Mucho antes de comenzarse a cultivar la uva, la variedad silvestre de la vid (Vitis vinifera ssp. sylvestris) crecía ampliamente desde la Península Ibérica y el Norte de África, y se extendía por el mediterráneo, hasta Grecia y Turquía, para finalmente alcanzar el mar Negro, mar Caspio y las laderas del Himalaya
Las gentes del Paleolítico y del Epipaleolítico, que aún practicaban una economía cazadora-recolectora, consumían sus frutos y de ahí el hallazgo de semillas de uva silvestre en varios yacimientos de Europa y del Próximo Oriente anteriores al 8.000 a.C.
La invención de la agricultura y la ganadería 9.000 años a.C., en el Neolítico, no supuso el inicio del cultivo de la vid. Las comunidades neolíticas siguieron consumiendo uvas silvestres y así los restos de Vitis sylvestris se documentan por toda la cuenca mediterránea.
Fue hace unos 6.000 años a.C. cuando se descubrieron las propiedades del zumo de uva fermentado, ya que los frutos de la variedad silvestre pueden igualmente ser transformados en vino como, de hecho, averiguaron los pobladores de Irán, donde recientes hallazgos arqueológicos, que fueron analizados en laboratorios, confirman la presencia de vino como tal.
Sin embargo, las primeras evidencias a favor de la domesticación de esta especie son más tardías. Parece que la viticultura se inició a finales del IV milenio a.C., hace unos 5.500 años, en una zona al sur de Anatolia (Turquía).
De este momento datan los primeros yacimientos donde se han encontrado semillas de uva correspondientes a la variedad doméstica (Vitis vinifera ssp. sativa). Además, existe referencias históricas de principios del III milenio a.C., sobre la proliferación de su producción y consumo de su zumo.
En un famoso libro, la Biblia, también se hace referencia acerca de las diferentes tareas relacionadas con la viticultura y la vinificación en la franja sirio-palestina, actividades que gozaban de un gran prestigio. De hecho, las viñas y sus productos son considerados como un símbolo de riqueza, y aparece innumerables veces recogido en este libro religioso, primero en el Antiguo Testamento, y posteriormente en el Nuevo.
Recientes hallazgos de restos de ácido tartárico en recipientes cerámicos del Oriente Medio (Godin Tepe, Irán; Uruk, Irak) datados hacia el 3500 a.C. documentan el comercio de vino por vía fluvial en esta región en los denominados "barcos del vino". Pronto se ve la conveniencia de contar con viñedos propios para abastecer de vino las mesas palaciegas y las ceremonias litúrgicas, y ya desde el reinado de Gudea (hacia el 2100 a.C.) se atestigua su cultivo.
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