Los simios perdían la competición de la supervivencia frente a otras especies pero se salvaron al ocupar un nicho especial en la cadena trófica.
Bonobos del Congo comiendo raíces de hierba. |
Los científicos detrás de esta idea, que recientemente han publicado un libro, estiman que este avance se hizo posible hace unos 10 millones de años y en el marco de una severa competición con otras especies de primates.
Muchas especies de monos podían comer frutas inmaduras y aprovechar sus nutrientes sin sufrir indigestión, algo de lo que los simios (un eslabón superior en la evolución de los primates) no eran capaces entonces ni lo son ahora, igual que los humanos. Como contrapartida, los simios desarrollaron la capacidad de obtener nutrientes de la fruta demasiado madura y a la vez tolerar el alcohol que contiene.
"Incluso hoy vemos a grandes simios comiendo fruta fermentada e incluso bebiendo vino de palma artificial", recordó la coautora Kimberley Hockings, del Centro de Ecología y Conservación de la Universidad de Exeter (Reino Unido), cuyas palabras recoge un comunicado universitario. "Es difícil saber por qué hacen esto", admite la investigadora, que explica que este comportamiento "refleja la compleja historia de nuestra propia relación con el alcohol".
La científica indica que el nivel de alcohol presente en las frutas fermentadas oscila normalmente entre el 1% y el 4%, similar al que tiene una cerveza ligera. "Sin embargo, gran parte del alcohol que consumen los humanos hoy en día es mucho más fuerte", afirma Hockings.
El grupo llegó a la conclusión de que los grandes simios que no podían tolerar la presencia del etanol en su dieta acabaron desapareciendo. En cambio, a nuestros antepasados el etanol les permitió recuperarse del borde de la extinción.
Posteriormente la bebida ha desempeñado "un papel importante en la forma en que los humanos han utilizado el banquete para crear y mantener sus relaciones", considera Robin Dunbar, profesor de psicología evolutiva de la Universidad de Oxford y uno de los autores del libro. Dunbar pone énfasis en la forma en que "los humanos socializan entre sí" por medio de alcohol "en todas las culturas y en diferentes períodos de la historia".
Al igual que con otros componentes de la dieta humana, como la sal y el azúcar, lo que genera problemas no es la sustancia en sí, sino las concentraciones a las que las personas tienen acceso, aseguran los científicos.