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En la película turco-estadounidense El teniente otomano (2017) vemos cómo durante la Primera Guerra Mundial un oficial turco se infiltra secretamente en una fortaleza capturada por el Ejército ruso. Allí se encuentra una masa de soldados rusos borrachos que ni siquiera se mantienen de pie debido a la bebida.
Esta imagen del Ejército ruso es común en Hollywood, pero está muy lejos de la realidad y de la lógica más simple: ¿cómo podrían las tropas rusas luchar eficazmente, capturar fortalezas enemigas y alzarse con la victoria si fueran una horda de borrachos indisciplinados?
Sin duda, el alcohol siempre ha jugado un papel importante en la civilización rusa, y también en el Ejército. Pero nunca (excepto en los tiempos revolucionarios) interfirió con la capacidad del Ejército ruso para ser una fuerza de combate eficaz.
El alcohol contra la enfermedad
El alcohol no estaba prohibido en el Ejército ruso del siglo XVIII. Por el contrario, en aquel entonces se consideraba el medio más eficaz para luchar contra las enfermedades y las epidemias, así como contra el hambre y el frío.
Cada soldado recibía diariamente dos tazas de vino o vodka: una por la mañana y otra por la noche. Y sus raciones incluían tres litros de cerveza. Por un servicio excepcional, un soldado podía ganar una porción adicional de alcohol.
Sin embargo, el emperador ruso Pedro el Grande nunca permitió que sus tropas quedaran atrapadas en una espiral descendente de melopeas. Los soldados borrachos eran castigados con el látigo, y los oficiales ebrios podían ser degradados. Además del palo también existía la zanahoria: si un soldado rechazaba su porción de alcohol, recibía un aumento salarial.
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En tiempos de paz, los húsares bebían champán, y se pasaban al vodka cuando comenzaban las campañas militares. Incluso daban a sus caballos heno empapado en vodka para paliar el miedo de los animales antes de emprender ataques. Sin embargo, una carga de una unidad de húsares borrachos debía ser algo digno de verse.
Lucha contra el alcoholismo
A principios del siglo XX la medicina alcanzó un buen nivel, y se volvió absurdo ver el alcohol como un remedio importante. El estado comenzó a luchar contra la dependencia del alcohol en el E jército: los soldados sólo recibían tres tazas de alcohol a la semana, y se intentó reemplazar el alcohol por bebidas rusas tradicionales como el kvas y el sbiten.
Durante la Primera Guerra Mundial, el consumo de alcohol fue prohibido en el Imperio ruso. Esto no fue bien recibido por los soldados rusos. Durante las ofensivas intentaban localizar los almacenes enemigos de vino o utilizaban el agua de colonia como sustituto, lo que daba lugar a grandes intoxicaciones.
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‘100 gramos del Comisario del Pueblo’
La locura incontrolada provocada por el alcohol se desvaneció al mismo tiempo que los horrores de la Revolución y la Guerra Civil. No quedó lugar para el alcoholismo en el Ejército Rojo.
Durante la Guerra de Invierno entre la Unión Soviética y Finlandia, la situación cambió. El Comisario del Pueblo para la Defensa (ministro de Defensa) Kliment Voroshílov ordenó entregar porciones diarias de vodka (100 gramos) para que los soldados afectados por las heladas mejoraran su espíritu de combate.
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Sin embargo, Stalin no iba a convertir en alcohólicos a los soldados soviéticos. En 1942, se abandonó la distribución de vodka para los soldados de a pie. Sólo varias categorías, incluidos los pilotos y los trabajadores de la retaguardia, conservaron el derecho a raciones etílicas.
También se les daba alcohol a los soldados antes de lanzar ataques, pero otros tenían que esperar a los días festivos más importantes del Estado para recibir sus 100 gramos.
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