Cada país tiene su forma de entender la vida y, por tanto, de entender la cerveza. |
País Vasco: Zurito (125 ml)
Cualquiera que haya ido “a zuritos” sabe bien que su tamaño es engañoso. El benjamín de la familia es también el más dado a la promiscuidad del “total, si no es más que un trago”. Trago a trago, zurito a zurito, se llega a la yarda (siga leyendo).
Reino Unido: Yarda (1,4 litros)
Los ingleses del siglo XVII eran propensos a la épica. Aplaudieron a Oliver Cromwell, decapitaron a un rey e inventaron la yarda, un vaso descomunal con el que aún compiten los alumnos de Oxford. Los adalides del progreso son así.
España: Mini o katxi (1 litro)
Sólo un país como el nuestro sería tan bruto como para llamar mini al recipiente que contiene un litro (entero, porque somos poco de espuma) de cerveza. Donde mejor se disfruta es en los festivales. Y en vaso de plástico, claro.
Alemania: Humpen (750 ml)
Hay varias pruebas de la solemnidad que los alemanes conceden a la cerveza. Una es la costumbre de que los políticos en campaña posen con enormes jarras. Otra es el preciosismo folclórico con que decoran estas jarras de cerámica.
Inglaterra: Pinta (568 ml)
Uno de los carteles más populares en los pubs ingleses es uno en el que se ve una mano sostener un vaso de pinta y esta leyenda: “No haga las cosas a medias, beba pintas”. Si ve a alguien que bebe medias pintas, trátelo como al que toma Nestea.
Santa Fe (Argentina): Liso (250 ml)
Los santafesinos se jactan de ser los mejores bebedores de cerveza del país, tanto que tiene su propia medida, el liso, patrimonio cultural. En verano, a 44 grados y entre mosquitos, salva muchas vidas.
España: Caña (200 ml)
Ana Rosa lo sabía: para qué quieren los finlandeses tantos colegios si no tienen cañitas. Los españoles por el mundo, también lo saben: echan de menos ir de cañas. Hay algo más allá de la cacofonía en la relación entre España y la caña.