Páginas

Tras las huellas de la Hesperidina, una bebida porteña de 150 años que aún es codiciada

Un ritual en peligro 
Como falta en las góndolas, sus fanáticos recorren la Ciudad para conseguirla.
Tiene 91 años y está lúcida y fresca. Su familia bromea con que es porque toma Hesperidina. Cada mediodía y cada noche, Inés Bonanata se sienta a la mesa, sirve dos dedos de la bebida en un vaso, lo completa con soda y saborea ese dejo especiado, entre amargo y dulzón. Hace décadas, una compañera de Harrods, el lugar donde trabajaba, le transmitió el ritual. Pero ahora esa ceremonia corre peligro de extinción para esta vecina de Belgrano: el aperitivo está en falta en las góndolas porteñas y sus sobrinos recorren toda la Ciudad para conseguirle una botella.

Primero buscaron en los supermercados del barrio. Después se movieron hasta Núñez y, luego, a Palermo y Chacarita. Terminaron cruzando la Ciudad para aprovisionarse por unas semanas en San Telmo. Y, también, a Barracas, justamente el barrio donde antaño se elaboraba la bebida, en Hornos al 200. Allí, en las oficinas y los sótanos del moderno edificio Sur Central, que ocupa el lugar de la desaparecida planta Bagley, todavía se conservan partes de los toneles que almacenaron el aperitivo.

Bagley fabricaba la Hesperidina en un edificio en Hornos al 200, donde aún se conservan partes de los toneles donde la almacenaban.
“Conseguirle Hesperidina es un desafío. Estamos recorriendo ‘los cien barrios porteños’. Fuimos a Tigre. Unas primas nos consiguieron en Ituzaingó y Castelar. Mi familia nos mandó desde Crespo, Entre Ríos. Tenemos una conocida que saca fotos de los súper en los que queda alguna botella. Las últimas nos las envió una amiga desde Villa La Angostura. Como ves, ya estamos agotando los lugares”, cuenta Verónica D’Angelo, sobrina de Inés.

Ellos no son los únicos que recorren cielo y tierra para conseguir Hesperidina. Los proveedores de bares que la usan en cócteles también adoptaron estrategias para no quedarse sin stock. Como Verne Club, en Palermo, donde siempre incluyeron en sus cartas un trago con esta bebida y uno de sus socios, el bartender Federico Cuco, incluso creó uno para el periodista estadounidense especializado en coctelería Robert Simonson, que visitó la Ciudad el año pasado.

La Hesperidina fue inventada en 1864 por Melville Sewell Bagley.
Fue la primera patente argentina.
Al principio, la vendían en farmacias como digestivo.
“Es muy complicado encontrarla, así que buscamos en vinotecas chicas, como una en Santa Fe y Pueyrredón. También tenemos algunos empleados de Provincia que a veces nos traen alguna botella que quedó olvidada en un súper”, apunta Germán Lacanna, dueño de Verne Club.

También aparecen botellas en plataformas de compra y venta online, aunque es clave consultar antes de ofertar: no siempre hay stock. Y, si lo hay, se vende al doble o al triple de su precio real.

La escasez coincide con el traspaso de la marca desde la empresa Tres Blasones hacia el Grupo Cepas, que comercializa Gancia, Bacardi y Dr. Lemon, entre otros productos. Hasta el propio brand manager de destilados de Tres Blasones, Fernando Quinteros, reconoce que “cuesta encontrarla, y para mí es una pena, porque siempre me gustó. Inclusive, como muchos, la veía en la barra de mis abuelos. Tiene un componente emotivo muy fuerte”.

Algunos bares ofrecen tragos con Hesperidina, como el Verne Club. Foto: Rolando Andrade
Consultados por Clarin, desde el Grupo Cepas se limitaron a decir que adquirieron Hesperidina a mediados del año pasado y, “luego de un tiempo de puesta a punto, comenzamos a producir. Como parte del proceso de adquisición, el flujo continuo de abastecimiento pudo haberse resentido durante los primeros meses”.

Sin embargo, la Hesperidina todavía no figura en el portfolio de productos que aparece en el sitio Web oficial de la empresa. Y, por ahora, la bebida sigue siendo elaborada por Licores Argentinos, ahora para Cepas, del mismo modo que antes lo hacía para Tres Blasones. Desde allí explican que uno de los factores que pudieron haber afectado la oferta es la complejidad de la preparación.

“En su composición hay más de 20 hierbas, de Asia, Europa, África y locales. Además, lleva agua de azahar, que debe pasar por un proceso especial en un laboratorio. Y se trabaja con al menos 120 días de antelación. Es el producto más complejo de los más de 100 que preparamos”, explica Alejandro Vidal, jefe de planta de Licores Argentinos.

A esa veintena de hierbas todavía hay que sumarle el corazón de la bebida, la infusión de cáscara de naranja amarga, que es la que le da su sabor característico y es muy distinta a la naranja dulce, que es la que se suele comer o exprimir. “Siempre trabajamos con el mismo proveedor, que es de San Pedro. Él cosecha las naranjas, las pela y el mismo día nos envía las cáscaras a la fábrica, porque eso enseguida empieza a fermentar”, detalla Vidal.

La botella de Hesperidina, a través de los años

Más allá del tiempo, el dinero y la dificultad que implica prepararla, en esta merma también influye la edad de la Hesperidina: primera patente argentina, nació en 1864, tiempos de Mitre en el sillón presidencial y una población porteña que no llegaba a los 150.000 vecinos. Con un siglo y medio de edad sobre sus espaldas, no le fue fácil entonces permanecer en góndolas y barras.

“La Hesperidina es una marca a la que le tenemos muchísimo cariño. Cuando en 2004 se la compramos a Bagley, su propietaria originaria, la tenía totalmente olvidada. La desempolvamos, le cambiamos la etiqueta e hicimos degustaciones, pero sentimos que, como somos una empresa que distribuye bebidas prémium y súper prémium, este aperitivo nunca se adaptó a nuestro portfolio”, admite Quinteros.

Dueño de bares donde los aperitivos son la estrella, Julián Díaz da su mirada del otro lado del mostrador. “La Hesperidina es un hermoso producto que no ha recibido el cuidado que merece. Hace mucho que no tiene una campaña o una activación de marca seria. Te lo digo como propietario de Los Galgos, un lugar donde se podría mover mucho esta bebida, pero nunca se acercaron con una propuesta puntual para promocionarla”.

La Hesperidina era promocionada
como aperitivo, pero también como digestivo.
Con todo, en Grupo Cepas sostienen que el stock “debería verse 100% reconstituido” este mes. Promesas al margen, Inés y su familia siguen en busca del líquido ritual y recuerdan que sus propiedades no son sólo terapéuticas. En diciembre, el auto de su sobrina Verónica fue chocado y quedó totalmente destruido, pero la botella de Hesperidina que había en el baúl se salvó. Inés leyó en el milagro un mensaje y eligió abrirla para brindar en Nochebuena, casualmente el aniversario de la marca. Ya sabemos qué deseo pidió.

De tónico en las farmacias a aperitivo en las barras

El creador de la Hesperidina fue el empresario estadounidense Melville Sewell Bagley, fundador de la tradicional empresa que lleva su apellido. La bebida llegó a las estanterías porteñas el 24 de diciembre de 1864. Y aunque su graduación alcohólica oscila entre los 25 y los 30 grados -el doble que el vino y cuatro o cinco veces más que una cerveza industrial-, al principio se vendía en farmacias como un amargo, tónico o bitter que “facilitaba la digestión” y “estimulaba el sistema nervioso”, según los anuncios de la época.

Es que esta bebida contiene, justamente, hesperidina, que se encuentra en los cítricos y tiene propiedades antioxidantes. Además, favorece la digestión y la función circulatoria, y reduce el colesterol.

Tuvieron que pasar décadas para que comenzara a publicitarse como “El gran aperitivo nacional”. Y, también, para que se popularizara la forma de beberla como un vermú. La fórmula es Hesperidina y soda en proporción 30/70, hielo, limón y a revolver. O, para quienes quieran una versión más fuerte, cambiar la soda por tónica y hacer mitad y mitad.

Una antigua publicidad de Hesperidina
Agregar leyenda