Galento era un boxeador recio, exento de buenas maneras y ostentaba una calvicie que resaltaba su hilarante figura.
Galento era un peleador "sin restricciones", con un gancho izquierdo perverso , que nunca dejaba que las sutilezas como las reglas del ring, o la deportividad, interfieran con su objetivo de noquear al otro luchador. Durante sus primeros años como boxeador, Galento poseía y operaba un bar llamado "The Nut Club" en Orange , Nueva Jersey . Tenía fama de hacer su trabajo de carretera (entrenamiento) después de cerrar el bar a las 2:00 am. Cuando se le preguntó por qué entrenaba por la noche, Galento respondió: "Porque peleo por la noche". También se sabía que Galento se abstuvo de ducharse para alentar el olor corporal en una estrategia para distraer a su oponente. Max Baer comentó: "Olía a atún podrido y a una tina de licor viejo sudando".
Tres letras efe podrían definir la actitud del gladiador boxístico Tony Galento: forzudo, fornido, fortachón. Un hombre que jamás retrocedía en el cuadrilátero. Una locomotora humana con fuelle incombustible. Dos combates bastarían para valorar el aplomo de quien debió no poco de su fortuna a su carismático nombre: la refriega contra el bombardero de Detroit, Joe Louis y, por supuesto, la mítica contienda sostenida, en desgarrante toma y daca, frente a Max Baer. El encuentro con Louis fue violento desde el primer episodio. Galento marchaba hacia adelante con pasos firmes y corazón de guerrero. Joe Louis, poseedor de una musculatura armónica, estudiaba al rival y lanzaba jabs con pertinencia y astucia. Galento salió, en el tercer round, a liquidar al moreno de Michigan. Y logró tumbarlo con fulminante izquierdazo. Ése parecía el final de la pelea, pero Louis se caracterizó siempre –incluso cuando Rocky Marciano lo venció- por una valentía granítica, indomable. Sobrevivió Louis en ese tercer capítulo y en la esquina le aconsejaron liquidar a Galento en el cuarto. Y así fue.
Galento era un boxeador recio, exento de buenas maneras y ostentaba una calvicie que resaltaba su hilarante figura. Una figura sin garbo ni elegancia. Pertenecía de lleno al mundo de los rudos, de los bravucones del ring y, si me apuran, de los sucios. Galento apostó, antes de su pelea con Arthur DeKuh, que consumiría 50 hot-dogs la noche previa al combate. Ganó la apuesta y también el pleito.
Era un calamitoso estuche de artimañas: cabezazos, golpes bajos, piquetes con los dedos de los guantes e, incluso, mazazos con los codos. La estrambótica personalidad de Tony era reforzada fuera del cuadrilátero: gran fumador e incorregible bebedor de cerveza.
Se cuenta que en una noche derribó a tres oponentes en Detroit (1931), y que tomaba cerveza en los descansos de los episodios.
Galento, quien afirmó tener 5'9 (177 cm) de altura, le gustaba pesar alrededor de 235 lb (107 kg) para sus partidos. Logró este nivel de condición física comiendo lo que quisiera, cuando quisiera. Una comida típica para Galento consistía en seis pollos, un lado de espagueti, todos regados con medio galón de vino tinto, cerveza o ambos de una sola vez. Cuando fue al campo de entrenamiento, frustró los intentos de su entrenador de modificar su dieta y aterrorizó a sus compañeros de entrenamiento al comer sus comidas además de las suyas.
El 22 de julio de 1979, aquejado de diabetes, Galento perdió sin marrullerías la pelea final. Había animado como nadie el mundo del boxeo. Galento se retiró del boxeo en 1943, y aplicado su talento en el mundo de la lucha libre profesional. También empezó a actuar, y se le dio papeles en Muerte en los pantanos (1958), Las mejores cosas de la vida son gratis (1956), Ellos y ellas (1955) y La ley del silencio (1954).
Galento fue enterrado en Johns Cementerio Católico en Orange, New Jersey