Agustín Draghi es ingeniero químico y se estableció en el Reino Unido hace dos años para nutrirse de nuevos conocimientos y experiencias.
Agustín Draghi es pergaminense, ingeniero químico egresado de la Universidad Nacional de Rosario que hace dos años tomó la decisión de transitar una experiencia de vida en el exterior. Es un apasionado de la cerveza, y conoce los secretos de su elaboración como la palma de su mano. De hecho, la decisión de establecerse en el exterior tuvo que ver con la posibilidad de crecer profesionalmente en destinos que están a la vanguardia de esta actividad. Al momento de elegir un lugar no dudó en que tenía que ser un sitio en el que pudiera nutrirse de aprendizajes y en el que pudiera aportar lo que llevaba consigo: la rica experiencia de haber sido parte del armado familiar de una fábrica de cerveza. Ese antecedente le abrió puertas de una manera increíble, porque en lugares que se caracterizan por tener establecimientos altamente tecnificados y grandes recursos se valoran mucho las experiencias personales cuando van acompañadas de sólidos conocimientos.
La entrevista se realiza en Pergamino, en el patio de la casa de sus padres, en un alto de la estadía que durante un par de semanas le permitió visitar a los suyos y reencontrarse con lugares y personas que no había vuelto a ver desde su partida. Acompañado por el mate y vestido con la camiseta de Boca, la charla transcurre con la naturalidad de las buenas conversaciones. “Es la primera vez que vuelvo desde que me fui hace dos años”, señala.
“Estudiando en Rosario había tramitado la ciudadanía italiana pensando en esa posibilidad. Ya recibido apliqué a una visa de Australia y cuando estaba por comprar los pasajes, mi papá me propuso poner en marcha un emprendimiento familiar, que fue una fábrica de elaboración de cerveza artesanal; me entusiasmé mucho porque siempre había sido un sueño y postergué el viaje”.
Durante tiempo se abocó de lleno a la empresa familiar y aprendió mucho. “En un momento revisé mi decisión y armé todo para irme”, relata. Tenía 28 años cuando tomó la determinación de irse a Inglaterra. “Yo me quiero dedicar a la cerveza, eso siempre lo tuve claro, así que al momento de elegir el destino, tuve en cuenta que fueran países donde esa actividad fuera importante”.
“Quería un país de habla inglesa, porque el lenguaje de la cerveza es el inglés. Pensé en la posibilidad de Estados Unidos, pero finalmente me incliné por Inglaterra, donde la industria cervecera es de vanguardia”, cuenta.
Así fue que llegó al Reino Unido. “Me fui a Londres con muy poco inglés y muchas ganas”, confiesa. Y recuerda su llegada y la búsqueda de las primeras oportunidades en un lugar que define como “muy ordenado y previsible”.
Los primeros pasos
“Cuando llegué empecé a trabajar como bar tender en una cervecería, como una manera de interiorizarme sobre el lenguaje de la cerveza y las costumbres del país”, refiere. Y prosigue: “Cuando me pude establecer ingresé en la cervecería más grande del Reino Unido, BrewDog, una empresa que marcó una nueva era en la elaboración de cerveza”.
Allí trabajó un año y medio, ya de lleno en la producción: “Mi paso por esa empresa me abrió la cabeza en el sentido de pensar la cerveza como una industria grande”, resalta.
Un proyecto propio
Siempre alentado por la posibilidad de abrirse a nuevas experiencias, comenzó a desarrollar un proyecto con amigos latinoamericanos que conoció estando en Reino Unido. “Estamos trabajando para armar una consultora de cervecería y proyectos de propiedad intelectual”.
La iniciativa consiste en brindar servicios a cervecerías que tienen problemas de eficiencia o en el proceso de producción y a la par de ello desarrollar conocimientos en el plano de la propiedad intelectual.
Una sociedad distinta
De los lugares en los que vivió estando en Europa -estuvo en Londres y en Escocia- destaca el orden y la previsibilidad. “Podés caminar a las 2:00 de la mañana sin que pase nada. La sociedad tiene otros problemas, como el consumo de drogas duras o los suicidios, pero creo que esto está asociado a otras cuestiones más profundas. La gente allá vive haciéndose preguntas existenciales”, reflexiona.
Aunque la adaptación a otra cultura no fue sencilla, no le resultó complejo abrirse camino. “Al principio viví en Londres, tres meses después me fui a Aberdeen, que es una ciudad ubicada al norte de Escocia, donde trabajé durante un año y medio en la empresa de cerveza, ya haciendo lo mío”, describe.
En el aspecto económico y productivo, destaca que los emprendimientos son acompañados por la inversión. “Allá el capital que tienen disponible es para invertir. El gobierno ofrece créditos blandos y subsidios para acompañar el crecimiento”, resalta. Y cuenta que para el proyecto del que forma parte ya recibieron dos subsidios oficiales haciendo aplicaciones on line.
Volver al pago
En su primer regreso a la Argentina desde que se fue, ve con preocupación algunos problemas del país y lamenta las crisis recurrentes. En lo personal reconoce que “es difícil volver cuando estás afuera”.
“No entrás en el lugar que dejaste; porque viene otra persona, no la que se fue”, afirma. Y en esa reflexión reconoce que eso genera algunas fricciones y la certeza de que algunas relaciones cambian para bien o para mal cuando pasan por el tamiz de la distancia. Lo asume como parte de la experiencia. Y rescata el acompañamiento incondicional de su familia y algunos amigos.
Estar lejos en pandemia
Buena parte del tiempo en el exterior coincidió con la pandemia: “Allá todo fue un poco más relajado que acá, a pesar de la gravedad de la situación. Quizás porque la gente respeta mucho las normas. Durante la cuarentena obligatoria, por ejemplo, te dejaban salir a correr o ir a la playa. Te daban libertades, porque sabían que la gente acata las medidas sin necesidad de imponerlas”. En su caso nunca dejó de trabajar porque la producción de cerveza se multiplicó.
A Londres
Hoy que este artículo se publica Agustín está en Londres, donde se estableció a su regreso de Argentina para trabajar como responsable de producción de una empresa que está creándose. “Apliqué para el puesto a través de una búsqueda por Internet, algo que allá es muy habitual”, refiere.
Lo que hizo en el seno de la empresa familiar le sirvió mucho para acceder al empleo. Lo señala con orgullo: “Cuando contás cómo fue el proceso de armado de la fábrica, se asombran. Allá es mucho más difícil tener esa experiencia. Acá fue como natural porque toda mi familia es emprendedora. Personalmente me entusiasma poder volcar lo que aprendí en Argentina”.
En el presente vive con su novia Victoria, venezolana a la que conoció en Escocia bailando salsa. “Ella me sacó a bailar, hoy vivimos juntos y compartimos el proyecto de la consultoría”, cuenta.
Cuando habla de la salsa, recuerda que se vinculó a esta actividad estando en Rosario como parte de una asociación que promovía intercambios con fines humanitarios, en la que conoció a mucha gente de Centroamérica. “Con ellos aprendí que la salsa es un lenguaje universal, sin conocer el idioma podés comunicarte sin problemas bailando”.
El valor de lo esencial
Aunque en el mundo en el que se mueve se habla de cerveza artesanal, siente que “es faltarle el respeto a los verdaderos artesanos”. En ese sentido aclara: “Prefiero decir que hay una nueva era en la cerveza, pero eso no es estrictamente artesanal, ningún artesano tiene 30 empleados trabajando para él. La cerveza, de artesanal, conserva el nombre”.
Sin embargo, se requiere de un profundo amor por esa artesanía para llevar adelante la tarea, para no perder de vista el valor de la materia prima y los tiempos que la transforman en ese producto que no reconoce fronteras. Agustín le rinde culto a ese respeto y ejerce su profesión sabiendo que para crecer es necesario nunca perder esa esencia.
PING PONG
Una calle de Pergamino: O’ Farrell
Una escuela: el Colegio Normal
Un festejo: Año Nuevo, con la banda “Cumbiemos el sistema” tocando gratis cerca de la Plaza 25 de Mayo
Amigos: muchos
Un maestro: Liliana Eichler, mi profesora de Química del Normal. Ella me despertó un poco la vocación y las ganas de seguir el camino de la Ingeniería Química. Y Mariano Lanzi, profesor de Física del Normal que me ayudó mucho en el ingreso a la facultad.
Una desventaja de estar lejos del pago: las charlas de mate que allá no existen.
Una ventaja de vivir en el exterior: la previsibilidad, el poder caminar tranquilo por la calle.
Un mensaje para quienes deseen hacer una experiencia de vida afuera: que sepan que es algo que no tiene vuelta atrás, porque nunca más volvés al lugar que dejaste. Eso tiene sus cosas buenas y malas. Lo bueno es que empezás a mirar el mundo con otros ojos y a entender las relaciones desde otro lugar, menos apegado a lo material. Irte pensando que te vas a hacer millonario no existe. Yo le diría a quien tenga la idea, que lo haga buscando experiencia.
Esta sección se llama Pergaminenses lejos del pago. ¿Cuál consideras que es tu lugar?: Me considero un ciudadano del mundo. Y sueño con poder retirarme en el Caribe.