Ahora bien, si nos remontamos a la Edad Media, la relación entre la cerveza y un monje de abdomen prominente permanece en el imaginario colectivo. Pero ¿una monja cervecera? No, Hildegarda fue mucho más allá. Bajo este nombre encontramos a una mujer extraordinaria. Erudita escritora, fue compositora, filósofa, teóloga, mística, pintora y científica. Sin duda, la versión femenina de Leonardo da Vinci, sólo que nacida tres siglos antes.
El ser monja, y de clausura, no le impidió escribir sobre muchos temas, incluido el de la sexualidad, con una gran claridad y sin tapujos. Además insistía en que el placer sexual era cosa de dos, que residía en el cerebro y que la mujer también lo sentía, por lo que introdujo por primera vez el concepto de orgasmo femenino. Afirmación escandalosa en su momento, en que se creía que la inclinación por el sexo era una manifestación del pecado. Considerando que era monja, y en pleno medievo, no es para menos la sorpresa. Aún lo es más que no fuera callada o apartada, no en vano fue la primera mujer a la que la Iglesia permitió salir del monasterio a predicar.
No contenta con destrozar el tabú que supone dar carta de naturaleza científica al orgasmo de la mujer, nuestra super-monja, preocupada por las enfermedades que provocaba en la población beber agua insalubre o almacenada en malas condiciones estudia los beneficios de introducir el lúpulo –una mala hierba que crecía salvaje en Baviera- en el proceso de elaboración de la cerveza. Lo que le imprime ese característico toque amargo que balancea el dulzor del cereal.
Hildegarda, al introducir el lúpulo (con sus propiedades bactericidas: alfa ácidos (efecto antibiótico sobre bacterias Gram+) y taninos (antibactericida láctico y acético), consigue así mantener en buen estado la cerveza y evitar muertes por consumo de agua insalubre a la vez que le imprime para siempre ese peculiar aroma característico que hoy en día podemos apreciar en una buena cerveza elaborada con lúpulos naturales.
Así, con la expansión de los monasterios por Europa en el Medievo, se expande también la cerveza tal y como hoy la conocemos. Franciscanos, benedictinos y trapenses realizaban cerveza, para consumirla en la época de ayuno.
Se trata de un caso análogo al de Cristóbal Colón, porque quizás no fue la primera en descubrir el uso del lúpulo en la cerveza, pero sí la primera que lo mencionó y dio a conocer al mundo en sus tratados científicos Causa et curae y Physica consolidando definitivamente la receta de la cerveza.
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