Páginas

El Rey de la Cerveza


Según la cultura flamenca fue Gambrinus quien trajo la cerveza al mundo de los mortales, y esto es algo para celebrar. Se cree que su leyenda está inspirada en las vidas de Jan Primus (tcc. Juan I de Bravante, Juan el Victorioso) y/o Jan sans Peur (tcc. Juan Sin Miedo, Juan I de Borgoña).
Gambrinus es un personaje importantísimo para la cerveza. Además de ser considerado uno de los santos patronos de los cerveceros, muchas cervecerías han basado su imagen y nombres en este personaje. Por dar algunos ejemplos está Cruzcampo (España),  Victoria (México), Hertog Jan (Países Bajos), y obviamente Gambrinus (República Checa).
Hay diferentes versiones de esta historia. Algunas se parecen mucho, otras difieren en ciertas cosas. Pero todas parecen ser diferentes versiones de “Contes d’un buveur de bière” escrita por el escritor francés Charles Deulin en 1868.
Gambrinus era un joven del pequeño pueblo flamenco conocido como Fresnes. Tenía el cabello dorado, las mejillas rosadas. Se ganaba la vida trabajando como aprendiz de un soplador de vidrio, un trabajo nada glamoroso si lo comparamos con el de su maestro. Los sopladores eran considerados nobles, y sólo les enseñaban sus técnicas a sus hijos. Los aprendices eran considerados obreros. Eran aquellos que le preparaban el vidrio a sus maestros, y difícilmente llegaría el día en el que se volvieran sopladores de vidrio. Gambrinus pertenecía a una clase social inferior; una casta que carecía de privilegios y oportunidades, y vivía una realidad en donde encontraba más puertas cerradas que abiertas. Aún siendo uno de los solteros más codiciados de Fresnes, su corazón fue víctima de la ironía y de los encantos de Flandrine -la hija de su maestro-.
Flandrine pensaba casarse con un noble como su padre, y todos sus ascendientes. Gambrinus jamás tendría la oportunidad de escalar su clase social si seguía con ese trabajo, pero poco le importó. Le declaraba su amor a Flandrine, pero ella siempre lo ignoraba.
Flandrine tenía muy clara su lista de prioridades, donde en los primeros lugares se encontraba la clase y el prestigio de su pareja. Ella no iba a conformarse por menos.
Gambrinus decidió partir de Fresnes para quizá de esta manera pudiera olvidarse de aquella dama. Él sabía que necesitaba algo con qué distraerse, así que consiguió un violín antes de emprender su largo viaje.
Mientras viajaba y practicaba con su violín, se dio cuenta que poseía un talento musical innato. La gente lo escuchaba y se maravillaba con sus melodías. No pasó mucho tiempo para que se volviera famoso y se hiciera de una gran reputación en Bélgica y Holanda. Su fama no tardó mucho tiempo en llegar a Fresnes, donde la gente llegó a rogarle para que regresara y tocara al menos una de sus melodías frente al pueblo. Él sólo esperaba no encontrarse una vez más con Flandrine, ya que no sabía cómo reaccionaría ante su presencia.
Gambrinus vuelve a Fresnes y ofrece su primer concierto. Comenzó de maravilla; pero a medio concierto, el rostro de Flandrine apareció entre la multitud. Gambrinus comenzó a temblar. Su interpretación se volvió tan mala que parecía que su violín se desafinó de un segundo a otro, y la gente no estaba contenta. Comenzó un ciclo vicioso donde Gambrinus al ver a la gente enojada desafinaba más, y por esto la audiencia seguía enloqueciendo, volviendo a Gambrinus más nervioso. Los asistentes estaban tan enfurecidos que causaron disturbios en Fresnes, destruyendo y quemando propiedades. Las autoridades tenían que culpar a alguien, y ese alguien fue Gambrinus. Las autoridades destruyeron su violín y lo mandaron a prisión.
Dentro de su fría celda, Gambrinus comienza a meditar. Por más que lo pensaba, concluyó que este mundo no es para él. Flandrine lo rechazaba y la gente de su pueblo lo odiaba. Él pensaba cómo podría vivir sin amor y sin amigos. Sin una respuesta clara, Gambrinus comienza a planear cómo quitarse la vida una vez que salga de prisión.
Después de algunos meses, liberaron a Gambrinus. No perdió el tiempo en dirigirse al bosque para preparar una plataforma y una soga donde rápidamente estaba listo para ahorcarse. Subió a la plataforma y justo antes de acomodarse la soga en el cuello lo detiene un hombre. Se trataba del mismo Diablo.
Este iba vestido de cazador ya que no era muy conveniente que la gente conociera su identidad. Había personas que lo perseguían por buenas y por malas razones, así que sólo él decidía con quién manifestarse. <<¿Por qué eres tan infeliz? Te ofrezco un trueque. Si termino con eso que te pone triste sólo te pediría que a cambio me des tu alma en treinta años>> le comentó el ente a Gambrinus. A Gambrinus le pareció un muy buen trato. Jamás había visto o sentido su alma, no tenía nada que perder. <<Quiero que Flandrine me ame>> le respondió Gambrinus desesperadamente. <<No puedo enamorarla por ti, pero estoy seguro que puedo ayudarte de cualquier otra forma>> le comentó el Diablo, pues sus poderes no podían influenciar algo tan puro como el amor. <<Muy bien, hazle como quieras; lo que sea para olvidarme de ella>> le responde Gambrinus un poco decepcionado. El Diablo le sonríe, y ambos firman el taumatúrgico contrato.
Suponiendo que no tiene nada que perder, Gambrinus regresa a Fresnes donde le nace la necesidad de apostar. Esta nueva pasión y la ayuda sobrenatural del Diablo hicieron que se volviera rico muy pronto. El Diablo ingeniosamente intentó cambiar la pasión que sentía por Flandrine por una con los juegos de azar. Sin embargo por más dinero que ganara, Gambrinus no dejaba de pensar en ella. Se le ocurrió que al tener dinero como un príncipe, Flandrine finalmente lo podría aceptar como marido. Para sorpresa de Gambrinus, Flandrine lo seguía rechazando. <<No me importa si tienes dinero, aún no eres una persona importante ni tienes prestigio. Sigues siendo un don nadie. Regresa cuando seas un Duque o un Rey.>> exclamaba Flandrine cuando Gambrinus le declaró su amor una vez más. Gambrinus entendió que había nacido como un plebeyo, y lo seguirá siendo de por vida.
Gambrinus se deprimió profundamente una vez más, y se dirigió al bosque para finalmente terminar con su vida. Afortunadamente se encontró con el Diablo de nuevo, y Gambrinus no tardó en quejarse con él. No entendía cómo Flandrine seguía rechazándolo aún cuando logró conseguir la riqueza de un duque. Así que le preguntó al Diablo si tenía otro plan, de otra manera se ahorcaría. El Diablo volvió a sonreír.
En ese momento, unos postes unidos con líneas emergieron del suelo. De repente los postes se cubrieron con una planta trepadora de flores muy perfumadas. <<¿Ves esta planta?>> explica el Diablo <<se llama lúpulo>>. Justo en cuanto el Diablo terminó de hablar, una pequeña cabaña emerge de los suelos. <<Esta será tu cervecería. Sígueme y te enseñaré cómo elaborar cerveza, el vino flamenco.>> le comentó el Diablo. Si el dinero y el juego no  ayudó a Gambrinus, el Diablo estaba seguro que la cerveza lo haría.
Gambrinus aprendió a elaborar cerveza —probando un poco de ella de vez en cuando— y se dio cuenta que la bebida tenía un efecto etéreo. Se sentía tan bien que quería volver a tocar su violín. Recordando cómo le humillaron y destruyeron su instrumento, Gambrinus le preguntó al Diablo <<¿existe alguna forma de vengarme de mi pueblo?>>. El Diablo sonrió una vez más y le regaló a Gambrinus unas campanas que al sonar nadie podía resistirse a bailar. Siendo tan hábil, aprendió rápidamente a tocarlas.
Al perfeccionar sus recetas y su música, Gambrinus regresa a su pueblo y abre su cervecería. Tardó algunos meses en instalarse, pero logró preparar mesas, sillas y barriles llenos de su cerveza en la plaza principal. Al tener todo listo, convocó a todo el pueblo para que pruebe de su cerveza. Al principio no le gustó a mucha gente por ser muy amarga, y se volvieron a burlar de Gambrinus por su nueva bebida. Entonces Gambrinus comenzó a tocar sus campanas y todo el pueblo comenzó a bailar sin poder detenerse. Cuando Gambrinus dejaba de tocar, la gente estaba cansada y tomaba cerveza para recuperarse y con cada trago que daban, la gente disfrutaba de la cerveza más. Ya ven lo que la gente dice: “la cerveza es un gusto adquirido”.
Con el tiempo, la gente del pueblo le pedía a Gambrinus que siguiera elaborando cerveza ya que eventualmente se dieron cuenta que era la mejor bebida que habían probado en su vida. Así fue como Gambrinus consiguió la venganza con la gente de Fresnes, y finalmente, se ganó el respeto del pueblo.
Gambrinus volvió a recuperar su fama, pero esta vez con sus campanas y su cerveza. La gente de otros pueblos le imploraba a Gambrinus que trajera su cerveza. A cualquier lugar que fuera Gambrinus, él llevaba cerveza y tocaba sus campanas haciendo felices a todas las personas presentes. Por primera vez se sentía dichoso. Tenía esa increíble sensación que todo músico conoce; ese placer de ver a la gente contenta y llena de energía por a la música que uno interpreta. La cerveza también ayudaba; tanto a los asistentes como a Gambrinus.
Los duques, condes y patrones le ofrecieron el título de “Rey de Flandes”
Gambrinus aceptó su título como rey, pero prefirió que mejor se le denominara “Rey de la Cerveza”, como la gente ya lo conocía. Él pasaba la mayoría de sus días tomando cerveza, cantando canciones y tocando las campanas.
Gambrinus no solamente se volvió muy rico sino también en un hombre con prestigio que se movía en los círculos más altos de la sociedad. A Flandrine siempre le gustó Gambrinus en secreto, sin embargo era muy orgullosa para admitirlo. Flandrine se quedó esperando a que Gambrinus llegara una vez más a declararle su amor, pero como tardó demasiado, decidió tomar la iniciativa y fue a buscarlo. Gambrinus estaba un poco ebrio para cuando llegó Flandrine. No la reconoció, pero sí le ofreció un tarro de su deliciosa cerveza. El Diablo se dio cuenta que la cerveza por fin había logrado que Gambrinus se olvidara de Flandrine. Así que comenzó a contar los años para ir por el alma de Gambrinus.
El tiempo pasó y durante treinta años Gambrinus vive una muy buena vida. El Diablo muy al pendiente de su trato, regresa al pueblo por el alma de Gambrinus. Cuando Gambrinus ve al Diablo, lo recibe alegremente con la música de sus campanas. Resulta que el Diablo tampoco se pudo resistir a su sonido y comienza a bailar durante algunas horas hasta que le implora a Gambrinus que se detenga. Inclusive rompería el trato que hicieron hace treinta años con tal de que no toque una nota más. Gambrinus se aprovechó, y logró zafarse del trato. Gambrinus muy felizmente le regala al Diablo un barril lleno de su mejor cerveza, la cual se termina de un trago antes de regresar al infierno. Esto no ha terminado para el Diablo, ya que amenazó a Gambrinus que regresará por su alma una vez que termine su vida natural.
El Rey de la Cerveza vivió casi 100 años tomando, festejando y disfrutando todos los días de su vida. Y vaya vida. Todo el pueblo asistió a su funeral, inclusive el Diablo. Cuando la ente se fue, el Diablo estaba listo para recoger el cuerpo y alma de Gambrinus. Escarbó algunos metros hasta toparse con una superficie de madera, pero para sorpresa del Diablo, no era un ataúd sino un barril de cerveza. Ahí fue cuando el Diablo aceptó que el alma del Rey de la Cerveza jamás será suya.



Algunas otras versiones de la historia y más información.