Han estado en Chile desde los tiempos coloniales y, si no, desde la conquista. A falta de vidrio, se las hacía inicialmente de cerámica, pero forradas en una canasta de mimbre que les da su aspecto característico. La llegada de las tecnologías de fundido y soplado de botellas permitió hacerlas de vidrio como las originales europeas, aunque su función siempre permaneció en nuestro país ligada al almacenamiento de vinos y chichas, además de piscos y aguardientes.
El nombre genérico que da el folklore chileno a los grandes envases es chuico. Proviene del mapudungún chuyko, nombre que daban los indígenas mapuches a las tinajas pequeñas o botijas para bebida.
Los españoles, sin embargo, las denominaban damajuana, nombre tomado del que los franceses usaban para esta clase de botellas, en alusión a la Reina Juana, la Dame Jeanne. La historia mezclada con leyenda señala que, tras buscar refugio en una aldea de Grasse mientras iba de camino a Draguignan, en el siglo XIV, la reina fue a mirar a un artesano del poblado que hacía botellas sopladas. Ante su presencia, éste decidió inflar una de enormes proporciones, quizás para lucirse ante la soberana, y la bautizó en su honor como reine-Jeanne, forrándola en mimbre tejido para aumentar su resistencia. Sin embargo, la propia reina le pidió que fuera llamada mejor dame-Jeanne... Es decir, damajuana.
Internacionalmente, se reconocen a las damajuanas como todas las botellas que superan el tamaño tradicional de las que se comercian en el mercado regular del menudeo. Preferentemente, son producidas en un característico vidrio verdoso, pues era el color en que se hacían antes las botellas para evitar que la luz ambiental afectara al contenido de la misma.
Sin embargo, la costumbre ha establecido algunas diferencias específicas entre estos tipos de botellas y las denominaciones que reciben, aunque con alguna tendencia a la confusión:
- El botellón es la botella de más de 1 litro pero menos de los 5 litros de la garrafa. Comparado con chuicas y damajuanas, su irrupción en el comercio es más bien novedosa, todavía. Algunos le llaman impropiamente chuico en nuestros días. Esto es un error, pues la característica del chuico es el canasto de mimbre que la envuelve, y que en este caso no existe. Otros les llaman "garrafines".
- La chuica (así, en género femenino) es la denominación que en Chile se le da de preferencia a la garrafa tradicional, forrada en una canasta de mimbre (o plástico, más modernamente), con uno o dos mangos que rodean el cuello del envase y cuyo contenido suele ser de 5 litros, no obstante que existen algunas garrafas de 3 litros y otras de más de 5. Algunos también llaman chuicos a estos envases, aunque es más común reconocerlas como chuicas.
- Comúnmente, se llama chuico o damajuana a la botella o envase que supera los cinco litros. Como en los casos anteriores, se da por entendido que su contenido es vino, pipeño o chicha. Los 10 litros son el promedio de estos contenedores, aunque existen algunas antiguas de 7 y 8 litros, y otras de 12 o más. También se les llama garrafones.
- Las botellas de 10 litros o más, curiosamente suelen ser llamadas en Chile como damajuanas a secas y muy rara vez chuicos. Sólo en algunas partes del campo se rompe esta regla. Por su peso, no llevaban el mango de mimbre que sí tienen chuicas y chuicos, pues requieren necesariamente de ambos brazos y mucha energía para ser manipuladas. Es muy raro encontrar ejemplares de este tipo, ya que su tamaño es una limitante para el transporte y la seguridad del producto, además de ser menos convenientes que las barricas de madera para el almacenamiento.
Los cantineros tenían sus propios procedimientos y estilos para levantar con elegancia tan enormes botijas y apuntarle con precisión de joyero a las jarras o a los vasos de caña, como sucede todavía en algunos lugares de nuestro país. Al final de cada jornada, los rotos cuequeros se las echaban al hombro para beber directamente de la boquilla.
Violeta Parra popularizó una canción en ritmo de refalosa titulada "El Chuico y la Damajuana", que escribiera como poema su prodigioso hermano Nicanor. Decía su letra lo siguiente:
El chuico y la damajuana
después de mucho quejarse
para acabar con los chismes
deciden matrimoniarse.
Subieron a una carreta
tirada por bueyes verdes,
uno se llamaba chicha
y el compañero aguardiente.
Como esto pasó en invierno
y había llovido tanto
tuvieron que atravesar
un río de vino blanco.
En la puerta de la iglesia
se toparon con el cura
que rezaba los misterios
con un rosario de uvas.
Como no invitaron más
que gente de la familia
el padrino fue un barril
y la madrina una pipa.
Cuando volvieron del pueblo
salieron a recibirlo
un fudre de vino blanco
y un odre de vino tinto.
Como estaba preparado
y para empezar la fiesta
un vaso salió a bailar
valses con una botella.
La fiesta fue tan movida
y dura duración
que según cuenta un embudo
duró hasta que se acabó.
Enormes chuicos o damajuanas siendo llenados con vino por un trabajador de una planta. Fotografía publicada en la revista "En Viaje" de abril de 1945 (Santiago de Chile). |
De acuerdo a las quejas de productores vitivinícolas que hemos conocido en Cauquenes y El Maipo, la irrupción de los vinos en caja y los botellones se llevaron casi todo el romanticismo de estas piezas de rústica belleza. Sólo las garrafas o chuicas siguen siendo producidas más masivamente, por necesidades comerciales a las que no se ha podido renunciar aún, como por ejemplo la venta mayorista del vino pipeño para los bares y restaurantes de la ciudad. Las otras van en reducción, según parece.
Esperamos que esta interesante industria de vidrios y mimbres, tan relacionada con la cultura vinícola nacional, no desaparezca, por supuesto, y que su caída productiva se estabilice en algún momento, antes de aproximarse a la temida posibilidad de la extinción.
Aviso de oferta de damajuanas publicada en el diario "El Mercurio" del 27 de diciembre de 1902, en la proximidad del Año Nuevo, cuando no podían faltar en las fiestas. |
Bebiendo en la propia bodega, entre barricas y damajuanas, al fondo. Imagen de principios de los años setentas, publicada en "Comidas y Bebidas chilenas", de Alfonso Alcalde. |
Colección de chuicos y garrafines, en el bar-restaurante "El D'Jango" de calle Alonso Ovalle, cerca de Serrano. |
Garrafas en la distribuidora "El Pipeño", de calle Tocornal con Biobío. |
Damajuana gigante: 50 litros de pura chicha, también en "El Pipeño". |