calentones como ellos mismos dicen, arman mil pendencias y disgustos que resultan en muchos desacatos" (Pereira, 2013).

La producción y comercialización de chicha se popularizó en Chile entre los siglos XVIII y XIX. Poco a poco, los inventarios de bienes levantados por los notarios dieron cuenta de este proceso. Así, por ejemplo, en Colchagua, tras el fallecimiento de Ramón Ramírez, en su tasación de bienes (1823) se documentaron 25 arrobas de chicha, tasada a 10 reales la arroba.1 Hacia 1837, don Francisco Prats, propietario de una viña de 11.000 plantas, tenía en su bodega 457,5 arrobas de chicha, valuada a 7V reales cada arroba; mayor valor tenía su sancochado: las ocho arrobas de este licor se tasaron a $ 3 por arroba.2 Poco después se documentó chicha en la chacra de Miraflores (Ñuñoa), propiedad de don Alejo Lemus. En 1842 se elaboraron 100 arrobas de chicha, tasadas a 12 reales la arroba; al año siguiente también se obtuvo chicha, aunque en menor cantidad (solo 50 arrobas) y a un precio algo menor (10 reales por arroba). Luego, en 1844, la cantidad de chicha elaborada volvió a subir hasta las 100 arrobas, aunque el precio se mantuvo en 10 reales por arroba.3

La producción y consumo de chicha elaborada a partir de la uva con fermentación incompleta, se difundió ampliamente en Chile, entre Santiago y Concepción. El valle central fue el centro de esta tradición, que acompañó al pueblo chileno durante los siglos XIX y XX.

En el siglo XIX se produjo el apogeo de la producción y consumo de chicha en Chile. La expansión de la economía en general, facilitada por la multiplicación de los ferrocarriles y la ampliación del comercio, generó las condiciones para que la chicha lograra niveles sin precedentes. La producción se incrementó hasta niveles nunca registrados en Chile. La chicha ocupó un lugar central en la agroindustria nacional.

Muchos viticultores chilenos destinaban una parte de la uva a la elaboración de chicha. Fácil consumo, rápida venta y bajo costo alentaba a sostener esta actividad. Grandes cantidades de chicha se elaboraban y consumían cada año en Chile, sentando así las bases de una profunda tradición popular.

El Estado ordenó levantar datos permanentemente sobre las cantidades de producción de chicha. El análisis de estos relevamientos muestra que los viticultores chilenos dedicaron una parte sustancial de sus energías productivas a esta bebida. En efecto, la producción anual de chicha llegaba muy cerca de la producción de vinos y mostos. Así se desprende de los Anuarios del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 1861 y 1890 (Tabla 1).

Fuente: Anuario Estadístico de la República de Chile, 1861-1890.

La información del cuadro muestra la relevancia relativa de este producto en el contexto general de la industria vitivinícola de Chile. La chicha era un producto muy popular. Como se obtenía de la fermentación parcial del mosto, este producto tenía una graduación alcohólica inferior al vino (en la actualidad la relativamente baja graduación alcohólica de la chicha es solo aparente, ya que la ley considera el grado potencial que es igual a alcohol más azúcar y este debe ser igual al del vino, al menos 11,5° gl). Por lo tanto, se podía beber en mayores cantidades. Era ideal para las fiestas y celebraciones. Por otra parte, su baja graduación alcohólica determinaba una corta vida útil. En pocos días, la chicha se deterioraba; por lo tanto, debía consumirse en un plazo relativamente breve.

Estos productos se destacaban no solo por el volumen de producción, sino también por su voluntad de alcanzar mejores niveles de calidad, presentarse y competir en las exposiciones de la época. En efecto, en la segunda mitad del siglo XIX, a pesar del desprecio generado por las élites intelectuales y los tecnócratas, los productores de estos productos típicos lograban destacarse en las competencias. Por ejemplo, en la Exposición Departamental de Los Andes, en el Tercer grupo, letra C.- Chichas, aparecen las chichas con veinticuatro exponentes, que merecieron un primer premio, un segundo y tres menciones honrosas. (Le Feuvre, et al., 1886).

La importancia del consumo de estos productos queda de manifiesto en los avisos comerciales publicados en la segunda mitad del siglo XIX. Los productores de chicha elaboraban sus avisos comerciales con ideas ingeniosas y originales. Si se trataba de "conseguir larga vida", había que ir al acreditado despacho de chicha de la casa de don Manuel García (Dussaillant, 1993, 152). Entre 1860 y 1930 la chicha ocupó un lugar destacado en las páginas comerciales de la prensa chilena. Los productores, distribuidores y comerciantes libraron auténticas batallas de ideas, diseño e ingenio para promover este producto y captar la atención de los clientes. Algunos avisos destacaban las cualidades de la chicha para la salud (mejorar la digestión, evitar la flatulencia). Otros enfatizaban el placer de su consumo (sabor, aroma, perfume). En algunos casos se ponía el foco en la procedencia geográfica, sobre todo la chicha del Aconcagua y la chicha de Valdivia, o bien, los galardones obtenidos en las Exposiciones Universales. Fue también un proceso de desarrollo de la publicidad gráfica, con audaces diseños. La notable cantidad y calidad de los avisos comerciales, clasificados y económicos de la chicha en ese período, constituye un corpus documental cuyo análisis escapa a los objetivos del presente artículo. Basta por ahora señalar que la prensa gráfica fue un notable medio para difundir, extender y consolidar el mercado de la chicha en Chile.


Los Tecnócratas Europeos y el Desprecio hacia estos Productos Típicos

Los tecnócratas europeos lideraron la transformación de la viticultura chilena en la segunda mitad del siglo XIX. Revestidos del prestigio que irradiaban sus países de origen, lograron posicionarse en el centro de la formación de opinión sobre la valoración de los productos del campo y la jerarquía de los alimentos en todo el país. Ellos realizaron sus acciones en un ambiente sociocultural de admiración ilimitada de las élites chilenas (como ocurrió en el resto de América Latina) por la cultura europea en general y francesa en particular. En este contexto, ellos gozaron de un poder y una influencia decisivos en el proceso de modelar los gustos y tendencias. Tanto Claudio Gay (1865) como René Le Feuvre (1877 y 1890), Julio Menadier (1874), Riveros (1881) y Charlin (1881) participaron de esta corriente. Ellos dirigieron institutos de formación técnica y publicaciones especializadas desde donde marcaron una línea de pensamiento que se convirtió en hegemónica. Las élites adoptaron los criterios propuestos por estos tecnócratas, lo que se hizo notar en la vida económica, comercial y cultural, particularmente en las pautas de consumo de alimentos y bebidas.

En el plano de la vitivinicultura, los tecnócratas europeos instalaron dos tendencias: por un lado, la sobrevaloración de las cepas francesas y los vinos imitación, tipo Burdeos, Borgoña, Champagne, etc. Por otra parte, esta tendencia se vio acompañada con una actitud de desprecio hacia las variedades de uva criollas (uva país, moscatel de Alejandría, moscatel amarillo (Torrontés), moscatel de Austria, entre otros. Para aquellos tecnócratas, esas variedades no tenían valor enológico; no era posible elaborar con ellas vinos de buena calidad. Instalaron una cultura de la minimización del valor de las variedades criollas, concepto que se transformó en paradigma hegemónico en las ciencias agrarias chilenas, y mantuvo esta posición durante más de un siglo. Recién se comenzaría a revertir a comienzos del siglo XXI, con exitosos ensayos de vinos, espumantes y piscos de uva país y moscatel de Alejandría.

Además de despreciar las variedades criollas, los tecnócratas europeos del siglo XIX despreciaron la viticultura tradicional en su conjunto. En lugar de valorar la diversidad de métodos y estilos, propiciaron que solo era aceptable la aplicación de los sistemas franceses. Negaron el valor de las viñas de rulo y las cepas de cabeza. También censuraron el equipamiento y las instalaciones de los viticultores artesanales, como lagares de cuero y pipas de roble chileno. Finalmente, negaron todo valor a los productos típicos como pipeño, chicha, chacolí y asoleado. En líneas generales, para estos autores, estos productos eran de mala calidad por provenir de viñas mal cultivadas y usar deficientes métodos de elaboración, particularmente la chicha y el chacolí (Le Feuvre, 1884: 335). Los textos dedicados a analizar la situación del agro chileno y recomendar cambios para el "mejoramiento" de la industria insistían en cuestionar estos productos:

"Los productos más comunes de nuestros viñedos: las chichas y los chacolíes son de tan imperfecta elaboración que por su mala calidad y aun por su insalubridad debieran proscribirse en lugar de permitir que cada año se aumente su producción y consumo" (Menadier, 1874).

El repetido martilleo de los tecnócratas extranjeros se extendió también a los enólogos y agrónomos chilenos. Los manuales de estudio y los centros de enseñanza, al tratar los temas de viticultura y vinificación, terminaron por consolidar el paradigma afrancesado propuesto. Como resultado, en el siglo XX se impuso en la viticultura chilena una tendencia a reproducir el modelo de las viñas centradas en variedades francesas, con métodos franceses, adaptados al estilo de las grandes fábricas de vino, en manos de un reducido número de familias ricas.

Hasta fines del siglo XIX, la producción de los vinos típicos seguía siendo importante, pero a partir de entonces comenzó a perder terreno frente al avance de los vinos al estilo francés. En 1883 se producían en Chile 41,7 millones de litros de vino contra 40 millones de litros de chicha y 31 millones de chacolí; en 1923, las cifras eran de 243 millones de litros de vino contra 32 y 57 millones para la chicha y el chacolí, respectivamente (Del Pozo, 2014).

Las décadas de 1850, 1860 y 1870 fueron una fase de transición, en la cual como vemos, el vino país así como el chacolí y el aguardiente era expuesto en el mismo escenario con el vino "de imitación francesa" que estaba lejos de predominar. En efecto, según cifras de 1869, la casi totalidad del vino producido en Chile era el del primer tipo que alcanzaba a 651.000 arrobas o 25 millones de litros, de los cuales casi la mitad se producían en Concepción, con 250.000 arrobas, seguida de Maule con 113.000; Santiago solo rendía 19.000 arrobas. Del "vino Burdeos", del que se hacía contabilidad aparte, solo se habían producido 22.800 arrobas, casi todas en Santiago. La producción de chicha y de chacolí seguía siendo muy importante, con cifras de 624.000 y 507.000 arrobas, la mitad de lo cual se producía en Santiago (Del Pozo, 2014).


La Tradición Presidencial de la Chicha en Cacho

En el siglo XX, con el avance del proceso de industrialización, el auge de las grandes fábricas de vino y la concentración en grandes grupos económicos, la vitivinicultura chilena tomó otros rumbos. La corriente principal quedó en manos de productos elaborados al estilo francés, con cepas francesas, y métodos de esa tradición. La chicha, como otros productos típicos chilenos, perdió el lugar central que había ocupado en la producción y el consumo. La chicha se mantuvo en la última centuria como un producto principalmente de interés artesanal. La tradición la mantuvo viva el pequeño viticultor de zonas típicas como San Javier, Villa Alegre, Curacaví y otras zonas rurales del valle central, de fuertes tradiciones huasas. Mientras en las grandes ciudades los mercados se reorientaban hacia nuevas pautas de consumo, fuertemente influidos por las campañas publicitarias y los circuitos de distribución y promoción, para alejarse de la chicha, esta se mantenía viva en el Chile profundo, en las localidades campesinas. Allí se conservó la valoración de este producto, sobre todo para consumir la chicha cruda en época de vendimia, y la chicha cocida en las fiestas patrias de septiembre.

Fueron justamente los campesinos quienes, en el segundo tercio del siglo XX, lograron romper el aislamiento de la chicha, y conectarla nuevamente con el centro del poder simbólico de Chile, al menos un día al año, en la celebración oficial del Día de las Glorias del Ejército de Chile. El primer paso fue la incorporación de los huasos a esta fiesta; su ingreso al protocolo oficial y al escenario central de la celebración. Ello ocurrió en la parada militar del 19 de septiembre de 1931, presidida por el vicepresidente, en función como presidente interino, Manuel Trucco Franzani (3 de septiembre a 15 de noviembre de 1931), la que contó con la primera participación de un grupo de huasos. En ella desfiló un escuadrón ataviado con ponchos provenientes de diferentes barrios de Santiago, principalmente del sector Matadero.4 A partir de ese año, los huasos lograron asentar su presencia en estas celebraciones, lo que significaba una reivindicación de su relevancia como parte importante de la nación. No es casual la fecha: se trata de la primera celebración después de la Gran Depresión económica mundial de 1930, la cual significó el cierre del paradigma del desarrollo hacia fuera, y el inicio de una nueva etapa en la historia económica y social de Chile, más orientada hacia el desarrollo hacia dentro. Se terminaba entonces la confianza en el progreso indefinido a partir de los modelos promovidos por Francia y Gran Bretaña y la escuela económica clásica. Ante la más aguda crisis económica que se registraba en la historia de Chile, las grandes potencias no aportaban ayuda significativa y el país sintió que debía arreglárselas solo. Por eso, se abrieron oportunidades para volver a valorar lo propio, lo nacional, lo tradicional. Y justamente en este contexto se les abrió la posibilidad de incorporar a los huasos en la Parada oficial de septiembre. No es casualidad que eso haya ocurrido ese año, el mismo en el cual meses antes el Presidente Carlos Ibáñez del Campo (10 de mayo de 1927 a 3 de septiembre de 1931) tomó la decisión de delimitar la Denominación de Origen Pisco, la más importante de América del Sur en el momento actual.

Con el pasar de los años, la presencia de los huasos en el desfile oficial se consolidó. Hasta que se generaron las condiciones para el siguiente paso: en 1948, siendo Presidente Gabriel González Videla, previo al inicio de la parada militar de ese año, el huaso a caballo don Enrique Quintero se acercó a la tribuna oficial y ofreció al presidente un cacho de chicha baya diciendo: "A nombre de todos los huasos de Chile le ofrezco este trago presidente".5 Gabriel González Videla agradeció el gesto y bebió del cacho de chicha; el cual estaba adornado artísticamente.6 El gesto del huaso al ofrecer el cacho, y del presidente, al beberlo, significaron una ruptura inesperada del protocolo, situación usualmente mal vista en un país tan formal como Chile. Sin embargo, en esta situación, el efecto fue exactamente inverso: el público expresó fervorosamente su aprobación por el gesto, debido a la identificación profunda que tenía con el típico producto del campo chileno. En los años subsiguientes, mientras se mantuvo como presidente de Chile, reiteró estas acciones, para sentar así las bases de una tradición. En 1950 la prensa celebró esta actitud, catalogando la acción como "democrático rasgo".7 Al año siguiente, como la práctica ya estaba consolidada, los huasos se prepararon con más esmero, y el cacho de chicha fue adornado con los colores de la bandera chilena. Así lo recibió el Presidente González Videla y, tras beberlo, dijo a la multitud: "¡Todo sea por la Patria, así tiene que ser la cosa!".8 Al año siguiente, Videla cumplió su mandato constitucional y dejó el poder a su sucesor. La tradición ya estaba consolidada y, como ha reflejado el epígrafe inicial de este artículo, se mantiene vigente en la actualidad.


Conclusión

La chicha emerge como una singular bebida del valle central de Chile, profundamente arraigada en la cultura nacional, en la vida social y económica. Lejos de los glamorosos salones de los vinos de élites, la chicha ha logrado consolidarse como un producto cultural propio de Chile. Uno de los elementos propios de la chicha es un carácter mestizo, pues tiene sus raíces en la tradición indígena de elaborar bebidas alcohólicas mediante la fermentación de vegetales, sobre todo frutas y maíz. Estas prácticas continuaron después de la conquista con la incorporación de la uva, traída por los españoles en el siglo XVI. Poco a poco, la chicha de uva se consolidó en el centro de la vida social del pueblo chileno. En el siglo XVIII la chicha ya representaba una rama dinámica de la producción, el consumo y el comercio de bebidas alcohólicas en Chile. Esta tendencia se consolidó en el siglo XIX, cuando alcanzó su período de apogeo.

La documentación relevada muestra que la chicha no era un producto improvisado ni simple. Por el contrario, había normas para su elaboración. Por lo general se recomendaba elaborarla a partir de uvas criollas blancas, sobre todo moscateles, moscatel de Alejandría y torrontés. La fermentación se realizaba en forma incompleta, mediante el azuframiento de las barricas. La combustión química del azufre, formando anhídrido sulfuroso, contribuye a interrumpir la fermentación y asegurar así la identidad y originalidad de la chicha. Además, había dos variedades: chicha fuerte o cruda, y chicha de guarda o cocida, esta última de mayor costo y precio superior.

Hacia fines del siglo XIX, la chicha alcanzó su punto de apogeo. Posteriormente comenzó a declinar, debido a las fuertes críticas que sufrió como resultado de la posición hegemónica que alcanzaron las representantes de la viticultura francesa. Poco a poco, las élites comenzaron a abandonar y menospreciar el valor de la chicha, para pasarse a consumir bebidas europeas y vinos de uvas francesas. De todos modos, el pueblo chileno mantuvo viva la tradición del consumo de la chicha. A partir de 1948 se ha consolidado la tradición de valorar la chicha desde la cúspide del poder institucional del Estado. Así se refleja en la degustación de chicha en cacho del Presidente de la República, el día de las Glorias de Chile. Por medio de este portal, la chicha ingresa en una semana de amplia popularidad, en las fondas de la semana del 18 de septiembre en Chile. Pasado este lapso, el furor de la chicha se calma, pero se mantiene parcialmente latente hasta el año siguiente, en modalidades específicas, como en modalidades específicas, como bebida que ha logrado un renovado lugar en el folklor nacional.


Notas

  1. Partición de bienes de Ramón Ramírez, Corcolón, 5 de noviembre de 1823. AN, Fondo Judiciales de San Fernando, Legajo 63, Pieza 14, foja 26v.
  2. Tasación de bienes de don Francisco Prats, Santiago, 10 de julio de 1837. AN, Fondo Judiciales de Santiago, Legajo 177, pieza 4, foja 1v.
  3. Don Bernardo González con don Mateo Campos sobre cobre de pesos, Santiago, 1844. AN, Fondo Judiciales de Santiago, Pieza 9, foja 18.
  4. El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de septiembre de 1931, p. 1.
  5. El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de septiembre de 1948, p. 9.
  6. El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de septiembre de 1948, p. 9.
  7. El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de septiembre de 1950, p. 2.
  8. El Mercurio, Santiago, 20 de septiembre de 1951, p. 11; El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de septiembre de 1951, p. 1.


Agradecimientos

Los autores agradecen al proyecto Fondecyt 1130096 "Denominaciones de Origen e identidad de vinos y agroalimentos en Chile, financiado por CONICyT.


Literatura Citada

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Fecha de Recepción: 30 Octubre, 2014. Fecha de Aceptación: 26 Enero, 2015.

https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-34292015000200011





Cerveza ligera de solo 2,5 abv. (Sven Debuysscher)

Consejo para este tipo de cervezas:
  • Macerar a 70 grados, para tener bastante maltotriosas y dextrinas. La Kveik Voss no las come.
  • Ver bien los ibus para que sean balance con los grados de alcohol.
  • Usar mas lúpulo en aroma o DH, no como para una IPA o apa, pero suficiente para dejar rastro.
  • Y las maltas especiales usarlas como si fuera una cerveza normal.
  • Si se usa 3 kg de caramelo para una ambar normal, aquí se sigue usando la misma carga, aunque eso va en contra de algunas reglas generales; acá casi un 30% son maltas especiales, normalmente no uso mas que 5%
Datos de la elaboracion

  • DI 1025
  • DF 1006
  • 2,5 ABV.

Lúpulo

  • 18 IBU MAGNUM
  • Mosaic en aroma ma y DH

Levadura

  • VOSS KVEIK, recuperada de una fermentación anterior, inoculación directa cono a cono, cantidad desconocido. 
    La levadura se sacamos den un fermentador presurizado por el cono abajo, y se envía con una manguera sanitizada, casi esterilizada al otro fermentador entrando igual por el cono, y después el mosto por la misma entrada para mezclar bien. 
  • Inoculación, fermentación isobárico 1,5 b , DH todo en el mismo momento a 38-40 grados

Entre macerar y barril paso exactamente 1 semana.

https://www.facebook.com/groups/1720252818222530/permalink/3191407134440417/?app=fbl





Carmenere

Carmenere es una variedad de uva originaria de Burdeos, Francia. Fue muy cultivada en el siglo XIX en las regiones de Médoc y Graves, hasta que en 1860 se produce un desastre, los viñedos franceses fueron atacados por la filoxera, un insecto diminuto que afecta la raíz y las hojas chupando la savia de las plantas. Por lo que por esos años el varietal quedó diezmado y los productores buscaron otros más resistentes como el Merlot para sus vino. 

El Carmenere fue redescubierto muy recientemente en Chile, en 1994, y se ha difundido en todas las zonas vitivinícolas de ese país, a tal punto de ser considerado como el varietal emblema de Chile.

En aquel año el ampelógrafo francés Jean Michel Boursiquot pudo determinar que algunos viñedos que se consideraban Merlot, en realidad eran Carmenere. En esos años se tomó la excelente decisión de individualizar y masificar su producción.

En Argentina, la tierra de malbec, el carmenere parece estar despertando el interés de los amantes del vino. 

La versiones de ambos paises tienem algunas diferencias, en la Argentina la parte aromática predominan las frutas rojas, a diferencia de los chilenos, donde en su aroma encontramos mucho pimiento y café. El vino se distingue por un color rojo violáceo profundo y un aroma del que sobresalen notas verdes como del pimentón, eucaliptus. En su sabor se encuentra chocolate y notas de frutas rojas, bayas y especias. Sus taninos son fuertes necesitan un paso por madera, para redondearlos. 

El enólogo Miguel Angel Navarro aconseja acompañarlo con quesos semi duros algo especiados, carnes rojas, cordero estofado, pollo con champiñones, y algún pescado como el congrio con salsa roja. Si nos quedó algo en la botella dejemos para comerlo con chocolate mentolado…

Es una de las variedades europeas más antiguas. Se cree que la carmenere es la antecesor de otras variedades más conocidas. Algunos la consideran «un clon muy difundido de la cabernet sauvignon».​ Es posible que el nombre de la variedad sea un apodo como el de la grande vidure, que se usó en Burdeos para definir a un clon de la cabernet sauvignon que antes se creía que era la cepa de la cual procedían todas las uvas tintas de Burdeos.

También se cree que la carmenere pudiera haber sido la biturica, una vid de la antigua Roma que fue llamada así por el nombre de Burdeos en aquel entonces. Según Plinio el Viejo, la biturica se originó en la península ibérica (hoy España y Portugal). En la actualidad es mezclada con la sangiovese en la Toscana bajo el nombre de predicato di Biturica.

En Italia, en 1990, la bodega Ca' del Bosco adquirió lo que pensaba que eran vides de cabernet franc de un vivero francés. Los viticultores apreciaron que las vides eran diferentes de las cabernet franc tradicionales tanto en color como en sabor. También notaron que las vides maduraban antes que la cabernet franc. Otras regiones vinícolas italianas también empezaron a dudar del origen de esas vides, que fueron finalmente definidas como carmenere. En Italia, la variedad crece sobre todo en el noreste del país, desde Brescia a Friuli. Ha entrado recientemente en el catálogo de variedades de vides italianas pero «ningún distrito tiene aún autorización para usarla». A pesar de todo, la vid «no puede ser cultivada con su nombre original o para una vendimia específica y no se puede usar para vinos identificados con la etiqueta Indicazione Geografica Tipica (IGT), Denominazione di Origine Controllata (DOC) o DOCG». La bodega Ca' del Bosco llama a este producto carmenero.

En 2007, la uva fue autorizada para la DOC Véneto: Arcole (Bagnoli di Sopra, Cori Benedittine del Padovano, Garda, Merlara, Monti Lessini, Riviera del Brento and Vicenza), Friuli-Venecia Julia (Collio, or Collio Goriziano) y Cerdeña (Alghero).

Desde un decreto ministerial de 2009, a los productores de la DOC Piave en cincuenta comunas de la provincia de Treviso y doce en la provincia de Venecia se les ha permitido especificar la variedad carmenere en la etiqueta del vino.

Actualmente solo existen unas pocas decenas de hectáreas en Francia de carmenere, aunque hay rumores de que existe un interés creciente por esta vid entre los viticultores de Burdeos.

La carmenere también se ha establecido en el valle Walla Walla, al este del Estado de Washington, y en California, en los Estados Unidos.​ En los años 80, Karen Mulander-Magoon, copropietaria de la bodega y las fincas Guenoc & Langtry, trajo la vid a sus viñedos. Fue un esfuerzo conjunto con Louis Pierre Pradier, «un investigador científico y viticultor francés y que había trabajado para evitar la extinción de la carmenere en Francia».​ Una vez que las vides fueron puestas en cuarentena y chequeadas para evitar enfermedades fueron admitidas legalmente en California en 1990, donde fueron clonadas y plantadas.

En Australia, se impotaron tres esquejes de carmenere desde Chile por el enólogo Richard Smart a finales de los años 90. Después de dos años de cuarentena, solo había sobrevivido un esqueje, que pasó un tratamiento para eliminarle virus y fue «micropropagada» (con segmentos de brotes individuales que fueron cultivados en un gel de nutrientes) y plantadas por la empresa de viveros de vides Narromine. Las primeras vides del vivero fueron plantadas en 2002 por la empresa de viñedos y bodegas Amietta en el valle de Morabool (Geelong, Victoria), que usó carmenere en su mezcla Angels' Share.

La carmenere ha sido establecida en pequeñas cantidades en Nueva Zelanda. Las pruebas de ADN confirmaron en 2006 que las plantaciones de cabernet franc de la región de Matakana eran en realidad de carmenere.

El vino de carmenere tiene un color rojo oscuro y aromas a frutas rojas, especias y cerezas.1​ Los taninos son más suaves que en los vinos de cabernet sauvignon y tiene un cuerpo medio.​ A pesar de ser usada sobre todo como uva de mezcla, hay bodegas que embotellan vinos varietales de carmenere que, cuando se hacen de uvas que han madurado de forma óptima, tiene un sabor afrutado «acerezado», con notas ahumadas, especiadas y terrosas y tienen un color oscuro similar al del carmín. Si también tiene reminiscencias a chocolate negro, tabaco y cuero. Este vino es mejor cuando es joven.







La cerveza en las “Salitreras”

En el desierto de Atacama, al norte de Chile, se desarrolla la historia de la industria del salitre, que se remonta a 1830, cuando se realizó el primer embarque de salitre como fertilizante y para la fabricación de pólvora, hacia Europa y los Estados Unidos. Desde esa época y hasta 1960 funcionaron en el norte del país unas 198 oficinas salitreras.

Estas salitreras fueron declaradas por la UNESCO, en julio de 2005, “Patrimonio Industrial y Cultural de la Humanidad”. Y han sido declaradas Monumentos Nacionales desde 1970.

La más importante de ellas, por su tamaño y significado, fue la antigua Oficina Salitrera de La Palma, que en 1934 pasó a llamarse Santiago Humberstone.

La Oficina Humberstone perteneció a la Peruvian Nitrate Company, inició sus operaciones y la producción de salitre en 1872. Después de la guerra del Pacifico reanudó sus operaciones para elaborar salitre y nitratos. Su nombre, Santiago Humberstone, se debe al ingeniero químico inglés, quien ideo un sistema mejorado para la lixiviación del caliche (se inyectaba vapor de agua a los cachuchos, en vez de calentarlos con leña).

Entre 1933 y 1940 Humberstone alcanzó su máximo desarrollo, llegando a albergar una población de 1.700 habitantes (720 trabajadores con sus familias). En 1958 la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta entró en crisis y terminó por disolverse. Ese año, Humberstone fue cerrada definitivamente.

Para ese entonces los salarios de los trabajadores no eran pagados con dinero, sino con monedas propias para uso interno de cada salitrera. A este abuso de las compañías, se sumaba la suspicaz prohibición a los obreros de entrar alcohol hacia el interior de las oficinas salitreras, que se debía al gran lucro que obtenían las compañías, pues las empresas vendían alcohol en la “Cantina”, “Salón de refrescos” ó bien en la “pulpería”.  Una pulpería estaba equipada con secciones de tienda de géneros, abarrotes en general, carnicería, panadería y carbonera. El comercio era libre, limitándose solamente la venta de vino y cerveza, de acuerdo con la Ley semi-seca vigente.

Este monopolio del alcohol, llevo a que las compañías salitreras, en su mayoría de capitales extranjeros, hicieran grandes y variadas importaciones de cerveza de muchos países. A continuación les presento una variedad de etiquetas que fueron rescatadas del desierto.

http://beerchela.blogspot.com/2013/02/la-cerveza-en-las-salitreras.html





Cervecería "La Patagona"

Las etiquetas reflejan los primeros años de la sociedad, con el Logotipo Fischer & Petersen

“La patagona” es la primera cervecería de la Región de Magallanes, en el extremo sur de Chile, la que más tarde se convertirá en la conocida “Cervecería Austral”.  Aquí les presento, a través de las etiquetas más antiguas de esta cervecería, algo de su historia.

La industria cervecera Magallánica tiene su origen gracias al progresista ciudadano alemán José Fischer, quien llega a la zona procedente de Valdivia, donde fue por un tiempo el técnico (Maestro Cervecero) de la gran Cervecería de los Hermanos Anwandter. 

En 1896 funda la sociedad Fischer y Cía, con el apoyo de varios socios capitalistas, entre los que se cuenta a Helmuth Petersen. Gracias a estos aportes logra construir la fábrica de cerveza “La Patagona”, (en la ubicación que se mantiene hasta la actualidad, y en la calle que hoy toma su nombre).

Aparentemente Fischer habría producido
cerveza antes de “La Patagona” bajo el
nombre de Cervecería Alemana de José Fischer,
como se aprecia en las fotografías.

La fábrica fue implementada con el más moderno equipamiento de la época, ya que desde sus comienzos debió competir con la cerveza importada de Alemania e Inglaterra. Las instalaciones le permitían llegar a producir un millón de litros por año, sin embargo solo llego a producir de 400 a 500 mil litros por año, (algo así como 1.500 ltrs. diarios). Don José Fischer se había casado en Alemania con Margarita Haessler, con quien tuvo 5 hijos.

Luego de su muerte, a fines de agosto de 1916, se hacen cargo de la cervecería su hijo primogénito y experto técnico José Fischer Haessler y don Enrique Dirsch. Los restos de este emprendedor alemán se encuentran sepultados en el cementerio municipal de Punta Arenas, en la tumba familiar, donde yace junto a varios de sus descendientes.

Estas etiquetas mencionan el premio obtenido en la exposición de Magallanes de 1915.


Stand de “La Patagona” en la Exposición Comercial e Industrial de Magallanes de 1915.


Bibliografía: 
  • Recopilación y colección personal - Patagonia y Antártida, Personajes Históricos, 2011, Nelson Toledo. 
  • Guía de comercio e industrias en Magallanes, 1918, Julio Collado.  -  Algunas fotografías, Hendrik Thomann.-

http://beerchela.blogspot.com/2011/08/cerveceria-la-patagona.html





Cola de Mono

 Ingredientes

  • 2 litros de leche
  • 2 cucharadas de café instantáneo
  • 2 tazas azúcar
  • ½ Cascara de naranja (seca)
  • Pizca de nuez moscada
  • 3 Ramas Canela
  • 3 Clavo de olor
  • Cucharadita Esencia de vainilla
  • Base para Cola de Mono Marco Polo
  • ½ litro de grapa o aguardiente
Preparación
  1. Canela, Nuez Moscada,
    Clavo de Olor y Vainilla
    En una olla grande colocamos un litros de leche con la base de Cola de mono, el café instantáneo, las cascaras de naranja, la canela, el clavo de olor, azúcar y esencia de vainilla y calentamos durante algunos minutos hasta disolver el café, el azúcar y que se impregne la leche con los sabores de la canela, la cáscara de naranja, etc. 
  2. Luego colocamos el otro litro de leche y continuamos la cocción por nos minutos evitando que hierva.
  3. Esperamos a que se enfríe y agregamos aguardiente, pisco o, como en nuestro caso, grapa.
  4. Embotellamos colando las ramas de canela, las cáscaras de naranja y los clavos de olor y guardamos en la heladera.
Nota
  1. Otra forma de hacerlo, es preparando un almíbar con media taza de agua  y la mitad de aguardiente, azúcar, canela, los clavos de olor, nuez moscada, cáscara de naranja y hierva por tres minutos, hasta disolver por completo el azúcar. 
  2. Cuele y reserve este almíbar. 
  3. En otra olla, caliente la leche y disuelva el café. Sin que llegue a hervir. 
  4. Agregue el extracto de vainilla y luego junte la leche con el almíbar y la mitad restante del aguardiente. 
  5. Enfríe por al menos una hora, embotelle y refrigere.
Hay que tomarlo bien frío y acompañando el pan de pascua, por supuesto.






¿La bebida originaria del mundo guachaca?

Locales antiguos tipo bares y cantinas que se extendían al oriente del Mercado Central, por la primitiva calle Mapocho. Imagen publicada en la revista “Sucesos” en 1916, con algunos de los que estaban en la misma avenida del río entre 21 de Mayo y San Antonio.

A pesar de las aspiraciones al refinamiento con las que había nacido el Mercado Central, un gran carácter popular se impuso en su hábitat, a poco de iniciar actividad. Es lo que suele suceder con todas las plazas y ferias comerciales de estas características en la sociedad criolla, justamente, aunque aquello no fue obstáculo para que distinguidos personajes comenzaran a coquetear con las tentaciones de sus cocinerías y marisquerías en los años que siguieron.

El periodista y escritor satírico Juan Rafael Allende, más conocido por su pseudónimo de El Pequén, se burlaba en la gaceta de humor “El Padre Padilla” del 29 de septiembre de 1885, de una curiosa situación ocurrida al final de un elegante y aristocrático baile realizado en la capital: el arribo de muchachos de copetudas familias hasta el mismo mercado, sucedida tres días antes, para seguir tomando “un vaso de chicha o una copita de huachacai”, después haber estado en su pomposa fiesta.

El huachacai o guachacay mencionado por Allende era una bebida situada en lo más bajo de la cadena de la tomatera popular, de producción muy parecida al aguardiente pero de mala calidad. Se bebía en lo menos refinado de la sociedad colonial tardía y en buena parte de la República, hasta inicios del siglo XX de hecho, apareciendo ofrecida en las pulperías como las del barrio Mapocho hasta donde llegaban a beberla los mencionados señoritos. Su consumo tenía mucho que ver con los accesos limitados de las clases pobres a la hora de remojarse la garganta, por lo que el guachacay debió ser una solución alternativa y muy poco apetitosa, pero útil, al punto de servir también a aquellos muchachitos trasnochados. Tuvo analogías con el aguardiente guachucho de los mineros salitreros y cupríferos, además, producto que era traficado por los guachucheros.

Es muy posible que la bebida estuviera asociada a todos aquellos ambientes de Santiago desde la época en que reinaba cerca del mercado la calle de Las Ramadas con sus folclóricos centros de remolienda y celebración, en lo que ahora es Esmeralda; o las chinganas interminables del sector La Chimba, sólo cruzando el río. El mismo Mercado de Abastos, ancestro del Mercado Central y ubicado en el mismo sitio, tuvo ferias, ranchos y tendales con sus propios expendios de alcohol. En sus memorias, José Zapiola se refiere, además, a una fonda denominada El Tropezón, “llamada así, sin duda, por estar a la subida sur del puente grande” aludiendo al Puente de Cal y Canto, que también mantuvo una intensa actividad social y comercial sobre su luz hasta su último día en pie, en 1888. Había otros vetustos bares, tascas, bodegones y cantinas de cara al río por ambas cuadras adyacentes al mercado, y varios más en la famosa calle de Zañartu, actual Aillavilú.

La extraña naturaleza del guachacay es confirmada en “Chilenismos. Apuntes lexicográficos” de José Toribio Medina, y aparece mencionado en “Adiós al Séptimo de Línea” de Jorge Inostrosa. Reaparece en textos como “Paralelo 53 Sur”, de Juan Marín y en el cuento “El hombre de los ojos azules” de Manuel Rojas, fustigando su preferencia entre grupos indígenas. Su nombre parece provenir del quechua, sugiriendo algún vínculo con el viejo Perú, en donde existía incluso un apellido Huachaca: derivaría de huajcha kay, que se usa para señalar a alguien o algo dominado por la pobreza, en la miseria. Tal vez se asocie, además, con el aguardiente de caña , que era una suerte de bebida alternativa al de uva (más cara, esta) y que también se exportó a Chile en el siglo XIX. Hay quienes creen que de ahí provienen, también, conceptos populares como el cañazo, estar o andar con caña y caña mala, no por el vaso homónimo, muy empleados aún en el lenguaje coloquial.

La relación nominal del comentado concepto con el del brebaje guachacay se debería, entonces, a que este producto era de deficitaria ley y de mal gusto, "para pobres", obtenido con rústicos alambiques caseros a partir de malos mostos o tal vez sobrantes y orujos... Un aguardiente poco apreciable, aunque se supone que bien arreglada con frutas o especias, en teoría podía pasar por cualquier garganta, como lo demostraron los pijes llegados al Mercado Central en 1885.

El término tuvo bastante alcance y uso en alguna época. Se sabe que los indígenas patagones también lo conocían y hacían trueques por la mercancía, pues Francisco Coloane aseguró en un artículo reproducido en el libro de varios autores “Chile País oceánico” que, siendo niño, vio a los alacalufes o kawésqar gritando a los viajeros de los fiordos australes: “Cueri cueri, guachacay guachacay”, ofreciendo querían cambiar cueros por el aguardiente que llevaban los visitantes. Esto sucedía en 1923, sin embargo, así que el término pudo haberles llegado por expedicionarios y colonos . También existió en una chicha austral de calafate llamada de la misma forma, como se lee en “Cuando éramos niños en la Patagonia” de Jean Chenut.

Cantina de principios del siglo XX, probablemente porteña. Fotografía de Harry Grant Olds hoy perteneciente al archivo fotográfico del Museo Histórico Nacional.

Antiquísimos inmuebles de la calleja Zañartu (hoy Aillavilú) en Puente con Mapocho, por la actual callecita Gabriel de Avilés, hacia 1910-1920. Se ven el Bar Neutral y Bar Restaurant de Conejos. Al centro, el desaparecido caserón con altillo del corregidor Luis Manuel de Zañartu, constructor del Puente de Cal y Canto. Imagen publicada en portal Fotografía Patrimonial.

Alambique en el fundo San Ramón en la Escuela de Artes y Oficios, Santiago, hacia 1901. Imagen publicada en el portal Fotografía Patrimonial (donación de María Teresa Walker Riesco).

Corresponde recordar, también, que en Chile se llamó huachaca a los ebrios que quedaban tirados en el suelo o que caían en la vagancia superados por el vicio. Eran los mismos antes recogidos por el servicio colonial del carretón de los borrachos que iba levantando y echando arriba como muertos a los ebrios en coma etílico dentro de la ciudad; o los que Benjamín Vicuña Mackenna acusaba con desprecio por llevar "la vida del bruto". Entendido así su significado, entonces, se explica que el maestro cuequero Nano Núñez, el recordado líder de Los Chileneros, manifestara rechazo hacia el uso que se da hoy al término guachaca como algo análogo al personaje del roto o de cierto valor folclórico o popular, cuando correspondía más bien a un viejo mote peyorativo que se prendía a los curados terminales desparramados en las calles.

Por otro lado, el Diccionario de la Real Academia ha aceptado la palabra guachaca aunque señalándola como de origen chileno y con las acepciones de "ordinario, de mala clase" y "persona que acostumbra beber en exceso". Su muy posible relación con el guachacay, en tanto, queda esbozada por Félix Morales Pettorino, Oscar Quiroz Mejías y Juan Peña Álvarez en el “Diccionario ejemplificado de chilenismos”.

Guachacay y guachaca pueden tener relación con el concepto del huacho, a su vez, usado para señalar al huérfano, bastardo o abandonado. El llamado alcohol guacho era, justamente, aquel hecho en forma artesanal, traficado por guachucheros y otros contrabandistas. Puede ser, así, que el mismo término se relacionara o mutara al actual que se tiene de guachaca: el relativo a una parte de la cultura popular  “republicana” y su movimiento, que se siente heredero de la tradición del roto y del huaso, con gusto por la comida típica, tragos folclóricos y cuecas bravas, entre otros símbolos. Curiosamente, además, el epicentro de los guachacas actuales, liderados por el guaripola y cantor Dióscoro Rojas, sigue siendo el barrio Mapocho y sus mercados, mismos del guachacay de antaño, con varias reuniones “cumbres” realizadas en el centro cultural de la ex estación ferroviaria y fiestas en cantinas históricas como La Piojera.

Sin embargo, cabe señalar que el guachacay no ha sido el único trago clásico que ha tenido una popularidad especial dentro del barrio del comercio y las ferias mapochinas: además de chichas, mistelas, chupilcas, ponches, borgoñas y navegados, también fue célebre en alguna época la llamada canela, canelita o encanelado, poción todavía hecha en el campo con macerados o infusiones de canela en aguardiente endulzada. De posible origen alemán, aparecía con cierta preferencia en casitas de huifa y de canto, o bien en las fiestas chinganeras y de remolienda. Puede que su preparación también se haya usado con el guachacay de antaño.

Ya en otro período, tuvo cierta fama en los mismos bordes del Mapocho el llamado palomo, especialidad de la última cuadra de calle Bandera en el restaurante El Rey del Pescado Frito, uno de los últimos vestigios del bohemio “barrio chino” que alguna vez existió en la misma calle y que cerró sus puertas allí pasado el Bicentenario Nacional. Era una copita con anís y agua mineral en hielo, receta adaptada del anís-paloma tradicional en Monforte del Cid, Alicante. Fue célebre entre ciertos trabajadores del barrio y, según parece, imitado por algunos pillos. Fundado por el Rey, don Luis Vera, el restaurante ofrecía también el clásico y cada vez menos visible pichuncho, ese Manhattan criollo de pisco y Vermouth.

Hoy, las barras de Mapocho derraman otras ofertas etílicas como el embriagador terremoto o la más tradicional caña de chicha-pipeño, pero estas propuestas vienen a ser el relevo histórico a aquella semblanza iniciada con casos como el guachacay, la canela, la chupilca, la mistela, el pihuelo y tantos otros ya casi desaparecidos de las cartas citadinas. 

https://elsantiagoquenuncaaburria.blogspot.com/2021/07/la-bebida-originaria-del-mundo-guachaca.html



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