Realidad y ficción conviven en la serie ambientada en una de las más antiguas fiestas tradicionales de Europa: la Oktoberfest, celebración que desde inicios del siglo XIX se viene realizando en la ciudad alemana de Munich y donde la cerveza es la gran protagonista.
Un evento que nació como festejo en 1810 con el matrimonio entre el Príncipe Luis I de Baviera y la Princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen y que luego se transformó en la cita de miles de bávaros, pero también en la de muchos dueños de cervecerías. Como los principales personajes de la serie que debuta en Netflix, subtitulada Cerveza y sangre.
Un nombre que en algo resume la trama de su historia que se sitúa en 1900, cuando Múnich ya albergaba a varios representantes de la pujante industria de la cerveza local; los mismos que además tenían derecho a poner sus carpas en la Oktoberfest de cada otoño.
Todo comienza a transformarse cuando llega a la ciudad Curt Prank (Mišel Matičević), un importante empresario de Núremberg que quiere expandir su imperio y ser parte de la festividad. Algo difícil por no ser oriundo del lugar y que su cerveza venga de otra región.
Sin embargo, Prank no está acostumbrado a que sus planes no se concreten -en especial su sueño de instalar la carpa más grande y elaborada del festival- y, con la ayuda del Concejal Alfons Urban (Michael Kranz), comienza a poner en marcha sus maquinaciones.
Una confabulación que implica sobornos, extorsiones e incluso asesinato, además de arriesgar el funcionamiento de las más pequeñas y tradicionales cervecerías de Múnich, como la Deibel de la familia Hoflinger, que desde hace ya un tiempo lucha con las deudas.
Y son precisamente los integrantes de esta familia quienes comparten el protagonismo con el manipulador Prank. Entre ellos Maria (Martina Gedeck), quien tras la trágica muerte de su esposo, Ignatz (Francis Fulton-Smith), queda a cargo de la cervecería.
Pero no son solamente las razones laborales las que unen sus caminos. Esto porque la hija de Curt, Clara (Mercedes Müller), vive un apasionado encuentro con el mayor de los jóvenes Hoflinger, Roman (Klaus Steinbacher), que tiene posteriores consecuencias.
Sin embargo, la miniserie -de seis capítulos– también se alimenta de otras subtramas. Como la que encabeza el menor de los Hoflinger, Ludwig (Markus Krojer), un talentoso dibujante que entabla amistad con Gustav Fierment (Vladimir Burlakov) y sus bohemios compañeros.
Además de la presencia del oscuro empresario local Anatol Stifter (Maximilian Brückner) y una nueva ley sobre el origen de la cerveza; una tribu que proviene de Samoa y será exhibida en la feria, y los cambios sociales que empiezan a asomarse por esos años.
Vivencias de personajes que deambulan en medio de una convincente recreación del imperio alemán de inicios del siglo XX, donde además se destacan las actuaciones del elenco de Oktoberfest: cerveza y sangre, en especial las de Gedeck y Matičević.
La historia real del cervecero que inspiró la serie de Netflix
La serie está protagonizada por Misel Maticevic, quien se pone en la piel de Curt Prank, el hombre central de esta historia. Si bien el personaje no existió en la vida real, está inspirado en Georg Lang, un empresario del rubro cervecero que alrededor del 1900 llegó a Múnich desde Nuremberg para establecer su proyecto y dominar el famoso festival.
Sin embargo para un extranjero no era nada sencillo adquirir una licencia en aquel lugar, ya que se exigía comprar un lote en una subasta de Múnich.
A fines del siglo XIX Lang llegó con una carpa propia y les pagó a cinco habitantes locales para que fueran sus testaferros. De esa manera obtenía la licencia, instalaba su carpa y para la ley quienes la administraban eran cinco dueños de lotes de Múnich.
De esta manera, este ambicioso e inescrupuloso empresario logró ganarse la licencia para el Oktoberfest de 1898 y lentamente se convirtió en la figura principal del festival.
Con respecto a esta historia, el director de la serie Hannu Salonen comentó:
"El espectáculo está basado en un chico del norte de Alemania llamado Curt Prank, quien está basado en una persona real llamada Georg Lang, que viene al sur con el sueño de construir una enorme carpa para 6000 personas en el Oktoberfest. [...] Es importante saber que hasta que él llegó, todo el festival consistió más o menos en un montón de cabañas de madera con algunos granjeros y niños divirtiéndose en un simple carrusel. Era prácticamente imposible que un forastero operara de manera empresarial en el Oktoberfest y no se permitía cerveza elaborada fuera de Múnich. Pero esta persona real, Georg Lang, logró llevarlo a cabo".