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La primera huelga de la historia originada por el no pago de comida y cerveza


El Papiro de la Huelga da testimonio de un hecho insólito en el Egipto faraónico. El escriba Amennajet nos narra de manera concisa, en un tono impersonal, una conducta inaudita adoptada por unanimidad por los obreros de la Tumba del Faraón debido a las malas condiciones laborales existentes.
Para comprender cómo fue posible la primera huelga de la historia de la que se tiene registro, donde los siervos del Faraón se atrevieran a sublevarse es mejor que vayamos por partes.
Corría el año 1166 A.C. en que Egipto estaba gobernado por el faraón Ramsés III de la XX Dinastía, nieto de Ramsés II “el Grande”. El Faraón, tras 29 años de reinado y con 62 años de edad, dominaba un Egipto que, pese a ser todavía un país rico y poderoso, se encontraba sumergido en los comienzos de  una época de decadencia derivada de diversos problemas endémicos y coyunturales:
  • Por un lado, en el plano militar, Egipto hubo de contener el ataque de “los pueblos del norte y del Mar” así como dos intentos de invasión libia, lo que ocasionó que las arcas del estado estuvieran muy maltrechas.
  • Las monumentales obras de las tumbas de los reyes absorbían una parte considerable del potencial de trabajo y la capacidad organizativa de la población egipcia, lo cual tuvo como consecuencia un descomunal crecimiento de la burocracia así como de la demanda de bienes de consumo que no podía ser satisfecha.
  • Junto a ello, la corrupción y la mala administración de los recursos debilitaban  aún más la economía del país, ya afectada por las monumentales tumbas en el Valle de los Reyes.
Todo ello llevó la situación límite hasta el extremo que, de hecho, el reinado y la vida de Ramsés III, terminarían con una conjura en su harén, en la que tomarían parte su esposa e importantes funcionarios políticos.
La decadencia se acentuó con sus sucesores (8 faraones en 90 años) iniciándose el Tercer Período Intermedio.
El concepto que hoy en día tenemos del derecho del trabajo no tiene nada que ver con la situación de los trabajadores de aquellas épocas.
Debemos recordar que la historia del Egipto Antiguo corresponde a un período comprendido de más de 3.000 años, desde alrededor del 3150 a. C. a el 31 a. C. (con la conquista del Imperio romano) durante el cual Egipto tuvo periodos de esplendor y otros de absoluta oscuridad.
“Tenemos hambre, han pasado dieciocho días de este mes… hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos, ni aceite, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al Horus, nuestro buen señor, y al Tjaty, nuestro jefe. ¡Que nos den nuestro sustento!”
En la base de la prestación de trabajo no solo estaban la economía agraria y ganadera. La civilización egipcia alcanzó tales grados de sofisticación y progreso que hicieron precisar de una ingente logística: extracción de piedra en las canteras, talleres metalúrgicos, manufacturas de armas y equipamiento militar, vestidos y manutención,  construcción de barcos…
Y, en especial, el Faraón, Horus, necesitaba realizar importantes obras, tales como la mansión real y su tumba.  Los súbditos estaban obligados a cumplir sus deseos. Y, a su vez, El Faraon, para mantener el Maat, debía alimentar al trabajador.
Esta obligación de trabajo incluía no solo las tumbas de reyes, reinas y señores, sino en la construcción de templos, fortalezas y palacios, la re-hechura de canales por la inundación, el laboreo de tierras y cuidado de animales de los templos y la prestación de un servicio al ejercito cuando era menester.
En definitiva, aunque el cine y la literatura nos han mostrado las ingentes cantidades de esclavos que las obras faraónicas necesitaban, lo cierto es que, independientemente de su existencia, había muchos trabajadores libres que prestaban su trabajo “a cambio de un salario en especie” para su mantenimiento y el de su familia.
Durante los Imperios Antiguo y Medio los reyes egipcios se enterraron en pirámides construidas en la parte norte del país, cerca de Menfis, que era la capital. Pero, en este periodo, hacía ya más de 600 años que las pirámides se habían dejado de construir.
En su lugar, los faraones prefirieron construir sus tumbas en los llamados hipogeos, localizados en zonas más escondidas y de acceso más restringido, fáciles de vigilar y, por tanto, más protegidas de los saqueadores de tumbas.
Es en el Valle de los Reyes, el enterramiento de estas características más conocido, se encuentran las tumbas de la mayoría de los faraones del Reino Nuevo, es decir, de las dinastías XVIII, XIX y XX.
Todos los obreros, artesanos y escribas encargados de los trabajos en la tumba del faraón, estaban alojados en la aldea de Deir el-Medina junto con sus familias. El poblado albergaba las viviendas, las capillas y las tumbas de los propios obreros. Había albañiles, canteros, pintores, tallistas de relieves y escultores. Se calcula que en las más de setenta casas vivieron unos 120 trabajadores con sus esposas e hijos.
Set Maat “El lugar de la Verdad”: ruinas del poblado de artesanos, actualmente Deir el-Medina
Todo el trabajo estaba supervisado por el visir “Tjaty” que visitaba la zona en algunas ocasiones o enviaba un delegado real para inspeccionar los trabajos.
Su salario, que se entrega a principios de la semana de trabajo, consistía en pan, cerveza, granos, dátiles, frutas  y verduras, agua potable, carnes y pescados en fiestas señaladas, y combustible, vajilla, vestido y calzado para cubrir las necesidades de la familia.  El salario medio de un día del trabajador era de 10 hogazas de pan y una medida de cerveza (2,5 jarras),  mientras que el de especialista muy capacitado podía llegar a 400 panes que podían ser cambiados por otros alimentos, vestidos, mobiliario, etc. Los capataces y los escribas recibían 72 sacos (de unos 76 litros cada uno) de cereales al mes y el resto de trabajadores 52 sacos.
Como se ha dicho, el relato de los acontecimientos nos ha llegado gracias a el denominado “Papiro de la Huelga” conservado en el Museo Egizio de Turín.  Por él sabemos que los trabajadores, nada menos que de la tumba del faraón, protagonizaron un hecho al parecer sin precedentes (al menos no hay constancia de nada parecido en fechas anteriores, ni en Egipto, ni en ninguna otra civilización): se pusieron en huelga.
Al parecer, todo comenzó por el manejo corrupto de los administradores, dirigidos por el Haty de Tebas [i], que tenía la obligación de distribuir el salario en especie a los trabajadores, retrasando las entregas y disminuyendo las raciones por más de 20 días (2 semanas laborales en el cómputo egipcio), lo que supuso un gran descontento. Así, en un ostracón encontrado en la aldea se puede leer:
“Comunico a mi señor que estoy trabajando en las tumbas de los príncipes cuya construcción mi señor me ha encargado. Estoy trabajando bien… No soy en absoluto negligente. Comunico a mi señor que estamos completamente empobrecidos… Se nos ha quitado un saco y medio de cebada para darnos un saco y medio de basura”. (ostracón nº 10.663 de Berlín).
Aunque inicialmente se solucionó, a los 3 ó 4 meses volvió a ocurrir lo mismo. De nuevo, los trabajadores reclamaron su salario, pero les fue entregado muy disminuido. Esto trajo como consecuencia que “Equipo de trabajadores de la Tumba”, tomara una firme decisión: Dejar de trabajar y  dirigirse en masa al templo para hacer valer sus quejas y que fuesen trasladadas al Horus [ii].
Según se lee en el Papiro, y en uno de los ostraca encontrados en Deir el-Medina (guardados en los museos de El Cairo, Berlín y otras ciudades), la huelga comenzó el día 10 del mes de Peret en el año 29 de Ramsés III debido al retraso de una paga “distraída” por el Gobernador (Haty) de Tebas Oeste.
“Año 29, segundo mes de la segunda estación, día 10. Este día el bando cruzó los cinco muros de la necrópolis, gritando: ‘¡Tenemos hambre!’ (…) y se sentaron a espaldas del templo” de Thutmose III en el límite de los campos cultivados. Los tres interventores y sus ayudantes fueron a instarles que volviesen al recinto de la necrópolis, e hicieron grandes promesas…”¡Podéis venir, porque tenemos la promesa del Faraón”
Templo de Thutmose III, en Medinet Habu
El tesoro real se abrió, y se les entregaron las raciones del mes anterior, pero los trabajadores pidieron también la paga del mes corrientete y, finalmente, al octavo día de huelga, les fueron entregadas las raciones del mes.
Hasta 3 veces se repitió la huelga hasta que consiguieron (con motivo de la visita del Visir TA)  que les fueran entregadas las raciones completas. Tras ello, se les amenazó a no volver a manifestarse bajo pena de ser castigados.
La situación de las siguientes generaciones, es decir, en toda la época ramésida, no mejoró, y los obreros tuvieron que volver a movilizarse. A veces los paros duraban solo días, otras semanas e incluso meses. Casi siempre eran por motivos económicos y no por las condiciones de trabajo. Las últimas noticias de estas movilizaciones son del reinado de Ramsés XI, poco antes de desaparecer esta aldea de trabajadores.
Hoy en día, la Huelga es un derecho recogido en todas las Constituciones de los Países democráticos… Y si bien este movimiento nace en el S. XIX con la Revolución Industrial, como hemos visto, hace más de 3.000 años un grupo de hombres tuvieron el valor de enfrentarse a nada menos que  “El Faraón”, su dios,  para reclamar sus derechos!!!


Referencias
  • [i] La corruptela de retrasar y disminuir el pago del salario se hizo bajo la indiferencia o, incluso, participación activa del Haty (Gobernador ó Alcalde del Nomo). Por encima de esa autoridad sólo estaba el Tjaty y por encima de éste, el Horus.
  • [ii] Al ser el cumplimiento del salario-manutención es la primera y vital obligación del dios por ello los trabajadores se dirigieron al templo de Thutmose III porque, casi con toda seguridad los sacerdotes y escribas del templo tenían la obligación de canalizar el reparto a través del censo que tenían de los obreros.